La literatura y las estrellas
Los astr¨®nomos son seres extra?os, que duermen de d¨ªa y trabajan de noche y que, como los vampiros, operan en las sombras y la luz que los gu¨ªa no es de este mundo
El punto m¨¢s alto en La Palma (Islas Canarias) est¨¢ a unos 2.400 metros, en el Roque de los Muchachos, unos roquedales que a la distancia y con algo de imaginaci¨®n parecen figuras humanas. Aqu¨ª se respira un aire tan puro como el de Arequipa, la tierra en que nac¨ª, y es muy hermoso contemplar, all¨¢ abajo, a nuestros pies, una alfombra de nubes que se extiende como un mar en todas direcciones hasta el remoto horizonte. Pero lo m¨¢s pintoresco del lugar acaso sean unos cuervos sociables que posan con coqueter¨ªa para las fotograf¨ªas de los turistas a cambio de un pu?ado de comida.
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Al parecer este pedazo de tierra tiene la atm¨®sfera m¨¢s di¨¢fana de Europa y acaso del mundo y eso explica la existencia del Observatorio, compuesto de enormes telescopios nocturnos y solares construidos en esta cumbre por diversos pa¨ªses, y que, desde mediados de los a?os ochenta del siglo pasado, atraen aqu¨ª astr¨®nomos de todo el planeta. Son seres extra?os, que duermen de d¨ªa y trabajan de noche, y que, como los vampiros, operan en las sombras y la luz que los gu¨ªa no es de este mundo sino la de all¨¢ arriba, muy arriba, quiero decir la que emiten o emitieron hace millones de a?os los astros que navegan (o navegaron antes de desaparecer) por el infinito universo.
Si la belleza de esta isla, una de las m¨¢s peque?as de las Canarias, con sus bosques, playas, cerros y parques naturales es grande durante el d¨ªa, el verdadero milagro se produce al caer la oscuridad, cuando el cielo se va poblando de una mir¨ªada infinita de estrellas, constelaciones, planetas, luces que chisporrotean y se apagan y se prenden y, como en el Aleph borgiano, uno toma la tremenda conciencia de que all¨ª, encima de su cabeza, tiene al infinito universo. La cosa es todav¨ªa m¨¢s espectacular cuando, con ayuda de las lentes de los telescopios, se empieza a navegar por los espacios siderales y a acercarse a aquellos b¨®lidos y, por ejemplo, se tiene la sensaci¨®n de ser un astronauta que se pasea por el cielo rugoso de la Luna, entre cr¨¢teres gigantescos, obra de los aerolitos que la han ido bombardeando a lo largo de los millones de a?os de existencia que tiene aquella aglomeraci¨®n de planetas.
?No es abrumador y paralizante trabajar en un dominio que abarca el desmesurado infinito?
Creo que en los dos d¨ªas apenas que pas¨¦ all¨ª he aprendido m¨¢s cosas que en todos los otros viajes que he hecho en mi vida. Por ejemplo, que nada se parece tanto a la literatura como la astronom¨ªa porque en ambas la imaginaci¨®n es tan importante como el conocimiento y que, sin aquella, ¨¦ste no progresar¨ªa en absoluto. Los astr¨®nomos que hay en el Observatorio y, en especial, su director, el profesor Rafael Rebolo L¨®pez, armados de paciencia y sabidur¨ªa, dan elocuentes respuestas a todas mis preguntas, que siempre me suscitan nuevas preguntas y, de este modo, la conversaci¨®n salta la d¨¦bil frontera que en esta disciplina separa (y a menudo confunde) la f¨ªsica de la metaf¨ªsica.
?No es abrumador y paralizante trabajar en un dominio que abarca el desmesurado infinito, el tiempo sin tiempo que es la eternidad? S¨ª, tal vez. Pero, para evitar aquella par¨¢lisis, ha surgido la teor¨ªa del Big Bang, que pone un punto de partida ¡ªuna explosi¨®n de la materia ocurrida hace m¨¢s de trece mil millones de a?os y que prosigue su eterna expansi¨®n por el espacio sin t¨¦rmino¡ª a esa eternidad y, aunque ambos conceptos sean incompatibles, permite a los cient¨ªficos trabajar con menos incertidumbre. ?Y si la teor¨ªa del Big Bang es popperianamente ¡°falseada¡± en un momento dado? Surgir¨¢ otra que rectificar¨¢ lo alcanzado hasta el momento y permitir¨¢ progresar por una v¨ªa distinta. ?No es esa la historia de todas las ciencias, sin excepci¨®n?
?Han llegado los astr¨®nomos a encontrar vida, o s¨ªntomas de vida, en alg¨²n otro astro del universo? No, en ninguno. Pero esto no permite afirmar de manera definitiva que s¨®lo la Tierra tiene semejante privilegio, entre otras razones porque los cient¨ªficos s¨ª han encontrado en astros diseminados en distintos puntos del espacio casi todos aquellos constituyentes necesarios para la vida. De modo que semejante descubrimiento ¡ªtener parientes en alg¨²n rinc¨®n perdido del universo¡ª podr¨ªa ocurrir en alg¨²n momento del futuro. ?Y a ver si esos humanoides venusinos o marcianos se parecen a los de la ciencia ficci¨®n o son m¨¢s originales que los inventados por la fantas¨ªa literaria!
?Qu¨¦ posibilidades hay de que el peque?o planeta Tierra desaparezca por el impacto de un gigantesco aerolito que ser¨ªa miles de veces m¨¢s grande que el que cay¨® por Siberia hace m¨¢s o menos un siglo devastando un enorme territorio? Muchas, si se tiene en cuenta que muy a menudo se registran en el espacio sideral accidentes, es decir, hecatombes gigantescas que resultan de desv¨ªos de sus ¨®rbitas, o de falta de ¨®rbitas, en las trayectorias de ciertas formaciones d¨ªscolas; y pocas si se considera que no ha ocurrido todav¨ªa en la largu¨ªsima historia registrada del astro terr¨¢queo. Pero, desde luego que, como hip¨®tesis, podr¨ªa ocurrir ma?ana y devolver todo lo que existe en nuestro entorno a la nada de la que sali¨® hace algunos milloncitos de a?os. Vistas desde la perspectiva de las estrellas, qu¨¦ est¨²pidas y m¨ªnimas parecen las guerras y todas las violencias de que est¨¢ impregnada la historia de la humanidad.
Qu¨¦ est¨²pidas parecen las guerras y las violencias que impregnan la historia de la humanidad
Pregunto al grupo que me rodea qu¨¦ porcentaje de astr¨®nomos es creyente y, luego de cambiar pareceres, me dicen que probablemente un veinte por ciento; los dem¨¢s son agn¨®sticos o ateos. Uno de estos amigos se apresura a marcar la diferencia: ¡°Yo soy creyente¡±. Y a?ade: ¡°Y me siento perfectamente c¨®modo compatibilizando mi religi¨®n con todo lo que descubre o descarta la ciencia¡±.
Es cierto lo que dice, sin duda, y debe serlo tambi¨¦n para esa quinta parte de astr¨®nomos cuya fe resiste a ese cotejo cotidiano a que est¨¢n sometidas sus creencias religiosas con las revelaciones ¡ªno s¨¦ si llamarlas estupendas o terribles¡ª que les hacen las estrellas. Pero yo entiendo mejor a las otras cuatro quintas partes de cient¨ªficos a los que su diario trabajo sumerge en dudas y vacilaciones respecto a las ideas propagadas por las religiones sobre el ser supremo que habr¨ªa creado todas aquellas constelaciones y todo lo que existe. Porque qu¨¦ peque?itos resultan los dioses que los seres humanos adoran o han adorado enfrentados a este abrumador espect¨¢culo milyunanochesco de billones de billones de estrellas sembradas a lo largo de un espacio sin fronteras, gravitando y sosteni¨¦ndose mutuamente, arrojando luz o recibi¨¦ndola, y qu¨¦ pobres las explicaciones de las religiones inventadas para estas inexplicables preguntas: ?c¨®mo fue posible todo esto? ?Pudo ser puro azar, conjunciones y constituciones misteriosas como casualidades, las que, de pronto, en ese universo helado hicieron brotar la vida, aqu¨ª, en ese planetita sin luz propia que es el nuestro? ?Es m¨¢s o menos convincente que fuera no el azar sino un ser superior, dotado de infinita sabidur¨ªa, el que, tal vez aburrido de su eterna soledad, creara esta maravilla tenebrosa que es la historia humana? Las mejores respuestas ¡ªlas m¨¢s bellas e imaginativas¡ª a estas preguntas, posiblemente no est¨¦n en las estrellas ni en la religi¨®n, sino en la literatura.
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? Mario Vargas Llosa, 2018.
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