Las guerras lejanas
Un poema de ?ngel Gonz¨¢lez evoca los conflictos olvidados que desangran varios pa¨ªses sin que Occidente se inmute ni se manche las manos.
RECUERDO BIEN a mi madre.
En 1967, ?ngel Gonz¨¢lez public¨® un libro titulado Tratado de urbanismo, que conten¨ªa, entre otros memorables, un poema dedicado a su madre. En el primer verso de Primera evocaci¨®n, el poeta nos advierte que la recuerda bien. Aclara luego que era peque?a de estatura y enumera sus miedos, al viento, a los truenos, a las guerras. ¡°Siempre estaba temi¨¦ndolas / de lejos¡±.
La madre de ?ngel ten¨ªa muchas razones para temer las guerras, y sobre todas dos, un hijo enterrado en una cuneta y otro, al que nunca volvi¨® a ver, en el exilio chileno. Pero su hijo menor, el ¨²nico superviviente entre los varones de una familia de maestros republicanos, evoc¨® su estatura y sus miedos cuando en Indochina, el territorio que hoy conocemos como Vietnam, estall¨® una guerra muy lejana, ajena por completo en apariencia a la vida de su madre, a la derrota que la hab¨ªa destrozado 20 a?os antes. ¡°(¡) la guerra ha comenzado, / lejos ¡ªnos dicen¡ª y peque?a / ¡ªno hay por qu¨¦ preocuparse¡ª, cubriendo / de cad¨¢veres m¨ªnimos distantes territorios, / de cr¨ªmenes lejanos, de hu¨¦rfanos peque?os¡¡±.
Recuerdo bien a ?ngel Gonz¨¢lez. Le recuerdo a diario desde que muri¨®, hace ya 10 a?os, porque ser su amiga fue una de las mejores cosas que me han pasado en la vida y en la literatura. Le recuerdo tambi¨¦n porque, como pasa con los poetas imprescindibles, casi todos los d¨ªas ocurre algo que alguno de sus poemas puede explicarme. As¨ª, los versos de Primera evocaci¨®n vuelven constantemente a mi memoria, a veces en las noticias menores, esas a las que los medios de comunicaci¨®n no otorgan demasiada importancia, y a veces incluso ante la estricta falta de informaci¨®n de otras tragedias que parecen no interesar a nadie.
Es m¨¢s c¨®modo, m¨¢s conveniente para todos, contarnos que huyen porque quieren tener un smartphone
La guerra en Siria, en el Kurdist¨¢n; la guerra del colt¨¢n, que sigue provocando masacres diarias, todo un genocidio, en la Rep¨²blica Democr¨¢tica del Congo por culpa de la avaricia de las empresas tecnol¨®gicas de Occidente; las matanzas de Boko Haram que han desangrado y siguen desangrando Nigeria, Camer¨²n, N¨ªger, Chad, Mal¨ª, y tantas otras guerras lejanas de las que ni siquiera me acuerdo en este momento, siguen ¡°cubriendo de cad¨¢veres m¨ªnimos distantes territorios¡± mientras yo escribo este art¨ªculo.
Luego, todos los ministros de Asuntos Exteriores ¡ª?de quienes tambi¨¦n se acord¨® ?ngel al evocar a su madre¡ª se quejan del drama humano de los refugiados, de la cat¨¢strofe asistencial que provocan, de las im¨¢genes que le parten el coraz¨®n a sus votantes y a ellos, a ellos los primeros, porque tambi¨¦n tienen un coraz¨®n, porque tambi¨¦n les duele. Pero nadie se acuerda nunca de las guerras lejanas, ni siquiera ante la tragedia diaria de las pateras y los campos, de las alambradas, de los naufragios. Se dir¨ªa, y llega a decirse, que los refugiados huyen porque s¨ª, que dejan atr¨¢s sus casas, sus pa¨ªses, sus idiomas, sus familias, porque quieren tener un smartphone ¡ªun tel¨¦fono de esos que se fabrican con el mismo colt¨¢n por el que han muerto sus vecinos¡ª, o porque ven muchas pel¨ªculas y quieren conocer Nueva York, o porque aspiran a un nivel de vida mejor.
Los hombres que huyen de la muerte, las mujeres que, si no escapan, ser¨ªan violadas antes de ser asesinadas, los ni?os a quienes los se?ores de la guerra reclutar¨ªan para ense?arles a matar y violar a hombres, a mujeres y a otros ni?os y ni?as, est¨¢n ausentes del relato de las migraciones, de las cr¨®nicas de los naufragios, del barro helado sobre el que se levantan las tiendas de campa?a. La suyas son guerras lejanas, peque?as, de las que no hay por qu¨¦ preocuparse. Es m¨¢s c¨®modo, m¨¢s f¨¢cil, m¨¢s conveniente para todos, contarnos que huyen porque quieren tener un smartphone.
Alguna vez habr¨¢ que empezar a llamar a las cosas por su nombre, reconocer que los peores monstruos del siglo XX, aquellos a los que cre¨ªmos derrotar y enterrar para siempre, han resucitado y viven entre nosotros. Las guerras peque?as, lejanas, permiten que Occidente aplique una pol¨ªtica de exterminio sin mancharse las manos. La extraordinaria haza?a que supone sobrevivir, escapar de la muerte, termina con devoluciones en caliente, racismo, marginaci¨®n y miseria.
?ngel habr¨ªa escrito hoy otro poema doloroso, ?memorable.?
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