La fragilidad de S¨¢nchez
El l¨ªder socialista tiene la posibilidad de tejer otras alianzas y buscar otros consensos
Es dif¨ªcil lamentar la marcha de Mariano Rajoy. Hemos visto c¨®mo una sentencia judicial por corrupci¨®n ha provocado la ca¨ªda de un Gobierno, siguiendo un procedimiento constitucional. El rechazo no solo obedece a la corrupci¨®n en la formaci¨®n conservadora, sino tambi¨¦n a su actitud displicente y patrimonialista. Durante su tiempo en el Gobierno, el Partido Popular de Rajoy ha contribuido a degradar la imagen de unas instituciones que ha tratado como propias y que deb¨ªa haber defendido.
Nuestras mayores virtudes son muchas veces nuestros peores defectos, y si a menudo se ha elogiado el manejo de los tiempos de Rajoy y su capacidad para beneficiarse de la fragmentaci¨®n del adversario, en esta ocasi¨®n los juegos temporales han sido insuficientes y sus rivales se han puesto de acuerdo en una cosa: echarle.
Tampoco es sencillo celebrar sin matices la victoria de Pedro S¨¢nchez. La idea del imperativo ¨¦tico para la moci¨®n de censura se debilita un poco cuando pensamos en algunas de sus compa?¨ªas: representantes de Bildu que han dicho que quieren debilitar al Estado o independentistas que han apoyado una deriva ilegal y han puesto a un pol¨ªtico supremacista al frente de la Generalitat de Catalu?a, por no hablar del apoyo recibido de CDC, un partido extinto y embargado con mayor grado de corrupci¨®n sist¨¦mica incluso que el PP. Varias de las fuerzas que han sostenido la moci¨®n apoyan un derecho a decidir que es un eufemismo del derecho de autodeterminaci¨®n y no tiene cabida en nuestro orden constitucional.
El Gobierno ser¨¢ fr¨¢gil y afrontaremos situaciones de inestabilidad, en unas condiciones complejas y novedosas. Seguramente el Partido Popular ejercer¨¢ una oposici¨®n dura. M¨¢s de una vez el PP ha sido desleal cuando no ocupaba el poder: desde la votaci¨®n de la OTAN al no a los recortes de Zapatero. S¨¢nchez tambi¨¦n afrontar¨¢ divergencias internas y algunos de los apoyos recibidos distancian a sus votantes. Tampoco sabemos cu¨¢l ser¨¢ la posici¨®n de Ciudadanos, que ha salido trastabillado de la moci¨®n.
El secesionismo no ha dado se?ales de reconocer sus errores, lo que es un paso necesario para abordar el problema territorial
S¨¢nchez ha obtenido el poder, pero no est¨¢ claro que llegue a gobernar. Aunque las circunstancias van a ser distintas, y probablemente m¨¢s tensas, en cierto sentido podr¨ªa no haber una gran diferencia: hemos vivido unos meses de letargo legislativo. Su gesto de audacia ha tenido ¨¦xito, pero una de las inc¨®gnitas es saber qu¨¦ piensa en realidad. Ha transitado del socioliberalismo a la vehemencia contra el sistema, de criticar la xenofobia de Quim Torra en Europa y reclamar el endurecimiento del delito de rebeli¨®n a adular a los independentistas. No sabemos bien lo que opina, pero s¨ª conocemos su resistencia, su determinaci¨®n y una ¨²til falta de escr¨²pulos a la hora de reinventarse. Y, como dicen que quer¨ªa Napole¨®n de sus generales, tiene suerte.
Son matizables los excesos de ¨¦pica y sentimentalismo que ha provocado la moci¨®n de censura: despu¨¦s de todo, la definici¨®n de calidad democr¨¢tica no es que la derecha espa?ola est¨¦ lejos del poder. Algunas esperanzas parecen exageradas: los deseos proyectados son contradictorios, la capacidad de maniobra de S¨¢nchez va a estar muy restringida, el secesionismo no ha dado se?ales de reconocer sus errores, lo que es un paso necesario para abordar el problema territorial, y posiblemente veremos bastante pol¨ªtica de gestos y s¨ªmbolos encaminada a la ganancia electoral. Pero precisamente por eso quiz¨¢ sea aconsejable ser cautelosos ante las visiones m¨¢s pesimistas y los previsibles excesos ret¨®ricos. Estamos aprendiendo a operar con un Parlamento fragmentado, y en un panorama muy distinto al que hab¨ªamos tenido hasta ahora. Siguen presentes las fracturas en torno a la izquierda y la derecha, y el eje centro/periferia, pero tambi¨¦n aparecen diferencias de visi¨®n e intereses entre los partidos viejos y nuevos en asuntos como la convocatoria de elecciones.
No hay un proyecto pol¨ªtico en el que los partidos se hayan puesto de acuerdo, ni tampoco parece que se pudieran dar las condiciones para llevarlo a cabo. La votaci¨®n refleja m¨¢s un rechazo a Rajoy que un s¨ª a ninguna otra cosa. Por eso S¨¢nchez no tiene que gobernar para los 180 diputados que han apoyado la moci¨®n. Tiene la posibilidad, y ser¨ªa la opci¨®n m¨¢s responsable, de tejer otras alianzas y buscar otros consensos. Como hemos visto, no ser¨ªa la primera vez que cambia de opini¨®n. A veces, nuestro mayor defecto es tambi¨¦n nuestra mejor virtud.
Daniel Gasc¨®n es editor de Letras Libres Espa?a. Acaba de publicar El golpe posmoderno (Debate).
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