Sentido hist¨®rico
Considerarnos humanidad exige una Historia adulta que el discurso de la historia natural no puede hacer
Hace un par largo de siglos se puso de moda que los hijos de familia hicieran el Gran Tour. As¨ª llamaban a salir desde doquiera hacia la luminosa Italia, recorrer sus ruinas, conocer sus gentes, se?orear caf¨¦s y, si pintaba, encargar un retrato a un artista local. El caballerete posaba l¨¢nguido contra un fondo de columnas partidas. Pero, seamos serios, tambi¨¦n se lo hac¨ªan explicar. Se cuenta de un grupo de esos primitivos turistas que, yendo por los Foros, eran guiados por un individuo local; y que, recayendo la cosa en Cicer¨®n, por si hab¨ªa estado aqu¨ª y all¨¢, de entre aquellos desechos romanos, el gu¨ªa aclar¨®: ¡°Questo Cicerone era un grand¨ªssimo gigante¡±. No de modo muy distinto me contaron a m¨ª en mis a?os mozos dos o tres catedrales y alg¨²n castillo.
Admitamos que la Historia es un saber reciente. Bien es cierto que tenemos abundantes cr¨®nicas, y hasta cronicones, pero no es a ellos a los que nombra tan augusta palabra. Son venerables y a veces tambi¨¦n fuentes; pero no ocupan el centro del corro. Cuando decimos saber hist¨®rico nos referimos a algo que comienza con Bayle. Nadie duda de que la humanidad ha tenido historia, pero tampoco de que lo sabe desde hace nada y todav¨ªa menos hace que conocemos lo enorme que resulta ser. Asombrosa, repetitiva, con lagunas imposibles de rastrear, la Historia es una larga cola que se hunde en pasados cada vez m¨¢s remotos. Saberla tan extensa y extra?a nos convertir¨¢ en rumiantes, dej¨® escrito Nietzsche. Por una vez, no hagamos caso.
Porque del apercibirse de ese inmenso pasado, se ha seguido algo a¨²n m¨¢s nuevo, el sentido hist¨®rico, una especie de capacidad de entendimiento cuya edad no llega al siglo y medio. De la antigua historia se dijo que era ¡°maestra de vida¡±, que no se repet¨ªa y milenta cosas m¨¢s, todas tocadas del t¨®pico. De este reciente sentido hist¨®rico casi no conocemos nada. Lo suponemos como un saber de lo ya pasado, pero con la aguda penetraci¨®n que permite iluminar como un rel¨¢mpago lo que fue y lo que es, e incluso hacer catas en el futuro. Es casi m¨¢gico.
Este sentido hist¨®rico es todav¨ªa m¨¢s raro que el sentido com¨²n, siendo ese cosa escasa de encontrar. Porque no se trata s¨®lo de meterse en la piel inhabitable de otras eras, sino de juzgar todo por su tamiz. Ese nuevo sentido nos despierta una zona rec¨®ndita del alma com¨²n y nos la sirve a los ojos. Nos avisa mediante emociones directas: As¨ª fue, as¨ª es. Einf¨¹hlung y Verstehen, empat¨ªa y comprensi¨®n, son sus dos caras. Entendemos el pasado est¨¦ticamente. Lo comprendemos con una mirada hol¨ªstica. Advertimos al par su cercan¨ªa y la distancia. Con ¨¦l por compa?ero, de s¨²bito todos los vestigios hablan. Pero¡
Qu¨¦ raro es un sentido que ¨²nicamente posee una parte de la humanidad, la nuestra. Que incluso pareciera que las dem¨¢s no necesitan. Si hay un conocimiento que se desde?e ¨®ptimamente es el de la historia ajena. All¨¢ ellos con sus mitos. La humanidad no tiene, o no ten¨ªa hasta ayer por la ma?ana, un relato uniforme y com¨²n de su viaje. S¨®lo las ciencias naturales han intentado procur¨¢rselo. Hay una cierta idea de la historia natural de la humanidad desde que se empina sobre las dos piernas hasta que planta la primera semilla. Es cierto que grandes sectores, aferrados a la explicaci¨®n religiosa del mundo, lo abominan. Es un relato de t¨¦cnicas de supervivencia y de geograf¨ªas, pero no de imaginarios o de valores. Me pregunto si es suficiente. La humanidad es multicultural, el sentido hist¨®rico no. Hace aparecer la flecha del tiempo.
Algo es incontestable: el mundo del tiempo global que vivimos tiene que renegar y reniega de las historias nacionales rom¨¢nticas que tanto se usan y a menudo nos acaloran todav¨ªa. No sirven; ni explican ni se?alan horizonte. Deben, muy al contrario, ser puestas en orden, en uno poco identitario, o mejor, poco rom¨¢ntico. Sin mitos de origen ni h¨¦roes inmarcesibles. Sin destino manifiesto. El tiempo global desdibuja las diferencias, por eso da miedo a algunos que viven de ellas. El sentido hist¨®rico unificado se nutre del feliz maridaje de la Historia con la antropolog¨ªa y tiene por trasfondo los procesos de larga duraci¨®n. Contempla periodos de tiempo que permiten visiones de conjunto antes imposibles. Las diversas tradiciones culturales se protegen protegi¨¦ndose de ¨¦l incluso mediante la violencia. Pero su resistencia es in¨²til. Considerarnos humanidad exige una Historia adulta que el discurso de la historia natural no puede hacer.
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