El fascismo nuestro de cada d¨ªa
La defensa de la democracia como imperativo ¨¦tico
El fascismo no es una excepcionalidad. Est¨¢ presente, casi siempre de forma silenciosa y amenazadora, en nuestras democracias, inclusive en las de los pa¨ªses m¨¢s desarrollados. A pocas hora de la elecci¨®n que decidir¨¢ el destino de Brasil, se exploran aqu¨ª algunas de las razones que explican el ascenso de Jair Messias Bolsonaro, un ex militar racista, xen¨®fobo, homof¨®bico y profundamente antidemocr¨¢tico. Analizar c¨®mo ha sido posible llegar a esta dram¨¢tica situaci¨®n constituye un inmenso desaf¨ªo pol¨ªtico, aunque se produzca el esperado triunfo de Fernando Haddad en las elecciones de este domingo.
Estamos a pocas horas de que Brasil decida su futuro como naci¨®n.
No est¨¢ en juego una elecci¨®n competitiva, republicana y abierta entre dos candidatos de signos ideol¨®gicos opuestos. Est¨¢ en juego un modelo de sociedad, o sea, un modelo de vida. Est¨¢ en juego tambi¨¦n el futuro de Am¨¦rica Latina, ya que la emergencia de Jair Messias Bolsonaro constituye mucho m¨¢s que un original invento brasile?o, como el carnaval o la caipiri?a. Brasil, ese gigante que se resiste a ser interpretado hasta por quienes presumen conocerlo en profundidad.
La elecci¨®n de este domingo actualiza un aprendizaje que nunca deber¨ªamos haber olvidado: nadie est¨¢ inmunizado ante los riesgos de la pandemia fascista. Simplemente, porque el fascismo y los fascistas siempre han estado entre nosotros.
Menospreciar el fascismo supone considerar que la democracia es un valor universal en nuestras sociedades y que nadie, en su sano juicio, con excepci¨®n de un conjunto de marginales que desprecian su institucionalidad, se animar¨ªa a ponerla en duda. El fascismo comienza a ganar su batalla cuando suponemos que la democracia se defiende a s¨ª misma y que el cuestionamiento a su legitimidad est¨¢ fuera del universo de opciones pol¨ªticas de las ¨¦lites, de las clases medias y de los sectores populares.
El caso brasile?o es paradigm¨¢tico porque estamos ante la posibilidad de que, por primera vez, en el ejercicio pleno de la soberan¨ªa popular, pueda llegar al poder un ex militar que hace 27 a?os ejerce como diputado nacional, fustigando la institucionalidad democr¨¢tica, realizando apolog¨ªa de la tortura y de los torturadores, de las dictaduras y de los dictadores. En definitiva, 30 a?os despu¨¦s del fin de una dictadura que dur¨® 21 a?os, Brasil puede nuevamente consagrar un estado de excepci¨®n, autoritario y desp¨®tico, sustentado ahora en la legalidad democr¨¢tica.
La elecci¨®n de este domingo actualiza un aprendizaje que nunca deber¨ªamos haber olvidado: nadie est¨¢ inmunizado ante los riesgos de la pandemia fascista. Simplemente, porque el fascismo y los fascistas siempre han estado entre nosotros.
Los dem¨®cratas solemos sorprendernos cuando los no dem¨®cratas hacen alarde de su odio a la democracia, sin muchas veces reconocer que ese odio puede estar anidado en un descontento popular que puede no exponerse p¨²blicamente con la misma virulencia narrativa que exponen los enemigos de la libertad.
El informe de Latinobar¨®metro del a?o pasado mostraba que, en Am¨¦rica Latina, el reconocimiento p¨²blico de la democracia viene sufriendo un lento, pero persistente deterioro. El dato es de por s¨ª alarmante, ya que estamos atravesando el m¨¢s largo ciclo democr¨¢tico de nuestra historia como naciones independientes. A uno de cada cuatro latinoamericanos le resulta indiferente la democracia y le dar¨ªa lo mismo vivir en otro tipo de r¨¦gimen pol¨ªtico.
En Brasil, la situaci¨®n se presentaba de una forma a¨²n m¨¢s dram¨¢tica.
Buena parte del mundo observaba con incredulidad c¨®mo, en el a?o 2016, una presidenta elegida por 52 millones de ciudadanos era destituida mediante una farsa parlamentaria y jur¨ªdica, sin que casi nadie saliera a la calle a defenderla. Ese mismo a?o, s¨®lo el 32% de los brasile?os dec¨ªa apoyar la democracia y confiar en ella. Al a?o siguiente, s¨®lo el 1% de la poblaci¨®n sosten¨ªa que Brasil ten¨ªa una democracia plena.
Seg¨²n la escala elaborada por Latinobar¨®metro, Brasil era, en 2017, el pa¨ªs con menor ¨ªndice de desarrollo democr¨¢tico: 4,4; por debajo del promedio regional: 5,5; y muy por debajo del pa¨ªs con mayor desarrollo democr¨¢tico de la regi¨®n, Uruguay, con 6,9. Apenas el 13% de la poblaci¨®n brasile?a se mostraba satisfecha con la democracia y 97% sosten¨ªa que la democracia sirve para que los poderosos gobiernen en su propio beneficio. Una situaci¨®n que se volv¨ªa m¨¢s fr¨¢gil cuando se observaba que, en un contexto de desconfianza con relaci¨®n a todo, 69% de los brasile?os confiaban en las iglesias (no necesariamente en la tradicional iglesia cat¨®lica, sino en las emergentes y poderosas iglesias neopentecostales), 50% en el ej¨¦rcito, 27% en el poder judicial y s¨®lo 11% en el parlamento, 8% en el gobierno y 7% en los partidos pol¨ªticos.
Las democracias, alert¨® recientemente Boaventura de Sousa Santos, pueden morir democr¨¢ticamente.
En este contexto, que la izquierda y el progresismo brasile?os hayan pensado que el principal riesgo era el neoliberalismo y que una alternativa autoritaria, fascista, era lejana para el pa¨ªs, no fue m¨¢s que un inmenso error de c¨¢lculo.
Aunque ¡°la era del fascismo se encuentra cada vez m¨¢s alejada en la historia, su ret¨®rica pol¨ªtica parece hallarse permanentemente con nosotros¡±, sostuvo alguna vez uno de los mayores especialistas en la materia, el historiador y catedr¨¢tico em¨¦rito en la Universidad de Wisconsin-Madison, Stanley Payne.
Que la izquierda y el progresismo brasile?os hayan pensado que el principal riesgo era el neoliberalismo y que una alternativa autoritaria, fascista, era lejana para el pa¨ªs, no fue m¨¢s que un inmenso error de c¨¢lculo
Una perspectiva semejante expuso el gran Umberto Eco en su c¨¦lebre conferencia, Contra el fascismo. Entendido como ret¨®rica de alcance universal, Eco sostendr¨¢ que ¡°se puede jugar al fascismo de muchas maneras y el nombre del juego no cambia¡±. As¨ª, ¡°el t¨¦rmino `fascismo? se adapta a todo, porque es posible eliminar de un r¨¦gimen fascista uno o m¨¢s aspectos y siempre podemos reconocerlo como fascista¡±. Eco enumera 14 caracter¨ªsticas del ¡°fascismo eterno¡±, aunque s¨®lo algunas de ellas alcanzar¨ªan para poner en riesgo cualquier democracia republicana: el apego irreductible a la tradici¨®n; el hartazgo con la modernidad; el culto a la acci¨®n y el desprecio al pensamiento; el odio a quienes se oponen a la ¡°verdad¡±; la fobia a la diversidad; el aprovechamiento del sentimiento de frustraci¨®n de las clases medias y de los sectores populares con la pol¨ªtica; la xenofobia; la consideraci¨®n del enemigo como siendo, al mismo tiempo, demasiado poderoso y demasiado d¨¦bil; la apolog¨ªa de la violencia y de la guerra; el elitismo; el hero¨ªsmo mesi¨¢nico; el machismo y el culto al patriarcado; la adoraci¨®n del l¨ªder como ¨²nico int¨¦rprete de la voluntad com¨²n; la pobreza ling¨¹¨ªstica, la sintaxis primaria y el rechazo al razonamiento complejo.
Jair Messias Bolsonaro, como ya lo hemos dicho, no es la causa sino la consecuencia del r¨¦gimen de excepci¨®n que se instal¨® en Brasil desde el golpe a Dilma Rousseff y la prisi¨®n arbitraria y sin pruebas del ex presidente Lula. Su fortaleza reside en que su liderazgo se apoya en una profunda crisis de legitimidad de la democracia, en una sociedad marcada secularmente por el racismo, el colonialismo, la tradici¨®n esclavista, olig¨¢rquica y autoritaria, cumpliendo no alguna sino todas las 14 dimensiones del fascismo eterno que enumera Umberto Eco.
De esto se han dado cuenta hasta los liberales y neoliberales dem¨®cratas del pa¨ªs. Aunque quiz¨¢s ya sea demasiado tarde.
La democracia se alimenta no s¨®lo de buenos resultados, sino tambi¨¦n de la confianza en que los seres humanos ser¨¢n siempre capaces de sobreponerse al miedo, al odio y a la barbarie.
Ma?ana, Brasil decidir¨¢ si este ser¨¢ el horizonte de su futuro como naci¨®n.
Hay posibilidad de que pueda evitarlo. La democracia se alimenta no s¨®lo de buenos resultados, sino tambi¨¦n de la confianza en que los seres humanos ser¨¢n siempre capaces de sobreponerse al miedo, al odio y a la barbarie.
El dram¨¢tico momento que vive Brasil debe ayudarnos a reconocer, entre tanto, que el fascismo puede estar m¨¢s cerca nuestro de lo que quiz¨¢s estemos dispuestos a aceptar. Y que vencer al fascismo de cada d¨ªa debe ser siempre el imperativo ¨¦tico y pol¨ªtico que nos una para evitar que nuestras democracias se degraden, se fragilicen y se transformen en la mueca desfigurada de una libertad que silenciosamente se escurre de nuestros corazones y almas.
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