La salvaci¨®n al tormento de las trabajadoras dom¨¦sticas en Malasia
Las asistentas sufren todo tipo de abusos desde que son reclutadas, pero ya se lanzan iniciativas para salvaguardar sus derechos
Adelina Lisao ten¨ªa 21 a?os y trabajaba como empleada dom¨¦stica en una casa en Penang, uno de los estados m¨¢s desarrollados de Malasia. Lleg¨® al pa¨ªs con 15 a?os desde un pueblo de pescadores de Indonesia, donde un traficante de personas le prometi¨® un buen trabajo y una vida mejor. Sin embargo, durante estos seis a?os no recibi¨® ning¨²n salario por su trabajo ni pudo ponerse en contacto con su familia. El pasado 11 de febrero muri¨® por una infecci¨®n fruto de las heridas no tratadas por el presunto maltrato de sus empleadores.
Adelina era obligada a dormir en el suelo del patio, junto al perro de la familia. Al verlo, varios vecinos intentaron comunicarse con ella, pero parece que ten¨ªa demasiado miedo para responderles. Finalmente, el caso lleg¨® hasta Tenaganita, una ONG local que trabaja por los derechos de las personas migrantes, refugiadas y v¨ªctimas de trata. ¡°Cuando nuestro equipo estaba preparado para iniciar el rescate, recibimos una llamada de Steven Sim, un miembro del Parlamento que tambi¨¦n hab¨ªa sido alertado y hab¨ªa visitado la casa el d¨ªa anterior¡±, explica Glorene Das, codirectora de la organizaci¨®n. ¡°Con ¨¦l fuimos al domicilio, pero se hab¨ªan llevado a Adelina. Gracias a nuestra buena relaci¨®n por casos similares con la polic¨ªa local, supimos que estaba en el hospital. Nuestros empleados y voluntarios hicieron turnos para que siempre estuviera acompa?ada e intentaron hablar con ella, que estaba aterrorizada. Ten¨ªamos todo preparado para que entrara en una de nuestras casas de acogida, pero al d¨ªa siguiente muri¨®¡±. Sally Alexander, ciudadana brit¨¢nica voluntaria de Tenaganita, la acompa?aba el momento de su muerte y, en palabras de Steven Sim, fue "el ¨²ltimo atisbo de humanidad" que al menos pudieron mostrarle.
En los ¨²ltimos seis meses de 2017,? una ONG ha rescatado a 85 mujeres de los hogares de sus empleadores
Lamentablemente, y en contra de las declaraciones del primer viceministro Ahmad Zahid, no se trata de un ¡°caso aislado¡±. Solo en los ¨²ltimos seis meses de 2017, en Tenaganita han rescatado a 85 mujeres de los hogares de sus empleadores. Los casos m¨¢s habituales incluyen privaci¨®n del d¨ªa de descanso, privaci¨®n de comida y atenci¨®n m¨¦dica; sustituci¨®n del contrato que firmaron en el pa¨ªs de origen por otro con peores condiciones al llegar; salarios no pagados; retenci¨®n del pasaporte y aislamiento.
En 2009, el Gobierno de Indonesia prohibi¨® la entrada de trabajadoras dom¨¦sticas a Malasia por las repetidas informaciones de abusos que se hicieron p¨²blicas a trav¨¦s de la prensa. En diciembre de 2011, Indonesia levant¨® el veto tras llegar al compromiso de que Malasia las proteger¨ªa de manera m¨¢s efectiva, pero los delitos de maltrato no han cesado. En 2012, tambi¨¦n en Penang, el cuerpo de Mey Sichan, ciudadana camboyana de 24 a?os, fue encontrado en casa de sus empleadores, quienes le hab¨ªan privado de comida hasta que falleci¨®. La pareja fue condenada a pena de muerte, pero, finalmente, solo tendr¨¢n que cumplir 10 a?os de prisi¨®n tras la consideraci¨®n un¨¢nime de la corte federal de que se trata de un caso de homicidio culpable y no de asesinato.
Tras la reciente muerte de Adelina, Indonesia amenaza con imponer de nuevo el veto ante el miedo del Gobierno malasio y las agencias de contrataci¨®n. Seg¨²n Jeffrey Foo, director de PAPA, la Asociaci¨®n de agencias de contrataci¨®n de trabajadoras dom¨¦sticas extranjeras, en 2016 hab¨ªa 50.000 empleadas procedentes de Indonesia en el pa¨ªs. Las familias malasias prefieren contratar a mujeres indonesias antes que a filipinas o camboyanas por las similitudes culturales, de religi¨®n e idioma.
En Malasia, la normativa de 1995 que regula el trabajo de las empleadas dom¨¦sticas las define como sirvientas dom¨¦sticas. ¡°Que no est¨¦n identificadas como trabajadoras solo contribuye a la idea de que el empleador las puede tratar como esclavas¡±, afirma Glorene Das. Actualmente, no hay pol¨ªticas que regulen el reclutamiento, colocaci¨®n y contrataci¨®n de las trabajadoras migrantes, lo que ha convertido a Malasia en un punto caliente de trata de personas en el sudeste asi¨¢tico. ¡°Llevamos dos d¨¦cadas instando a las autoridades a tomar medidas, haci¨¦ndoles recomendaciones¡ Pero no se lo toman en serio. ?Est¨¢n comprometidos con proteger a las trabajadoras migrantes o solo las ven como un medio para el beneficio econ¨®mico del pa¨ªs?¡±, se pregunta Das.
Tenaganita est¨¢ trabajando con otras organizaciones en una propuesta de ley para proteger los derechos de las trabajadoras dom¨¦sticas. ¡°Nos dimos cuenta de que no pod¨ªamos quedarnos en modificar el Acta de Empleo porque, en ciertos aspectos, no pod¨ªan cumplirse los requisitos que se exigen a otros ¨¢mbitos laborales. Por ejemplo, el Acta regula las inspecciones que deben hacerse en el lugar de trabajo, pero eso no se puede hacer en este caso porque son hogares privados¡±, explica Das. Lo que proponen es una ley que provea de un tipo de contrato ¨²nico donde se expongan claramente los derechos de las trabajadoras. ¡°Los contratos suelen indicar que los empleadores deben proveer comida adecuada y condiciones de vida apropiadas. Necesitamos que sea espec¨ªfico: cuatro comidas al d¨ªa, una habitaci¨®n con una cama, ?no durmiendo en el patio con el perro!¡±, se indigna.
La camboyana Mey Sichan fue encontrada sin vida en casa de sus empleadores; le hab¨ªan privado de comida hasta que falleci¨®
Ayu conoce bien qu¨¦ significa sentirse aislada despu¨¦s de trabajar m¨¢s de un a?o y medio en una casa donde le encerraban por fuera cada d¨ªa. ¡°S¨¦ que si hubiera habido un incendio o una inundaci¨®n, habr¨ªa muerto seguro¡±, afirma. Ayu lleg¨® desde Surabaya (Indonesia) en 1998 buscando un futuro mejor para sus hijos: ¡°Vine para hacer feliz a mi familia, somos pobres y solo tengo la educaci¨®n primaria, por lo que era dif¨ªcil para m¨ª encontrar un trabajo en Indonesia¡±, explica. Cuando desembarc¨® en Malasia, su empleador se qued¨® con su pasaporte y le comunic¨® que durante los tres primeros meses no cobrar¨ªa porque esa cantidad correspond¨ªa a los gastos por las gestiones de su contrataci¨®n. ¡°Esto no aparec¨ªa en el contrato, me lo comunicaron verbalmente. Lo cierto es que nunca cobr¨¦ mi salario, mis jefes dec¨ªan que lo reten¨ªan para que al volver a mi pa¨ªs tuviera una gran cantidad de ahorros, pero no fue as¨ª. Mi hijo tuvo un accidente y cuando les ped¨ª dinero para enviarlo a mi familia y dos semanas libres para visitarle, me lo denegaron todo¡±, recuerda.
Ayu reconoce que se plante¨® suicidarse muchas veces. ¡°Un d¨ªa estaba lavando el coche y un hombre se dirigi¨® a m¨ª para que lo moviera creyendo que era m¨ªo. Cuando le dije que era la asistenta, me pregunt¨® qu¨¦ tal estaba en mi trabajo y le cont¨¦ todos mis problemas. Me recomend¨® huir de la casa, pero ten¨ªa mucho miedo, ?y si me arrestaban? Una noche, Dios me ayud¨® porque mi jefe se dej¨® la puerta abierta y me fui. Reconozco que rob¨¦ 20 c¨¦ntimos para llamar a una amiga y as¨ª me pude reunir con ella en la calle¡±, recuerda.
Ayu, empleada dom¨¦stica, reconoce que se plante¨® suicidarse muchas veces
Han pasado 20 a?os y, sin embargo, Ayu reconoce que sigue traumatizada por su experiencia. ¡°Desde entonces, mucha gente me ha ofrecido trabajar en casas, pero tengo demasiado miedo de que me vuelva a pasar lo mismo. Solo espero que las autoridades de Malasia cambien las normas para que lo que me pas¨® a m¨ª, no le pase a nadie m¨¢s¡±, afirma.
Proteger a las empleadas de hogar
Zenna Law tiene 24 a?os, pero est¨¢ decidida a crear una alternativa humana, responsable y transparente para la contrataci¨®n de empleadas dom¨¦sticas en su pa¨ªs. Reci¨¦n llegada a Kuala Lumpur despu¨¦s de cuatro a?os estudiando en Londres y Mosc¨², est¨¢ poniendo en marcha Pink Collar, junto con otras dos chicas tan j¨®venes como ella. Llevan unos meses de andadura, pero su idea ya le ha hecho ganadora de la Cumbre de la Juventud del Banco Mundial 2017.
Fue durante su a?o en Mosc¨² cuando conoci¨® las dur¨ªsimas situaciones que afrontaban las empleadas dom¨¦sticas filipinas en la ciudad. ¡°Me un¨ª como voluntaria a una organizaci¨®n social que apoyaba a trabajadores migrantes y, al conocer sus historias, empec¨¦ a preguntarme ?por qu¨¦ esta industria es tan informal en todo el mundo? No tiene sentido, son trabajadoras pero no cuentan con ning¨²n tipo de protecci¨®n¡±.
Su proyecto, a¨²n en fase piloto, consiste en crear una plataforma para poner en contacto a empleadas y familias empleadoras donde puedan interactuar directamente en un espacio seguro. ¡°Ambas partes tendr¨¢n que rellenar un cuestionario para que sepan qu¨¦ necesidades tienen los contratadores y qu¨¦ habilidades las potenciales trabajadoras. Hay algunos filtros, como que no admitimos hogares en los que entren menos de 7.000 ringgit mensuales (unos 1.450 euros). La idea es que si no puedes pagar a una trabajadora dom¨¦stica, no la tengas¡±, sostiene Zenna.
En el proceso de contrataci¨®n de Pink Collar, ambas partes deben pasar sendas capacitaciones sobre cu¨¢les son los derechos de las asistentas. ¡°Si tienen problemas o echan de menos su hogar, saben que pueden recurrir a nosotras. Tambi¨¦n hacemos de mediadoras entre ellas y las familias si hay algo que necesitan hablar¡±. El objetivo final de Pink Collar va m¨¢s all¨¢: ¡°Muchas tienen planes como abrir negocios en sus pa¨ªses de origen, pero es dif¨ªcil porque est¨¢n dando su mayor recurso, que es su tiempo. Queremos ser capaces de darles oportunidades educativas que puedan compaginar con su trabajo para mejorar sus vidas. Solo as¨ª podremos romper este ciclo de desigualdad¡±.
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