La leyenda de Carlos Acosta, de un barrio marginal de Cuba a primer bailar¨ªn del Royal Ballet de Londres
Carlos Acosta creci¨® bailando break en las calles de La Habana y so?ando con ser futbolista. Pero gracias al ballet escap¨® de una infancia conflictiva. Hoy convertido en referente de la disciplina en su pa¨ªs, una nueva pel¨ªcula aborda su vida, marcada por la incesante b¨²squeda de la belleza.
LA MOCHILA NEGRA que Carlos Acosta lleva consigo a los ensayos no es la de un bailar¨ªn normal. Adem¨¢s de las zapatillas, la camiseta y las mallas de rigor, en el morral este artista cubano de 44 a?os carga una infancia dura y repleta de piedras. Y tambi¨¦n una trayectoria que deslumbra por sus ¨¦xitos, el ¨²ltimo de ellos la compa?¨ªa y la escuela de danza que fund¨® y dirige hace dos a?os en su Habana natal.
Hijo de un camionero de escasa cultura, criado en un barrio marginal de la capital llamado Los Pinos, desde muy peque?o sufri¨® la violencia y la divisi¨®n racial en su propia familia. Por parte materna estaban los blancos, que pod¨ªan ir a la playa de Varadero y ten¨ªan pasaporte para emigrar. ?l y su hermana Maril¨ªn eran los negros, hijos de Pedro Acosta, un hombre de car¨¢cter rudo, descendiente de esclavos ¡ªpero orgulloso de sus or¨ªgenes¡ª, que desde peque?o trato de inculcarles que por ser negros y pobres ten¨ªan que esforzarse y luchar el triple que los dem¨¢s.
Desde su nacimiento, Carlos Acosta lo tuvo todo en contra. Con sus amigos bailaba break dance callejero y quer¨ªa ser futbolista. Pero su padre, que intuy¨® que en aquel medio hostil la danza pod¨ªa ser su salvaci¨®n, le oblig¨® a comenzar la escuela elemental de ballet a los nueve a?os. ¡°Aquello era tremendo. Ten¨ªa que levantarme a las cinco de la madrugada y coger yo solito dos guaguas para ir a clase, y en el barrio sol¨ªa andar enredado en peleas porque mis amigos me llamaban maric¨®n. Lo normal es que en aquel ambiente machista en que viv¨ªamos mi padre se hubiera opuesto al ballet porque eso era cosa de homosexuales. Pero no. ?l me empujo a hacerme bailar¨ªn¡±.
Tras ser expulsado del colegio por sus continuas faltas e indisciplinas, despu¨¦s de que su padre le diera una paliza bestial cuando se enter¨®, fue enviado interno a una escuela de artes en la provincia de Pinar del R¨ªo. All¨ª se sinti¨® abandonado. Pero su refugio ante la soledad y la frustraci¨®n fue el trabajo duro. ¡°Cada mi¨¦rcoles hab¨ªa visita familiar, ven¨ªan todos los padres a ver a sus hijos y les tra¨ªan comida y compart¨ªan ese rato, pero a m¨ª no ven¨ªa a verme nadie¡±, recuerda durante una conversaci¨®n en La Habana. Toda su rabia y su dolor los volc¨® en su arte. ¡°La danza era mi salvaci¨®n y esa salvaci¨®n nadie me la iba a quitar¡±.
Dice Carlos Acosta que uno viene a este mundo con el don, pero la fuerza y todo lo dem¨¢s viene del dolor. ¡°S¨ª, el dolor: dolor del alma y dolores f¨ªsicos, porque el ballet es dolor f¨ªsico para amoldar el cuerpo a que haga tu deseo. Es una paradoja, porque del dolor sale el genio. El castillo no te ense?a nada, pero el desierto s¨ª, y a m¨ª me toc¨® el desierto. Yo no le deseo a nadie ese sufrimiento, esa sensaci¨®n de soledad, pero es que ese sufrimiento al mismo tiempo es lo que me dio la rabia y la pasi¨®n¡±.
Con 16 a?os, gan¨® la medalla de oro en el Grand Prix de Lausanne y aquel ni?o pobre de Los Pinos empez¨® a romper moldes. En un mundo donde los pr¨ªncipes y los Romeos eran blancos, donde todo era elitismo y el color de la piel s¨ª importaba, ¨¦l fue el primero en imponerse y demostrar que la danza era cuesti¨®n de capacidades, no de razas, abriendo el camino a otros bailarines negros.
¡°Nadie puede imaginarse lo que se siente cuando t¨² est¨¢s parado en un sal¨®n de ensayo y hay 80 bailarines blancos y solo dos negros, y viene alguien y te mira as¨ª, de arriba abajo, y sigue caminando. Es muy intimidante¡ Esa mirada puede decir millones de cosas, o nada, t¨² no sabes, pero como ya est¨¢s predispuesto piensas de todo, y te dices, co?o, esto va a ser muy duro, esto me va a costar mucho m¨¢s que a los dem¨¢s¡±.
Lo contrataron a los 18 a?os como primer bailar¨ªn del English National Ballet. Pas¨® despu¨¦s una breve etapa en el Ballet Nacional de Cuba, donde se sinti¨® menospreciado y se march¨®. ¡°Yo ya era primer bailar¨ªn, hab¨ªa bailado con grandes figuras, y al venir para ac¨¢ me pusieron como tres categor¨ªas por debajo¡±. Y luego, cinco a?os m¨¢s como figura principal del Houston Ballet. En 1998, Anthony Dowell lo llam¨® para entrar como primer bailar¨ªn del Royal Ballet de Londres. All¨ª desarroll¨® una carrera deslumbrante, convirti¨¦ndose tambi¨¦n en core¨®grafo.
En 2006, ¡°como una terapia y para aprender a perdonar¡±, escribi¨® No Way Home, donde relata los avatares de su impresionante carrera. El libro, un ¨¦xito de ventas, sirvi¨® de inspiraci¨®n al cineasta Paul Laverty para elaborar el guion de Yuli ¡ªel apodo de Acosta en su ni?ez¡ª, que Iciar Bollain acaba de filmar en La Habana, Londres y Madrid, y en la que Carlos se interpreta a s¨ª mismo. La ficci¨®n, ahora en proceso de montaje, transcurre en la actualidad, cuando el bailar¨ªn regresa a La Habana a montar una coreograf¨ªa sobre su vida, alrededor de la cual se teje la historia. ¡°Revivir mi pasado, actuarlo, bailarlo durante el rodaje ha sido una experiencia intensa y dolorosa¡±, confiesa en la sede de Acosta Danza, la compa?¨ªa que fund¨® en septiembre de 2015 tras despedirse del ballet cl¨¢sico y regresar a vivir a La Habana.
Hoy vive con su esposa y sus tres hijas en una hermosa casa de Siboney y all¨ª guarda en un viejo caj¨®n cientos de fotograf¨ªas de su vida: est¨¢ su primera actuaci¨®n en el Bolsh¨®i, en 1994, cuando interpret¨® El corsario ¡ª¡°era la primera vez que all¨ª hab¨ªan visto bailar a un negro¡±¡ª; en el Royal Albert Hall, con el pr¨ªncipe Carlos, despu¨¦s de haber bailado Don Quijote con Tamara Rojo; en una foto amarillenta, a los 17 a?os, prepar¨¢ndose en La Habana con su profesora Ramona de Saa para un concurso de Par¨ªs¡ ¡°Ella fue la que me dio la oportunidad de medirme con los m¨¢s grandes¡±.
Aparece de pronto una foto con su padre, figura vital en su vida y uno de los ejes principales de la pel¨ªcula. Estaban las palizas, la dureza en el trato, ¡°pero al mismo tiempo entre ellos hay una incre¨ªble historia de amor, y esa relaci¨®n padre-hijo tan especial est¨¢ en el coraz¨®n de Yuli¡±, comenta Bollain. ¡°La estrella de mi vida es mi padre, sin ¨¦l yo hubiera sido un delincuente, o estar¨ªa en Miami, o me hubiera convertido en un muchacho ordinario que hubiera ido a la escuela local, que es lo que yo quer¨ªa. En el mejor de los casos me hubiera decidido a ser ingeniero, o a lo mejor nada. Muchos de mis amigos de Los Pinos se fueron en balsa o est¨¢n presos, y eso iba a ser yo¡±.
Dicen Bollain y Acosta que Yuli es m¨¢s que la simple historia de un bailar¨ªn, o una historia de superaci¨®n personal. ¡°Est¨¢ todo eso, pero Yuli, sobre todo, es una gran historia de amor: amor de un padre a su hijo; amor a la danza, que fue la que me hizo; amor hacia mis hermanas y hacia el pasado que viv¨ª. Y tambi¨¦n, del amor de este Carlos Acosta que ahora regresa a su pa¨ªs y quiere sembrar en Cuba. La danza est¨¢ ah¨ª pero no es lo principal¡¡±, opina el creador de Acosta Danza, la compa?¨ªa que ahora le roba el sue?o.
¡°Yo pod¨ªa haberme dedicado a una vida de ocio y olvidarme de todo, pero no regres¨¦ a Cuba para eso¡±, prosigue, mientras los bailarines ensayan en un sal¨®n al lado. ¡°Ahora tenemos este espacio y tambi¨¦n funciona aqu¨ª la escuela, pero mi gran sue?o es salvar el fabuloso edificio de la Escuela de Ballet del Instituto Superior de Arte [construido por el arquitecto italiano Vittorio Garatti en los terrenos del antiguo Country Club] y hacer all¨ª la sede del proyecto¡±.
El objetivo de su escuela es preparar bailarines vers¨¢tiles y capaces de abrazar la dualidad de t¨¦cnicas, la cl¨¢sica y la moderna, y que sirvan de cantera a Acosta Danza. Ahora mismo hay 11 alumnos, 6 chicas y 5 chicos. Todos son graduados de nivel elemental de danza cuando entran, con 14 o 15 a?os. ¡°Yo los formo para mi compa?¨ªa, pero cuando se grad¨²en, con el perfil que salen pueden hacer una carrera cl¨¢sica o contempor¨¢nea. En mayo se realizar¨¢n las audiciones para el pr¨®ximo curso, en el que habr¨¢ 10 cubanos y por primera vez 10 extranjeros que hemos seleccionado, gente con talento pero sin recursos cuya formaci¨®n ser¨¢ sufragada por mi fundaci¨®n¡±.
Las coreograf¨ªas de la pel¨ªcula, impresionantes, son de la catalana Mar¨ªa Rovira. Es el mismo bailar¨ªn el que interpreta este papel de Acosta maduro, y durante el rodaje hubo muchos momentos dif¨ªciles. ¡°Fue una experiencia que me dren¨® tremendamente. Mi infancia y mi vida han sido duras, y eso de escarbar en los recuerdos siempre me ha resultado doloroso. Ya mis padres fallecieron, mi hermana falleci¨® y yo trato de no mirar atr¨¢s. He desarrollado una especie de mecanismo de defensa para bloquear ese pasado. Ahora he vivido de nuevo todo aquello, lo he bailado, lo he actuado, me he explicado una vez m¨¢s c¨®mo fue¡¡±.
Cuando tuvo que interpretar la coreograf¨ªa de la paliza brutal que le dio su padre con un cintur¨®n el d¨ªa que se enter¨® de que no iba a clase, lo pas¨® fatal: ¡°Fue una escena tremenda, realmente all¨ª estaba el esp¨ªritu de mi padre. Era danza, pero en medio del baile todo cambi¨®¡, empec¨¦ a hablar, a irle arriba al bailar¨ªn que me interpretaba d¨¢ndole cintazos, se fue la danza pal carajo y aquello se convirti¨® en otra cosa, yo llorando y todo el equipo llorando¡ Hubo que repetir, y lleg¨® un momento en que le dije a Iciar: ¡®Lo siento, pero no puedo vivir esto de nuevo¡¡±.
Algunos amigos le aconsejaron no implicarse tanto y dejar la interpretaci¨®n de su vida en manos de un actor profesional. ?l prefiri¨® asumir el reto, pero no por ego, sino por compromiso con su pasado. Del mismo modo, mucha gente en Cuba trat¨® de disuadirle de sus proyectos. ¡°Me dicen que no me desgaste, que no voy a conseguir nada; sin embargo, hasta ahora las autoridades han priorizado mis ideas y mis planes y eso me da esperanza¡±. En estos momentos la situaci¨®n de la ense?anza art¨ªstica es preocupante, asegura. ¡°El rigor que exist¨ªa cuando yo estudi¨¦ no es el mismo, todo est¨¢ muy deprimido y depauperado. Pero resulta que a m¨ª todo esto me importa, tengo ese sentido de la responsabilidad, quiero ayudar. Si no funciona, pues ya est¨¢, no funcion¨®, pero lo intent¨¦¡±.
Uno habla con Carlos Acosta y se da cuenta de que m¨¢s all¨¢ de sus ¨¦xitos sigue siendo ese ni?o rebelde y sensible que jugaba en las calles de Los Pinos. No ha olvidado su ra¨ªz y las ense?anzas de su padre. El desierto, no los castillos, fue lo que le dio la pasi¨®n y es por eso que hoy est¨¢ aqu¨ª y sigue adelante.?
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