La mente perge?a sexualidades perfectamente dise?adas para nosotros, seamos como seamos en la cama.
Cuando era peque?a so?aba con frecuencia que volaba. En un momento determinado me concentraba y ascend¨ªa hasta poder desplazarme volando por encima de la altura del segundo piso en el que me cri¨¦. Ese es un detalle bueno. Siempre vol¨¦ a la altura a la que viv¨ªa con mi familia. Dej¨¦ de so?ar con volar cuando empec¨¦ a so?ar con aquellas primeras relaciones sexuales que solo imaginaba. La primera mujer a la que le hice un cunnilingus la so?¨¦ primero. Y desde mucho antes de aceptarme como bisexual, tuve sexo so?ado con otras muchas mujeres. Puesto que dej¨¦ de so?ar con volar cuando empec¨¦ a imaginarme fornicando, me gusta creer que aquellos polvos imaginados eran el s¨²mmun de mis capacidades voladoras. Nunca so?¨¦ sexo con hombres y jam¨¢s consegu¨ª llegar a un orgasmo, a pesar de recordar aquellos polvos fruto de mi imaginaci¨®n como sublimes.
El placer tiene mucho que ver con nuestro cerebro. Arturo est¨¢ m¨¢s cerca de los 50 que de los cuarenta. Desde hace m¨¢s de 20 sufre disfunci¨®n er¨¦ctil severa. Su pene jam¨¢s erecciona. Haga lo que haga, piense en lo que piense, intente como lo intente, a Arturo, cuando se excita, como mucho, consigue mojarse, sin que su pene adquiera la m¨¢s m¨ªnima dureza. Describe su excitaci¨®n absolutamente mental, no f¨ªsica. Arturo dej¨® de aspirar a subliminarse a trav¨¦s del coito y empez¨® a interesarse por una sexualidad menos conocida, menos practicada, pero seg¨²n admite, extasiante. Este sevillano se suma al sexo con parejas desde la posici¨®n de sumiso. Con ambos tiene sexo sin que su pene entre en el juego. Intenta que sean ellas las que alcancen el m¨¢ximo placer a trav¨¦s de sus prebendas, en las que entran todo tipo de masajes incluyendo los acicates propios del fetichismo de pies. Le fascina que la mujer se derrita en su boca con sus cunnilingus y necesita imaginarlas d¨®minas aunque no lo sean expl¨ªcitamente. Sin embargo, el otro hombre debe actuar como ¨²nico: ¡°¨¦l s¨ª debe ser dominante, imponer el vigor de su pene poderoso y someterme con ¨¦l. Me gusta adorarlo, acariciarlo, lamerlo y ser golpeado por ese pene. Me gusta sentirme avasallado, forzado oral y analmente por ¨¦l, en un juego en el que yo le practico sexo oral a ella al ritmo de los embates sobre m¨ª de su pareja. Me excita que sea ella quien ejerce de mamporrera guiando su miembro hacia m¨ª o comparti¨¦ndolo conmigo. O asistiendo complacida y curiosa como voyeur. Me fascina y cautiva el poder de un pene duro, arrogante y dominante¡±.
Paz de Roda es psic¨®loga y terapeuta de pareja y se?ala que el sexo y las sensaciones asociadas al mismo no dependen exclusivamente de las conductas. ¡°Penetrar, masturbar o simplemente tocar puede resultar aversivo si el cerebro las rechaza porque las considere inapropiadas o porque no sienta suficiente atracci¨®n por esa pareja sexual. C¨®mo vive la sexualidad nuestro cerebro es esencial para nuestra propia satisfacci¨®n¡±. Arturo ha modificado su conducta sexual para sacarle el m¨¢ximo rendimiento. Reconoce que, como mucho, tiene una docena de encuentros sexuales al a?o, porque no resulta f¨¢cil encontrar amantes de su perfil. Pero no imposible. Alcanza el ¨¦xtasis aunque sea al margen de una sexualidad convencional que culmina en un orgasmo.
Arturo ide¨® su propia sexualidad: ¡°Una fantas¨ªa sexual puede disparar el deseo, aumentar la excitaci¨®n, producir efectos f¨ªsicos como una erecci¨®n o lubricaci¨®n. Puede incluso llevar a la persona al borde del cl¨ªmax¡±, afirma Paz de Roda. ¡°La imaginaci¨®n puede perfilar a la pareja sexual id¨®nea, olerla, palparla, besarla, manosearla, succionarla. Puede idear cualquier juego, cualquier postura, cualquier escenario, cualquier amante, cualquier fetiche. No hay l¨ªmites, solo existe una mente capaz de concebir sin constricciones sus m¨¢s at¨¢vicos deseos.¡± El poder de la mente es la base de la sexualidad de Arturo: ¡°Puedo correrme, pero no es frecuente. Se traduce en la expulsi¨®n de unas gotitas de semen que fluyen pl¨¢cidamente. Ocurre a veces sin tocarme siquiera, fruto de la excitaci¨®n, me mojo sin m¨¢s. Me ocurre lamiendo a una mujer o siendo penetrado por una mujer con un dildo o por un hombre con su miembro¡±. Su cabeza hace la parte del trabajo que su cuerpo no puede.
Pocas veces podemos decir tan categ¨®ricamente que el cerebro es el ¨®rgano sexual por excelencia. Por eso debemos ocuparnos tanto de nuestro cuerpo como de nuestra cabeza cuando estemos en una situaci¨®n sexual. As¨ª, y solo as¨ª, alcanzaremos un apogeo digno del nirvana y, como en el caso de Arturo y tal y como describe Paz, ¡°quiz¨¢ con orgasmo incluido¡±.
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