Analizar el f¨²tbol es una actividad reservada a quienes nunca podr¨¢n comprenderlo. Rusia 2018 ha concluido y lo que nos ofrece es la posibilidad de reflexionar sobre una Europa donde se multiplican los liderazgos conservadores, se profundizan las pol¨ªticas neoliberales y crecen la xenofobia y el racismo.
Alguna vez, alguien pint¨® en la pared de un barrio perif¨¦rico de Par¨ªs: ¡°el f¨²tbol es una excusa para ser feliz¡±. Quiz¨¢s sea cierto. El f¨²tbol, en definitiva, no pasa de una coartada para la libertad. Tambi¨¦n, para la manipulaci¨®n y el enga?o.
As¨ª, Francia festej¨® su segundo t¨ªtulo mundial, celebrando las ra¨ªces multicolores del azul: ¡°Allez les Bleus¡±. La Francia republicana, congelada en la imagen de Emmanuel Macron lanzando su pu?o al infinito, como Freddy Mercury lo hizo en el Pavillion de Paris, casi 40 a?os antes. La Francia de la diversidad, congelada en un grito de gol. La Francia multicultural, con una selecci¨®n donde m¨¢s de la mitad de sus jugadores son de origen y poseen ciudadan¨ªa de alguna naci¨®n africana; nacidos casi todos ellos en las periferias de las grandes ciudades francesas, ignorados, silenciados, desconocidos, inexistentes, hasta que la naci¨®n de los derechos humanos descubri¨® que pose¨ªan pies capaces de producir milagros. All¨ª, en la periferia de las grandes ciudades francesas, donde nacieron los procesos de movilizaci¨®n y de lucha que construyeron derechos democr¨¢ticos que iluminaron el mundo, tambi¨¦n nacieron esos jugadores capaces de arrancar gritos de j¨²bilo y felicidad a ese joven neoliberal, conservador y pol¨ªticamente retr¨®grado que ejerce el gobierno del pa¨ªs. Un gobierno que se empe?a en destruir los derechos y las libertades que los antecesores de esos jugadores conquistaron con hero¨ªsmo. Un partido de f¨²tbol juntaba esos extremos en un mismo abrazo. Algunos pensaron que, por eso, se mezclaban en un mismo presente y se proyectaban en un mismo futuro. El f¨²tbol suele ser una excusa para el escarnio.
Francia ha ganado el Mundial. Macron festeja y, junto con ¨¦l, un pa¨ªs que parece siempre dispuesto a sorprenderse a s¨ª mismo. ¡°Vaya que somos una naci¨®n multicolor¡±, festejan los partidarios de la heredera de Jean-Marie Le Pen, cuando los negros vestidos de azul hacen goles. D¨ªas despu¨¦s, olvidar¨¢n la algarab¨ªa para salir a la calle a molerlos a palos. Un partido m¨¢gico los transform¨® en franceses. Ma?ana, volver¨¢n a ser simplemente negros, ¨¢rabes, inmigrantes, extranjeros, sin papeles, sin derechos, pobres, hayan nacido donde hayan nacido, Siempre fue as¨ª.
Francia: un pa¨ªs que vive admir¨¢ndose a s¨ª mismo. Una excepcionalidad que nos sorprende y nos deslumbra tambi¨¦n a nosotros. Porque Francia somos todos, ya que todos queremos, en el fondo, ser franceses; o sea, un poco republicanos, un poco igualitarios, un poco fraternos, un poco libres. Francia somos todos, no s¨®lo los argentinos, que tambi¨¦n llaman ¡°negros¡± a los ciudadanos m¨¢s pobres de su propio pa¨ªs. Y que tambi¨¦n s¨®lo reconocen su existencia cuando meten goles y hacen salir campe¨®n a un equipo que, se supone, es el ep¨ªtome de la patria.
Un partido m¨¢gico los transform¨® en franceses. Ma?ana, volver¨¢n a ser simplemente negros, ¨¢rabes, inmigrantes, extranjeros, sin papeles, sin derechos, pobres, hayan nacido donde hayan nacido. Siempre fue as¨ª.
Francia alcanz¨® su campeonato con un equipo repleto de inmigrantes, mientras su festivo presidente destruye la legislaci¨®n laboral que podr¨ªa proteger a miles de ni?os que, como esos mismos jugadores algunos pocos a?os atr¨¢s, hoy juntan latas, botellas y cartones por las calles de Par¨ªs, tratando de sobrevivir con sus familias. El f¨²tbol es una excusa para ser feliz. A veces, puede ser una trampa.
Francia y Croacia, dos pa¨ªses con nombre de mujer, luci¨¦ndose en la actividad m¨¢s masculina, o sea, m¨¢s torpe, simple, b¨¢sica y elemental del mundo deportivo. La culpa es de los ingleses, dir¨¢ Jorge Lu¨ªs Borges, que consideraba inaceptable que los creadores de la literatura hayan sido los inventores de un deporte puramente f¨ªsico; o sea, insensato, desquiciado, brutal. ¡°El f¨²tbol es popular, porque la estupidez es popular¡±, sol¨ªa repetir Borges sin preocuparse en esconder su obstinado elitismo.
Macron se abraza a Kolinda Grabar-Kitarovic, presidenta de Croacia. Los dos aman el f¨²tbol y odian a los inmigrantes. Kolinda irradia luz por donde pasa, sostienen algunos medios, destacando que sus dos principales caracter¨ªsticas son la femineidad y la inteligencia, atributos que, para la prensa amarilla, son generalmente incompatibles. Kolinda es conservadora y oculta un pasado de proximidad con grupos neonazis. Junto al ex mandatario espa?ol, Mariano Rajoy, es la jefa de Estado que menos ha cumplido los compromisos asumidos con la Uni¨®n Europea en materia de protecci¨®n a los refugiados. Adem¨¢s, ha propuesto una ley para castigar a cualquier croata que les preste ayuda.
Kolinda gobierna un pa¨ªs de 4 millones de habitantes que ha sufrido una de las m¨¢s dram¨¢ticas di¨¢sporas europeas. Hay cerca de 2 millones de croatas que viven en el exterior, o sea que han migrado, esa condici¨®n que Kolinda desprecia cuando no se ha nacido en Croacia. Lo han hecho a pa¨ªses vecinos, pero tambi¨¦n a Estados Unidos, a Chile, a la Argentina y a Venezuela, entre tantos otros. La di¨¢spora croata ha aumentado auxiliada por las pol¨ªticas econ¨®micas neoliberales de Kolinda. En un pa¨ªs donde no hay empleo para los m¨¢s j¨®venes, 22 de ellos han sido capaces de llevar la naci¨®n y su presidenta a la gloria.
Emmanuel y Kolinda han pagado de su bolsillo el viaje a Rusia. Un ejemplo de moralidad que permite hacer del f¨²tbol, tambi¨¦n, una coartada para la hipocres¨ªa. En Francia y en Croacia es de los bolsillos de los trabajadores que saldr¨¢n los recursos para financiar a los ricos, haciendo que ¨¦stos multipliquen su riqueza con la promesa de que, alg¨²n d¨ªa, acabar¨¢n con la pobreza. En su primer a?o de gobierno, la pol¨ªtica fiscal de Macron ha generado una transferencia de m¨¢s de 6 mil millones de euros del Estado franc¨¦s a los sectores m¨¢s ricos de la sociedad: ¡°Allez les Bleus¡±.
El partido entre Francia y Croacia pareci¨® reconciliar el mundo con la humanidad.
Mientras transcurr¨ªa el Mundial, cuyas escenas finales de amor protagonizaban Emmanuel y Kolinda, el jefe del imperio americano destru¨ªa familias migrantes, separando madres, padres, hermanos y hermanas, hijos e hijas. El partido entre Francia y Croacia pareci¨® reconciliar el mundo con la humanidad. Los m¨¢s pobres, los que siempre pierden, ahora mostraban que, bien entrenados y alimentados, pod¨ªan triunfar y volverse protagonistas de la historia.
Los medios hegem¨®nicos reconoc¨ªan que Rusia hab¨ªa demostrado ser un pa¨ªs poblado por seres humanos. No se hab¨ªan detectado actos de sabotaje o de espionaje que perjudicaran a ning¨²n gobierno occidental, o a sus respectivos equipos futbol¨ªsticos. Los rusos no hab¨ªan activado su aparato de propaganda ilegal, ni envenenado ¨¢rbitros peligrosos, ni hackeado el VAR, el sistema de asistencia de arbitraje que permit¨ªa rever las jugadas, anulando goles o marcando penales invisibles. Tampoco, durante el certamen, hab¨ªan impuesto electoralmente el presidente de cualquier otra potencia enemiga, algo que, como es sabido, los rusos suelen hacer con eximia facilidad. Las naciones occidentales y sus medios de comunicaci¨®n festejaban que, por un mes, los rusos hab¨ªan dejado de ser rusos. Aunque a Vladimir Putin no dejara de parecerle extra?a la efusividad con que Macron abrazaba a Kolina y Kolina a Macron. Si los rusos hubieran ganado, hubieran festejado con m¨¢s decencia.
Rusia 2018 no demostr¨® que existe una Europa diversa, plural y multicolor por detr¨¢s de esa Europa indiferente al sufrimiento, al maltrato y a la negaci¨®n de derechos que sufren, dentro y fuera de sus fronteras, millones de seres humanos. Rusia 2018 no apag¨® m¨¢gicamente la imagen de una Europa ba?ada por un mar de muertos que so?aban alcanzar la libertad, la protecci¨®n y el cuidado que nunca nadie antes deber¨ªa haberles negado. No. El Mundial de Rusia 2018 nos demostr¨® que debemos, como siempre lo hemos sabido, ser muy cuidadosos con el uso que pueden tratar de hacer los poderosos del f¨²tbol. Porque el f¨²tbol puede ser una excusa para la felicidad. O una coartada para el enga?o.
Las naciones occidentales y sus medios de comunicaci¨®n festejaban que, por un mes, los rusos hab¨ªan dejado de ser rusos.
Ha terminado otro Mundial, donde los africanos se lucieron y las selecciones de ?frica mordieron el polvo de la derrota antes de comenzar la segunda fase. Donde Argentina y Brasil, como ha dicho Ronaldo Fen¨®meno, con extraordinario dominio de la filosof¨ªa de la praxis: ¡°no ganaron porque perdieron¡±. Un Mundial donde Espa?a y Portugal mostraron estar m¨¢s en forma para ser la vanguardia democr¨¢tica de Europa que para alcanzar buenos resultados futbol¨ªsticos. Un Mundial sin Italia, lo que parec¨ªa ser una tragedia semejante a un fin de semana sin pizza ni pasta. Habr¨¢ que prepararse para la odisea al desierto de lo irreal, que ser¨¢ seguramente Qatar 2022.
Como Galeano, ¡°nos quedamos con la irremediable melancol¨ªa que sentimos despu¨¦s del amor y del final del partido¡±. El Mundial, en definitiva, no ha sido otra cosa que una excusa para la felicidad, para la perplejidad y el espanto.
Durante el Mundial de Rusia 2018, CLACSO public¨® la segunda serie de los CUADERNOS DEL MUNDIAL. All¨ª, desde el campo de las ciencias sociales, y con el auxilio de su Grupo de Trabajo sobre Deporte, Pol¨ªticas P¨²blicas y Sociedad, el equipo de CLACSO ha tratado de realizar un an¨¢lisis de las dimensiones pol¨ªticas, sociales, antropol¨®gicas y culturales del que constituye uno de los eventos m¨¢s importantes del planeta. Los Cuadernos pueden descargarse gratuitamente aqu¨ª:
Cuadernos del Mundial Rusia 2018 - N?1 - Primera fase
Cuadernos del Mundial Rusia 2018 - N?2 - Octavos de Final
Cuadernos del Mundial Rusia 2018 - N?3 - Cuartos de Final
Cuadernos del Mundial Rusia 2018 - N?4 - Final
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