Reparar la relaci¨®n con Rusia
Europa, con Alemania y Francia a la cabeza, debe asumir ese reto ante la inacci¨®n de Trump
En una ¨¦poca de grandes acontecimientos internacionales como la que vivimos, lo extraordinario acaba pareciendo menor. El envenenamiento por un agente nervioso de fabricaci¨®n rusa de un esp¨ªa y su hija, en una pl¨¢cida ciudad inglesa, no es una historia de una novela de John Le Carr¨¦ . Es un ataque qu¨ªmico en un pa¨ªs europeo miembro de la OTAN originado en la Rusia de Putin, donde nada escapa a su control. Una l¨ªnea roja ha sido sobrepasada. Y merece una respuesta eficaz.
No vale argumentar que Putin, que ma?ana renovar¨¢ el omn¨ªmodo poder que ejerce desde hace 18 a?os, solo trata de borrar la humillaci¨®n sufrida por Rusia de manos de Occidente tras la implosi¨®n de la URSS. No es un hecho aislado, es una provocaci¨®n intencional destinada a probar la cohesi¨®n y la firmeza de Europa y EE?UU. Anexi¨®n de Crimea, desestabilizaci¨®n de Ucrania, regreso de Mosc¨² a Oriente Pr¨®ximo para apoyar al carnicero El Asad, interferencia en las elecciones de EE UU, en las presidenciales de Francia, en el Brexit. Asesinato del opositor pol¨ªtico Bor¨ªs Nemtsov y de la periodista cr¨ªtica Anna Politkovskaya. Envenenamiento con polonio de Litvinenko, ex KGB, tambi¨¦n en Londongrado.
El historiador brit¨¢nico Hobsbawm acu?¨® la idea de un siglo XX corto (1914-1991) entre la Gran Guerra y la revoluci¨®n sovi¨¦tica y la implosi¨®n de la URSS. Podemos datar el comienzo efectivo del siglo XXI con la calamitosa llegada de Trump a la Casa Blanca, el repliegue mundial de EE?UU, el alumbramiento de guerras comerciales, las grandes migraciones. El inicio del Gran Desquicie, del mundo en desorden, con el vac¨ªo propiciado por el Washington populista y nacionalista. Un momento ¨²nico aprovechado inteligentemente por Xi en China, proclamado emperador vitalicio, y por Putin, que escala su apuesta nuclear. Ambos creen que Occidente declina.
Y en un mundo al rev¨¦s, con el final de la verdad que no se diferencia de la mentira, los grandes l¨ªderes autoritarios iliberales, Putin y Xi, disfrutan del amor y la envidia que les profesa el ignorante e imprevisible ocupante de la Casa Blanca. El contradi¨®s es redondo. Como en Rusia y China, tambi¨¦n en EE?UU el show es solo de Trump, que acaba de arrojar por la borda a su secretario de Estado, un moderado, por lo dem¨¢s bastante in¨²til. Han laminado el poder blando de EE?UU.
La Rusia de Putin seguir¨¢ jugando sucio. Ya no est¨¢ arrodillada y ese sentimiento cimenta su autocracia. El zar garantiza el orden, la estabilidad, los grandes negocios para sus amigos, el orgullo de la Gran Rusia. Padre de la naci¨®n, espejo de un autoritarismo consentido desde abajo. Es urgente reconstruir las deterioradas relaciones con Rusia, un pa¨ªs necesario para resolver los grandes problemas internacionales. Su aislamiento no funcionar¨¢. De Trump, atrapado en la telara?a rusa, no cabe esperar una estrategia reparadora. Europa, con Alemania y Francia a la cabeza, debe asumir este reto. Hay Putin para rato.
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