El fe¨ªsmo vuelve a la moda
Lo advirti¨® la c¨¦lebre editora de moda Diana Vreeland: ¡°Demasiado buen gusto puede ser aburrido¡±. Y, ciertamente, la industria parece hab¨¦rselo tomado al pie de la letra: una ola de fe¨ªsmo nos invade. Crocs con plataforma, superposiciones desmesuradas, capas-manta¡ Esta temporada las marcas se cubren de estudiada transgresi¨®n para seducir a nuevos p¨²blicos
CORR?A EL A?O 2000 de la era cristiana cuando, tras visitar las ruinas del foro romano, me compr¨¦ mis primeras sandalias Birkenstock¡ en una ortopedia. Me alegr¨¦ cuando se pusieron de moda porque dej¨¦ de sentirme una outsider fe¨ªsta. Quiz¨¢ por ello, a m¨ª no me preocupa el ugly chic, la ola de fe¨ªsmo que nos invade. Ocurre cada 10 a?os aproximadamente: en los ochenta fue el punk; durante la crisis econ¨®mica de los noventa, el grunge, las jolie laides de Prada¡ La historia se repite.
Esta temporada las marcas de lujo van un paso m¨¢s all¨¢ y se disfrazan de freaks: modelos estrafalarias, yux?taposiciones imposibles, estilos de brit¨¢nico rarito, fakes de lujo, falso vintage, capas-manta, superposiciones desmesuradas, colores fl¨²or, arriesgados vinilos, monos-media zentai cubriendo desde la cara hasta los pies, dise?os h¨ªbridos ¡ªcomo las deportivas dinosaurio-babucha de Loewe o las crocs con plataforma de Balenciaga¡ª e im¨¢genes directamente vulgares que cosechan miles de likes, como la campa?a de Martin Parr para Gucci.
Cuestionar las nociones recibidas de belleza confiere un tono transgresor y ¡®cool¡¯ a las marcas cl¨¢sicas
Son varios los motivos que a¨²pan el fe¨ªsmo actual. Cuestionar las nociones recibidas de belleza confiere un tono transgresor y cool a las marcas cl¨¢sicas. Horteradas celebradas por su voluntad de serlo acercan a las firmas a nuevos p¨²blicos alejados de la convencionalidad y poco dispuestos a dejarse domesticar, al menos de entrada. Debido a la feroz competencia por vender, presentar im¨¢genes que desentonan logra pescar la atenci¨®n en el confuso mar de impactos publicitarios de las redes, al tiempo que ofrece un signo de distinci¨®n para los que quieren estar a la ¨²ltima. La tendencia fe¨ªsta cuestiona lo que consideramos bello, pero no el glamour que rodea a las figuras de estilo, sean artistas, modelos o celebridades, y a las propias marcas fetichizadas. El marketing logra que una buena modelo, respaldada por un equipo creativo, nos venda lo que sea y supercelebrities como Rihanna consiguen, por ejemplo, que unas m¨¢s que dudosas chanclas de tac¨®n se agoten en horas.
Imposible prever que llegar¨ªamos a considerar las zapatillas como presentables atuendos y, sin embargo, llegaron para quedarse
Diana Vreeland afirmaba: ¡°Demasiado buen gusto puede ser aburrido¡±, y, ciertamente, convertir lo marginal en cool es consustancial a la moda. Del gueto a ?Vogue, mudaron chaquetas de cuero y vaqueros, zapatos de plataforma, pantalones pirata, bermudas gastadas, lentejuelas, pantalones cagados, boyfriend trousers, purpurina a gog¨®, piercings y tatuajes, ri?oneras y deportivas desmesuradas. Que el streetwear invada el lujo no es nuevo y algunas de estas piezas cambiaron para siempre nuestros h¨¢bitos de estilo. ?Recuerdan a las ejecutivas neoyorquinas de los ochenta dirigi¨¦ndose al trabajo con sus trajes de hombreras y sus zapatillas de deporte que luego cambiaban por sti?lettos en la oficina? Imposible prever que llegar¨ªamos a considerar presentables atuendos con zapatillas y, sin embargo, llegaron para quedarse. Transigimos con lo que podr¨ªa calificarse de feo o vulgar por comodidad, porque nuestras vidas no se corresponden con la indumentaria ideal, desconectada de la realidad cotidiana, que tantas revistas nos proponen.
Como se?ala Umberto Eco en su Historia de la fealdad, lo feo no es ¡°el infierno de lo bello¡±, sino otro registro est¨¦tico. Sabemos que tanto la belleza como la fealdad son construcciones culturales que se modifican seg¨²n el entorno social y pol¨ªtico. Los elementos est¨¦ticamente disonantes se introducen para crear tensi¨®n, para inducir una sensaci¨®n de inestabilidad que espera, atenta, una resoluci¨®n. En moda, algo tiene edge cuando rompe con la armon¨ªa cl¨¢sica. Edge es lo poco convencional e inesperado, lo inquietante, lo que no nos lo pone f¨¢cil. Edge es asomarse al precipicio de lo que no es bello y reconocerlo, porque nuestra realidad tampoco lo es. De hecho, vivimos rodeados de convulsiones dram¨¢ticas, moral y est¨¦ticamente feas. Son muchas las im¨¢genes de barbaridades que nos llegan: pobreza, atentados, hambrunas, guerras, migraciones, exilios, cat¨¢strofes naturales, violaciones, enfermedades¡, im¨¢genes que nunca podremos reducir a una moda. Quiz¨¢ el fe¨ªsmo actual obtenga cierto eco social como ¡ª?vano?¡ª intento de conquistar nuestro desagrado. Probablemente durar¨¢ poco, porque ansiamos belleza y armon¨ªa y porque a la fealdad de la vida solo la vence la piedad, no la ¨²ltima ri?onera de Gucci, por m¨¢s deseable que ¡ª?oh, ilusas!¡ª nos pueda llegar a parecer. Mientras, un a?o m¨¢s de la era cristiana ¡ªy de las otras¡ª habr¨¢ pasado, punzante.?
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