Palabras de m¨¢s

El president de la Generalitat, Quim Torra, aprovech¨® ayer la reapertura del Parlament para amenazar con retirar el apoyo al Gobierno de Pedro S¨¢nchez y el retorno a la unilateralidad si este, por su parte, no reconoce el derecho a la autodeterminaci¨®n de Catalu?a. Pese a la espectacularidad del anuncio, el president Torra no dirig¨ªa su discurso al Ejecutivo central, cuya continuidad no depende del apoyo de los independentistas catalanes sino de su propia reflexi¨®n y su propia decisi¨®n acerca de gobernar o no con los Presupuestos ya aprobados. En realidad, se lo dirig¨ªa al Partido Popular y a Ciudadanos, en la confianza de que estos redoblen la presi¨®n sobre el Gobierno de S¨¢nchez a fin de que aplique de nuevo el art¨ªculo 155 o se avenga a convocar elecciones. En cualquiera de ambas opciones, el independentismo se sabe vencedor. En un caso, porque una eventual aplicaci¨®n del art¨ªculo 155 le facilitar¨ªa una unidad que el president Torra ha querido sostener mediante una ret¨®rica inflamada, y que el 1 de octubre salt¨® por los aires. En el otro, porque conf¨ªa en que unas elecciones generales cambien el signo del Gobierno central, consiguiendo el mismo resultado anterior por diferente camino.

El peor error en que podr¨ªan incurrir los partidos contrarios a la secesi¨®n de Catalu?a es profundizar su divisi¨®n subrog¨¢ndose en la que ahora padecen los independentistas. Nada les obliga a asumir como ultim¨¢tum al Gobierno lo que es solo el burdo envite de un l¨ªder que ha perdido el cr¨¦dito entre los suyos, que no dispone de ninguna mayor¨ªa democr¨¢tica que avale sus prop¨®sitos y que hasta ahora siempre ha debido desdecirse de cada una de sus amenazas. La responsabilidad de que el president Torra regrese a la unilateralidad ¡ªesto es, a la imposici¨®n autoritaria de su programa¡ª le corresponde por entero, sin que sea preciso siquiera recordarle las consecuencias. La guerra de nervios que el president Torra ha querido provocar entre los partidos que no secundan sus planes es, en realidad, la que padecen ¨¦l y quienes los apoyan, bien expresamente, bien consintiendo que los arrastre a su propio callej¨®n sin salida. Son la Generalitat y su presidente quienes, jugando con un pie dentro de las instituciones y otro fuera, se encuentran hoy atrapados entre los extremistas que les exigen cumplir con una palabra tantas veces irresponsablemente dada y la realidad de que, de atender esas reclamaciones, retrotraer¨¢n a Catalu?a a una situaci¨®n est¨¦ril y ya conocida, solo que con los riesgos de fractura civil multiplicados.

El Gobierno de Pedro S¨¢nchez respondi¨® al president Torra por boca de la ministra portavoz, Isabel Cel¨¢a, rechazando la aplicaci¨®n del 155 y haciendo una llamada al consenso de las fuerzas no independentistas. Que estas no quisieran atenderla no significa que no sea el camino acertado, el ¨²nico que ha proporcionado resultados incontestables para el triunfo de la democracia y del Estado de derecho ante cada desaf¨ªo en el que una opci¨®n pol¨ªtica ha querido imponer ileg¨ªtimamente su voluntad. Las amenazas del president Torra en el Parlament estaban de m¨¢s, como tambi¨¦n lo han estado muchas de las palabras que ha pronunciado estos d¨ªas adoptando alternativamente el papel de bombero y el de pir¨®mano. La simple imagen de los partidos reunidos para rechazar la imposici¨®n de la secesi¨®n a la mayor¨ªa de catalanes que la rechaza ser¨ªa la respuesta m¨¢s acertada para que el president Torra tenga que optar por uno u otro papel y para que el independentismo, que el lunes asalt¨® el Parlament, entreviera el abismo hacia el que est¨¢ empujando a Catalu?a.