Sam Rockwell, el ¨²nico con un Oscar a mejor actor que pasa desapercibido en el metro
Tras d¨¦cadas de luces y sombras, el californiano se llev¨® la estatuilla por ¡®Tres anuncios en las afueras¡¯ y raudo volvi¨® a casa a leer guiones y superar la tentaci¨®n de convertirse en otro de esos idiotas habituales en el Hollywood que tanto desprecia
Suena a pregunta de relleno, pero con Sam Rockwell no queda m¨¢s opci¨®n que hablar de sus pr¨®ximos proyectos. Tras ganar el Oscar por Tres anuncios en las afueras, se le acumulan. Son una hoja de ruta para seguir lo mejor que est¨¢ sucediendo hoy en el mundo del espect¨¢culo. Ser¨¢ el presidente George W. Bush en la inminente Vice, junto a Christian Bale; est¨¢ preparando la ambiciosa serie de Ryan Murphy sobre el director y core¨®grafo de Cabaret, Bob Fosse. Tambi¨¦n lucir¨¢ acento alem¨¢n para ser un nazi junto a Scarlett Johansson en Jojo Rabbit, no sin antes haber encarnado a un miembro del Ku Klux Klan en The best of enemies. Sin duda, la maldici¨®n del Oscar no se est¨¢ cebando con ¨¦l. Simplemente, Hollywood, con cierto retraso, se est¨¢ rindiendo a su pies. Unos pies californianos que se mudaron a Nueva York y que aterrizaron en el mundo del espect¨¢culo con solo diez a?os, cuando interpret¨® a Humphrey Bogart en un anuncio junto a su madre. Unos pies que, cuatro d¨¦cadas despu¨¦s, no pararon de bailar durante la sesi¨®n de fotos de esta entrevista.
Prefiere los pasos a las poses. Sam Rockwell est¨¢ hiperactivo, es como un rabo de lagartija saltando de un lado a otro del set, retando a la velocidad del obturador, sin preocuparse de cu¨¢l es su mejor perfil. Pide m¨²sica y suenan Funky town, de Lipps Inc., o Ring my bell, de Anita Ward. Saca esa vena discotequera que ya exhibi¨® en una entrevista con Jimmy Fallon o en la pel¨ªcula Los ?ngeles de Charlie (2000). Durante los descansos se pasa la seda dental y charla con todo el que le rodea. Juega con la ropa. A su alrededor, es inevitable contonearse inconscientemente en alg¨²n momento. Pero cuando los focos se apagan y la grabadora se enciende, aun sin perder la mirada de pillo ni la amabilidad, un rictus de seriedad se apodera de este actor nacido en 1968 en Daly City (California).
El del espect¨¢culo es un mundo donde ves cosas que te hacen crecer r¨¢pido y debes tener cuidado. Yo tuve modelos lo bastante buenos como para crecer correctamente¡±
¡°Bailo para evitar el aburrimiento. Para m¨ª es un alivio sentarme y simplemente hablar. Las sesiones de fotos pueden convertir tu cerebro en unos huevos revueltos. Moverte te mantiene despierto. La sangre tiene que seguir fluyendo¡±, dice. Hay algo de amenaza en esas palabras. Si empieza a mover los zapatos o a tamborilear con el dedo ser¨¢ que la conversaci¨®n no va bien¡ y hay puntos que no son divertidos de tratar. No se puede hablar de una cinta pol¨ªtica como Vice, centrada en la vida del exvicepresidente de los Estados Unidos Dick Cheney sin hacer menci¨®n a Donald Trump. No se puede hablar de Hollywood sin que salga Harvey Weinstein, con quien trabaj¨® hace a?os. Y no se puede hablar de Sam Rockwell sin aludir a la inmensa polivalencia de todos los personajes que interpreta.
¡°Actuar no es pol¨ªticamente correcto. Es sacarlo todo del subconsciente y contar historias, catarsis¡ es la Grecia antigua. Es Iago. Es Ricardo III¡±, asegura, sabiendo que aunque le llovieron los premios por su papel de Dixon en Tres anuncios en las afueras, no faltaron las voces que consideraron intolerable que se generara cierta compasi¨®n alrededor de un polic¨ªa racista, sexista e ignorante. ¡°Martin [McDonagh, el director de la pel¨ªcula] ten¨ªa un planteamiento bastante sofisticado sobre lo que es hero¨ªsmo y redenci¨®n. De alguna manera hicieron lo mismo en aquella pel¨ªcula en la que Matt Dillon interpret¨® al polic¨ªa [Crash], plasmar la dualidad de las personas. O en La ley del silencio, donde Marlon Brando es un delator, pero es el h¨¦roe. Se ha hecho antes, durante a?os. Jack Nicholson en Mi vida es mi vida no es un buen tipo. Se llama antih¨¦roe y los antih¨¦roes son muy importantes. ?Quieres sentar a Travis Bickle [Taxi driver] en la mesa con tu madre? No. Pero nos gusta verlos en la pantalla¡±, argumenta, dejando ver que m¨¢s te vale seguir su nivel de namedropping con agilidad. Quiere que vengas con los deberes hechos. Quiere demostrar que, aunque transmita ligereza en su trabajo y su trato, sus actuaciones esconden un profundo trabajo de documentaci¨®n y reflexi¨®n que tambi¨¦n exige a quien tiene delante.
Hablemos, entonces, de temas serios. Hablemos de George W. Bush. Un nuevo personaje secundario al que saca brillo en Vice y que vuelve a sonar a Oscar. ¡°Estuve meses viendo sus v¨ªdeos, escuch¨¢ndole sin parar¡ y desde luego era un papel para tomar con much¨ªsima precauci¨®n¡±, explica, desviando tambi¨¦n los m¨¦ritos a su asesora de dicci¨®n, la famosa Liz Himelstein, la misma que ayud¨® a Ryan Gosling a convertirse en Neil Armstrong y a Ren¨¦e Zellweger en Judy Garland. ?D¨®nde est¨¢ la dualidad de George Bush hijo? ¡°Como actor, tengo que ser emp¨¢tico con todos los personajes que interpreto. Quer¨ªa definir su inocencia de alguna manera, era lo que estaba buscando. Inocencia en el sentido de que quer¨ªa encontrar su ni?o interior. Explorar m¨¢s esa parte. Creo que Josh Brolin toc¨® esa tecla [en la pel¨ªcula de Oliver Stone W] y me parec¨ªa interesante. Cuando ve¨ªa las entrevistas con Bush era lo que quer¨ªa encontrar¡±, resume.
En tiempos de Donald Trump, sabe que la comparaci¨®n solo puede beneficiar a sus antecesores y ayudar a esa empat¨ªa. ¡°El tiempo de George W. Bush era un mal momento para nosotros, en muchos sentidos, pero definitivamente detr¨¢s de ¨¦l estaba Dick Cheney. Era, digamos, un animal diferente¡±, dice, compar¨¢ndolo indirectamente con la dudosa estatura pol¨ªtica y moral del actual vicepresidente, Mike Pence. Y, en cierta manera, acepta con deportividad que, en un tapete de poder tan vol¨¢til, la pel¨ªcula corre el riesgo de perder o ganar significado de aqu¨ª a su estreno en EE UU, el 25 de diciembre (a Espa?a llegar¨¢ el mes siguiente). ¡°Todo est¨¢ cambiando. Est¨¢ claro. En seis meses las cosas han variado dram¨¢ticamente. Supongo que Trump tiene algo que ver con eso¡±, reconoce.
Todo el mundo deber¨ªa tener una masculinidad y una feminidad fuertes. Tener lo mejor de los dos mundos, el yin y el yang. Los m¨¢s grandes lo ten¨ªan: Baryshnikov, Mohammed Ali, Bob Fosse¡¡±
A pesar de su versatilidad, por alguna raz¨®n, Rockwell ha calado m¨¢s en el p¨²blico cuando se ha zambullido en ese arquetipo del estadounidense algo paleto del que George W. Bush era ep¨ªtome. Su vida, en cambio, no tiene nada que ver con eso. Creci¨® a caballo entre las dos costas, con un padre en San Francisco y una madre en Nueva York, reparti¨¦ndose el curso escolar y el verano, respectivamente. Ambos eran actores y ¨¦l se describe a s¨ª mismo como ¡°un ni?o de la escena¡±. Eso le conecta con el otro gran personaje que se suma a su repertorio: Bob Fosse, el core¨®grafo capital de la historia del cine y el teatro musical. El hombre detr¨¢s de Cabaret, Chicago o All that jazz y cuya influencia est¨¢ detr¨¢s del moonwalk de Michael Jackson o el Single ladies de Beyonc¨¦.
¡°Creo que no me va a tocar bailar. Quiz¨¢ un poco, pero se centrar¨¢ m¨¢s en su labor como core¨®grafo¡±, dice. Tambi¨¦n se focalizar¨¢ en su historia de amor y desamor con Gwen Verdon, a quien dar¨¢ vida Michelle Williams, en una nueva serie para televisi¨®n de Ryan Murphy, revisionista de mitos. Tras Bette Davis y Joan Crawford, en Feud, o Gianni Versace y O.J. Simpson, en American crime story, es el turno de Fosse.
¡°Bob Fosse era un hombre complicado, con mucho car¨¢cter. Ten¨ªa muchos puntos d¨¦biles, muchas inseguridades, muchas ambiciones y muchas genialidades. Todav¨ªa estoy investigando e intentando ver c¨®mo lo abordo. Es un personaje fascinante. Y, como me pas¨® a m¨ª, creci¨® muy r¨¢pido, quiz¨¢ demasiado. Estaba en clubes de vodevil y burlesque desde muy ni?o¡±, dice, aunque enseguida corrige. ¡°En mi infancia tuve un poco de esa desestructura, pero tambi¨¦n tuve estructura. El del espect¨¢culo es definitivamente un mundo donde ves cosas que te hacen crecer r¨¢pido y tienes que tener cuidado. Yo tuve modelos de referencia lo suficientemente buenos como para crecer correctamente. No solo mis padres, sino amigos de mis padres que me cuidaron mucho¡±.
George Clooney me ayud¨® mucho en la ¨¦poca de ¡®Confesiones de una mente peligrosa¡¯. Me ense?¨® a comportarme, a no ser un idiota por haber ganado un premio. Me ense?¨® a mantener la clase¡±
As¨ª, cuando necesitaron a alguien que hiciera de Humphrey Bogart en un anuncio en el que sal¨ªa su madre, ¨¦l, con diez a?os, asumi¨® la tarea. ¡°Por aquel entonces, mi padre ya me hab¨ªa hecho ver El halc¨®n malt¨¦s¡±, recuerda. Decidi¨® quedarse en Nueva York, donde sigue viviendo con su actual pareja, la actriz y modelo Leslie Bibb, y pudo probar el sabor de la lucha diaria. ¡°Trabaj¨¦ de camarero y entregando burritos en bicicleta¡±. Hizo hasta de ayudante de un detective privado. Algo de ese esp¨ªritu fresco sigue en el actor reconocido que es hoy. ¡°En mi vida sigo intentando pas¨¢rmelo bien, tratar a la gente con respeto y dar propina a los camareros. No conozco otra manera de comportarme¡±, explica, ablandando su tono casi por primera vez en la entrevista.
Como neoyorquino de pro, sigue echando pestes de Hollywood. ¡°En Nueva York me mantengo un poco alejado de esa mierda. El a?o pasado tuve que entrar en el juego para la temporada de premios y la verdad es que acab¨¦ bastante quemado, me tuve que tomar un descanso [se fue de vacaciones a Croacia]. Fue demasiado. Demasiadas c¨¢maras¡±, relata. El Oscar, por fortuna, no cambi¨® tanto su vida. ¡°Lo tengo aqu¨ª, en los calzoncillos¡±, bromea. ¡°No, en serio. Lo tengo en una estanter¨ªa por ah¨ª. Todav¨ªa se me hace raro tener esa cosa por ah¨ª. Pero a¨²n puedo montarme en el metro sin problemas¡±, asegura.
Tampoco piensa dejar de hacer papeles secundarios aunque afronte roles protagonistas con m¨¢s frecuencia, como el que hasta ahora era su papel m¨¢s celebrado, el astronauta solitario de Moon, de Duncan Jones, hijo de David Bowie. Definitivamente, no abandonar¨¢ un estilo de actuaci¨®n que no avasalla al espectador, sino que lo respeta. ¡°No me gusta el sufrimiento y la autoindulgencia en las interpretaciones. Me gusta que la lucha y la superaci¨®n est¨¦n en la historia y en el personaje, no tanto en la actuaci¨®n. Es m¨¢s interesante de ver. En ese sentido me encant¨® la pel¨ªcula The rider, ?la has visto?¡±, prosigue refiri¨¦ndose al western dirigido por la cineasta china Chlo¨¦ Zhao y volviendo a ese namedropping que ahora se relee m¨¢s como una cinefilia irrefrenable. Como el amor por un arte que mam¨® en un hogar dividido por un divorcio, pero unido por las bondades de la actuaci¨®n. Y aunque su padre estuviera en San Francisco y su madre en Nueva York, descubri¨® que ambos pod¨ªan ejercer los dos roles a la vez.
¡°Todo el mundo deber¨ªa tener una masculinidad y una feminidad fuertes. Tener lo mejor de los dos mundos, el yin y el yang. Los m¨¢s grandes lo ten¨ªan: Mikhail Baryshnikov, Mohammed Ali o Bob Fosse. Una mezcla de emoci¨®n, sensibilidad y masculinidad. Tambi¨¦n John Malkovich, Marlon Brando, Richard Pryor¡¡±, enumera formando una ecl¨¦ctica lista de h¨¦roes personales.
Se le ve genuinamente entusiasmado por sus otras dos pel¨ªculas. En la primera de ellas, The best of enemies, interpretar¨¢ a C.P. Ellis, un miembro del Ku Klux Klan que acab¨® redimi¨¦ndose y convirti¨¦ndose en activista por los derechos de los negros en Estados Unidos. Para ello incluso viaj¨® a Charleston, en Carolina del Sur, despu¨¦s de que un supremacista blanco entrara en una iglesia afroamericana y matara a nueve personas hace tres a?os. ¡°Estoy muy orgulloso de esta pel¨ªcula. Especialmente ahora es importante que la gente la vea¡±, afirma tras ense?ar el tr¨¢iler en su tel¨¦fono m¨®vil como quien ense?a una foto de su beb¨¦. Y tambi¨¦n habla maravillas del otro filme que tiene en la nevera, Jojo Rabbit, una comedia loca en la que interpreta a un nazi muy peculiar y en la que tambi¨¦n participa Scarlett Johansson, aunque lo que le llam¨® la atenci¨®n fue el guion del neozeland¨¦s Taika Waititi. ¡°Ese chico es un genio. Tiene un don¡±, asegura.
Definitivamente, a sus 50 a?os, Rockwell vive una segunda juventud y coquetea con ese estrellato que parec¨ªa que le iba a llegar mucho antes pero que, m¨¢s para bien que para mal, pas¨® de largo. De esa lecci¨®n no olvida lo que le ense?¨® su amigo George Clooney hace 16 a?os con Confesiones de una mente peligrosa (2002), el papel con el que gan¨® su primer gran premio, el Oso de Plata en Berl¨ªn, aunque la pel¨ªcula se estrell¨® en la taquilla: ¡°?l me ayud¨® mucho durante esa ¨¦poca. Me ense?¨® a comportarme, a no ser un idiota por haber ganado un premio. Me ense?¨® a mantener la clase¡±, asegura.
Esa cinta, en la que interpret¨® a Chuck Barris, tambi¨¦n le hizo trabajar con el hombre del que ahora abomina todo Hollywood: Harvey Weinstein. ¡°Ha sido como un tornado gigante. Todav¨ªa lo estoy procesando porque es un tema muy bestia. No s¨¦ ni por d¨®nde empezar. Ahora est¨¢ cambiando todo muy r¨¢pido y no s¨¦ si dir¨ªa categ¨®ricamente que Hollywood es sexista. Pero que lo ha sido durante a?os, por supuesto¡±.
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