?Elegimos libremente nuestra dieta?
La publicidad, la falta de tiempo, la comodidad, el precio¡ los alimentos frescos son caros, la comida basura es barata y est¨¢ por todas partes. El entorno alimentario en que nos movemos condiciona nuestras decisiones. Un caso extremo se encuentra en Barbados
Barbados es una peque?a isla caribe?a de menos de 300.000 habitantes. Durante d¨¦cadas, su sector agr¨ªcola se centr¨® casi exclusivamente en la ca?a azucarera para exportarla, pero hoy, con la p¨¦rdida de las exenciones arancelarias, esto ha perdido sentido. A pesar de que el Estado intenta relanzar la actividad ganadera o la producci¨®n de yuca, los barbadenses se ven obligados a importar de otros pa¨ªses pr¨¢cticamente todo lo que comen. Uno de cada tres adultos es obeso en este pa¨ªs.
Una vuelta por la m¨¢s oriental de las Antillas dibuja ¡ªpescado frito aparte¡ª una oferta alimentaria desoladora. Lo mismo en la zona tur¨ªstica en torno a la capital, Bridgetown, que en el centro m¨¢s rural de la isla, los alimentos frescos brillan por su ausencia en los colmados: un par de cebollas, medio kilo de carne de vacuno, tres tristes bananas. En los supermercados, donde los precios son (todav¨ªa) m¨¢s altos, se encuentran expositores con algo m¨¢s de fruta, pr¨¢cticamente toda tra¨ªda de fuera. El resto de estantes aparecen plagados de paquetes, botes y latas con interminables listas de ingredientes, en los que muchas veces la presencia del producto principal es casi testimonial. En el camino de una tienda a la otra, el paisaje aparece plagado de locales de comida r¨¢pida, como la multinacional KFC o la local Chefette.
Este panorama no es exclusivo de Barbados. Muchas peque?as islas del Caribe y el Pac¨ªfico, con una limitad¨ªsima producci¨®n agr¨ªcola, se ven obligadas a comprar fuera la mayor¨ªa de sus alimentos. ¡°Y gran parte de la comida que importamos es procesada. Ah¨ª esta el origen del problema nutricional¡±, aventura Renward Wells, exministro de Agricultura y actual ministro de Gobierno Local de Bahamas, otro archipi¨¦lago caribe?o donde siete de cada 10 adultos tienen sobrepeso y m¨¢s de un tercio son obesos.
En estas islas dependientes hay muy pocos alimentos frescos, y a precios generalmente elevados: los productos altamente procesados, sin embargo, est¨¢n por todas partes. ¡°El entorno alimentario es el que condiciona la libertad de elecci¨®n de la gente, en funci¨®n del dinero que tenga cada uno¡±, explica Corinna Hawkes, directora del Centro para la Pol¨ªtica Alimentaria de la Universidad de la City (Londres).
¡°Si t¨² tienes sed y vas a comprar agua embotellada, pero es m¨¢s cara que un refresco azucarado, puede que acabes comprando este ¨²ltimo, sobre todo si tienes poco dinero¡±, explica Hawkes. Y si pensabas comprar cebollas, frijoles y verduras para preparar un guisado, pero en las tiendas no los encuentras (o est¨¢n muy caros), pero ves por todas partes latas de recetas similares listas para calentar y comer (y adem¨¢s m¨¢s baratos), tambi¨¦n es probable que te decantes por estas ¨²ltimas.
Este tipo de entornos no son exclusivos de las peque?as islas, sino una tendencia global. ¡°La distribuci¨®n de alimentos ultraprocesados es mucho m¨¢s amplia que la de los naturales. Los encuentras en todas partes, a todas horas, y en lugares de gran circulaci¨®n que antes ni siquiera vend¨ªan alimentos¡±, observa Eur¨ªdice Mart¨ªnez, investigadora de la Universidad de Sao Paulo (Brasil). Desde puestos callejeros a m¨¢quinas de vending, ya sea en lugares de trabajo, estaciones u hospitales, en el centro de grandes ciudades o en aldeas de pueblos ind¨ªgenas. Y casi siempre acompa?ados de publicidad, descuentos y ofertas.
Porque esa es otra clave: el precio. Un estudio de la Universidad de Cambridge de 2014 defend¨ªa que alimentarse de forma saludable en Reino Unido, con un 27% de obesidad entre adultos, era significativamente m¨¢s caro que hacerlo con productos menos sanos. Ingerir mil calor¨ªas a base de salm¨®n magro, yogur o tomates arrojaba un coste de 7,49 libras esterlinas. Obtener la misma energ¨ªa con pizzas, hamburguesas de vacuno y donuts sal¨ªa por 2,50.
Una cuesti¨®n de prestigio
La globalizaci¨®n, al mejorar la conexi¨®n de lugares y personas, fomenta que las preferencias de los consumidores en todo el mundo se dirijan hacia estilos de vida "occidentales". Y eso incluye las dietas que, al igual que la ropa o la m¨²sica, cada vez son m¨¢s uniformes en todo el mundo.
No solo se trata de que las grandes multinacionales alimentarias o las cadenas de comida r¨¢pida est¨¦n presentes casi en cualquier parte. Seg¨²n el Panel de Expertos de Alto Nivel del Comit¨¦ de Seguridad Alimentaria mundial, el cambio hacia dietas relacionadas con mayores tasas de sobrepeso y obesidad puede explicarse tambi¨¦n por la "revoluci¨®n del supermercado" que ha transformado la distribuci¨®n y la forma en la que la gente compra comida en todo el mundo.
En este proceso, la llegada a pa¨ªses en desarrollo de productos extranjeros que aparecen en pel¨ªculas o series y se relacionan con Occidente, trae consigo una aureola de prestigio o de comida ¡°de ricos¡± que influye en las elecciones de compra. En muchos lugares, por ejemplo, las frutas se desprecian por considerarse comida ¡°de pobres¡± mientras se aprecian los refrescos azucarados al relacionarlos con la modernidad y el progreso.
¡°Parece que nuestras elecciones son libres, pero es una ilusi¨®n¡±, sostiene Anna Taylor, de la ONG brit¨¢nica Food Foundation. Esa libertad, coinciden los expertos, viene delimitada por la disponibilidad de los productos m¨¢s o menos saludables y por su precio. Pero tambi¨¦n por el conocimiento y la informaci¨®n de los ciudadanos. En Chile han abordado esta cuesti¨®n con una ley de etiquetado denostada por la industria alimentaria.
La regulaci¨®n chilena limita tambi¨¦n la publicidad ante el p¨²blico infantil. ¡°El marketing y la publicidad recurren a la neurociencia para cambiar los h¨¢bitos alimentarios de las personas¡±, denuncia el senador Guido Girardi. ¡°Hoy la gente no consume productos, sino marcas, porque son lo que les da una identidad, expresa sus aspiraciones¡ Particularmente los ni?os y adolescentes buscan determinadas marcas, porque es lo que les permite socializar¡±. En Chile, Kellog¡¯s tuvo que borrar al tigre Tony de los paquetes de cereales Frosties (Zucaritas) por superar el l¨ªmite de az¨²cares y calor¨ªas.
¡°Tu hijo come snacks y te pide aquellos que le parecen m¨¢s atractivos y que ha estado viendo en los anuncios. Despu¨¦s, en casa, ven la televisi¨®n o v¨ªdeos en Internet y se exponen a m¨¢s publicidad de esos productos. As¨ª los ni?os no pueden aprender a querer dietas saludables¡±, sostiene Hawkes. Las campa?as atractivas que promuevan comer, por ejemplo, manzanas, brillan por su ausencia. Y si las hay, no traen regalos, ni juegos, ni personajes atractivos. ¡°El ambiente alimentario e informativo en el que crecen los ni?os determina lo que les acaba gustando¡±, abunda la catedr¨¢tica. La obesidad infantil en el mundo se ha multiplicado por 10 en los ¨²ltimos 40 a?os.
Diez veces m¨¢s ni?os obesos que hace 40 a?os
Si nada cambia inmediatamente, en 2022 habr¨¢ ¡ªpor primera vez en la historia¡ª m¨¢s ni?os y adolescentes (de entre cinco y 19 a?os) con sobrepeso y obesidad que desnutridos, seg¨²n un estudio de la Organizaci¨®n Mundial de la Salud y el Imperial College de Londres. El informe se?al¨® que en 2016 hab¨ªa 124 millones de personas obesas en esta franja de edad, 10 veces m¨¢s que en 1975. Adem¨¢s, 41 millones de ni?os menores de cinco a?os sufren sobrepeso: la mitad vive en Asia y un cuarto, en ?frica.
Sufrir sobrepeso u obesidad en la infancia aumenta la probabilidad de hacerlo en edad adulta, adem¨¢s de incrementar el riesgo de padecer enfermedades como la diabetes y accidentes cardiovasculares. Los menores que sobrepasan los l¨ªmites de peso considerados saludables tambi¨¦n sufren con m¨¢s frecuencia depresiones, ansiedad o baja autoestima, con los efectos negativos que ello conlleva para su desarrollo personal.
¡°El marketing de alimentos para el p¨²blico infantil est¨¢ muy extendido y funciona: se ha probado que influye negativamente en sus elecciones y patrones de consumo y los mensajes sobre alimentaci¨®n saludable¡±, seg¨²n Knut Inge-Klepp, del Instituto de Salud P¨²blica de Noruega (25% de obesidad entre adultos). En el pa¨ªs escandinavo llevan a?os con un comit¨¦ de empresas que autorregula sus mensajes publicitarios para los menores de 13 a?os. ¡°Grandes empresas como Coca-Cola o McDonald¡¯s se han adherido y sufrido sanciones conforme al c¨®digo voluntario: parece que funciona¡±, explicaba Inge-Klepp en un simposio internacional sobre nutrici¨®n el a?o pasado.
¡°La industria debe tener una mirada diferente dado el nuevo estilo de vida de la gente: y estamos viendo c¨®mo nos comunicamos para promover estilos de vida saludables y no lo contrario¡±, asegura Mario Montero, presidente de Alaiab (agrupaci¨®n de la industria alimentaria y de bebidas latinoamericana). ¡°La empresa jam¨¢s se va a autorregular¡±, discrepa Girardi. ¡°Si hubiera una ¨¦tica m¨ªnima no vender¨ªan el Kinder Sorpresa y los etiquetados ser¨ªan comprensibles¡ Pero no existe esa ¨¦tica m¨ªnima. La empresa no solo no quiere autorregularse sino que tiene todo un ej¨¦rcito de lobistas para impedir cualquier regulaci¨®n¡±, censura el pol¨ªtico chileno.
¡°La industria ya est¨¢ haciendo lo que hay que hacer en el marco de ese grupo alimentario¡±, replica. ¡°En el mercado ya ves los productos tradicionales junto a otros en los que vienen reducidos los tipos de ingredientes que son de preocupaci¨®n para la salud. Si vas a la l¨ªnea de bebidas, que es una de los que m¨¢s se apuntan, tienes todas las opciones: desde los productos cl¨¢sicos hasta los de cero calor¨ªas¡±, se?ala Montero.
¡°Si tenemos una poblaci¨®n que por falta de educaci¨®n no sabe conformar adecuadamente su ingesta nutricional durante el d¨ªa, es un problema. Por eso hay que informar¡±, dice el representante empresarial. ¡°Si no tenemos tiempo para desayunar, no merendamos, los tiempos entre la ¨²ltima comida del d¨ªa anterior y la primera del d¨ªa siguiente son demasiado largos, no hay disciplinas de alimentaci¨®n en tiempos, horarios, hay gente a la que no le alcanza para comer¡ todo eso contribuye al problema¡±, argumenta.
El medi¨¢tico m¨¦dico australiano Sandro DeMaio, que trabaj¨® para la OMS, insiste en que no se puede cargar la responsabilidad sobre quienes sufren sobrepeso y obesidad: ¡°En una clase con 30 alumnos, si un alumno suspende, podr¨ªas decir que es su culpa. Si suspenden 20, la culpa es del profesor", ilustra. Con tres de cada 10 habitantes del planeta con sobrepeso, DeMaio se pregunta: ?c¨®mo seguimos se?alando al individuo? As¨ª perdemos de vista un sistema que no funciona¡±.
Antibi¨®ticos y obesidad
Algunos estudios han relacionado la toma de antibi¨®ticos en la infancia con una mayor prevalencia de obesidad. Una de las explicaciones es que estos afectan a la composici¨®n de la comunidad bacteriana que habita el cuerpo humano ¡ªespecialmente el est¨®mago¡ª y alteran su funci¨®n esencial en el metabolismo y, por tanto, el peso.
A ra¨ªz de esta relaci¨®n, se est¨¢ analizando la influencia que el uso generalizado de antibi¨®ticos y otros antimicrobianos y promotores del crecimiento en la industria c¨¢rnica (y otras que producen alimentos de origen animal) puede tener en la actual epidemia de obesidad.
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