Hacia Bizancio
Hoy las personas pueden atravesar la tierra ¡®ignor¨¢ndolo todo¡¯, desde lo ocurrido antes de su llegada hasta lo pensado por fil¨®sofos y escritores.
EL PASADO 1 de junio, a los ochenta y ocho a?os, muri¨® John Julius Norwich, con quien hab¨ªa tenido leve contacto a ra¨ªz de la publicaci¨®n de su libro Los Papas. Una historia en mi diminuta editorial Reino de Redonda. Como era uno de los poqu¨ªsimos autores vivos de la colecci¨®n, y mi admiraci¨®n por ¨¦l ven¨ªa de antiguo, en seguida le ofrec¨ª la posibilidad de convertirse en Duke del Reino fantasmal. Aunque ya pose¨ªa un verdadero t¨ªtulo, el de Vizconde Norwich, heredado de su muy singular padre Duff Cooper, mi propuesta le hizo aparente ilusi¨®n, sobre todo porque le suger¨ª ser Duke of Bizancio, a cuyo imperio hab¨ªa dedicado tres gruesos vol¨²menes entre 1988 y 1995. Tambi¨¦n es enorme su Historia de Venecia en dos tomos, y son varias sus obras sobre un asunto que, cuando ¨¦l lo abord¨® por primera vez en 1967, se hab¨ªa estudiado poco o nada, a saber, la larga dominaci¨®n de Sicilia por los normandos, que ha dejado en esa isla varias maravillas arquitect¨®nicas y un extra?o bagaje cultural que se mezcla con el de tantos otros dominadores, incluidos los espa?oles. Pero, adem¨¢s de sus numerosos libros (el m¨¢s reciente, sobre Francia, apareci¨® poco antes de su muerte), durante a?os dirigi¨® y condujo programas de radio y televisi¨®n en la BBC, sobre cuestiones tan variadas como la ca¨ªda de Constantinopla, Napole¨®n, Cort¨¦s y Moctezuma, Maximiliano de M¨¦xico, los Caballeros de Malta, la Guerra Zul¨², Turqu¨ªa y Toussaint l¡¯Ouverture. Fue un hombre modesto, que reconoci¨® no haber ¡°descubierto¡± un solo hecho hist¨®rico en su vida, y haberse limitado a contarlos de forma clara, ordenada, amena y tambi¨¦n ingeniosa ¡ªpero en todo caso rigurosa¡ª. Titul¨® sus memorias Trying to Please, o Intentando agradar, haciendo suya la frase que le dedic¨® su ni?era: ¡°Este beb¨¦ trata de agradar¡±. Seg¨²n me cuentan ahora su hija y su yerno, los distinguidos escritores Artemis Cooper y Antony Beevor, se ha despedido procurando no molestar: ¡°Ha sido lo bastante listo¡±, dec¨ªan, ¡°para cesar justo antes de entrar en el mundo de las sillas de ruedas y los cuidadores permanentes¡±.
Siempre que se muere alguien con inmensos saberes, me pregunto por la extra?a cesaci¨®n de esos saberes, que desaparecen con la persona
Siempre que se muere alguien con inmensos saberes, me pregunto por la extra?a cesaci¨®n de esos saberes, que, por mucho que hayan quedado plasmados en tinta, desaparecen con la persona que los fue acumulando a lo largo de toda una vida. La idea me causa tanta desaz¨®n como la de la desaparici¨®n de los recuerdos de cada individuo, que, sean anodinos o llamativos, espectaculares o vulgares, son los suyos, y como tales ¨²nicos y queridos. Haberlos contado en memorias o en diarios o en una autobiograf¨ªa no sirve de mucho desde mi punto de vista, porque los recuerdos ajenos, por sobresalientes que sean, suelen dejar indiferentes a los dem¨¢s. Nadie es capaz de apreciar nuestros recuerdos como nosotros mismos: lo que para nosotros tiene un sentido o es relevante, o nos conmueve de manera poco explicable, suele dejar fr¨ªo al resto de la humanidad, que, en el mejor de los casos, lo escucha o lo lee con una combinaci¨®n de impaciencia e intermitente curiosidad.
Esa desaparici¨®n final de los saberes ¡ªla difusa conciencia de que eso suceder¨¢ tarde o temprano¡ª creo que es lo que lleva a muchos miembros de la sociedad actual a no intentar ni siquiera adquirirlos. Para qu¨¦ tanto esfuerzo, debe de pensar hoy la mayor¨ªa de la gente, cuando los ¡°datos¡± est¨¢n ah¨ª, al alcance de unos pocos clics, en caso de necesidad. Para qu¨¦ asumir o asimilar, como hicieron Norwich y tantos otros, la complicad¨ªsima y entera historia de Bizancio, o de Venecia, o del Papado. Ya se ve que las personas pueden atravesar tranquilamente la tierra ignor¨¢ndolo todo, desde lo ocurrido en el mundo antes de su llegada hasta lo pensado por los fil¨®sofos y los escritores; desde qui¨¦n fue Newton hasta qu¨¦ fue Lo que el viento se llev¨®; qu¨¦ ense?¨® Plat¨®n y c¨®mo cant¨® Elvis Presley, hoy se borra todo con suma facilidad. A los gobernantes no parece importarles un planeta lleno de analfa?betos virtuales y de ignorantes profundos. Al contrario, lo propician por todos los medios, con unos planes de educaci¨®n cada vez m¨¢s ¡°l¨²dicos¡± y m¨¢s lelos, en los que se prima lo estrictamente contempor¨¢neo, es decir, lo ef¨ªmero y fugaz, lo obligatoriamente sin peso ni poso, lo forzosamente necio y superficial. Hace ya d¨¦cadas que se crean sujetos para los que el mundo empieza con su nacimiento, a los que les trae sin cuidado saber por qu¨¦ somos como somos y qu¨¦ nos ha tra¨ªdo hasta aqu¨ª; qu¨¦ hicieron nuestros antepasados y qu¨¦ pensaron las mejores mentes que nos precedieron. Para colmo, se ha convencido a estos cerebros de conejo de que son ¡°la generaci¨®n mejor preparada de la historia¡±, cuando probablemente constituyan la peor, con frecuencia primitivos atiborrados de informaci¨®n superflua y s¨®lo pr¨¢ctica. Pero ochenta y ocho a?os son muchos, y no todos pueden pasarse en la inopia, la autocomplacencia y el desconocimiento, si queremos abrirnos paso y enterarnos de algo. Pensar que total para qu¨¦, si un d¨ªa todo desaparecer¨¢, es tan absurdo como no afanarse en ganar dinero (y bien que se afana la gente en eso), dado que tampoco nos lo podremos llevar a la tumba, o que tan s¨®lo necesitaremos una moneda para remunerar al barquero, cuando tal vez zarpemos hacia Bizancio en la traves¨ªa final.?
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