Macron, champion, Macron, champion
El servicio de prensa de Putin inmortaliza la euforia del presidente en la promesa del regreso a la 'grandeur' y en la realidad de un equipo "franc-africano"
La foto del Mundial de Putin la ha difundido el propio Putin, expresi¨®n definitiva del propio ojo ubicuo y de la euforia ajena de Emmanuel Macron, cuya celebraci¨®n en la cima del mundo tanto contradice las reglas del protocolo como precipita un comprensible ejercicio de hooliganismo y de paternalismo. Se dir¨ªa que el presidente franc¨¦s, sin chaqueta y con f¨ªsico de runner, ha marcado el gol de la victoria. Y que el Kremlin no se ha resistido a difundir la fotograf¨ªa, explorando un nuevo espacio de influencia y de instinto art¨ªstico, sin menoscabo de la cordialidad geopol¨ªtica que implica para Putin haber sido el anfitri¨®n de un gran circo l¨²dico: ahora que Trump amenaza a Rusia y a la UE, se desprende que Mosc¨² y Par¨ªs se reconcilian en el movimiento hipn¨®tico del bal¨®n.
El f¨²tbol es una forma cualquiera de hacer pol¨ªtica. Y de inculcar un estado de ¨¢nimo, as¨ª es que Macron, desquiciado como una estrella de rock en el palco m¨¢s vigilado del planeta, ha somatizado el t¨ªtulo mundial con la desinhibici¨®n que ya demostr¨® el presidente Pertini en 1982, cuando la victoria sobre los alemanes en el Bernab¨¦u provoc¨® que sobreviniera una tarantella.
A Macron solo le falta la guitarra el¨¦ctrica. Y le sobran argumentos para asumir como propio el optimismo de un pa¨ªs al que hab¨ªa prometido el regreso a la grandeur. Ninguna manera m¨¢s efectiva, pasional y propagand¨ªstica de conseguirla que el juego de todos los juegos y el partido de todos los partidos, hasta el extremo de que ha reaparecido en los Campos El¨ªseos el hermanamiento black, blanc, beur (negro, blanco y magreb¨ª) a semejanza de cuanto sucedi¨® en 1998.
Era entonces Chirac presidente. Y desaprovech¨® la derivada pedag¨®gico-social de aquella victoria, de forma que Macron, consciente de la coyuntura pol¨ªtica y de su papel de timonel, tiene delante la segunda oportunidad, no ya aprovechando el testigo de Deschamps?en el tr¨¢nsito de una ¨¦poca a la otra, sino recreando la convivencia de un equipo ¡°franc-africano¡± de hijos de inmigrantes en el que han proliferado como nunca los apellidos y or¨ªgenes subsaharianos: Mbapp¨¦ y Umtiti (Camer¨²n) Demb¨¦l¨¦ (Mali-Senegal), Kant¨¦ y Sidib¨¦ (Mali), Pogba (Guinea), Nzonzi y Kimpembe (Congo), Matuidi (Angola), Tolisso (Togo). Hay jugadores tan rubios como le gustan a Le Pen (Griezmann) y tan fornidos que podr¨ªan militar en la aldea de Ast¨¦rix (Pavard, Giroud), pero adem¨¢s hay espa?oles (Lucas Hern¨¢ndez, Lloris), un exotismo filipino (Areola) y una menor representaci¨®n magreb¨ª de la habitual -Nabil Fekir- que convierte a Francia en el equipo de United Colors of Benetton, en la alegor¨ªa del mestizaje y en la expresi¨®n multi¨¦tnica del "ej¨¦rcito pac¨ªfico" de Francia.
Fue en los Campos El¨ªseos donde Macron se ungi¨® presidente. La pir¨¢mide del Louvre, la estatua ecuestre de Luis XIV y el Arco de Triunfo napole¨®nico abastecieron una dramaturgia mesi¨¢nica y providencialista que ha redondeado Vlad¨ªmir Putin con una fotograf¨ªa para la historia y para la histeria. Macron, champion.
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