¡®Master and Commander¡¯
La pol¨¦mica en torno a los t¨ªtulos acad¨¦micos de los pol¨ªticos extiende una sombra de desprestigio sobre la Universidad
Bill Gates, Steve Jobs, Jack Dorsey y Mark Zuckerberg abandonaron sus estudios universitarios antes de graduarse porque las innovaciones a las que estaban dedicados no les permit¨ªan prestar atenci¨®n a otros temas. Larry Page y Sergu¨¦i Brin, por el contrario, definieron en su tesis de doctorado los fundamentos del algoritmo sobre el que se construy¨® Google. Zuckerberg se gradu¨® en Harvard 12 a?os despu¨¦s de que abandonara dicha Universidad; lo hizo como un homenaje a su alma mater, y qui¨¦n sabe si a su propia autoestima. Esta media docena de cerebros ha cambiado la historia del mundo, pero salvo Page y Brin, ninguno obtuvo un PhD (doctorado en Filosof¨ªa). El t¨¦rmino filosof¨ªa, en este caso, se refiere a su significado original, y no a la especialidad acad¨¦mica: quien tiene un diploma as¨ª es doctor porque ha buscado la sabidur¨ªa. Pero tambi¨¦n hay otros caminos para encontrarla, seg¨²n se ha demostrado.
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La pol¨¦mica en torno a los t¨ªtulos acad¨¦micos de los pol¨ªticos espa?oles me interesa m¨¢s por la sombra de desprestigio que extiende sobre la Universidad espa?ola que por las atribuladas reacciones de los implicados cuando se les acusa de manipular curr¨ªculos, traficar influencias para obtener t¨ªtulos o mentir en sede parlamentaria. Si todo aquel que enga?a en la tribuna de las Cortes tuviera que dimitir, el hemiciclo se quedar¨ªa medio vac¨ªo, y no son las falacias sobre sus estudios las m¨¢s abultadas ni graves que han pronunciado nuestros l¨ªderes. Los sucesos que la semana pasada han incendiado el debate ponen de relieve una relaci¨®n cuando menos inquietante entre la Universidad y el poder pol¨ªtico, repleta de puertas giratorias, como dir¨ªa Pablo Iglesias, tambi¨¦n transitadas por algunos diputados de Podemos. Quiz¨¢ sean casos aislados, que ponen de relieve la malicia y miseria moral de ciertas personas, la debilidad de otras y la estulticia de algunas. Pero cabe suponer que sus causas residen no solo en la fatuidad de los gobernantes, sino tambi¨¦n en la existencia de defectos estructurales de nuestro sistema universitario. Repetidas veces han sido denunciados por rectores y profesores, sin que nadie les prestara mayor atenci¨®n. Hoy se sienten con justicia indignados por el vituperio al que se ve sometida la instituci¨®n acad¨¦mica. Las encuestas e investigaciones que se han llevado a cabo en a?os recientes ponen de relieve una mejora sustancial de la Universidad espa?ola en las cuatro d¨¦cadas transcurridas desde la Transici¨®n, pero tambi¨¦n dos enfermedades que es preciso atajar y que son constantemente negadas por los responsables de la difusi¨®n del virus: un exceso de corporativismo entre los docentes y unos abusivos l¨ªmites administrativos y pol¨ªticos a la autonom¨ªa. Esas constantes perjudican la calidad de la ense?anza y dificultan las actividades de investigaci¨®n.
Si para superar insuficiencias est¨¢n dispuestos incluso al plagio, mejor copien a Cervantes que al BOE
La voracidad de poder de los pol¨ªticos, las aspiraciones econ¨®micas de algunos profesores, v¨ªctimas como son de la escasez que se padece en las aulas, y el ego exagerado de los candidatos electorales han provocado una situaci¨®n esperp¨¦ntica, alumbrada por los focos de la televisi¨®n y reflejada en los espejos de la risa en que se han convertido las redes sociales. Es como si tampoco la Universidad p¨²blica, y ahora tambi¨¦n la privada, pudieran librarse de la sospecha de indignidad y clientelismo que afecta al sistema en su conjunto. Todo el mundo se preocupa de demostrar si el presidente del Gobierno plagi¨® o no, si hay un 13% o un 17% de citas textuales no atribuidas en su obra, cuando lo que resulta mucho m¨¢s revelador es lo que esta dice, aunque no lo haya copiado. He tenido que luchar contra el bostezo durante horas para leer el tocho de 323 p¨¢ginas de Pedro S¨¢nchez P¨¦rez-Castej¨®n sobre un tema tan apasionante para cualquiera como Las innovaciones en la diplomacia econ¨®mica espa?ola (an¨¢lisis del sector p¨²blico). En las conclusiones finales, fruto de un a?o de esfuerzo del autor, se llega felizmente a una nueva definici¨®n de lo que es la diplomacia econ¨®mica: ¡°Las acciones emprendidas por el conjunto de actores que conforman el Estado para lograr sus intereses econ¨®micos en los mercados mundiales¡±. No creo que haga historia esta aportaci¨®n cient¨ªfica de la tan publicitada tesis, pero es ¨²til para calibrar el pensamiento y la calidad intelectual de quien la firma. Quiz¨¢ por ser consciente de eso, el propio presidente del Gobierno prefer¨ªa que no se hiciera p¨²blica.
Pero el poder pol¨ªtico no se obtiene en una oposici¨®n, como tampoco el econ¨®mico, seg¨²n han demostrado Bill Gates o Amancio Ortega. Recientemente hemos perdido a una buena presidenta de la Comunidad de Madrid y a una excelente ministra de Sanidad, de militancia ideol¨®gica contrapuesta, como consecuencia de esc¨¢ndalos medi¨¢ticos relacionados con su parvedad acad¨¦mica, no con sus dem¨¦ritos en el Gobierno. La comunidad universitaria se siente atacada y parece incapaz de hacer una autocr¨ªtica que le permita exigir a la autoridad reformas estructurales para impedir el clientelismo descarado del que la sociedad ha sido testigo. Mientras, pol¨ªticos y legisladores agotan las horas y la paciencia ajena en peleas que nada tienen que ver con la resoluci¨®n de los problemas que nos acucian. Por ¨²ltimo, tenemos que asistir a una batalla campal entre el poder y los medios que pone de los nervios a ministros y periodistas. Cosas como esta ya las hemos visto en la Casa Blanca de Trump, aunque ¨¦l no ha tenido que defender la autor¨ªa de ninguna tesis porque nunca pretendi¨® escribirla.
Pol¨ªticos y legisladores agotan las horas en peleas que nada tienen que ver con los problemas que nos acucian
En Master and Commander, una de las grandes pel¨ªculas que Hollywood ha producido en su historia, el capit¨¢n del Surprise, nav¨ªo brit¨¢nico ca?oneado por el buque insignia de la Armada francesa, persigue a este por los siete mares hasta darle caza y destruirle. El capit¨¢n Jack Brown tiene que enfrentarse en la aventura no solo con su enemigo, sino tambi¨¦n con su m¨¦dico de a bordo, preocupado por los efectos perversos del arte de la guerra. Un master ingl¨¦s, am¨¦n de un t¨ªtulo universitario, es un conquistador, y un commander, el que manda en el barco. Mandar es tarea del jefe de Gobierno, pero si quiere tener ¨¦xito tiene que conquistar a la opini¨®n p¨²blica. Alguien del equipo del presidente deber¨ªa advertirle sobre los destrozos que el poder causa en quien lo ejerce, y la necesidad de la templanza en circunstancias como esta. En la nave de Espa?a se ha abierto un boquete descomunal que amenaza con hacerla zozobrar. Los partidos pol¨ªticos que alumbraron el sistema constitucional vigente, hoy amenazado, tienen ante s¨ª la urgente tarea de defenderlo contra las insidias y conspiraciones que se organizan contra ¨¦l. Pueden seguir discutiendo sobre si sus l¨ªderes merec¨ªan un suspenso o un sobresaliente cum laude en sus ensue?os juveniles, si fueron los primeros de la clase o unos enchufados por sus familias o sus jefes de agrupaci¨®n, pero mejor ser¨ªa percibir los da?os colaterales de su gesti¨®n y tratar de atajarlos recurriendo cuanto antes al veredicto de las urnas. Por lo dem¨¢s, si est¨¢n dispuestos incluso al plagio para superar las insuficiencias que lucen en sus empleos, mejor copien a Cervantes que el Bolet¨ªn Oficial del Estado.
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