La irrelevancia de las FARC
El partido guerrillero necesita actualizar su oferta persuadiendo de que renuncia a la intimidaci¨®n como herramienta pol¨ªtica
Probablemente, ninguno de los dos candidatos que disputar¨¢n la presidencia de Colombia en segunda vuelta pedir¨¢ el apoyo de la Fuerza Alternativa Revolucionaria del Com¨²n, el partido que hereda las siglas y el deplorable patrimonio de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), una guerrilla que ha fracasado en sus dos comparecencias electorales y afronta una tortuosa reinserci¨®n social. Su cercan¨ªa atemoriza. Lejos de haber conseguido vertebrar las aspiraciones de los movimientos populares de uno de los pa¨ªses con mayores desigualdades del planeta, las FARC han sido rechazadas por los colectivos urbanos y campesinos que promueven un frente democr¨¢tico de izquierdas.
Administrar la irrelevancia y la frustraci¨®n de los candidatos vencidos por el memorial de violencia no ser¨¢ f¨¢cil. En las legislativas del 11 de marzo obtuvieron 85.000 votos, el 0,27% del total, y la derrota del domingo fue por incomparecencia. Independientemente de la enfermedad invocada por Rodrigo Londo?o, alias Timochenko, para retirar su candidatura presidencial, la raz¨®n de fondo fue otra: el previsible desastre electoral causado por el descr¨¦dito de una insurgencia mayoritariamente asociada con el secuestro, la extorsi¨®n y el narcotr¨¢fico.
No todo es perdonable, y el poder del pueblo que la milicia marxista leninista reclam¨® como propio durante decenios era ilusorio. El repudio seguir¨¢ vigente mientras bullan en el recuerdo las barbaridades cometidas por las FARC, el Ej¨¦rcito de Liberaci¨®n Nacional (ELN) y los paramilitares durante un conflicto de 68 a?os que se cobr¨® 220.000 muertos y cerca de seis millones desplazados. Los portavoces del nuevo partido atribuyen su naufragio a las amenazas, violentos hostigamientos, errores de comunicaci¨®n y a una prensa enemiga. La realidad es muy diferente.
El derrumbe de la Fuerza Alternativa Revolucionaria del Com¨²n en todos los frentes responde a su incapacidad para reconocer la evoluci¨®n de Colombia: es la derrota del Kal¨¢shnikov, el enquistamiento ideol¨®gico y la mentalidad conspirativa, frente al cambio generacional, los liderazgos transversales y la potencia de fuego de las redes sociales. La FARC crey¨® que su historia era un activo cuando demostr¨® ser un lastre.
Parec¨ªa l¨®gico que en tierra de dinast¨ªas, latifundios y peonadas mendicantes hubiera triunfado una revoluci¨®n como la cubana, pero no fue as¨ª. Contrariamente, el espacio tradicionalmente ocupado por la izquierda fue tomado, a partir de los a?os 60, por grupos o grup¨²sculos armados que impidieron su desarrollo. Sin haber resuelto todav¨ªa el dilema entre reformismo o revoluci¨®n, la FARC deber¨¢ asumir que su derrota conviene para cauterizar heridas sin reabrirlas.
El partido guerrillero necesita actualizar su oferta, persuadiendo de que renuncia a la intimidaci¨®n como herramienta pol¨ªtica. Dispondr¨¢ para ello del altavoz parlamentario. Los acuerdos de paz le garantizan cinco senadores, de un total de 102, y cinco diputados, de 166, durante dos legislaturas; no importa los votos conseguidos. Esos diez esca?os decidir¨¢n si el futuro de la Fuerza Alternativa Revolucionaria del Com¨²n pasa por su integraci¨®n en el izquierdismo de Gustavo Petro, o por su desaparici¨®n con m¨¢s pena que gloria.
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