¡®Infinity War¡¯: h¨¦roes neur¨®ticos y cine pueril
La dimensi¨®n tr¨¢gica del h¨¦roe ha desaparecido. Es un funcionario al servicio de la estabilidad mundial que se enfrenta a una aniquilaci¨®n mundial peri¨®dica
Un h¨¦roe, opinaba Ralph Waldo Emerson, es aquel que est¨¢ ¡°inmutablemente centrado¡±. Por el contrario, los superh¨¦roes fabricados por la cultura pop y m¨¢s recientemente por el cine presentan de forma ostentosa rasgos descentrados, afectados por numerosas y t¨®xicas neurosis que llevan a la confusi¨®n entre sus obsesiones y los valores que dicen defender. Las distintas sagas de superh¨¦roes han conseguido destilar la saturaci¨®n de trastornos de los personajes en un adictivo cuento interminable y en una fuente fabulosa de beneficios. Pero es m¨¢s: los Batman, Superman, Iron Man o Capit¨¢n Am¨¦rica aspiran a estructurarse en una mitolog¨ªa contempor¨¢nea construida sobre la disfunci¨®n psicol¨®gica y la tecnolog¨ªa digital.
El h¨¦roe de la mitolog¨ªa cl¨¢sica buscaba y encontraba su identidad, velada por el azar o por la animadversi¨®n de los dioses, en una prueba o pruebas de valor reveladoras de su verdadera naturaleza. Los superh¨¦roes explotados por el nuevo Papa negro disneyano (Kevin Feige) son requeridos a exhibir sus poderes, como en un circo c¨®smico, por enemigos cuyo poder se acrecienta en cada nuevo filme, pero que nunca tendr¨¢n la fuerza suficiente para destruirlos. Su dimensi¨®n tr¨¢gica ha desaparecido; solo son funcionarios al servicio de la estabilidad mundial que peri¨®dicamente tienen que hacer frente a una aniquilaci¨®n figurada procedente del exterior, mucho m¨¢s irreal que la destrucci¨®n desde dentro que propician figuras como Trump. La celebrada Avengers: Infinity War (en adelante, A: IW) responde a esta falsilla conceptual. Y tambi¨¦n es una confirmaci¨®n de que el cine comercial progresa adecuada y lamentablemente hacia una infantilizaci¨®n peligrosa. Primero, porque sustituye la imaginaci¨®n saludable por la fantas¨ªa negligente. Todo est¨¢ cocinado delante del espectador, sin elipsis ni inferencias, al modo de esos restaurantes donde matan el pescado en la mesa del comensal. Segundo, por la puerilizaci¨®n de la tragedia, deudora del fatum y de la inevitabilidad de la p¨¦rdida y de la muerte, triturada como pasta indiscernible en el almirez de la psicolog¨ªa: el malvado y malthusiano Thanos sacrifica a su hija adoptiva pero paga en ducas mortales, a lo Concha Piquer, el precio de una decisi¨®n que no le ha venido impuesta, como s¨ª se le impuso al ?trida.
Cuesta definir A: IW como cine, aunque haya conseguido situarse como el mejor estreno de la historia (519 millones en su primer fin de semana). La ausencia total de planificaci¨®n relevante que supere o trascienda el argumento, el peso asfixiante de los escenarios digitales, el sonambulismo actoral, el bombardeo por saturaci¨®n de protagonistas y la ausencia de espacio y tiempo cinematogr¨¢fico propios convierten la pel¨ªcula en un tornillo m¨¢s de una serie made in Feige.
La saga se precipita fatalmente hacia el desorden y la degradaci¨®n de personajes. Al multiproducto Vengadores cabe aplicarle el mismo an¨¢lisis magistral que realiz¨® Juan Benet del cuadro La construcci¨®n de la torre de Babel de Brueghel. La comuni¨®n del lenguaje, como en Babel, ha desaparecido; en el excedente cinematogr¨¢fico A: IW (igual que en los dos anteriores) se han mezclado lenguajes y tonos discordantes hasta anular cualquier unidad de prop¨®sito. En fin, los superfans (a tales dioses, tales adoradores) tienen 13 interminables productos programados hasta 2022 para intoxicarse.
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