Beb¨¦ bastardo, padre errante, madre culpable
Un libro explica c¨®mo ha abordado Reino Unido la situaci¨®n de los hijos ileg¨ªtimos a lo largo de la historia
Si leen a Jane Austen, Anthony Trollope o Elizabeth Gaskell, no debe sorprenderles que en sus novelas siempre haya sitio para un bastardo: el 20% de los partos registrados en Londres entre los siglos XVII y XIX tuvo lugar fuera del matrimonio. El dato lo da Samantha Williams, historiadora de la Universidad de Cambridge, en Unmarried Motherhood in the Metropolis, 1700¨C1850, libro que recoge la investigaci¨®n de diez a?os que ha realizado sobre los censos parroquiales de la capital brit¨¢nica.
En ¨¦l, la experta analiza la figura de los padres errantes, dispuestos a huir durante toda su vida para no hacer frente a sus obligaciones. Y no era f¨¢cil escapar de parroquias y casas de correcci¨®n, entidades m¨¢s eficientes d¨¢ndoles caza que consiguiendo que pagaran las manutenciones: s¨®lo el 20% de los progenitores de Londres, entonces la ciudad m¨¢s grande de Europa, cumpl¨ªa con su deber. La cifra contrasta con la de poblaciones m¨¢s peque?as, por ejemplo la de West Riding en Yorkshire, donde el porcentaje de padres cumplidores alcanzaba el 80%.
En muchos dramas ingleses, la mayor¨ªa de los beb¨¦s ileg¨ªtimos que aparec¨ªan eran fruto de la relaci¨®n entre un noble y una mujer humilde. Usted pensar¨¢ en las obras con nombre de monarca que firm¨® Shakespeare, pero tambi¨¦n era una situaci¨®n habitual en la vida real. Seg¨²n la experta, en localidades como Lambeth uno de cada cinco bastardos se registraba con un apellido de alta alcurnia a pesar de que los hombres con t¨ªtulo nobiliario o nombrados ¡°caballeros¡± s¨®lo eran el 7%.
El dato retrata una situaci¨®n habitual: el abuso de poder de algunos se?ores sobre las se?oras que trabajaban a su servicio. Por eso, otro de los aspectos que se documenta a fondo en este libro es la desigualdad entre g¨¦neros, muy evidente en los castigos: tres meses de c¨¢rcel para ellos, doce meses para ellas. Si el hombre era pudiente, se libraba del encierro, pero a la mayor¨ªa de madres las reclu¨ªan en Bridewell, prisi¨®n donde realizaban trabajos forzosos y era habitual que las azotaran p¨²blicamente porque adem¨¢s de ¡°corregirse¡± deb¨ªan servir de ejemplo.
¡°Hay quien dice que los hijos de la gente muy pobre no se cr¨ªan, salen adelante¡±, desliza Charles Dickens en Casa desolada, donde tambi¨¦n cuela un personaje bastardo, y su afirmaci¨®n se confirma leyendo el an¨¢lisis de Williams sobre los hogares de acogida. En los a?os analizados, no hab¨ªa en Gran Breta?a un pueblo sin su Child Support Agency, a la que los beb¨¦s entraban acompa?ados de sus madres para que los cuidaran. De ese modo, la parroquia ahorraba dinero en personal y usaba a las acogidas como mano de obra gratuita. Por eso no es casual, afirma la autora, que las normativas brit¨¢nicas sobre bastard¨ªa tengan como base la Ley de Pobres de 1576.
Tambi¨¦n hay sitio en las p¨¢ginas de Unmarried Motherhood¡ para la verg¨¹enza: el modo en que la sociedad percib¨ªa a las madres solteras fue variando, no siempre de manera progresiva ya que ¡°una revoluci¨®n sexual acaecida a finales del XVII¡± suaviz¨® el rechazo social, que volvi¨® a endurecerse a principios del XIX. Esa crueldad dur¨® hasta el XX, pues como recuerda Williams, hasta 1960 no era extra?o que algunas familias echaran de casa a la hija, nieta o sobrina que se quedaba embarazada sin tener marido.
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