Asuntos de familia
La mayor parte de las veces la patria tiene que ver con cosas inconfesables. Si hay algo que caracteriza a los nacionalismos furibundos que padecemos es su falta de humor
Hace un par de a?os sol¨ªa ir cada tarde a un mes¨®n que hay junto a mi casa. Su due?o era un hombre joven, generoso con sus clientes. Solo ten¨ªa un problema, cualquier motivo le parec¨ªa bueno para lanzar todo tipo de invectivas contra Catalu?a y los catalanes, lo que se acrecentaba de manera indescriptible si lo que retransmit¨ªan por televisi¨®n era un partido del Bar?a. Entonces se transformaba en un aut¨¦ntico MisterHyde, capaz de proferir las mayores infamias contra los que consideraba, sin que pudiera saberse por qu¨¦, sus m¨¢s ac¨¦rrimos enemigos. Yo, que soy del Bar?a desde mi infancia, sufr¨ªa con callada resignaci¨®n aquellos arrebatos de furia, transcurridos los cuales el hombre se serenaba y volv¨ªa a ser el apacible tabernero de siempre. Una tarde, en que su locura alcanz¨® cotas inadmisibles, le llam¨¦ la atenci¨®n. Qu¨¦ pasar¨ªa, le dije en un tono aleccionador, si por casualidad alg¨²n catal¨¢n entraba en su bar y le o¨ªa proferir tales barbaridades. No deb¨ª hacerlo, pues los insultos alcanzaron entonces cotas insospechadas. Me fui del bar y no he vuelto a pasarme por all¨ª. Lo digo con cierta pena, pues, salvo por aquella locura, el hombre no era un mal tipo.
Otros art¨ªculos del autor
He vuelto a pensar en ¨¦l en estos ¨²ltimos meses, en los que el independentismo catal¨¢n ha adquirido unas dimensiones tan preocupantes como impredecibles. Basta con recordar los art¨ªculos que Quim Torra ha venido escribiendo a lo largo de estos ¨²ltimos a?os sobre los espa?oles, y que tanto se parecen a las cosas que mi conocido dec¨ªa de los catalanes. Claro que este lo hac¨ªa en la barra de un bar, mientras que Quim Torra publicaba sus art¨ªculos en medios que damos por serios. Porque lo verdaderamente preocupante no es que se digan cosas as¨ª, sino que quien lo hace pueda ser elegido para representar los intereses de todos. No quiero ni imaginarme lo que ser¨ªa de los catalanes si mi conocido llegara a ser president de la Generalitat, cosa harto improbable, gracias a Dios.
Claro que en este triste pa¨ªs nuestro no dejan de suceder cosas que parecen propias de la barra de un bar. No nombrar¨¦ las que est¨¢n en la mente de todos, pues entre nosotros sobran los insultos. La pregunta es por qu¨¦ me siguen afectando tanto. Supongo que tiene que ver con esos asuntos de familia que nos vinculan indisolublemente a un grupo humano al margen de lo lamentables que nos puedan parecer muchos de sus comportamientos.
En este triste pa¨ªs nuestro no dejan de suceder cosas que parecen propias de la barra de un bar
Una vez, con apenas 20 a?os, estuve en Bonn unos d¨ªas. Fui a visitar a una amiga m¨ªa que estaba asistiendo a unas clases en su universidad. Mientras ella atend¨ªa sus deberes, yo deambulaba por la ciudad, sin hablar con nadie, pues no sab¨ªa ni una sola palabra de alem¨¢n. Llevaba conmigo el primer tomo de En busca del tiempo perdido, que le¨ªa incansablemente en caf¨¦s y jardines mientras esperaba el regreso de mi amiga. Una ma?ana, durante uno de esos paseos, o¨ª la voz de una mujer cantando en espa?ol, y me acerqu¨¦ a ver. Era una mujer de edad indefinida que, arrodillada en el suelo, como tantas veces hab¨ªa visto en mi infancia, estaba fregando el portal de una casa. La canci¨®n era la queja de un hombre al que hab¨ªan robado su carro y se preguntaba d¨®nde pod¨ªa estar. Y esa imagen, y esa canci¨®n, me conmovieron de tal manera que no pude moverme de all¨ª hasta que la mujer termin¨® de cantarla. Un chico, aprendiz de escritor, que estaba leyendo apasionadamente a Proust, hechizado por una canci¨®n de Manolo Escobar. ?Hay quien entienda esta escena?
Es extra?o esto de la patria, la mayor parte de las veces tiene que ver con cosas inconfesables. Lo que llamamos patriotismo bien podr¨ªa definirse como una de esas tiernas perversiones que nos hacen amar inexplicablemente incluso aquello que nos averg¨¹enza. No hay forma de evitarlo, son los asuntos del coraz¨®n, y ya se sabe que el coraz¨®n es un poco bobo. ?Podr¨ªamos vivir si no lo fuera? Pero una cosa es que seamos permisivos con las tontunas de ese coraz¨®n, y otra, que le hagamos m¨¢s caso de la cuenta. Para eso sirve el humor, para defendernos de sus excesos. No me refiero a ese tipo de humor que busca rebajar y ofender. Y ah¨ª est¨¢n los cientos de chistes que sobre las mujeres, los homosexuales, los emigrantes, los tartamudos o los que sufren alguna tara tenemos que soportar con tanta frecuencia. Me refiero al humor de los padres con sus ni?os peque?os, de las parejas entre s¨ª, de los seres verdaderamente religiosos cuando miran el mundo. Es dif¨ªcil concebir un amor en el que los amantes no se gasten bromas. Tienen que hacerlo para no ser devorados por su propio delirio. La broma los devuelve al mundo real. Tambi¨¦n las madres y los ni?os peque?os suelen tomarse a broma su propio amor. De otra forma caer¨ªan en la locura, lo que por desgracia pasa muchas veces. La broma es uno de los rostros de esa ternura que viene en su ayuda para salvarles.
No, se?or Torra, el franquismo no fue una pesadilla que sufrieron solo los catalanes, la sufrimos todos
Digo esto porque una de las cosas que caracterizan a estos nacionalismos furibundos que padecemos es su falta de humor. Juan Jos¨¦ Mill¨¢s escribi¨® un luminoso art¨ªculo en que alertaba sobre los peligros de una identidad hipertrofiada. Nunca hab¨ªa que ser enteramente una sola cosa, ven¨ªa a decir en ese art¨ªculo. En vez de ser espa?ol, hab¨ªa que ser medio espa?ol, lo que aplicado a los independentistas catalanes significa que har¨ªan bien en ser solo la mitad de lo que dicen ser. A unos y a otros nos quedar¨ªa as¨ª una parte libre, sin compromisos, con la que podr¨ªamos aspirar a ser otras cosas y llegar a entendernos. Roberto Rossellini dijo que el coraz¨®n de una sociedad es la ley, pero que el de una comunidad es el amor. Y hablar de una comunidad es hablar de fiestas comunes, de una lengua, de canciones y bailes, de comidas al aire libre, de celebraciones y fiestas compartidas. Y est¨¢ bien disfrutar de todo eso, pero tambi¨¦n es importante no tom¨¢rselo demasiado en serio, y no olvidar que ese amor del que habla Rossellini es el otro nombre de la fraternidad, que nos hace iguales a nuestros vecinos. No, se?or Torra, el franquismo no fue una pesadilla que sufrieron solo los catalanes, la sufrimos todos. Bueno, no todos, que en todas partes hubo quienes lo recibieron con todo tipo de parabienes, como pas¨® en Catalu?a, por cierto, donde una parte importante de su burgues¨ªa se sum¨® encantada a la siniestra fiesta, como bien se explica en Hab¨ªamos ganado la guerra, el libro de memorias de Esther Tusquets.
Los griegos ten¨ªan un concepto muy hermoso que habr¨ªa que recuperar: metaxu. Significa intermediario, puente. Nuestro tiempo ha perdido esos puentes, el entre, ahora todo es una sola cosa. El poder es definici¨®n, fijeza, cosificaci¨®n, una vida entre clich¨¦s. Pero la verdad no cabe en esos clich¨¦s, en un solo sue?o. Los sue?os excluyentes no solo son malos para quienes los sufren, sino tambi¨¦n para quienes los imponen, que terminan siendo sus prisioneros. Y, entonces, el sue?o se transforma en delirio. Es lo que les pasa a los fan¨¢ticos, que tienen sue?os que no pueden abandonar, de los que ya no regresan. Pero ?por qu¨¦ conformarse con un solo sue?o cuando se pueden tener todos los sue?os? ¡°El extranjero te permite ser t¨² mismo, al hacer de ti un extranjero¡±. Son palabras de Edmond Jab¨¨s, ciudadano del mundo. Quienes cruzan los puentes, eso es lo que todos deber¨ªamos ser: extranjeros en esta tierra.
Gustavo Mart¨ªn Garzo es escritor.
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