Mar¨ªa Luisa de Borb¨®n, la mel¨®mana real
Apasionada de la m¨²sica, fue compositora, int¨¦rprete, coleccionista y una destacada mecenas. Su figura revela el activo papel de la mujer en la escena musical del siglo XIX.
ENCARGAR UN RETRATO a un pintor de moda era algo habitual entre las arist¨®cratas de principios del siglo XIX. Tambi¨¦n lo era estudiar m¨²sica, en ?especial canto y piano, y practicar estas habilidades en reuniones privadas junto a familiares y amigos. Sin embargo, no era frecuente escribir composiciones propias, ni ?reunir grandes colecciones de instrumentos musicales y partituras, ni mucho menos pedir que la pintasen con una de ellas. Este es el caso de Mar¨ªa Luisa de Borb¨®n (1782-1824), infanta de Espa?a, reina de Etruria y duquesa de Lucca.
El retrato que le realiz¨® Vincenzo Camuccini revela c¨®mo ella pretend¨ªa ser identificada con la m¨²sica, arte que cultiv¨® con verdadera pasi¨®n durante toda su vida como mecenas, coleccionista, int¨¦rprete y compositora. Adem¨¢s, impuls¨® la formaci¨®n y la actividad creativa de otras mujeres, fundando dos centros de ense?anza femenina y brindando su apoyo a compositoras, pintoras y escritoras. Su intensa labor cultural se desarroll¨® principalmente en Italia, donde pas¨® 20 a?os, casi la mitad de una vida itinerante y llena de aventuras. En 1801, solo un a?o despu¨¦s de que Goya la inmortalizara en una posici¨®n marginal en La familia de Carlos IV, su marido, Luis de Parma, fue nombrado rey de Etruria, Estado sat¨¦lite de la Francia napole¨®nica con capital en Florencia.
Su biblioteca musical conten¨ªa el repertorio m¨¢s internacional, variado y moderno del momento con hasta 2.000 vol¨²menes. Se conservan 600 partituras
Luis falleci¨® prematuramente y ella asumi¨® la regencia hasta que el reino fue disuelto y tuvo que regresar a Madrid. All¨ª se desat¨® la guerra de la Independencia de 1808, que la oblig¨® a un segundo exilio en Compi¨¨gne y Niza. Trat¨® de fugarse a Inglaterra, pero fue descubierta y Napole¨®n orden¨® que la encerrasen en un monasterio de Roma, que fue su prisi¨®n durante dos a?os y medio. En 1814, pocos meses tras su liberaci¨®n, hizo publicar sus memorias en cinco idiomas para reivindicar sus derechos din¨¢sticos en el Congreso de Viena, un gesto atrevido que demuestra su car¨¢cter e independencia. Una vez nombrada duquesa e instalada en Lucca, continu¨® pasando los inviernos en Roma, donde residi¨® en al menos cuatro palacios distintos y donde falleci¨®.
Hasta ahora se conoc¨ªan relativamente bien la biograf¨ªa y el papel pol¨ªtico de la reina de Etruria, pero apenas se hab¨ªa reparado en su faceta como mecenas art¨ªstica y musical, sin duda muy destacada. De hecho, seg¨²n estudios recientes, Mar¨ªa Luisa mostr¨® un gran inter¨¦s por las principales manifestaciones art¨ªsticas de su tiempo, reuniendo colecciones riqu¨ªsimas de pintura, escultura, joyer¨ªa, partituras e instrumentos musicales. Realiz¨® encargos a creadores famosos en la ¨¦poca y recordados en los libros de historia, como el mencionado Camuccini, pero tambi¨¦n a artistas invisibilizadas por el hecho de ser mujeres. Es el caso de la pintora Matilde Malen?chini, quien retrat¨® a la infanta en la Capilla Sixtina rodeada de artistas y, como ella, fue miembro de la academia de bellas artes de Roma. Mar¨ªa Luisa tambi¨¦n apoy¨® a escritoras, como Teresa Bandettini, quien le dedic¨® varios textos de Poesie estemporanee.
Muchos de los lienzos y poemas dedicados a Mar¨ªa Luisa reflejan su inter¨¦s por temas femeninos e incluso feministas, dentro de la mentalidad conservadora propia de su estatus social y ¨¦poca, representando las virtudes de hero¨ªnas cl¨¢sicas como Cornelia, Ariadna o Dido. No parece casualidad que adem¨¢s la infanta fundara un instituto y un conservatorio para mujeres, cuyas materias inclu¨ªan desde aritm¨¦tica y lat¨ªn hasta canto, piano, danza y dibujo. Ella misma cultiv¨® personalmente estas aficiones art¨ªsticas, en especial las musicales, que la acompa?aron a diario, incluso en los periodos de exilio y prisi¨®n: en Niza se distra¨ªa componiendo, y reci¨¦n llegada al monasterio de Roma solicit¨® un piano. Estudi¨® canto, teclado, guitarra, arpa, viol¨ªn y composici¨®n. Esto explica que siempre tuviera maestros de m¨²sica a su servicio, como Francesco Federici en Madrid, Gherardo Gherardi en Florencia, Tommaso Barsotti en Compi¨¨gne y Niza, Fi?lippo Moroni en Roma o Franz Schoberlechner en Lucca.
Que Mar¨ªa Luisa pasara sus ¨²ltimos inviernos en Roma seguramente fue una decisi¨®n estimulada por los estrenos de ¨®pera de la temporada de Carnaval y las numerosas academias o reuniones musicales de las ¨¦lites internacionales, a las que asist¨ªa asiduamente, y donde conoci¨® a figuras como Paganini. Adem¨¢s, patrocin¨® una edici¨®n de Donizetti y encarg¨® una ¨®pera al ya famos¨ªsimo Rossini, aunque esta no lleg¨® a ser completada. La biblioteca musical de la reina de Etruria refleja su enorme entusiasmo por la m¨²sica: alcanz¨® los 2.000 vol¨²menes, con el repertorio m¨¢s internacional, variado y moderno del momento. De estas partituras, m¨¢s de 600 se conservan en la Biblioteca Palatina de Parma. Mar¨ªa Luisa no solo recopil¨® el repertorio para voz y piano propio de la pr¨¢ctica femenina de entonces, sino tambi¨¦n obras a solo y de c¨¢mara para instrumentos variados, e incluso arias y sinfon¨ªas con orquesta completa. Estaba al tanto de las ¨²ltimas novedades de ¨¦xito en Roma, pero tambi¨¦n en Par¨ªs, Viena o Madrid. En consecuencia, en su colecci¨®n conviven grandes nombres de la historia de la m¨²sica, como Rossini, Haydn, Mozart, Pa?r, Pleyel o Boccherini, con otros olvidados hoy, pero quiz¨¢ m¨¢s representativos de la realidad musical de esos a?os, como los maestros de la infanta o los compositores de canciones en espa?ol Rosquellas y Rodr¨ªguez de Le¨®n.
Mar¨ªa Luisa de Borb¨®n aparece en una posici¨®n marginal en el cuadro 'La familia de Carlos IV', de Francisco de Goya?
Tambi¨¦n coleccion¨® piezas de inspiraci¨®n popular espa?ola, como seguidillas y fandangos para teclado, que presumiblemente dar¨ªa a conocer entre sus amistades internacionales. Pero lo m¨¢s llamativo de esta colecci¨®n son una serie de composiciones firmadas por creadoras hasta ahora ignoradas, empezando por la propia Mar¨ªa Luisa de Borb¨®n, autora de nada menos que cuatro sinfon¨ªas orquestales, con una plantilla de hasta 20 instrumentos. Dos sinfon¨ªas est¨¢n fechadas en 1821 y el estilo de las otras dos sugiere una fecha cercana. Destacan por su actualidad y eclecticismo: sobre el esquema de la sinfon¨ªa u obertura en un movimiento propio de la ¨®pera italiana de Rossini y sus contempor¨¢neos se incorporan elementos t¨ªpicamente espa?oles, como el esquema r¨ªtmico-arm¨®nico del fandango. En la ¨¦poca, estas sinfon¨ªas debieron de ser interpretadas con orquesta completa, como demuestra la conservaci¨®n de copias para instrumentos independientes, y tambi¨¦n en reducciones para teclado, seg¨²n una carta de Mar¨ªa Teresa de Austria-Este, prima de la compositora, donde le agradece el env¨ªo de una sinfon¨ªa y describe una ejecuci¨®n privada.
El intercambio musical entre mujeres lo evidencia tambi¨¦n una serie de obras de compositoras italianas redescubiertas gracias a esta colecci¨®n: Nunziata Roberti, Nunziata Mazzini y Anna Marchi, probablemente vinculadas a Mar¨ªa Luisa en Etruria. La Sonatina Il canarino, de Roberti, que imita el canto del canario, es obra de una dama aficionada (dilettante) dedicada a otra, la desconocida Anna Cesarini. Tambi¨¦n Mazzini debi¨® de ser aficionada, pues en su sonata program¨¢tica Malinconia nella partenza di Sua Maest¨¤, dedicada a la reina de Etruria y que representa su partida de Florencia, se dirige a ella como a una amiga. En cambio Marchi, de Siena, parece haber sido una compositora profesional, considerando la cuidada presentaci¨®n y la dedicatoria formal a la reina de sus tr¨ªos para fortepiano, viol¨ªn y violonchelo. La pr¨¢ctica musical femenina iba unida incluso a una cierta est¨¦tica en la decoraci¨®n de las partituras, con cintas de raso e ilustraciones de portada que imitan encajes, a la manera del merletto italiano.
En definitiva, la reina de Etruria es una figura reveladora sobre el activo papel de las mujeres en la vida musical de principios del XIX, cuando no solo eran int¨¦rpretes y coleccionistas, sino tambi¨¦n mecenas y compositoras, a menudo conectadas en redes de apoyo mutuo, a¨²n pendientes de un estudio pormenorizado. La m¨²sica fue para la infanta una se?a de identidad, un medio de socializaci¨®n e incluso de evasi¨®n en tiempos dif¨ªciles. Su colecci¨®n de partituras, silenciada durante dos siglos, brinda una oportunidad ¨²nica para recrear las ¡°academias¡± musicales que compart¨ªan las damas de entonces, cuya mentalidad e intereses, reflejados por los textos de las canciones, podr¨ªan sorprender al oyente actual. De hecho, la libertad femenina es el tema central de varios textos l¨ªricos en espa?ol e italiano, como Son regina e sono amante, de Metastasio, que inspir¨® un aria de Moroni dedicada a este personaje, no tan secundario como lo pint¨® Goya, sino protagonista e inspirador.
Ana Lombard¨ªa, investigadora ¡°Juan de la Cierva". Instituto Complutense de Ciencias Musicales, Universidad Complutense de Madrid.
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