Peter Palumbo: ¡°Es mucho m¨¢s dif¨ªcil mantener tu fortuna que ganarla¡±
Salt¨® a la fama en 1962, cuando, con 27 a?os, encarg¨® a Mies van der Rohe un rascacielos para Londres. Promotor inmobiliario, ecl¨¦ctico coleccionista ¡ªde esculturas de Henry Moore a casas de Frank Lloyd Wright¡ª y antiguo compa?ero de polo del pr¨ªncipe Carlos, su historia materializa el sue?o americano en el coraz¨®n de Reino Unido. Nieto de un inmigrante siciliano, su padre pas¨® de dormir en la calle a hacer dinero reconstruyendo la City londinense
El diminuto inmueble que aloja el Walbrook Club entre los rascacielos de la City de Londres parece un edificio protegido, pero es una obra doblemente falsa. Esta vivienda de ladrillo rojo de estilo Queen Anne no fue levantada en la ¨¦poca de Ana Estuardo (siglo XVIII), ni siquiera cuando ese estilo fue revisado a finales del XIX: la hizo construir Rudolph Palumbo en 1953 para que acogiera las oficinas de su empresa inmobiliaria. ¡°Durante 40 a?os papa y yo nos sent¨¢bamos juntos en este despacho¡±, cuenta Peter Palumbo (Londres, 1935). Lord Palumbo pronuncia 'papa' como si fuera una palabra llana. ?l forma parte de la nobleza vitalicia (no hereditaria) brit¨¢nica y su padre est¨¢ enterrado en el min¨²sculo jard¨ªn de la vecina iglesia de Saint Stephen, una de las 51 que sir Christopher Wren ¡ªel arquitecto de la catedral de San Pablo¡ª erigi¨® en Londres. La tumba se ve desde el comedor del club.
Educado en Eaton y en Oxford, padrino de la primera hija de Sarah Ferguson y el pr¨ªncipe Andr¨¦s y compa?ero de polo del pr¨ªncipe heredero hasta que las opiniones arquitect¨®nicas los distanciaron, lord Palumbo acumula m¨¢s doctorados honoris causa y presidencias de patronatos de los que es capaz de recordar. Experto en arquitectura, ha pose¨ªdo algunas de las casas m¨¢s famosas del mundo ¡ªla Farnsworth, de Mies van der Rohe, o la Maison Jaoul, de Le Corbusier¡ª y se define como ¡°un coleccionista ecl¨¦ctico¡±, por eso un sombrero de Winston Churchill, adquirido en una subasta, convive con el retrato paterno pintado por Oskar Kokoschka que preside el comedor del Walbrook.
?A qui¨¦n le encargar¨¢ el suyo? A Vel¨¢zquez [carcajada]. No sabr¨ªa a qui¨¦n. Mi padre se neg¨® a posar durante a?os. Dec¨ªa que nunca hab¨ªa o¨ªdo hablar de Kokoschka, pero al final me dio tres d¨ªas. Se fue a Suiza, y un mes despu¨¦s segu¨ªa all¨ª. No s¨¦ lo que pas¨®. Imagino que mucha risa y mucho alcohol. Se hicieron amigos.
Como el propio edificio, la actitud de los socios y el poso del lugar hacen que el club parezca del siglo XIX, pero fue inaugurado en el a?o 2000. ¡°Vinieron los de patrimonio para registrarlo como bien protegido y les dije que mi padre constru¨ªa muy bien, pero que era de 1953¡±.
?Viene a menudo? Poco. Mi esposa es la presidenta del club y yo organizo un desayuno al mes. Solo para socios, a las 7.30. Recluto conferenciantes interesantes.
?A qui¨¦n ha invitado? A F. W. de Klerk [expresidente de Sud¨¢frica], por ejemplo. Lo que se dice no sale de aqu¨ª. Algunos de los que vienen a hablar tienen 90 a?os. Tambi¨¦n soy presidente de la Royal Fine Art Commission [¨®rgano independiente cuya misi¨®n es asesorar al Gobierno en cuestiones relacionadas con infraestructuras p¨²blicas y est¨¦tica en Inglaterra y Gales]. Nuestro patr¨®n, lord Carrington, cumplir¨¢ 99 en junio y es el mejor tipo de ingl¨¦s: honorable, inteligente y divertido. Tras la Segunda Guerra Mundial form¨® parte del Gobierno de Winston Churchill y luego del de Margaret Thatcher.
¡°Espero haber contribuido a aumentar la conciencia p¨²blica sobre la necesidad de apoyar el arte. Inglaterra no es Francia¡±
?A qu¨¦ se dedica esa comisi¨®n? Hace bien en preguntar. Buscamos una visi¨®n. La comisi¨®n la fund¨® el pr¨ªncipe Alberto, el marido de la reina Victoria. Por entonces organizaba concursos. El m¨¢s famoso fue el de la cabina telef¨®nica roja. Tony Blair la consider¨® demasiado elitista, pero hace seis a?os pusieron los fondos en mis manos. Cuando Thatcher me ofreci¨® dirigir el Arts Council [agencia gubernamental encargada de promocionar, desarrollar y financiar proyectos art¨ªsticos. Palumbo la dirigi¨® de 1988 a 1994] me pregunt¨® si necesitaba pensarlo. ¡°Ni un minuto¡±, respond¨ª. ¡°C¨®mo me gusta la gente que tiene las cosas claras¡±, dijo ella.
?Es un trabajo o un honor? M¨¢s trabajo que honor. Debemos invertir 300 millones de libras de dinero p¨²blico en arte. Es mucho, pero siempre har¨ªa falta m¨¢s. Parte de ese dinero proviene de la loter¨ªa. En la ¨¦poca de Thatcher eso hubiera sido impensable. ¡°La gente debe ganar el dinero que quiera gastar¡±, hubiera dicho. Ten¨ªa una filosof¨ªa muy puritana.
?C¨®mo se invierte bien el dinero p¨²blico en las artes? Royal Shakespeare, National Theatre, Opera y Ballet en Covent Garden¡ Siempre dedico un 10% del presupuesto a arte experimental. No es f¨¢cil porque en la naturaleza de un experimento est¨¢ la posibilidad de fallar, y eso no se interpreta como una buena gesti¨®n. La ventaja de que exista una instituci¨®n como la nuestra es que si se carga contra las artes ¡ª¡°?por qu¨¦ le dan dinero a un artista conceptual para que camine por un bosque de Norfolk?¡±¡ª nos atacan a nosotros y no al ministro. Pol¨ªticamente, sirve para desviar golpes. Pero ning¨²n Gobierno, ni el de Thatcher ni el de John Major, nos impuso c¨®mo gastar el dinero.
?Cu¨¢l fue su mayor logro? Espero que aumentar la conciencia p¨²blica sobre la necesidad de apoyar el arte. Esto no es Francia.
?Qu¨¦ aprendi¨®? Que no se puede hablar del arte en singular. Las artes son interdependientes y se influyen mutuamente. Goethe dijo que la arquitectura era m¨²sica congelada. Qu¨¦ frase tan maravillosa.
Los arquitectos no paran de repetirla. Cuando ejerzo de jurado y debo decidir qu¨¦ edificio se construir¨¢, tras comprobar que a los arquitectos les interesa la m¨²sica pido que asocien su propuesta con una pieza musical. Nadie sabe contestar.
?Usted sabr¨ªa? Los edificios son criaturas vivas. Mi madre tocaba el viol¨ªn. Pero Stravinski, Shostak¨®vich y Sch?nberg me vacunaron contra el impacto de lo nuevo. Ensancharon mi mente. A mi padre no le gustaba la m¨²sica en absoluto. Por eso se divorciaron.
?Toca alg¨²n instrumento? No. Carezco de cualquier tipo de talento. Tiene que dejar eso muy claro.
Uno de los episodios m¨¢s singulares de su biograf¨ªa fue el intento de construir el primer rascacielos de Mies van der Rohe en Londres. S¨ª, el pr¨ªncipe de Gales no me lo puso f¨¢cil.
?Por qu¨¦ le interes¨® Mies van der Rohe? En Eaton tuve un tutor excepcional. Los domingos, tras la misa, nos invitaba a sus habitaciones para que relacion¨¢ramos im¨¢genes: Van Eyck y Jackson Pollock o Mies y Schinkel. Nos preguntaba: ¡°?Qu¨¦ conversaci¨®n hubieran tenido estas dos personas?¡±. Cuando mi padre compr¨® un terreno a dos pasos de nuestra oficina le habl¨¦ de Mies: el ¨²nico superviviente de la ¨¦poca dorada de la arquitectura. Pens¨¦ que le gustar¨ªa Londres y sus cielos grises. No era tan feliz con el sol.
?De d¨®nde sacaban el dinero para construir? Conseguimos reunirlo, pero al principio fue muy duro. Mi padre ven¨ªa de muy abajo. Luego comenzamos a comprar y vender solares y nos convertimos en promotores.
?C¨®mo convenci¨® a Mies van der Rohe? Lo fui a ver a Chicago. Nos llevamos bien porque conoc¨ªa sus edificios y se dio cuenta de que pod¨ªamos tener una conversaci¨®n. Le advert¨ª de que no podr¨ªa construirse el rascacielos en 25 a?os (por los acuerdos con los inquilinos). Ten¨ªa 75 y le impresion¨® que le estuviera haciendo un encargo p¨®stumo. Sin embargo, le convenci¨® que lo quisiera todo: desde los tiradores hasta los ceniceros. No firmamos contrato, pero al cabo de seis meses me envi¨® una caja grande con planos detallados, muebles dibujados, un cenicero de m¨¢rmol, que todav¨ªa conservo, y una nota: ¡°?Es esto lo que tiene en la cabeza?¡±.
Cuando Mies lleg¨® a Londres fue portada del diario Evening Standard. Vino con su nieto Dirk Lohan. Hice que redecoraran su habitaci¨®n del Claridge¡¯s con artistas que le gustaban, como Kurt Schwitters. Lo trataron como si fuera de la realeza. El director del banco Lloyds, que hab¨ªa alquilado ya el futuro edificio, puso a todos los empleados en pie para recibirlo cuando nos invit¨® a comer.
Pero el rascacielos nunca lleg¨® a construirse. En 1968 Mies muri¨®. Y el fervor se apag¨® con ¨¦l. Tras 13 a?os de negociaciones, cuando obtuvimos todos los permisos, dijeron que el edificio carec¨ªa de conexi¨®n con su contexto y no ten¨ªa modales. Se puede decir cualquier cosa de un edificio de Mies, pero ?malos modales? Tapaba una de las vistas a la catedral de San Pablo y el pr¨ªncipe de Gales lo critic¨®. Ah¨ª se acab¨®.
¡°No he vuelto a hablar con el pr¨ªncipe de Gales desde la disputa por el rascacielos de Mies van der Rohe en Londres. Su juicio arquitect¨®nico es rid¨ªculo¡±
?Tambi¨¦n termin¨® su amistad? Desde entonces no hemos vuelto a hablar. Arquitect¨®nicamente es muy conservador. Lo admiro, pero su juicio arquitect¨®nico es rid¨ªculo.
Es padrino de la princesa Beatriz, hija de Andr¨¦s. Conozco a Sarah desde que era peque?a. Su padre era amigo del m¨ªo.
No pudo construir un rascacielos de Mies van der Rohe pero s¨ª comprar su famosa Casa Farnsworth por 120.000 d¨®lares. Quise ver a Edith Farnsworth en cuanto supe que estaba en venta. Me invit¨® a la casa. No le dije que ya la hab¨ªa visto porque estaba tan harta de los mirones que los asustaba con una escopeta. El proyecto no era ideal: vidrio y metal al lado de un r¨ªo¡ Y estaba en ruinas: era el escenario de una batalla. Ella hab¨ªa denunciado a Mies y hab¨ªa perdido el juicio. Quer¨ªa el dinero para irse a Italia.
Se dice que esa casa es una historia de amor ¡ªel encargo¡ª y de desamor ¡ªla denuncia y la degradaci¨®n arquitect¨®nica¡ª. Si era amor, se convirti¨® en odio. La doctora Farnsworth se fue a vivir a Florencia. Fui a visitarla y aprovech¨¦ para hacerle un encargo a Henry Moore, que ten¨ªa una retrospectiva. Esa escultura est¨¢ en Hyde Park, pero fue m¨ªa durante 20 a?os.
Tambi¨¦n vendi¨® Farnsworth y la Maison Jaoul, de Le Corbusier. ?Qu¨¦ le hace vender su colecci¨®n? Un c¨¢ncer de pr¨®stata en 1990. Me plante¨¦ qu¨¦ necesitaba de verdad. Y decid¨ª aligerar mi vida. Me qued¨¦ la casa usoniana de Frank Lloyd Wright, cerca de Baltimore, porque all¨ª est¨¢ el hospital donde me trataron. Farnsworth no hab¨ªa sido asaltada en 30 a?os. En Plano (Illinois) no la entend¨ªan, pero la respetaban. Y de repente la destrozaron sin robar nada. En 1996 hubo una inundaci¨®n de escala b¨ªblica. Y de nuevo tuve que arreglarla. La vend¨ª al Fondo Nacional para la Preservaci¨®n Hist¨®rica de Am¨¦rica.
Christie¡¯s multiplic¨® su valor. No perd¨ª dinero. Compr¨¦ casas y se convirtieron en monumentos. Llegaban cartas de todo el mundo para verlas y al final no era posible vivir en ellas.
Tiene esculturas, coches deportivos¡ ?Su padre hizo una fortuna y usted se ha dedicado a invertirla? Mi abuelo lleg¨® a Londres para tratar de sobrevivir. Mi padre quiso integrarse. Nunca hablaba en italiano en Inglaterra. Pero s¨ª en Italia. Y en los ¨²ltimos a?os he sentido que es ese pa¨ªs a donde pertenezco. Tengo la sensaci¨®n de haber encontrado mis ra¨ªces.
?Ha tenido que cumplir 80 a?os para darse cuenta de eso? Me ha faltado tiempo para pararme a pensar. Y ahora es demasiado tarde. Se lo digo a mis hijos: tomaos tiempo para plantearos si lo que hac¨¦is es lo que realmente quer¨¦is hacer. Es fundamental saber lo que es importante. Mi padre solo descansaba 12 d¨ªas al a?o.
Pas¨® de vivir en la calle a convertirse en el padre de un lord. Fue un fuera de serie. Tuvo todas las desventajas de ser hijo de inmigrantes sin dinero y sin hablar buen ingl¨¦s. Era tan pobre que no pudieron permitirse tenerlo en casa y lo dejaron solo en las calles del East End cuando ten¨ªa 12 a?os. Pero ten¨ªa una mente brillante. Se educ¨® en bibliotecas p¨²blicas en las que no ten¨ªa que pagar para entrar. Recordaba todo lo que le¨ªa.
Habla de las ventajas de lo p¨²blico desde un club privado. La iniciativa es fundamental para los negocios. Este edificio lo construy¨® ¨¦l, un ni?o que hab¨ªa dormido en la calle.
Resulta inveros¨ªmil que un joven que pasa a?os en la calle se autoeduque y se convierta en millonario. Mi padre siempre supo lo que cuestan las cosas. Ten¨ªa tal fuerza de voluntad que si dec¨ªa que har¨ªa algo, lo cumpl¨ªa. La gente confiaba en ¨¦l. Era muy carism¨¢tico.
Al final, ?es eso lo que mueve el mundo? En parte. Y es esperanzador. Mi padre conoci¨® a unos abogados de Newcastle que sab¨ªan menos de Londres que ¨¦l y ten¨ªan clientes americanos que les daban dinero para invertir en grandes ocasiones. Mi padre encontraba esas ocasiones.
?C¨®mo puede alguien pasar de dormir en la calle a generar confianza en inversores? Es una buena pregunta y no conozco la respuesta, pero s¨¦ que sucedi¨® as¨ª. Mi padre era muy reservado. Sab¨ªa que no ten¨ªa los atributos sociales que se precisaban, por lo menos entonces, para integrarse. Por eso fue un hombre socialmente prudente, aislado. Pero a m¨ª me educ¨® para que fuera lord mayor de Londres [la m¨¢xima autoridad en la City]. Eso es lo que ¨¦l hubiera querido: enviar ese mensaje a la sociedad.
Sadiq Khan, el alcalde de Londres, es hijo de inmigrantes paquistan¨ªes. Mi padre anticip¨® eso.
Khan se crio en la escuela p¨²blica y en un piso de protecci¨®n oficial. Usted fue educado en Eaton, con la oligarqu¨ªa brit¨¢nica. ?Sinti¨® el clasismo? Mi padre mucho, pero adoraba este pa¨ªs. Jam¨¢s mencion¨® ni a Italia ni a su familia. Estaba decidido a tener ¨¦xito. Ten¨ªa un nombre raro, Palumbo, y 23 a?os. En 1924 construy¨® su primer edificio, eso lo convirti¨® en un perfeccionista y en alguien con fe. Lo sab¨ªa todo de solares, materiales y pactos. Conectaba a la gente. Los abogados se llevaban un tercio de las ganancias; los constructores, otro, y ¨¦l, el tercero.
Y lo convirti¨® a usted en brit¨¢nico, en noble y en una enorme figura p¨²blica. Cumpl¨ª con todo lo que ide¨® para m¨ª. Pero cuando supe que quer¨ªa que fuera lord mayor de Londres puse el freno. En t¨¦rminos brit¨¢nicos es lo m¨¢s alto a lo que se puede llegar. Pero yo no quise solo obedecer.
?Qu¨¦ quer¨ªa usted? Durante 40 a?os aprend¨ª y cultiv¨¦ lealtades. Pero tambi¨¦n soy hijo de mi madre. Me tuvo con 40 a?os. Se separaron cuando cumpl¨ª 12. No estaban hechos el uno para el otro: ¨¦l era adicto al trabajo, y ella, una artista.
?Usted es el resultado de esa uni¨®n? Bueno, por lo visto mi parto fue complicado y trastorn¨® a mi madre. Ten¨ªa delirios: un d¨ªa era la reina Victoria y, al siguiente, Isabel I. Todo fue lento, doloroso e incomprensible. Vivi¨® hasta los 101 a?os. Muri¨® en mi casa.
?Qu¨¦ es m¨¢s dif¨ªcil: hacer una fortuna, mantenerla o darle sentido? Es mucho m¨¢s dif¨ªcil mantener tu fortuna que ganarla. Para conseguirla se precisa energ¨ªa y obsesi¨®n. Para darle sentido, intuici¨®n o experiencia. Para mantenerla, suerte.
Entre sus muchos cargos, presidi¨® el jurado del Premio Pritzker, el Nobel de la Arquitectura. ?Qu¨¦ aprendi¨®? Que la arquitectura siempre ha sido una excepci¨®n. Y debe dejar de serlo. Forma parte de la cultura, pero debe contribuir a reformar la sociedad. Jay Pritzker comparte esa idea. Quiere que la arquitectura no sea solo el 5% de lo que se construye. Que llegue a m¨¢s lugares, que se abra el mundo. Que tenga en cuenta a la gente. Que sirva a la sociedad. Eso ser¨ªa transformador.
?Pero tal vez econ¨®micamente poco rentable? Los avances sociales son siempre rentables.?
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