La vida ¡®online¡¯ de una generaci¨®n pegada al m¨®vil
La posesi¨®n de un tel¨¦fono inteligente marca hoy el inicio de la adolescencia. Es una herramienta poderosa, conectada a todo el mundo y con posibilidades ilimitadas. Un territorio propio y desconocido para los padres. Desde los menores de 13 a?os reci¨¦n iniciados hasta los influencers de 18, con miles de seguidores en las redes sociales, accedemos a la vida online de una generaci¨®n nacida bajo el influjo del m¨®vil
M?NICA MOR?N. Acaba de cumplir los 18 y define el m¨®vil como una extensi¨®n m¨¢s de su cuerpo. A pesar del calor no se quita la chaqueta de ch¨¢ndal. M¨®nica Mor¨¢n es de Le¨®n, ha venido a pasar el fin de semana a Madrid. Le cuelgan aros de las orejas, lleva un pendiente plateado en la lengua. Ha comido en un Burger King junto a la plaza Mayor con dos amigos de Le¨®n y otro de Barcelona, cuya amistad se ha cimentado a trav¨¦s de las redes sociales. En el interior del local los cuatro estaban bastante inquietos porque hablaban de cosas que han vivido, y de las que tienen testimonio gr¨¢fico, pero all¨ª no llegaba la cobertura as¨ª que cog¨ªan el m¨®vil y agitaban el brazo, a ver si les entraba alguna barrita. Al salir, a Mor¨¢n la frenan dos chicas y entre risas vergonzosas le piden hacerse un selfie. La noche anterior, la leonesa cruz¨® el umbral de los 700.000 seguidores en Instagram, que es algo as¨ª como la gran plaza virtual en la que coinciden millones de adolescentes. A ella suben fotos, v¨ªdeos y las llamadas instastories o historias a secas, que a menudo son peque?os fogonazos de sus vidas que desaparecen a las 24 horas. Como cuentan cosas en tiempo presente, a trav¨¦s de una de ellas me he enterado esta misma ma?ana de que Mor¨¢n iba de camino a Madrid: aparec¨ªa ella en un tren, junto a sus amigos, con cara de dormidos y llamaradas en la cabeza.
Contacto a Mor¨¢n por WhatsApp:
La cita es en el centro. Y enseguida Mor¨¢n dice que este es su ¡°primer verano como influencer¡±. Hace un a?o solo ten¨ªa su cuenta ¡°privada¡± con unos 1.000 seguidores, lo habitual para alguien de su edad medianamente popular, ¡°popu¡± en la jerga. En agosto de 2017, abri¨® una cuenta p¨²blica y empez¨® a colgar en ella v¨ªdeos que elaboraba en otra red social llamada Musical.ly, que se propaga entre menores como un tsunami. Los chavales graban en ella piezas breves similares a un videoclip: mueven los labios marcando las letras y se contonean con m¨¢s o menos gracia. Mor¨¢n suele acompa?arse de trap y reguet¨®n. Se graba sola o con amigos, compone transiciones imaginativas en la calle y en su casa, y baila al ritmo de temas provocativos, como este de Farruko, que supera las 600.000 reproducciones:
Para un novato resulta un misterio c¨®mo se compone uno de estos v¨ªdeos. Muy pocos, fuera de la burbuja adolescente, conocen Musical.ly. O¨ª hablar por primera vez de esta red en un hogar de clase media ubicado al norte de Madrid. A¨²n era invierno.
QUEMANDO EL M?VIL
Es un viernes de febrero, ocho y pico de la tarde, ruedan las coca-colas y las patatas fritas, hay una tele encendida con videojuegos ah¨ª al fondo, donde se entretienen los hermanos mayores. Los padres se sientan en el sof¨¢ y en la mesa de la cocina se quedan los peque?os. Eva, Laura, Diego. Tienen 13, 14 y 15 a?os. Para romper el hielo, y explicar c¨®mo usan el m¨®vil, comienzan con ¡°los fueguitos¡± de la red social Snapchat, que miden, seg¨²n cuentan, el grado de amistad con una persona al otro lado. Una madre, antes de esfumarse, aporta: ¡°Debe de ser interesante porque, a ver, Laura entre semana no tiene el m¨®vil, porque si no no estudia. Y siempre me dice: ¡®Mam¨¢, por favor, d¨¦jamelo; es que tengo cinco fueguitos con no s¨¦ qui¨¦n y los voy a perder¡±. La hija gru?e: ¡°Es que no se pueden recuperar. Es muy dif¨ªcil¡±. Otra madre a?ade: ¡°Yo de esas cosas es que ni me entero¡±. Finalmente, los adultos se alejan y dejan que hablen sus hijos.
Eva y Laura han colocado su m¨®vil sobre la mesa. Un Bq y un Samsung, t¨¢ctiles, pantalla grande. Diego lo ha dejado en casa. La conversaci¨®n transcurre a trompicones. No es f¨¢cil colarse en su mundo. Cuesta romper la burbuja, la barrera de la edad. Y hoy, en ese hermetismo, juega un papel clave el smartphone. Un territorio propio. Su adquisici¨®n marca, como un rito de paso, el fin de la infancia: a los 10 a?os, seg¨²n el INE, tienen un m¨®vil el 25% de la poblaci¨®n; a los 14, un 93%. En esta era tecnol¨®gica se es adolescente en la medida en que uno dispone de tel¨¦fono conectado a la Red.
Los tres recuerdan con precisi¨®n la fecha en que lo recibieron:
¡ªCuando hice la primera comuni¨®n, en 2013.
¡ªEl pasado verano.
¡ªEl 23 de diciembre de 2015.
Si se les pregunta cu¨¢nto lo usan, no saben ni qu¨¦ contestar: ¡°Buf, no s¨¦, ja, ja¡±. Los padres ponen restricciones o lo esconden. Los profesores lo proh¨ªben y lo requisan. ¡°Te ven con ¨¦l y es como si estuvieras a punto de explotar una bomba nuclear¡±, seg¨²n Diego. Los chavales tienen sus f¨®rmulas para tratar de pasar m¨¢s tiempo con el aparato, como irse en el recreo detr¨¢s de unos bamb¨²s. Hablar, en el sentido tradicional, apenas lo hacen. Pero s¨ª se llaman, por ejemplo, cuando juegan a polis y cacos en el pueblo: ¡°?Es mucho mejor! Se vuelve un juego m¨¢s de estrategia¡±. Lo que m¨¢s usan, convienen, es Whats?App. Vale para una conversaci¨®n ¨ªntima y para saber qu¨¦ hay de deberes y estudiar en com¨²n y para pasar a toda velocidad las respuestas de un examen de una clase a otra y para que los padres sepan d¨®nde andan y para enviar memes y chistes y test psicol¨®gicos. ¡°Para hablar con amigos¡±, ser¨ªa el resumen. Eva, que es la de 13 a?os, muestra el chat de su clase. Est¨¢n 24 de 28 alumnos.
Facebook y Twitter, para ellos, han pasado de moda. Snapchat anda de capa ca¨ªda. Ahora, dicen, despunta Musical.ly, que definen como ¡°una especie de karaoke; ponen una m¨²sica y t¨² tienes como que ir haciendo las cosas¡±. Diego reniega, porque no hay rock en esa red social. Para escuchar sus canciones favoritas en el m¨®vil convierten v¨ªdeos de YouTube a MP3 y las reproducen con Google Play. Siguen a youtubers j¨®venes como Paula Gonu, los hermanos Jaso, y Soy una pringada, la m¨¢s contracultural de los tres, que saluda a sus 220.000 suscriptores maquillada como un cad¨¢ver.
A veces, Laura ve series en el tel¨¦fono mientras desayuna. O lo usa como un entrenador personal, para hacer tablas de ejercicios en casa. Los tres tienen alg¨²n juego en el m¨®vil (de f¨²tbol, de una bolita, de n¨²meros). Y por encima de todo esto, en el pedestal, se encuentra Instagram. A Laura la siguen casi 700 personas; a Eva algo m¨¢s de 300; a Diego poco m¨¢s de 100. Sus perfiles est¨¢n ¡°candados¡±, es decir, solo se los puede seguir si ellos lo autorizan. Pero tanto Eva como Laura reconocen que tienen m¨¢s cuentas. En una de ellas, en la que llaman ¡°privada¡±, solo dan acceso a su c¨ªrculo m¨¢s cercano, y muestran en ella su cara m¨¢s vulnerable. Los tres siguen a Cabronazi, con 3,5 millones de followers, que tratan de explicar: ¡°Hace memes¡±, ¡°tonter¨ªas¡±, y los tres se parten de risa. Laura dice que sigue a famosos, como las Kardashian. Y Diego asegura que usa Instagram para ¡°informarse¡±, es decir, si un peri¨®dico al que sigue sube alguna foto, la mira. ¡°No voy a estar bajando a buscarla¡±. De los tres, la m¨¢s activa parece Laura, que a?ade una foto suya cada dos semanas: ¡°Lo tengo programado as¨ª para que reciba los mismos likes que la anterior¡±. En ellas, suele posar mirando al infinito y con alguna frase impactante.
De la casa salgo con un chat compartido con los tres, autorizado por sus padres. Lo bautizo Quemando el m¨®vil, le a?ado un icono de un tel¨¦fono ardiendo. Y a lo largo de cinco meses han ido compartiendo un poco de todo.
Un d¨ªa, Laura envi¨® un v¨ªdeo del youtuber Hamza Zaidi, un joven madrile?o de origen marroqu¨ª. Y a?adi¨®: ¡°Me sent¨ª superidentificada¡±. Titulado Espionaje de chicas, en el clip Zaidi interpreta a una joven que llama a sus amigas porque su novio ha quedado para salir ¡°de fiesta¡±; activan de inmediato un ¡°c¨®digo de espionaje¡± para comprobar si liga con otras: ¡°Ok, t¨ªa, yo me dedico a espiarle los stories¡±, responde una, mientras otra se dedica ¡°a ver si le da ¡®me gusta¡¯ a alguna zorra¡±.
Unas semanas despu¨¦s, sondeo en el chat sobre ese bot¨®n de me gusta y el efecto like:
Tras unos d¨ªas, vibra el chat:
GENERACI?N IPHONE
Sean Parker, el arrepentido expresidente de Facebook (compa?¨ªa tambi¨¦n due?a de WhatsApp e Instagram), habl¨® en 2017 sobre ese bot¨®n de like. Confes¨® que surgi¨® de las estrategias para tratar de ¡°consumir el mayor tiempo posible de atenci¨®n consciente de la gente¡±; que le daba a los usuarios ¡°un peque?o golpe de dopamina¡± y de ese modo lograba ¡°explotar una vulnerabilidad de la psique humana¡±. La validaci¨®n social. A?adi¨®: ¡°Solo Dios sabe lo que le est¨¢ haciendo a la mente de nuestros hijos¡±.
Esos hijos, los adolescentes de hoy, nacieron ya bajo el influjo del m¨®vil. La mayor¨ªa de los entrevistados para este reportaje, de entre 13 y 19 a?os, distinguen en sus primeros recuerdos a los adultos con un ap¨¦ndice en la mano. El primer tel¨¦fono que se le viene a la mente a una de 16 es el Nokia que le dej¨® su madre para jugar a la serpiente en un restaurante (probablemente para que no diera la lata). Tomaron potitos entre SMS, se desarrollaron a la vez que el 3G, se curtieron en redes sociales en espacios virtuales para ni?os como Habo, se foguearon en la mensajer¨ªa instant¨¢nea con el Messenger, soplaron diez velitas con la globalizaci¨®n del iPhone, que naci¨® en 2007, y sintieron muy pronto el hormigueo en la tripa de una nueva solicitud de amistad. Para los m¨¢s veteranos, tener un millar de seguidores es ¡°como la base¡±, y flirtean antes por Instagram que cara a cara. Cuando quieren pasar a mayores, piden el n¨²mero de m¨®vil y siguen por WhatsApp, arguyendo alguna excusa que ellos s¨ª entienden: ¡°Es que me quedan pocos datos¡±.
El 49% de los espa?oles de entre 14 y 18 a?os usa m¨¢s de cuatro horas al d¨ªa WhatsApp y otros servicios de mensajer¨ªa y el 70% pasa m¨¢s de dos horas diarias en redes sociales, seg¨²n el informe Etudes del Ministerio de Sanidad (2016). Casi todos (m¨¢s del 95%) lo hacen a diario, a trav¨¦s del smartphone y desde casa, seg¨²n el Estudio General de Medios.
El m¨®vil, se podr¨ªa decir, es como la calle del siglo pasado. Algo as¨ª me comenta M¨®nica Mor¨¢n, que tuvo su primera Blackberry a los 13, en un audio de WhatsApp:
En estos tiempos, ¡°abrir un privado¡± equivale a llamar al timbre de casa de tu mejor amigo. Y las estad¨ªsticas (del Injuve, el CIS y el INE) parecen sugerir un cierto efecto jaula dorada: los adolescentes de hoy salen menos por la noche que hace una d¨¦cada (tambi¨¦n beben menos, fuman menos y se drogan menos). Pero en los ¨²ltimos a?os crece el n¨²mero de los que nunca quedan a dar una vuelta, nunca practican deporte fuera del colegio ni hobbies del estilo ¡°pintar, tocar alg¨²n instrumento, escribir¡± y nunca leen un libro por placer. Tambi¨¦n aumenta el n¨²mero de quienes se declaran ¡°insatisfechos¡±; y cae el de quienes duermen m¨¢s de ocho horas. La crisis podr¨ªa explicar una parte de todo esto, y tambi¨¦n el cambio en el modo de consumo y de los patrones sociales. Pero el m¨®vil y la hiperconexi¨®n digital probablemente tengan algo que ver. Otra prueba indiciaria: si el coche fue el s¨ªmbolo de independencia juvenil hasta hace poco, tener el carn¨¦ de conducir ya no parece indispensable para los que vienen. En 2008 el 52% de los j¨®venes se lo hab¨ªa sacado antes de los 20; en 2016 no llegaban al 38%.
En este tipo de investigaciones generacionales trabaja Jean M. Twenge, profesora de psicolog¨ªa de la Universidad de San Diego, que lleva 25 a?os estudiando la evoluci¨®n de los adolescentes estadounidenses. Edit¨® el a?o pasado el libro iGen, una llamada de atenci¨®n sobre el cambio profundo en el modo de vida de los posmillennials. Tal y como explic¨® en una adaptaci¨®n de su ensayo publicada en la revista The Atlantic, siempre han existido diferencias entre ¨¦pocas, pero estas sol¨ªan ser graduales. Hacia 2012, sin embargo, comenz¨® a descubrir saltos abruptos en las gr¨¢ficas: ¡°Las suaves pendientes se volvieron monta?as y acantilados escarpados (¡) En todos mis an¨¢lisis de generaciones ¡ªalgunos llegan hasta 1930¡ª no hab¨ªa visto nada parecido¡±. Falta de sue?o, menor n¨²mero de quedadas con amigos, menos citas, menos sexo, ausencia de di¨¢logo con la familia, mayor sensaci¨®n de soledad, incremento notable en los s¨ªntomas depresivos¡ ¡°Las correlaciones son lo suficientemente fuertes como para sugerir a los padres que les digan a sus hijos que suelten el m¨®vil¡±.
RADIO GUARIDA
Raquel Robles es profesora en un taller de radio en un centro juvenil de M¨®stoles, un municipio del sur de Madrid. Sus alumnos tienen 13 y 14 a?os. Un s¨¢bado de abril aceptan recibirme en su programa semanal para hablar de m¨®viles. Ante la inminente cita, la profesora me avisa de que va a crear un grupo de WhatsApp con los chavales y advierte: ¡°Espera la lluvia de corazoncitos¡±. Enseguida, Robles provoca una cascada de emoticonos cuando env¨ªa al grupo un v¨ªdeo de ellos haciendo el ganso en la radio:
La Guarida, as¨ª se llama el centro juvenil, se encuentra en un edificio colmena encajonado junto a las v¨ªas del tren. En la pared de entrada al estudio cuelga un cartel a rotulador: ¡°El amor es como el wifi. Todos quieren tenerlo pero nadie conoce la clave¡±. En torno a la mesa, los chavales hablan a micr¨®fono abierto:
Luc¨ªa: No s¨¦ si os pasa, pero como que uno se pone con el m¨®vil para buscar cosas en Internet al estudiar, el significado de palabras, cosas as¨ª, y termina en YouTube.
Samia: Est¨¢s en la calculadora resolviendo algo, y te llega un mensaje de WhatsApp; dejas la calculadora y te pasas al WhatsApp.
Luc¨ªa: Y luego se te olvida lo que est¨¢s haciendo.
El programa sigue y Melisa cuenta que sus padres se lo requisan a diario. ¡°Me lo dejan en fin de semana y ya desfogo¡±. Desfogar significa que puede pasar seis horas seguidas con ¨¦l. Ve o hace musical.lys, se mete en Snapchat, lee relatos en Wattpad, donde los usuarios suben sus propias historias. De hecho, ha llegado a la radio y se le ha muerto la bater¨ªa. L¨¢stima, porque quer¨ªa leer una de las poes¨ªas que a veces anota en el m¨®vil, cuando no le quedan datos, y va en el autob¨²s sin wifi. Tambi¨¦n lo usa para enterarse ¡°de lo que pasa¡±. Es decir, como es ¡°superf¨¢n¡± de Operaci¨®n Triunfo, sigue ¡°un canal que te pone las noticias de ¨²ltima hora¡±. Y usa tambi¨¦n la aplicaci¨®n Classroom, un aula virtual donde los profesores del instituto suben sus lecciones.
Al poco, Melisa alarga el brazo y hace un selfie; Raquel inmortaliza el momento y env¨ªa la foto al chat:
Poco despu¨¦s, Luc¨ªa dice con timidez: "Mis padres no me lo proh¨ªben. M¨¢s bien soy yo la que me lo proh¨ªbo, porque muchas veces me quedo ah¨ª como muy enganchada¡¡±. Samia a?ade: ¡°Si te quitan el m¨®vil es como que te falta algo. Pero te ayuda a dormir mejor, porque no te acuestas con ¨¦l, tantas horas, eso da?a los ojos, y estudias mejor¡±. Mario: ¡°Lo complicado es jugar a juegos de mesa con dos personas con el m¨®vil, y no miro a nadie¡±. Melisa: ¡°Es verdad. Soy culpable. He estado mirando musical.lys¡±. Samia, de nuevo: ¡°En mi instituto, los de 16 a?os est¨¢n enchufados en el recreo, y no lo dejan hasta que suena el timbre. Creo que deber¨ªan aprovechar para jugar¡±. Melisa, sobre los peligros: ¡°Que te hable alguien al que no conozcas. O que un pederasta te pida fotos y se las des¡±. Y Samia: ¡°Hay que tener cuidado. Si subes una foto medio desnuda o en toalla, todos esos seguidores te van a empezar a comentar y pueden hacer captura, y mandarla a otra red social¡±.
Por cosas as¨ª, Pablo Llama, psicoterapeuta del programa de adolescentes de Proyecto Hombre, con experiencia tratando el uso abusivo de la tecnolog¨ªa, considera peligroso hablar de nativos digitales. ¡°Porque presuponemos que est¨¢n preparados. Y nada m¨¢s lejos de la realidad. Manejan la tecnolog¨ªa, pero est¨¢n desnudos en el mundo digital¡±. Un estudio de la red europea EU Kids Online da alguna pista sobre el tipo de impactos que recibe ese cerebro desnudo. El documento analiza por tramos de edades, y compara la evoluci¨®n entre 2010 y 2015, cuando se generaliz¨® el uso del smartphone. Datos para los de 15 y 16 a?os: un 42% recibi¨® mensajes sexuales en 2015 (frente a un 13% en 2010); un 70% vio im¨¢genes sexuales (frente al 17% en 2010); el 28% sufri¨® bullying o ciberbullying (frente al 18% en 2010). Creci¨® tambi¨¦n el n¨²mero de quienes se sent¨ªan ¡°aburridos¡± cuando no pod¨ªan conectarse (39% frente al 15%).
La coordinadora del estudio, la soci¨®loga de la Universidad del Pa¨ªs Vasco Maialen Garmendia, dice que, en cualquier caso, a menudo se exagera todo lo que tiene que ver con los j¨®venes: ¡°Se habla de dependencia de los adolescentes. ?Y qu¨¦ pasa con los adultos?¡±. Solo hace falta echar un vistazo en el metro, en la oficina, en los parques, en cualquier cena de cualquier hogar.
MILA
Un d¨ªa, apareci¨® en la redacci¨®n una adolescente llamada Mila. Ella quer¨ªa saber c¨®mo se preparaba un reportaje; yo le dije que, siendo adolescente, pod¨ªa echarme un cable. Le pas¨¦ un art¨ªculo de Financial Times titulado ¡®La vida secreta de los hijos y sus tel¨¦fonos¡¯. Me lo devolvi¨® con la pen¨²ltima frase subrayada. Donde dec¨ªa ¡°las redes sociales permiten a las personas ser ellas mismas¡±, a?adi¨® a l¨¢piz: ¡°A veces te fuerza a ser como los dem¨¢s quieren y terminas perdiendo tu esencia¡±.
Mila es alta y fuerte. Cintur¨®n negro de yudo. Y en su mochila lleva un libro de Thomas Mann. Tiene 16 a?os, los ojos del color del desierto y una melena hasta media espalda. Odia el reguet¨®n, se ha quitado de Instagram. Me ha contado que en su instituto el m¨®vil est¨¢ prohibido, y entonces los alumnos aprovechan el recreo para salir a la puerta y mirarlo. As¨ª que un viernes por la ma?ana le escribo un mensaje:
Nos sentamos en un banco a la puerta de un instituto para ver el ambiente. A las 11.00, comienzan a acumularse chavales en la entrada. El que sale, saca el m¨®vil del bolsillo como un acto reflejo. Los novios se besan, se despiden y, al girarse, desenfundan y se alejan mirando la pantalla. Muchos llevan un auricular colgado de la oreja, aunque hablen con el resto. Uno camina haciendo rotar el smartphone como un rev¨®lver. En la marquesina, frente a la entrada, destaca un anuncio de Samsung. Mientras, Mila cuenta que, a veces, cuando queda con amigos, hacen una ¡°monta?a de tel¨¦fonos¡±. Colocan uno sobre otro, como ladrillos, y el primero que lo coja pierde y paga la cena, por ejemplo. Lo hacen para tratar de hablar cara a cara. Le pregunto si en verano a¨²n se escriben cartas en papel entre amigos. Me mira como a un marciano. ¡°Si quieres ser cl¨¢sico, mandas un e-mail¡±.
Al poco, Mila me acompa?a a entrevistar a Eulalia Alemany, directora t¨¦cnica de la Fundaci¨®n de Ayuda contra la Drogadicci¨®n. Pedagoga de 53 a?os, Alemany constata que cada vez le llegan m¨¢s padres preocupados; muchos le preguntan por qu¨¦ miramos tantas veces el m¨®vil: ¡°Porque genera placer. Mirarlo significa charlar con un amigo, ver fotos. Eso est¨¢ bien. Se convierte en un problema cuando lo necesitas, cuando tienes miedo a perderte algo, a que no llegue un mensaje, a la ausencia de likes¡±. A?ade un dato: el uso compulsivo de Internet ha pasado del 16,4% en 2014 al 21% en 2016 entre los de 14 y 18 a?os. En su opini¨®n el m¨®vil ¡°no es un demonio¡±, sino ¡°un gran invento¡±, con m¨¢s ventajas que inconvenientes y riesgos educables. ¡°Permite acceder a toda la informaci¨®n desde el bolsillo; ofrece la posibilidad de conectarte al mundo. De solucionar problemas de forma colaborativa. Hemos puesto en manos de nuestros hijos una herramienta hiperpotente. Ahora hay que ense?ar a utilizarla¡±.
Mila tambi¨¦n aporta sus preguntas:
¡ª?Qu¨¦ uso se considera adecuado?
¡ªEl que no te genere problemas ni provoque una actitud compulsiva ni ponga en riesgo tu intimidad. Y que sepas medirlo. Y tenga un acompa?amiento de los padres. Los adolescentes est¨¢n en pleno desarrollo. Tenemos que ser coherentes y no pensar que ya son adultos.
¡ª?Alg¨²n n¨²mero de horas en concreto?
¡ªLa respuesta es el sentido com¨²n.
Tras la entrevista, Mila parece algo decepcionada. No hay normas claras de uso. Pero dice que le ha sorprendido que existan tantas estad¨ªsticas, como la del incremento en el consumo de hipnosedantes entre chicas, asociado a la falta de sue?o. Le encaja con el perfil de una amiga, que sale poco de casa y pasa mucho tiempo en Internet: le cuesta mucho dormirse. ¡°Debe de ser por la exposici¨®n a la luz de la pantalla¡±. Su amiga accede a chatear por WhatsApp. Dice que usa el m¨®vil cerca de una hora al d¨ªa; usa mucho m¨¢s el port¨¢til.
A?ade que, en estos momentos, se encuentra en su casa y se ha puesto en el port¨¢til, de fondo, un youtube de gameplays (v¨ªdeos que recogen una partida de un videojuego), mientras charla por WhatsApp y mira Instagram en el m¨®vil. Como son las ocho del primer viernes de vacaciones, le pregunto si tiene plan fuera de casa. Y no. Est¨¢ en casa con una amiga.
Pregunto en el chat Quemando el m¨®vilqu¨¦ hacen ellos, si son de salir por ah¨ª y d¨®nde van cuando quedan. Eva responde la primera. Casi siempre va a un centro comercial: ¡°Vaguada 24/7¡±, dice su mensaje. Laura a?ade que ella queda para ir de compras por el centro. Y, a menudo, va ¡°de fiesta a sitios como Kapital y Joylight, que son discotecas de j¨®venes¡±. Lo que se suele hacer en estos locales: ¡°Vas, bailas, bailas mucho, conoces a gente, te tomas algo (sin alcohol), conoces a un chic@ y te vas con ¨¦l, hablas, etc. Luego vuelves a bailar, vas con tus amigas, haces un par de instastories para dar envidia y ya¡±.
LAS LINTERNAS
La macrodiscoteca Kapital tiene siete plantas y organiza fiestas para adolescentes de 14 a 18. La sala tiene una cuenta de Instagram en la que cuelgan im¨¢genes de lo que se cuece ah¨ª dentro. Pasando revista a sus publicaciones, un v¨ªdeo llama la atenci¨®n: aparece una chica grab¨¢ndose a s¨ª misma sobre el escenario, tarareando m¨²sica de Daddy Yankee, con una legi¨®n de chavales detr¨¢s. Con la luz tenue, ese ej¨¦rcito en ebullici¨®n de pronto eleva sus tel¨¦fonos con la luz de la linterna encendida, y el efecto resulta impactante. Cientos de luci¨¦rnagas en una cueva. ?El s¨ªmbolo de una generaci¨®n?
La chica que lo graba, en primer plano, tiene una cuenta en Instagram con el seud¨®nimo Monismurf. Casi 700.000 seguidores. En realidad se llama M¨®nica Mor¨¢n. Pregunto en Quemando el m¨®vil si la conocen. Eva responde: ¡°Yo s¨ª, de Musical.ly. Si ves sus v¨ªdeos e intentas hacerlos como ella es muy dif¨ªcil. Los hace genial¡±.
Al link de contacto que aparece en la cuenta de Monismurf responde Marcos Leva, un madrile?o de 18 a?os que dice ser su m¨¢nager. Ha fundado la agencia de representaci¨®n Vicious. Por WhatsApp env¨ªa las coordenadas de su oficina, que es un piso en una urbanizaci¨®n familiar. En esa oficina no hay nada salvo una mesa larga y una televisi¨®n, y el port¨¢til que se ha comprado Leva ¡°para parecer m¨¢s pro¡± porque en realidad no lo necesita. Se?ala al m¨®vil: todo puede hacerlo con ese aparatito. Criado en Vallecas, alto y largo de piernas, como un flamenco, Leva empez¨® a los 16 a trabajar en una compa?¨ªa de publicidad; cuando termin¨® el instituto, el a?o pasado, fund¨® su empresa, y ahora representa a j¨®venes con impacto en redes, los llamados influencers. Gestiona para ellos campa?as online a cambio de un porcentaje. Sus representados suman 3,3 millones de seguidores en Instagram. ¡°Una persona de 40 a?os es imposible que entienda c¨®mo funciona esto¡±, dice. Y sin embargo muestra una visi¨®n pesimista sobre la tecnolog¨ªa. Define el m¨®vil: ¡°La peor droga que hay hoy¡±. A los adolescentes: ¡°Un caos. Veo que no se esfuerzan. Tienen talento, pero poca capacidad de sacrificio. Y cuesta centrarse. El m¨®vil te abre tantas puertas que tienes distracciones por todos lados¡±. Sobre el bot¨®n de like: ¡°Algunos piensan que da la felicidad. Todo lo contrario. Es algo temporal, irreal, online. Todo mentira¡±. Pero ¨¦l vive de esa estructura. Organiz¨®, por ejemplo, una fiesta en Kapital en la que el lema era ¡°fichot¨¦ame¡±. Acudieron unas 800 personas.
Pregunto en Quemando el m¨®vil qu¨¦ significa ¡°fichot¨¦ame¡±. Pillo a los tres juntos de camino a Pirineos. Me mandan un selfie. Y Laura responde con un audio:
Leva a?ade que en ese tipo de fiestas los chavales llevan en el pecho una pegatina con su nombre de usuario. Si ves a alguien que te interesa, lo buscas en la red y, en lugar de acercarte, le abres un direct (mensaje privado).
Contacto con el director de marketing de Kapital Young por Instagram y, a trav¨¦s de un audio de Whats?App, relata usos y costumbres de los adolescentes:
Esta red es donde se mueve hoy todo entre los j¨®venes. Est¨¢n en ella el 72% de los menores de 24. Bastante por encima de Facebook y Twitter, seg¨²n la consultora IAB. Instagram no da cifras por edades. Pero asegura que cuenta con 12 millones de usuarios en Espa?a. El verano pasado, era el cuarto pa¨ªs que m¨¢s historias produc¨ªa del mundo. Y Madrid, la quinta ciudad donde se publicaron m¨¢s stories (tras Yakarta, S?o Paulo, Nueva York y Londres, con una poblaci¨®n muy superior).
La direcci¨®n de Kapital deniega el acceso a su ¨²ltima fiesta light antes de verano. En la sala Barcel¨® (antiguo Pach¨¢), en cambio, celebran ¡°The last one. Fin de temporada¡± y dejan v¨ªa libre. En el chat Quemando el m¨®vil:
S¨¢bado, seis de la tarde. Calor en la puerta de Barcel¨®. Un remolino de chicas en shorts; otro de chicos con la camisa por fuera. El jefe de seguridad de la sala franquea el paso al territorio adolescente. La m¨²sica atruena, cientos de manos con pulseras fluorescentes, cuerpos en movimiento. Mucho m¨®vil. Unos lo miran. Otros chatean. Se graban en grupos, cantan a c¨¢mara, ponen morritos. O lo llevan colgados en ri?oneras o sujeto entre el pantal¨®n y el ombligo. En el ba?o, que tiene la puerta abierta, unas chicas se retratan frente al espejo: fotos postu. En la zona vip hay un DJ de 19 a?os con 41.000 seguidores en Instagram; un chico de 16 que juega al f¨²tbol en el Getafe juvenil con 36.000; una ex de MasterChef Junior con 14 a?os y 122.000. Los dos ¨²ltimos se preguntan su cuenta y comienzan a seguirse. La masa se mueve. El DJ coge un micr¨®fono: ¡°?Manos arriba! ?M¨¢s linternas!¡±. Se forma una constelaci¨®n en la oscuridad y brama la jaur¨ªa con el m¨®vil en alto. En el mundo real el efecto sobrecoge.
VACACIONES DE VERANO
El lunes 25 de junio, tras la fiesta en Barcel¨®, Marcos Leva me env¨ªa el m¨®vil de M¨®nica Mor¨¢n, alias Monismurf, su representada con 700.000 seguidores en Instagram. Contacto con ella. Es de Le¨®n. Tiene 18 a?os. Est¨¢ preparando sus ex¨¢menes de la Evau extraordinaria de julio porque le han quedado dos asignaturas. Al tel¨¦fono dice que estar sin m¨®vil es como volver a la Edad de Piedra: ¡°Si se te apaga o te lo dejas en casa es como que empiezas a vivir de otra forma; rollo superviviente o cavern¨ªcola¡±.
Ese mismo d¨ªa, Mila escribe desde el campamento de yudo al que le han enviado sus padres. Le hab¨ªa pedido que tratara de convencer a un grupo de amigas para ser entrevistadas. Logra organizar el encuentro desde all¨ª.
Nacidas en 2002, el grupo de amigas habla sobre su generaci¨®n: ¡°Ahora, en realidad, todo es postu. Hacer parecer que tu vida es perfecta, de mayores¡±. Cuentan una historia real: chico y chica salen juntos; chica env¨ªa a chico foto de ella desnuda; chico env¨ªa a sus amigos la foto; uno de ellos la ense?a en el autob¨²s. ¡°Hay gente que en las redes sociales es otra persona. Uno me empez¨® a enviar lyrics de trap. Me dijo: ¡®Tu cl¨ªtoris puede ser mi joystick anal¨®gico¡±. Abren Snapchat para mostrar el mapa que geolocaliza a sus amigos: hay avatares de adolescentes en varios continentes. ¡°A las once de la noche¡±, dicen, ¡°hierven las redes¡±. ¡°Yo estoy en 15 redes sociales¡±. ¡°Los j¨®venes las usan mucho porque necesitan mucha atenci¨®n. Antes hab¨ªa m¨¢s contacto con la familia y los amigos. Somos como m¨¢s islas ¨²nicas¡±. ¡°Tener amigos en redes no te hace sentir m¨¢s acompa?ado¡±. ¡°Nuestra generaci¨®n est¨¢ llorando por dentro, por fuera est¨¢ todo maquillado¡±. Tras la conversaci¨®n, pasan junto a una vieja cabina y solo una recuerda haberla usado una vez.
El viernes 29 de junio, husmeando en Instagram, descubro a trav¨¦s de una instastory que M¨®nica Mor¨¢n se dirige a Madrid. En el v¨ªdeo salen tambi¨¦n sus amigos.
Ventajas de la tecnolog¨ªa: nos citamos de inmediato en el centro. Comemos en el Burger, sus fans le piden un selfie, tomamos caf¨¦ en una terraza. Y, en la sobremesa, su amigo Andr¨¦s Juste, que es de Sant Boi de Llobregat (Barcelona), a veces desconecta y mira el m¨®vil: est¨¢ esperando a que su cuenta llegue a 73.000 seguidores. Le faltan 32. Pronto, a?ade, tendr¨¢ m¨¢s followers que habitantes tiene su municipio. Rapado por los lados y con un flequillo largo, como la punta de un pincel, Juste confiesa que hubo un momento en que se deprimi¨® porque las im¨¢genes que sub¨ªa (casi siempre de s¨ª mismo) no generaban el mismo entusiasmo. M¨¢s tarde lo aclarar¨¢ por WhatsApp:
Juste tiene 19 a?os, estudia un ciclo superior de administraci¨®n, le encantan los videojuegos, se le pone la piel de gallina cuando en el fragor de una partida se le unen espectadores por las redes. Ahora le ha dado por Musical.ly, por eso conoci¨® a M¨®nica. Ven¨ªan euf¨®ricos, diciendo que el m¨®vil les ha cambiado la vida: gracias a ¨¦l se encontraron. Pero de pronto, la entrevista se vuelve grave. ?l habla de cuando va al pueblo. All¨ª no hay cobertura, sale en bici, pica el timbre a sus amigos. ¡°Es como que vivo m¨¢s¡±. Ir¨¢ este verano. Mor¨¢n a?ade: ¡°Me da rabia que hoy, en lugar de vivir las cosas, parece m¨¢s importante demostrar que lo has vivido¡±. Ambos piensan que se ve enseguida si existe qu¨ªmica entre dos personas porque no miran el tel¨¦fono cuando est¨¢n juntas.
Un instante despu¨¦s, cogen el iPhone de Juste, que lleva el nombre de su cuenta de Instagram tatuado en la funda, abren Musical.ly, miran a c¨¢mara, comienzan a grabar, rotan el terminal alrededor de su rostro, como si hicieran un truco de magia, con golpes de mu?eca y giros el¨¦ctricos; gesticulan la letra, paran, gesticulan de nuevo, y terminan sacando la lengua, lo cual deja bailando en el aire el pendiente de plata que ella lleva en la punta. En dos minutos lo tienen listo. Al revisarlo no le ven calidad suficiente. Deciden no subirlo a Instagram, pero aceptan envi¨¢rmelo. Y, justo antes de desaparecer por las calles de la ciudad, Mor¨¢n mira su m¨®vil y murmura: ¡°Me queda un 3% de bater¨ªa¡±.?
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