Orb¨¢n ha perdido una batalla, pero los suyos est¨¢n ganando la guerra
El Partido Popular espa?ol se alinea en el Parlamento Europeo con una coalici¨®n de 'bullys' xen¨®fobos
Para alguien como Carlos Iturg¨¢iz, que ha dedicado tanto esfuerzo pol¨ªtico y personal a combatir el nacionalismo criminal en el Pa¨ªs Vasco, su defensa del nacionalismo criminal en Hungr¨ªa resulta llamativa. Sin embargo, esto es exactamente lo que hizo el pasado 12 de septiembre en el Parlamento Europeo, cuando vot¨® junto con sus compa?eros Gabriel Mato y Pilar Ayuso contra las sanciones al r¨¦gimen crecientemente autoritario de Viktor Orb¨¢n. El resto del Partido Popular espa?ol se limit¨® a abstenerse o a esconderse en el ba?o para no votar, aline¨¢ndose de facto con una hinchada del l¨ªder h¨²ngaro que incluye a Marine Le Pen, Nigel Farage y sus respectivos grupos parlamentarios.
Cierto que el r¨¦gimen de Orb¨¢n no es ETA, pero uno podr¨ªa argumentar que su caso es incluso m¨¢s preocupante, porque se trata de un gobierno que pone la maquinaria del Estado al servicio de un prop¨®sito criminal. Si los terroristas vascos defend¨ªan a tiros sus esencias ¨¦tnicas, la peculiar interpretaci¨®n que hace Orb¨¢n de la identidad h¨²ngara le ha llevado a crujir la libertad de prensa, amenazar la independencia judicial o criminalizar a quienes ayuden a los inmigrantes. Todo ello en medio de graves denuncias de malversaci¨®n de fondos europeos y una guerra abierta contra el empresario George Soros cuyo tufo antisemita recuerda tiempos muy oscuros de la Hungr¨ªa de mediados del siglo pasado.
Y algo m¨¢s: el obstruccionismo militante de Hungr¨ªa y el Grupo de Visegrado durante la crisis de refugiados constituye una de las razones principales del fracaso hist¨®rico de la respuesta de la Uni¨®n Europea. Un fracaso pol¨ªtico y moral con el que cargaremos durante d¨¦cadas y que se ha traducido en el sufrimiento o la muerte de miles de seres humanos. Y en esto el parecido con ETA s¨ª es innegable.
Pueden leer aqu¨ª el informe elaborado por la eurodiputada holandesa Judith Sargentini sobre el caso. Solo una relaci¨®n de acusaciones de este calibre podr¨ªa haber desencadenado la votaci¨®n del pasado d¨ªa 12, considerada un ¡°bot¨®n nuclear¡± de los tratados europeos que puede conllevar la expulsi¨®n de un Estado miembro y que no hab¨ªa sido utilizado hasta ahora. Esta es la gravedad del asunto.
Pero la cuesti¨®n va mucho m¨¢s all¨¢ de Orb¨¢n y de su pa¨ªs. El hecho de que un grupo pol¨ªtico tradicional de centro derecha como el Partido Popular haya acabado aline¨¢ndose con un bully xen¨®fobo como el l¨ªder h¨²ngaro demuestra hasta qu¨¦ punto el movimiento antinmigraci¨®n est¨¢ ganando la batalla en Europa. Los ide¨®logos de la ultraderecha no necesitan controlar gobiernos y parlamentos ¨Caunque ya lo est¨¦n haciendo en 19 pa¨ªses de la UE?¨C; les basta con empujar a otros a acobardarse y hacerles el trabajo sucio.
El l¨ªder de los eurodiputados populares espa?oles, Esteban Gonz¨¢lez Pons, no ha considerado necesario explicar p¨²blicamente este asunto. Tampoco Carlos Iturg¨¢iz, que parad¨®jicamente es responsable de los temas de cooperaci¨®n internacional dentro del PP y ha convertido lo de la mano derecha e izquierda en un principio pol¨ªtico. A ambos les vendr¨ªa al pelo leer el interesant¨ªsimo ensayo sobre el liberalismo publicado esta semana por The Economist con motivo de su 175 aniversario. Sus autores incluyen el gobierno de la movilidad humana entre los cuatro grandes desaf¨ªos del liberalismo de nuestro tiempo, junto con la fiscalidad, el bienestar y la educaci¨®n. Y reconocen que lo correcto en este caso no es lo m¨¢s popular: ¡°Una actitud positiva hacia la inmigraci¨®n coloca a los liberales en una posici¨®n complicada frente a muchos de sus conciudadanos (¡), m¨¢s que ninguna otra de sus creencias. El conflicto ha empeorado por el hecho de que la izquierda de hoy (¡) se ha movido claramente hacia un ¨¦nfasis en la identidad de grupo ¨Cya sea en base a la raza, el g¨¦nero o la preferencia sexual¨C frente a la identidad c¨ªvica¡±.
La identidad c¨ªvica. Los derechos fundamentales del individuo por el hecho mismo de serlo, no por su pasaporte. Y el inevitable ¨Cpero no insorteable¨C conflicto con la soberan¨ªa de un territorio y el sostenimiento de un estado de bienestar. En la gesti¨®n de ese equilibrio complicado est¨¢ la clave de la gobernabilidad de las migraciones en el siglo XXI. Y a lo que deber¨ªa estar dedicando alguna neurona el PP en vez de chamuscarlas en apoyo de matones de traje y corbata.
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