Religiones alimentarias
El poder de penetraci¨®n de los mensajes ¡®param¨¦dicos¡¯, o pseudosanitarios, es enorme en nuestras sociedades candorosas y desinformadas a conciencia
Apenas es un secreto que la industria alimentaria pretende vender ¡®medicamentos¡¯ en los supermercados: yogures que fortalecen el sistema inmune, leches enriquecidas que evitan el infarto, aceites que adelgazan (por si no fuera bastante con el agua mineral que hace lo mismo), bebedizos que aceleran el metabolismo y chocolatinas que previenen la diabetes. Ninguna de estas cosas es un medicamento, puesto que no han demostrado en ensayos cl¨ªnicos lo que proclama el fabricante, pero el poder de penetraci¨®n de esos mensajes ¡®param¨¦dicos¡¯, o pseudosanitarios, es enorme en nuestras sociedades candorosas y desinformadas a conciencia, cuya resistencia cr¨ªtica queda anulada por cualquier etiqueta que diga ¡°bio¡±, ¡°natural¡± o cualquier cosa todav¨ªa m¨¢s discutible.
La llegada del esp¨ªritu perroflauta no ha mejorado las cosas en absoluto. A las ¨ªnfulas biotecnol¨®gicas de las grandes marcas se ha superpuesto ahora un asombroso mercado de plantas ignotas con propiedades hechiceras, coles asi¨¢ticas que aclaran la sangre, semillas de quinoa que engrasan el sistema nervioso, harinas de espelta que dan la felicidad e infusiones de t¨¦ verde que robustecen las defensas, no sabemos contra qu¨¦. Pero las grandes cadenas no est¨¢n dispuestas a ceder ese apetitoso mercado a las ferias de agricultura ecol¨®gica, y ya est¨¢n inundando las ciudades de hipermercados ¡°bio¡± donde no se vende comida, sino salud. Son los templos de la religi¨®n moderna, el pante¨ªsmo de la naturaleza sabia.
Luchar contra una religi¨®n es muy dif¨ªcil, como sabe muy bien cualquiera que lo haya intentado, y cuando los sacerdotes de esta alimentaci¨®n pseudo-medicamentosa tienen el gancho de Angelina Jolie, Gwyneth Paltrow o Richard Gere, dan ganas de tirar la toalla. Es posible que la ¨²nica estrategia viable sea desmontar los casos concretos, uno a uno y con argumentos cient¨ªficos (o revelando la falta de ellos). Es lo que acaba de hacer la epidemi¨®loga Karin Michels, de la Universidad de Harvard, con el aceite de coco, uno de los ¨²ltimos credos de la nutrici¨®n natural. Michels no se ha andado con rodeos y ha calificado ese aceite de ¡°veneno puro¡± y de ¡°uno de los peores alimentos que se pueden usar¡±. Parece una buena t¨¢ctica, porque el v¨ªdeo de su conferencia ha superado el mill¨®n de visitas. Necesitamos m¨¢s expertos valerosos como Michels, porque hay un sinf¨ªn de gente en el campo contrario, y hacen un mont¨®n de ruido, adem¨¢s de plagar la red de basura pseudocient¨ªfica.
Contra la basura, datos: no hay un solo estudio cient¨ªfico que demuestre las virtudes del aceite de coco; pese a ser vegetal, contiene m¨¢s ¨¢cidos grasos saturados que la peor de las grasas animales, y por tanto puede calificarse como un eficaz taponador de arterias; apenas contiene los ¨¢cidos grasos esenciales que ¡®s¨ª¡¯ hay que comer. En suma, un desastre, una mentira y seguramente una estafa.
La web de este diario contiene una serie de v¨ªdeos llamada ¡®Darwin, te necesito¡¯ que ha empezado a desmontar mitos con los argumentos de la ciencia. El ¨²ltimo de ellos destruye eficazmente la religi¨®n de los que tragan col¨¢geno para mejorar sus huesos, sus articulaciones y la tersura de su piel. V¨¦anlo.
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