Cinco a?os del desastre de Rana Plaza
Lo que ha cambiado desde entonces y lo que queda por hacer
El 23 de abril de 2013 el complejo fabril Rana Plaza, en las afueras de Dhaka (Bangladesh) cruji¨® bajo los pies de sus miles de apretados ocupantes. Despavoridos, fueron obligados a volver a las m¨¢quinas. Al d¨ªa siguiente, la factor¨ªa se derrumb¨® con ellos dentro: el resultado fue de 1.134 cad¨¢veres y m¨¢s de 2.000 heridos. Como consecuencia se desvel¨® el verdadero precio de una industria -la de la moda- que, adem¨¢s, es la segunda m¨¢s contaminante del planeta. La difusi¨®n mundial de la cat¨¢strofe oblig¨® a las marcas a cambiar sus pol¨ªticas con los proveedores. El Banco Mundial y el Banco Asi¨¢tico de Desarrollo concedieron ingentes pr¨¦stamos y distintas organizaciones presionaron a los gobiernos para que se implicaran en la penosa situaci¨®n de los trabajadores. Pero queda mucho por hacer.
Los acuerdos
La iniciativa m¨¢s notoria ha sido el Acuerdo de Bangladesh sobre Seguridad en la Construcci¨®n de Edificios y de Instalaciones de Sistemas contra Incendios, firmado poco despu¨¦s del colapso del Rana Plaza por 222 empresas, diez sindicatos y cuatro organizaciones internacionales pro derechos humanos, como observadoras). Eva Kreisler, coordinadora en Espa?a de la Campa?a Ropa Limpia, una de las cuatro organizaciones, nos dice, cinco a?os despu¨¦s, que ¡°legalmente es vinculante y busca mejorar la seguridad en las f¨¢bricas de ropa mediante un riguroso programa de inspecciones y subsanaci¨®n de deficiencias y riesgos detectados en m¨¢s de 1.600 factor¨ªas. Son mejoras en la seguridad de m¨¢s de dos millones de personas. En una industria basada en la explotaci¨®n de mano de obra barata y vulnerable, por primera vez se han tomado medidas de calado para la seguridad, revisando los edificios y obligando a repararlos¡±.
Tras el pacto, m¨¢s de 1.4 millones de trabajadores de la confecci¨®n conocen ahora los peligros m¨¢s comunes en sus f¨¢bricas y su derecho a rechazar el trabajo inseguro: se han presentado casi doscientas quejas sobre seguridad. No obstante, se carece de un organismo nacional efectivo que la garantice. El Acuerdo expira en mayo pr¨®ximo y 140 empresas se han comprometido a renovarlo hasta 2021, lo que mantendr¨¢ los objetivos iniciales y, de paso, reforzar¨¢ la libertad sindical. Pero, explica Eva, ¡°no se podr¨¢ considerar que tras Rana Plaza ha habido un antes y un despu¨¦s hasta que se afronten otros problemas sist¨¦micos, como los salarios, la represi¨®n sindical, la falta de transparencia y la erosi¨®n de los derechos humanos¡±.
Adem¨¢s del Accord, 29 empresas norteamericanas han formado la Alliance for Bangladesh Worker Safety, pero no es legalmente vinculante ni integra a sindicatos y ONG. Sus inspecciones y planes de mejora son privados y no hay compromiso contractual de las empresas para asegurar los fondos precisos para reparar y renovar lo necesario. ¡°Reposa en la Responsabilidad Social Corporativa difundida en las ¨²ltimas d¨¦cadas, que es voluntaria y resulta ineficaz¡±, afirma Kreisler.
La opacidad
El secretismo es t¨ªpico de buena parte del sector. Algunas marcas temen la deslealtad de la competencia y otras, que niegan haber hecho pedidos a esos centros de distribuci¨®n, tienen relaci¨®n comercial con esas f¨¢bricas mediante subcontratas. Esta opacidad, adem¨¢s, ha dificultado mucho lograr las indemnizaciones a los trabajadores, que no sab¨ªan a qui¨¦n reclamar: ¡°No hay normas de responsabilidad claras para las empresas involucradas. Falta legislaci¨®n sobre importaci¨®n de textiles, para que se cumplan requisitos sociales y ecol¨®gicos y se garanticen la transparencia y la gesti¨®n responsable de las cadenas mundiales de valor¡±, opina Victoria De Pereda, responsable de sostenibilidad en el IED Madrid.
"Votamos con nuestro dinero: apoyemos a marcas que generan el m¨ªnimo impacto"
Derechos humanos
Los sindicatos y las ONG est¨¢n en precario. El gobierno ha eliminado la obligaci¨®n de tener permiso del empleador para formar un sindicato, lo que aument¨® las inscripciones sindicales. Pero el Centro de Solidaridad se?ala que el gobierno ha rechazado casi la mitad, mientras la violencia antisindical contin¨²a con total impunidad. ¡°En diciembre de 2016 hubo una oleada de represi¨®n brutal a ra¨ªz de protestas salariales que caus¨® despedidos masivos ilegales. Hace solo unas semanas detuvieron a 7 sindicalistas bajo acusaciones falsas. Las solicitudes de sindicatos bajaron de 392 (2014) a 53 en 2017¡±, cuenta Eva Kreisler. Tal y como ponen de manifiesto los Garment Worker Diaries (Diarios de los trabajadores de la confecci¨®n), muchos trabajadores no reciben un salario digno ¨Centre 143 y 173€, seg¨²n regiones, dice un informe de 2016-, sufren abusos y trabajan con dolor cr¨®nico. ¡°El gobierno no ha revisado el salario m¨ªnimo desde que en 2013 lo increment¨® de 3000 a 5300 taka (unos 52€/mes), totalmente insuficiente para mantener una familia¡±, denuncia Eva.
El medioambiente
La responsabilidad corporativa se extiende tambi¨¦n a lo medioambiental. Tras iniciativas como la Campa?a D¨¦tox de Greenpeace, las marcas han comenzado a reducir la qu¨ªmica t¨®xica. ¡°Se lanz¨® en el 2011 para garantizar en el 2020 la ausencia de t¨®xicos en los tejidos. M¨¢s de 70 marcas y proveedores se han comprometido ya, pero otras no est¨¢n dispuestas a hacerlo. Lo positivo es que esta informaci¨®n haya salido a la luz y que como consumidores podamos decidir¡±, opina Victoria de Pereda.
En 2017, el Circular Fashion System Commitment de la Global Fashion Agenda pide a las empresas un compromiso para acelerar la transici¨®n hacia un sistema circular que recoja y revenda prendas usadas y fije la proporci¨®n de prendas fabricadas con fibras recicladas. ¡°Es un buen punto de partida para poner el foco en lo que hay que mejorar en la cadena. Y se?alo tambi¨¦n los Objetivos de Desarrollo Sostenible como br¨²jula para las empresas del sector, y el informe de la Ellen MacArthur Foundation sobre los principios de la econom¨ªa circular que toda empresa de moda deber¨ªa adoptar ¡±, apunta Gema G¨®mez, directora de Slow Fashion Next y representante de Fashion Revolution en Espa?a.
El poder del consumidor
Campa?as medi¨¢ticas como Who Made My Clothes? (?Qui¨¦n hizo mi ropa?) son altavoz de una realidad cada vez m¨¢s visible en Occidente. Convertida en hashtag, la plataforma Fashion Revolution, nacida tras el derrumbe del Rana Plaza y que se celebra esta semana coincidiendo con su aniversario, invita al comprador a interrogar a las empresas sobre qui¨¦n confeccion¨® su ropa. El a?o pasado, 95 pa¨ªses y m¨¢s de 2 millones de personas demuestran que el consumidor del primer mundo es m¨¢s consciente. ¡°Votamos con nuestro dinero: en vez de comprar en negocios que arrasan nuestros recursos naturales, apoyemos a marcas que hacen lo que est¨¢ en su mano para generar el m¨ªnimo impacto, como las del Directorio modaimpactopositivo.com¡±, afirma Gema G¨®mez.
Kavita Parmar, con IOU Project (2011), ya permit¨ªa al consumidor contactar con la persona en la India que hab¨ªa confeccionado su prenda. ¡°El enfoque era, y es, humanizar el proceso. En Occidente estamos totalmente desconectados de esa situaci¨®n de tiran¨ªa y esclavitud. No se ve la ropa como algo hecho por personas. La producci¨®n requiere recoger la materia prima, hilarla, cortarla, coserla, empaquetarla y mandarla al otro lado del planeta. Si lo pensamos un poco, nos damos cuenta de que algo no est¨¢ funcionando¡±, explica Kavita. ¡°Con IOU Project yo quer¨ªa empoderar al consumidor, que viera directamente a qui¨¦n le afectaba gastar su dinero, qui¨¦nes son estas personas con las que puede conectar. No ver solo una foto, sino comunicarse con ellas. Hemos llegado hasta el tejedor y pronto llegaremos al agricultor¡±.
Est¨¢ pendiente
De Pereda nos explica que ¡°educar para el futuro de la moda significa acompa?ar a los dise?adores para que aborden cuestiones como el papel de las nuevas econom¨ªas y la tecnolog¨ªa, que nos impulsan a nuevos modelos productivos y de consumo; reconectar con la naturaleza y sus ciclos, para trabajar dentro de los l¨ªmites de los ecosistemas; saber de d¨®nde salen y c¨®mo se producen los materiales con los que dise?amos, su composici¨®n e influencia en el medioambiente y en mi salud¡±.
En Europa, ¡°ahora que el mundo es global, no deber¨ªamos permitir que ninguna empresa se lucre produciendo en el Tercer Mundo sin respetar los derechos que existen en el Primer Mundo¡±, dice Gema G¨®mez. Y las grandes marcas tambi¨¦n tienen que hacer los deberes. ¡°Deber¨ªan asegurar, con estudios hechos por independientes, que su producci¨®n es inocua y no enga?ar con greenwashing: todos sabemos que es imposible que estos monstruos basados en la venta masiva, sin una inversi¨®n multimillonaria, consigan esa econom¨ªa circular¡±, concluye.
¡°La sostenibilidad no es un producto que vaya a vendernos una empresa¡±, opina Kavita Parmar. ¡°Comprar localmente es fundamental. Si hay productos o materiales que no se pueden adquirir cerca, buscad en internet la informaci¨®n, contrastadla y no os qued¨¦is solo con la informaci¨®n de la etiqueta. Con nuestro propio consumo podemos cambiar el modelo. Da igual que las grandes cadenas se pongan ahora a hacer colecciones ¡®green¡¯, lo que tienen que hacer es producir menos. Y nosotros, consumir menos¡±.
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