Men¨²s escolares contra la obesidad
En pa¨ªses caribe?os como Santa Luc¨ªa, obligados a importar la mayor¨ªa de su comida, los comedores de los colegios persiguen dietas equilibradas y conciencia nutricional
"Cuando hablas con los padres, te dicen que es lo que el ni?o les pide". Jania Fontenelle tuerce el gesto mientras varios ni?os aprovechan la pausa del almuerzo para comer Doritos y chocolatinas o beber zumos azucarados. "Pero nos preocupa la porquer¨ªa que comen". La directora del colegio p¨²blico Bellevue dice que se van a reunir con los progenitores de cada clase para impartir un taller sobre nutrici¨®n. Estamos en Santa Luc¨ªa, un pa¨ªs insular caribe?o poco m¨¢s grande que Ibiza que sufre un r¨¢pido aumento del sobrepeso y la obesidad. En la regi¨®n los padece uno de cada tres j¨®venes. Y muchos de estos archipi¨¦lagos han decidido atacar el problema desde las aulas.
En el colegio mixto Marchand de la capital, Castries (donde vive casi un tercio de los 178.000 habitantes de la isla), es la hora del recreo, y varios ni?os devoran trozos de pizza fr¨ªa y conos de helado. Al mismo tiempo, las cocineras Mary Eug¨¦ne y Joanne Joseph comienzan a preparar la comida. Es el d¨ªa sin carne, as¨ª que los 175 alumnos de esta escuela primaria tendr¨¢n arroz y alubias rojas, pan, huevos y t¨¦. "El Ministerio nos dice que prescindamos de la carne al menos dos veces por semana", explica Eug¨¦ne. "Y tambi¨¦n hemos introducido fruta fresca, m¨¢s verduras, legumbres y algunos productos t¨ªpicos de la isla", a?ade.
En 2013, Santa Luc¨ªa lanz¨® en 20 centros del pa¨ªs una iniciativa piloto sobre su plan de alimentaci¨®n escolar dirigido a mejorar la nutrici¨®n de sus ni?os. Porque entre 2001 y 2010, la prevalencia del sobrepeso infantil en el Caribe oriental hab¨ªa pasado del 7% al 14%. Y en pa¨ªses como este, que se ven obligados a importar la gran mayor¨ªa de la comida que consumen (aqu¨ª la factura anual es de 130 millones de d¨®lares, casi la cuarta parte del presupuesto estatal), las miradas enseguida se dirigieron a lo que los ni?os estaban comiendo.
"En esta parte de la ciudad la realidad de mucha gente es muy dura", explica Eric Regis, que imparte en el centro las novedosas clases de Agricultura. "Los padres no tienen tiempo para cocinar y sol¨ªan dar dinero a sus hijos para que se compren cualquier cosa. Y ellos, claro, adquir¨ªan dulces o aperitivos poco saludables". Ahora, ese dinero lo entregan a las encargadas del comedor. Porque con la ayuda de la FAO (agencia de la ONU para la alimentaci¨®n y la agricultura) y la cooperaci¨®n internacional, el Gobierno dise?¨® los men¨²s y reform¨® cocinas y comedores. Y aunque el programa est¨¢ subvencionado, los ni?os pagan un d¨®lar del caribe oriental (unos 37 c¨¦ntimos de d¨®lar estadounidense) por un almuerzo valorado en unos 6,7 d¨®lares caribe?os (2,4 estadounidenses).
Pero en lugares pobres como este suburbio de Castries, hasta esa cantidad puede ser demasiado. Por eso hay quien defiende que la elecci¨®n de alimentos ultraprocesados y muchas veces cargados de az¨²cares, sales o grasas, es puramente econ¨®mica. Sunita Daniel, oficial de la FAO en el pa¨ªs, asegura que sus estudios muestran que el actual men¨² es solo 50 c¨¦ntimos de d¨®lar caribe?o m¨¢s caro que el que se serv¨ªa antes.
En Marchand hay unos 60 alumnos que est¨¢n exentos de pago, y los docentes hacen lo posible porque no trascienda a qui¨¦nes no les alcanza. "Era un problema, porque muchos dejaban de comer por no pasar la verg¨¹enza", comenta Regis. De hecho, encontrar esa discreci¨®n es uno de los retos para el ¡ªpor ahora lejano¡ª plan de extender la alimentaci¨®n escolar a la educaci¨®n secundaria.
"Lo cierto es que ¨ªbamos pensando en atacar el problema del sobrepeso y las dietas poco nutritivas, pero vimos que tambi¨¦n hab¨ªa ni?os que no com¨ªan lo suficiente", reconoce Daniel. Un denominador com¨²n en los programas similares de otros pa¨ªses de la regi¨®n (hasta 17 han seguido este modelo), donde conviven las dos caras de la malnutrici¨®n: hambrientos y obesos compartiendo aula. Pero el n¨²mero de los segundos no deja de crecer. Entre el caso de los adultos santalucenses, seis de cada 10 mujeres y cinco de cada 10 hombres sufren obesidad o sobrepeso. En el conjunto del Caribe, la cifra es a¨²n mayor.
Cambio de metas en los comedores
El Programa Mundial de Alimentos, que apoya programas de alimentaci¨®n escolar en 69 pa¨ªses, calcula que cada d¨ªa casi 85 millones de ni?os de Am¨¦rica Latina y el Caribe desayunan, comen o meriendan en sus escuelas. Para muchos de ellos ser¨¢ la ¨²nica comida del dia.
Los objetivos principales de los programas de alimentaci¨®n escolar siguen siendo luchar contra el hambre y crear un c¨ªrculo virtuoso de asistencia a clase, mejores resultados acad¨¦micos y reducci¨®n de la pobreza, pero en muchos pa¨ªses evolucionan para combatir otras formas de malnutrici¨®n como el sobrepeso y la obesidad. En el mundo hay ya 124 millones de ni?os y j¨®venes ¡ªde entre cinco y 19 a?os¡ª que sufren obesidad, 10 veces m¨¢s que hace cuatro d¨¦cadas. Un reciente informe de la Organizaci¨®n Mundial de la Salud (OMS) estima que en 2022 ser¨¢n m¨¢s los ni?os y adolescentes obesos que los desnutridos.
Lleva una hora y media cruzar la isla desde la capital ¡ªdonde atracan los enormes cruceros tur¨ªsticos que sostienen, junto a los servicios financieros offshore, la econom¨ªa local¡ª hasta el colegio Bellevue, en el sudeste. Por el camino, los anuncios de Pepsi o de la cadena de comida r¨¢pida KFC (que patrocina distintos programas de alimentaci¨®n escolar en el mundo) inundan el paisaje tropical de esta isla volc¨¢nica y monta?osa. En este centro de 160 alumnos, solo 90 se quedan a comer. Y aunque el men¨² escolar suele basarse en espinacas, lentejas, lechugas, jud¨ªas o arroz, y los mi¨¦rcoles se reparte fruta, hoy hay pizza y pollo frito. "Es un d¨ªa especial, porque queremos recaudar fondos para un festival", explica Fontanelle, la directora.?
Es la elecci¨®n del d¨ªa especial porque, para los alumnos, siguen siendo los platos m¨¢s atractivos. El debate candente es si esto se debe a los continuos esfuerzos marketing por parte de la industria o se trata de elecciones libres del consumidor. "Nosotros estamos haciendo grandes esfuerzos por educar nutricionalmente desde la escuela", defiende Ezechiel Joseph, ministro de Agricultura de Santa Luc¨ªa. Esos esfuerzos, adem¨¢s de los men¨²s escolares, incluyen la instalaci¨®n de huertos en los centros y la introducci¨®n de la asignatura de Agricultura. "Cultivarlas y conocer de primera mano c¨®mo crecen hace que los ni?os se acerquen m¨¢s a las verduras", sostiene Regis, el profesor del colegio Marchand.
Pese a que Joseph mantiene que su Gobierno est¨¢ por educar, "y no por prohibir", se baraja vetar la venta de bebidas azucaradas en las cantinas o quioscos de los colegios. En la de Bellevue se siguen viendo helados, galletitas, caramelos y golosinas, pero no est¨¢n los t¨ªpicos refrescos azucarados. En cambio, s¨ª hay unos flashes de mango, guayaba y manzana elaborados por la propia comunidad escolar a partir de los ¨¢rboles que los padres de los alumnos?¡ªmuchos de ellos agricultores¡ª han plantado alrededor del centro.
¡°Cultivarlas y conocer de primera mano c¨®mo crecen hace que los ni?os se acerquen m¨¢s a las verduras¡±
Pero de vuelta en la ciudad, en el colegio Marchand, los frutos del huerto no complementan demasiado el men¨² ministerial. "Solo mandan vegetales congelados, y meten demasiados carbohidratos", se queja Regis. "A veces los profesores tenemos que contribuir con coles y otras verduras", relata. Porque, aunque el programa de alimentaci¨®n escolar no est¨¢ en discusi¨®n entre los pol¨ªticos de Santa Luc¨ªa ¡ªquedo fuera del debate partidista en las ¨²ltimas elecciones¡ª, el dinero no sobra.
"Los fondos, claro. Los fondos son nuestra limitaci¨®n", admite el ministro Joseph. "A cuantos m¨¢s ni?os queramos llegar, m¨¢s dinero necesitaremos". Y, pese a los esfuerzos por producir m¨¢s comida en una isla que hasta hace poco se dedicaba b¨¢sicamente a las bananas (la agricultura supone poco m¨¢s del 3% del PIB), por el momento esa comida saludable para los escolares tendr¨¢ que seguir siendo mayoritariamente importada.
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