El naufragio del Estado
Reivindicar la Espa?a democr¨¢tica, su bandera constitucional, su condici¨®n europea, su diversidad en la unidad, es hoy una necesidad ¨¦tica
Espa?a, piedra estoica que se abri¨® en dos pedazos
de dolor y de piedra profunda para darme:
no me separar¨¢n de tus altas entra?as
(Miguel Hern¨¢ndez: Madre Espa?a)
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Se acab¨®. Remedando el verso de Miguel Hern¨¢ndez, Espa?a amenaza abrirse en pedazos. Pero no solo en dos, como dijo el poeta, sino en m¨²ltiples peque?as historias, en efectos parciales que componen un confuso conjunto, tr¨¦mulo caleidoscopio de nuestra realidad pol¨ªtica. El todav¨ªa presidente del Gobierno salt¨® anteayer al ring balbuceando ira para acusar al m¨¢s mediocre de sus adversarios de generar inestabilidad y perjudicar la marcha de la econom¨ªa con su iniciativa de presentar una moci¨®n de censura. Un escenario como este descrito es, sin embargo, demasiado ben¨¦volo con la realidad. Si no le ponemos remedio de manera urgente se avecina una crisis de Estado de proporciones may¨²sculas, rehenes como est¨¢n los espa?oles de la impericia, el ego¨ªsmo y la falta de ¨¦tica de muchos de sus l¨ªderes.
No se trata ahora de repartir culpas, pero los principales responsables de la inestabilidad son precisamente el partido del Gobierno y su presidente. Han demostrado una incapacidad casi absoluta para gestionar el desaf¨ªo independentista en Catalu?a; gobiernan en minor¨ªa, con incre¨ªble desprecio del socio parlamentario que les permite todav¨ªa mantenerse en el poder, al que adulan y agreden sucesivamente seg¨²n sus particulares conveniencias; y han visto confirmada por la acci¨®n de la justicia lo que la prensa y la oposici¨®n denunciaban a voces desde hace a?os: los tesoreros del Partido Popular, con la venia, cuando no bajo ¨®rdenes, de la dirigencia, construyeron un sistema de financiaci¨®n ilegal que acab¨® por constituir una trama delictiva para el enriquecimiento personal de quienes la inventaron. Lo m¨¢s parecido a una banda de malhechores. Con semejantes credenciales, si no se acometen inmediatas reformas, por mucho que se empe?e el Gobierno, la Marca Espa?a no dejar¨¢ de ser una birria cumpla o no los requisitos del d¨¦ficit p¨²blico reclamados por la Uni¨®n Europea. La condici¨®n primera para recuperar lo que se pueda del honor perdido exige la convocatoria urgente de elecciones generales.
Los espa?oles son rehenes de la impericia, el ego¨ªsmo y la falta de ¨¦tica de muchos de sus l¨ªderes
Pr¨®ximos a celebrar el 40? aniversario de la Constituci¨®n de 1978, asombra contemplar c¨®mo los encargados de administrar el legado hist¨®rico de un r¨¦gimen democr¨¢tico que ha generado el periodo m¨¢s largo de paz y prosperidad en la historia de Espa?a, se disputan la conquista del poder, o la permanencia en ¨¦l, en peque?as y vergonzantes trifulcas muy alejadas de los intereses, las necesidades y aun las emociones de los ciudadanos. Recientemente me preguntaban en un encuentro con empresarios de Am¨¦rica Latina si, habida cuenta de la confusi¨®n actual, no exist¨ªa esperanza alguna de arreglar las cosas. Contest¨¦ de inmediato que s¨ª la hab¨ªa, y que la historia reciente de nuestro pa¨ªs es una historia de ¨¦xito, pese a la inconsistencia de nuestra clase pol¨ªtica. En el ejercicio de las libertades y los derechos humanos, en la econom¨ªa, en la investigaci¨®n cient¨ªfica, en la creaci¨®n cultural y en su presencia en el mundo, la Espa?a de ahora es cien veces mejor que la de hace cincuenta a?os. Lo es gracias al esfuerzo, la imaginaci¨®n y el trabajo de sus ciudadanos, a los que la partitocracia al uso, las utop¨ªas regresivas y la avaricia de algunos l¨ªderes no bastan para hacerles desistir en su b¨²squeda de un pa¨ªs mejor para ellos y sus hijos. Gracias tambi¨¦n al apoyo que nuestra sociedad recibe de millones de inmigrantes que han soportado, tanto o m¨¢s que sus vecinos espa?oles, los rigores de la austeridad fiscal sin apenas una protesta o un enfado. Esa es la Espa?a a la que es preciso adjudicar los ¨¦xitos de los que alardea el Gobierno en la recuperaci¨®n econ¨®mica. Pues se fundamentan sobre todo en una devaluaci¨®n interna que hizo descender de manera vertiginosa el poder adquisitivo de los salarios, cuya devoluci¨®n reclaman ahora con justicia quienes la padecieron.
Se necesita un pacto que permita unas elecciones de las que emane una nueva clase pol¨ªtica
Semejante historia de ¨¦xito justifica con creces la reivindicaci¨®n de Espa?a como un proyecto com¨²n, alejado de la Espa?a excluyente del nacionalcatolicismo, de los fantasmas de la leyenda negra y la Inquisici¨®n. No participo de los resquemores que en algunos sectores progresistas produce la afirmaci¨®n de ese espa?olismo que nada tiene que ver con el de charanga y pandereta. Durante la dictadura se nos adoctrinaba respecto a las virtudes te¨®ricas de un r¨¦gimen democr¨¢tico, pero ¡ªnos dec¨ªan¡ª era lamentable que los espa?oles no estuvieran preparados para su ejercicio. El ¨¦xito de la Transici¨®n nos pareci¨® entonces la prueba al contrario de la falacia franquista: no eran los espa?oles, sino quienes les sojuzgaban, quienes no pod¨ªan soportar la democracia. Acontecimientos recientes pueden hacer resucitar las dudas al respecto, h¨¢bilmente utilizadas por el poder y jaleadas en las televisiones que convierten el debate pol¨ªtico en un reality show m¨¢s. En su inmerecida defensa habr¨¢ que reconocer, al fin y al cabo, que esas pr¨¢cticas elevaron al poder a un presidente de Estados Unidos tan vituperable como Donald Trump. Reivindicar la Espa?a democr¨¢tica, su bandera constitucional, su condici¨®n europea, su diversidad en la unidad, es hoy una necesidad ¨¦tica, en d¨ªas en que la moral pol¨ªtica yace por los suelos, y cuando se avecinan nuevos incidentes y sentencias judiciales que amenazan con remachar el clavo de la indignidad del partido del Gobierno.
Por si quedara un ¨¢pice de lucidez y decencia en nuestros l¨ªderes, digamos que la situaci¨®n merece ahora el esfuerzo de que, en vez de pelearse, establezcan entre todos un pacto que salve al Estado del naufragio. Un pacto que permita cuanto antes unas elecciones de las que emane una nueva clase pol¨ªtica, no para erigirse en poder constituyente, pero capaz en cambio de abordar las reformas inaplazables que el sistema precisa. Y de confrontar desde los valores democr¨¢ticos, sin complejo alguno, el desaf¨ªo xen¨®fobo e insolidario que el separatismo encarna.
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