El feminismo que siembran los pueblos
Las mujeres del mundo rural se organizan contra la falta de empleo y a favor de la titularidad compartida de la tierra
¡°?Manadas? ?Solo de vacas y yeguas!¡±. El 7 de julio, d¨ªa de San Ferm¨ªn, un grupo de mujeres del municipio c¨¢ntabro de Cabu¨¦rniga, conocido por su ganado tudanco (una raza de vaca aut¨®ctona), se puso camisetas negras y despleg¨® una pancarta para protestar contra La Manada. Fuera de las grandes ciudades, el 8-M tambi¨¦n ha ocupado las plazas de muchos pueblos. All¨ª, la movilizaci¨®n feminista ha servido para poner el foco sobre la falta de oportunidades laborales o la propiedad (todav¨ªa abrumadoramente masculina) de la tierra. Ser mujer y del campo es, para muchas de ellas, una doble discriminaci¨®n.
Cabu¨¦rniga eligi¨® en 1928 a dos de las primeras concejales de Cantabria. Noventa a?os despu¨¦s, solo 13 de los 102 municipios c¨¢ntabros est¨¢n gobernados por mujeres. Una falta de presencia que se repite en las instituciones del medio rural de toda Espa?a. En las cooperativas agr¨ªcolas ellas solo ocupan el 3,5% de puestos en los ¨®rganos rectores, pese a representar el 25% de socios, seg¨²n datos de la asociaci¨®n Cooperativas Agroalimentarias. ¡°Las mujeres se van incorporando poquito a poco al trabajo agr¨ªcola¡±, dice Paquita Parejo, de la asociaci¨®n de mujeres Femur del pueblo extreme?o de Miajadas, ¡°pero en las dos cooperativas del pueblo su presencia es nula¡±.?
El avance es lento tambi¨¦n en lo que respecta a la propiedad?de las tierras. En 2011 se aprob¨® una ley para fomentar la titularidad?compartida, pero en 2016 solo 352 de casi un mill¨®n de explotaciones agrarias existentes en Espa?a ten¨ªan como copropietarios a un hombre y a una mujer (el 29% de las tierras estaba ¨²nicamente a nombre de mujeres), seg¨²n el Instituto Nacional de Estad¨ªstica (INE).
Una evaluaci¨®n del Ministerio de Agricultura apunta al ¡°desconocimiento de la ley por parte de las beneficiarias¡± y a la ¡°falta de desarrollo normativo¡±. En algunas comunidades aut¨®nomas como Madrid ni siquiera est¨¢ operativo el registro de titularidad compartida exigido por la norma. ¡°Es un problema de desidia en la informaci¨®n y en el desarrollo de la ley¡±, dice Teresa L¨®pez, presidenta de la Federaci¨®n de Asociaciones de Mujeres Rurales (Fademur).
El empleo es otro de los caballos de batalla del feminismo fuera de las ciudades (la tasa de paro en el sector agrario roza el 20%, casi tres puntos por encima de la general, seg¨²n la Encuesta de Poblaci¨®n Activa para el primer trimestre de 2018). ¡°Es complicado encontrar trabajo por cuenta ajena y la mayor¨ªa tiene que generar su propio empleo¡±, dice L¨®pez. Es el caso de Loreto Fern¨¢ndez, cofundadora de una cooperativa de mujeres dedicada a la comida casera a domicilio en la comarca de Salda?a (Palencia). Es mentora en Ruraltivity, una aceleradora para emprendedoras rurales que acaba de poner en marcha Fademur. ¡°Se quiere abrir puertas a las mujeres, que parece que no se las abre nadie¡±, cuenta.
Una generaci¨®n m¨¢s reivindicativa
El pasado 8 de marzo, Fern¨¢ndez y una treintena de compa?eras alquilaron un autob¨²s y recorrieron los 60 kil¨®metros hasta la capital de la provincia para participar en la manifestaci¨®n feminista. Ese d¨ªa, adem¨¢s de estar en las concentraciones, otras mujeres del medio rural colgaron delantales de los balcones para reivindicar su papel de cuidadoras. Inma L¨®pez, una de las emprendedoras que recibe asesoramiento de Ruraltivity, colg¨® dos: el de su trabajo ¡°oficial¡± como forjadora y el de su segundo como ama de casa y madre de un ni?o de tres a?os.?
L¨®pez, de 40 a?os y natural de una aldea toledana de 18 casas, es la primera generaci¨®n de mujeres de su familia que no trabaja en la agricultura. Mar¨ªa S¨¢nchez, cordobesa de 28 a?os, veterinaria y poeta, tiene una historia similar. Su madre dej¨® el colegio para ayudar a sus padres en la recogida de la aceituna. Ahora quiere contar la historia del campo a trav¨¦s de las mujeres de su familia. ¡°No hay un solo feminismo; el campo tiene su propio ritmo¡±, dice. ¡°Que en un pueblo haya cinco mujeres en una plaza con una pancarta me parece un paso gigantesco¡±. En sus poemas, reflexiona sobre la hist¨®rica invisibilidad de la mujer. ¡°A la vez los hombres de la casa asisten a la cacer¨ªa: es as¨ª como las otras manos perpet¨²an al depredador y al linaje¡±, dice uno de los versos.
¡°Se ha considerado el mundo rural un reducto de patriarcado donde predominan los estereotipos sobre la mujer como alguien sumiso¡±, opina la presidenta de Fademur. ¡°El 8-M ha hecho visible que esto no es as¨ª¡±. A las asociaciones rurales de mujeres tradicionales se ha a?adido una nueva?generaci¨®n m¨¢s reivindicativa. ¡°Aqu¨ª no hab¨ªa colectivos feministas¡±, dice Cristina Gonz¨¢lez, de la Asamblea feminista de Aranda de Duero (Burgos), formada en diciembre a ra¨ªz de una presunta agresi¨®n sexual a una menor de edad por parte de tres jugadores de la Arandina, el club de f¨²tbol local. Acaban de organizar un debate sobre la figura de la reina de las fiestas, que consideran responde a estereotipos de belleza femenina. ¡°No vino mucha gente, pero conseguimos generar pol¨¦mica¡±, cuenta Gonz¨¢lez.
El momentum feminista en el medio rural se enfrenta a desaf¨ªos propios. ¡°El 8M fue un punto alto, pero mantener un nivel de actividad es dif¨ªcil¡±, asegura Marianella Ferrero, de la Asamblea feminista de Cabez¨®n de la Sal (Cantabria). La demograf¨ªa tiene algo que ver. Las asambleas solo pueden tener recorrido, seg¨²n Mar¨ªa Jos¨¦ Aguilar, catedr¨¢tica de Trabajo social de la Universidad de Castilla-La Mancha, en los pueblos m¨¢s grandes, donde hay un ¡°m¨ªnima masa cr¨ªtica¡± de poblaci¨®n movilizable.
Inma L¨®pez estuvo a punto de irse del pueblo cuando se qued¨® sin su empleo de auxiliar administrativo durante la crisis econ¨®mica. ¡°Pero me dije: ¡®voy a intentar sacar el negocio adelante¡¯; si tienes inter¨¦s, puedes hacer cualquier cosa¡±, afirma. En las ferias, L¨®pez organiza talleres para ni?os, que pueden escoger entre forjar una espada o una flor. Generalmente, ellos se decantan por lo primero y ellas, por lo segundo. Pero, de vez en cuando, alguna ni?a le dice que se deje de flores, que ella prefiere forjar una espada.
El feminismo bien vale una jota
Cambiar la letra de una jota que era una plegaria a la Virgen de Guadalupe por una cr¨ªtica al patriarcado o sustituir partes de la estrofa ¡°unos ojos como ruedas molino" por "una mente como ruedas de molino". Eso hace Ajuar, un d¨²o formado por Mar¨ªa Gallardo y Ana Flecha que quiere dar una vuelta de tuerca feminista a la jota tradicional. ¡°Un d¨ªa est¨¢bamos hablando de las canciones de nuestros pueblos y nos dimos cuenta de las letras, que no nos hac¨ªan sentir c¨®modas¡±, explican la extreme?a y la leonesa, ambas afincadas en Madrid.
Desde hace un a?o y medio cantan ¡°jotas antipatriarcales¡± tanto en ciudades como en pueblos. ¡°Muchas mujeres nos dicen que est¨¢n muy contentas de cantar canciones que eran suyas y que son m¨¢s suyas ahora¡±, explican. ¡°Pero tambi¨¦n tocar¨ªa revisar las de la m¨²sica pop y el flamenco¡±.
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