¡®Big deal¡¯ y ¡®fake humans¡¯
Es el momento de la ciudadan¨ªa digital y del reconocimiento de nuevos derechos fundamentales. Tenemos que asumir colectivamente la responsabilidad de pensar para qu¨¦, por qu¨¦ y c¨®mo queremos abordar la transformaci¨®n tecnol¨®gica
Mientras la vieja pol¨ªtica y los cronistas oficiales que la acompa?an viven atrapados en debates arqueol¨®gicos, el tsunami digital avanza hacia la disrupci¨®n inminente. En breve, todo cambiar¨¢ y la inercia tecnol¨®gica nos situar¨¢ ante retos que desbordar¨¢n la capacidad de an¨¢lisis y decisi¨®n con la que hemos venido interpretando y gobernando el mundo desde la antig¨¹edad. El planeta altera su eje de rotaci¨®n anal¨®gica mediante la t¨¦cnica y nuestra realidad, e incluso nuestra identidad, se hibridan digitalmente bajo la presi¨®n de la inteligencia artificial, los algoritmos y los datos. Lo inquietante de esta cibermutaci¨®n global es que se produce sin control pol¨ªtico ni pensamiento cr¨ªtico, sin transparencia democr¨¢tica ni debate y opini¨®n p¨²blica informada.
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Est¨¢n cambiando nuestros imaginarios culturales, as¨ª como los paradigmas sociales y econ¨®micos de la humanidad sin que seamos conscientes de ello y en medio del asentimiento de una pol¨ªtica y de unos medios de comunicaci¨®n que ven la transformaci¨®n digital como una experiencia asombrosa, casi m¨¢gica, que abordan desde una especie de resignaci¨®n ilusionada y sin pensar en sus consecuencias ¨²ltimas. Inauguramos un tiempo hist¨®rico que nos har¨¢ radicalmente digitales. Ya casi lo somos al estar nuestras vidas configuradas online. Trabajamos, aprendemos, interactuamos, compramos, nos entretenemos y nos comunicamos tecnol¨®gicamente. La humanidad muta sin prever lo que seremos y una nueva forma de identidad surge en contacto con las pantallas. Nos transformamos en homo digitalis. Nos desmaterializamos y dejamos atr¨¢s lo que fuimos corp¨®reamente mientras el despliegue de la tecnolog¨ªa 5G hace inminente la aparici¨®n de capacidades disruptivas inimaginables que, combinadas con la rob¨®tica y el Internet de las cosas, ampliar¨¢n exorbitantemente nuestra prosperidad y las zonas de confort en ¨¢reas tan vitales como el transporte, la salud o el trabajo.
Lo preocupante es que la hiperconectividad sin latencia que traer¨¢ el 5G har¨¢ de nuestras vidas un laboratorio de experiencias digitales que probar¨¢ las aplicaciones que promueven sin control las grandes corporaciones tecnol¨®gicas. Un laboratorio sin m¨¢s reglas que la neutralidad de un modelo de negocio que nos trata como usuarios y consumidores y que optimiza algor¨ªtmicamente su escalabilidad dentro de los patrones sesgados de una econom¨ªa de los datos gobernada por la inteligencia artificial. Sin hoja de ruta ni debate p¨²blico, la humanidad se expone a una cibermutaci¨®n guiada por vectores de consumo masivo basados en incrementar exponencialmente la velocidad y la capacidad de circulaci¨®n de datos con el fin de monetizarlos.
La humanidad se expone a una cibermutaci¨®n guiada por vectores de consumo masivo
Bajo el gobierno de los algoritmos y la realidad aumentada que proporcionar¨¢ la tecnolog¨ªa 5G seremos, sin duda, los destinatarios de la disrupci¨®n digital pero como usuarios y consumidores del fen¨®meno. De este modo, seremos empoderados pasivamente y, a posteriori, convertidos en beneficiarios de una transformaci¨®n que se producir¨¢ en nuestro provecho material, aunque dentro de un ecosistema tecnol¨®gico que nos har¨¢ superar el dintel de la poshumanidad sin consultarnos.
Revertir esta situaci¨®n es una necesidad. Esc¨¢ndalos como el protagonizado por Facebook y Cambridge Analytica demuestran que las corporaciones tecnol¨®gicas hegemonizan sin control democr¨¢tico la transformaci¨®n digital y lo hacen sin considerar las vulnerabilidades a las que nos aboca nuestra indefensi¨®n como personas y ciudadanos. El homo digitalis que se presiente en el umbral de la pr¨®xima d¨¦cada no puede ser un fake human. Lo ser¨¢ si seguimos avanzado en la cibermutaci¨®n de la humanidad sin que vaya de la mano de pensamiento cr¨ªtico, de equidad y pacto social y pol¨ªtico que establezca derechos y obligaciones entre los actores que participan en ella. No es un tema de ciberseguridad sino de ciberciudadan¨ªa. Tenemos que asumir colectivamente la responsabilidad de pensar para qu¨¦, por qu¨¦ y c¨®mo queremos abordar la transformaci¨®n digital. Debemos evaluar y pensar las consecuencias morales y pol¨ªticas que puede tener para el ser humano una interactuaci¨®n con la t¨¦cnica tan intensa y sin l¨ªmites como la que se avecina. Tenemos que desarrollar una ciudadan¨ªa digital que incorpore la advertencia te¨®rica que planteaba la Escuela de Fr¨¢ncfort cuando nos previno de aquella dial¨¦ctica ilustrada que desemboc¨® en los totalitarismos de entreguerras porque, entre otras cosas, las sociedades democr¨¢ticas de entonces no comprendieron que la t¨¦cnica es siempre voluntad de poder y nunca es neutra.
Europa tiene una misi¨®n democr¨¢tica que cumplir: la gesti¨®n humana y c¨ªvica del cambio digital
Rota la frontera de lo p¨²blico y lo privado por el pan¨®ptico digital de las redes sociales, y disuelta la noci¨®n del l¨ªmite al perder en las pantallas el sentido de la finitud y la extensi¨®n que proporciona nuestra naturaleza corp¨®rea, los seres humanos no podemos caer en los brazos de una nueva dial¨¦ctica dist¨®pica. Frente al ciberpopulismo que se insin¨²a bajo el estruendo que produce el desprecio masivo de la alteridad que generan las multitudes digitales anonimizadas bajo el tuit party, hay que oponer una ciudadan¨ªa digital que nazca de un neocontractualismo tecnol¨®gico que impida que el big data sea un big brother. Tenemos que proponer un big deal digital que desarrolle una nueva generaci¨®n de derechos fundamentales digitales que nos proteja como personas y nos empodere como ciudadanos dentro del ecosistema digital que nacer¨¢ con la eclosi¨®n del 5G. Y hay que empezar por abajo, impulsando un marco regulatorio que defina un derecho de propiedad sobre los datos para as¨ª poder identificar lo m¨ªo y lo tuyo, y desarrollar una econom¨ªa de datos basada en transacciones equitativas que no monopolicen las grandes corporaciones.
Este es un reto que Europa tendr¨ªa que ver como una misi¨®n democr¨¢tica. De los grandes actores globales, es el ¨²nico que, a pesar de las dificultades por las que atraviesa, tiene los vectores y resortes ¨ªntimos con los que abordarlo. Estados Unidos y China orientan sus intereses hacia la utilidad y el consumo mientras que Europa deber¨ªa hacerlo hacia una gesti¨®n humanista y c¨ªvica de la transformaci¨®n digital. Podemos hacerlo si activamos nuestra vocaci¨®n intelectual y pol¨ªtica de pensar el mundo desde la persona y la ciudadan¨ªa. Lo venimos haciendo desde hace dos milenios y medio, as¨ª que nadie va a negarnos experiencia. Pero, sobre todo, debemos hacerlo si queremos sobrevivir como democracias y pertrecharnos frente a la pesadilla de una poshumanidad que, como adelant¨® Philip K. Dick con sus fake humans, puede ser el soporte definitivo de una multitud digital desmaterializada e incorp¨®rea, que acepte sin rechistar los liderazgos leviat¨¢nicos que se insin¨²an bajo el cetro y la espada de la tecnolog¨ªa. Frente a las multitudes digitales que aclaman a Trump, Putin o Xi Jinping, una ciudadan¨ªa digital que apueste por una Europa democr¨¢tica basada en un nuevo big deal fundacional.
Jos¨¦ Mar¨ªa Lassalle es secretario de Estado para la Sociedad de la Informaci¨®n y la Agenda Digital de Espa?a.
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