Sin chaqueta por La Habana Vieja
El viaje de Pedro S¨¢nchez sirvi¨® para recuperar el dialogo pol¨ªtico de alto nivel con Cuba despu¨¦s de 32 a?os de ausencia
Despu¨¦s de los viajes de Su¨¢rez (1978) y Felipe Gonz¨¢lez (1986), y de la delirante visita no oficial de Aznar y el Rey Juan Carlos I en 1999, lleg¨® a Cuba Pedro S¨¢nchez y mand¨® a parar. Hac¨ªa 32 a?os que un presidente espa?ol no visitaba la isla de modo oficial, y S¨¢nchez dijo que ya estaba bien de tonter¨ªas, que era demasiado tiempo de abandono institucional e incomunicaci¨®n con un pa¨ªs tan vinculado a Espa?a. La visita fue fugaz, apenas 24 horas, pero tuvo su enjundia, aunque muchos lo dudaban.
Justo antes de aterrizar, el historiador de la Ciudad, Eusebio Leal, consider¨® el viaje un ¡°gesto de amistad¡± y afirm¨® que su presencia era importante porque ¡°Espa?a no deb¨ªa perder Cuba por segunda vez¡±. Mencion¨® Leal las palabras de M¨¢ximo G¨®mez, el jefe militar de las tropas mambisas, despu¨¦s de que la metr¨®poli entreg¨® en 1899 la soberan¨ªa de la isla a Estados Unidos: ¡°Tristes se han ido ellos y tristes hemos quedado nosotros, porque un poder extranjero los ha sustituido. Yo so?aba con la paz de Espa?a, yo esperaba despedir con respeto a los valientes soldados espa?oles (¡) pero los americanos han amargado con su tutela impuesta por la fuerza la alegr¨ªa de los cubanos vencedores, y no supieron endulzar la pena de los vencidos¡±. Ah¨ª empez¨® a torcerse la cosa.
Con esas palabras flotando en el Palacio de los Capitanes Generales comenz¨® el paseo por La Habana Vieja, el mismo que hicieron los anteriores presidentes espa?oles, aunque en esta ocasi¨®n el mandatario cubano no era Fidel Castro sino Miguel D¨ªaz-Canel, que acompa?¨® a su invitado en el recorrido. Hac¨ªa calor en el centro hist¨®rico, igual que en noviembre de 1999, cuando en ese mismo trayecto Aznar se quit¨® la chaqueta de forma chulesca y maleducada. En esta ocasi¨®n tambi¨¦n hubo deschaquetamiento, pero fue general, pactado entre los dos presidentes y entre risas, quiz¨¢s un mensaje de que todo puede hacerse en esta vida con educaci¨®n, y que as¨ª van mejor las cosas. Precisamente de eso se trataba el viaje: de hablar, de generar un clima de confianza, de recuperar el di¨¢logo al m¨¢s alto nivel y distender las relaciones, que siempre es bueno para que todo lo dem¨¢s avance.
?C¨®mo tener una pol¨ªtica de Estado estable hacia Cuba si, en dependencia de qui¨¦n gane las elecciones, se tienden puentes o se forma la cochambre?
La comitiva recorri¨® la calle Mercaderes y pas¨® delante de la florer¨ªa La Rosa Blanca, un negocio de la Oficina del Historiador que simplemente vende flores pero que forma parte de la lista negra de 200 empresas cubanas penalizadas por la Administraci¨®n Trump, donde los estadounidenses no pueden gastar un d¨®lar. Fue, casualmente, cerca de all¨ª donde S¨¢nchez y D¨ªaz-Canel se quitaron la chaqueta. Nada tuvo que ver el paseo con el de Aznar y el Rey 19 a?os antes, cuando las calles estuvieron vac¨ªas porque La Moncloa pidi¨® una visita privada. Esta vez, mientras Leal ense?aba a los visitantes lugares, edificios, esquinas y plazas emblem¨¢ticas, una multitud rode¨® a ambos presidentes para saludarles. Hubo gritos cubanos hasta de ?Viva Espa?a!, pero tambi¨¦n unos turistas catalanes soltaron a S¨¢nchez un ¡°libertad para los presos pol¨ªticos¡±, que no iba dirigido a Cuba, sino a Catalu?a. La vida, con todas sus contradicciones.
La v¨ªspera, durante una cena de amigos, un relevante grupo de empresarios espa?oles convocados al viaje, muchos votantes de derecha, discut¨ªa sobre su utilidad. ¡°Con la que est¨¢ cayendo en Espa?a viene solo a hacerse la foto, es tinta de calamar¡±. Al d¨ªa siguiente, S¨¢nchez inaugur¨® un foro empresarial hispano-cubano junto a D¨ªaz-Canel, donde abog¨® por que las relaciones econ¨®micas entre ambos pa¨ªses fueran tan estrechas como las sentimentales. Sus palabras cayeron bien, y m¨¢s tras contar que la noche antes se hab¨ªa preocupado por las deudas de corto plazo contra¨ªdas por Cuba con el empresariado. El mensaje, dijo, fue bien recibido por el presidente cubano.
En esta ocasi¨®n tambi¨¦n hubo deschaquetamiento, pero pactado entre los dos presidentes, un mensaje de que todo puede hacerse en esta vida con educaci¨®n
Antes de marcharse, S¨¢nchez se reuni¨® con un peque?o grupo de emprendedores y cuentapropistas, periodistas de medios alternativos y representantes de la cultura y de eso que hoy se llama sociedad civil. Los convocados, ninguno sospechoso de oficialismo, coincidieron en un mensaje: lo que m¨¢s les beneficiaba a ellos y a todos los cubanos es que Madrid y La Habana tuvieran buenas relaciones, cuanto m¨¢s buenas, mejor, porque cuando esa inercia se instalaba los espacios se abr¨ªan y la cosa rodaba. Estuvo de acuerdo el presidente y les dijo que, para empezar, quer¨ªa regresar a Cuba y traer a los Reyes para los 500 a?os de la capital. Una de las cuentapropistas, muy republicana, sugiri¨® que si quer¨ªa un golpe de efecto que se dejase de Reyes y que organizara un Madrid-Bar?a, que La Habana explotaba. ¡°Primero los Reyes y luego traemos al Bar?a¡±, contest¨® S¨¢nchez.
Durante la recepci¨®n a la colonia espa?ola, en la residencia del embajador, uno de los presentes record¨® la etapa del congelamiento de las relaciones con Aznar y cuando, a ra¨ªz de unas sanciones europeas, en contramedida los jardines diplom¨¢ticos se vaciaron de interlocutores oficiales. Fue el momento de los embajadores Findus, nadie los recib¨ªa y nada pod¨ªan hacer, y a Cuba no ven¨ªa nadie. Superado hace tiempo aquel desprop¨®sito diplom¨¢tico, entre canap¨¦s, S¨¢nchez hablaba en esos mismos jardines con la colonia de lo importante que era estar presente y dialogar para ir abriendo puertas, aunque no pudo responder a una pregunta clave formulada por un pich¨®n de canario: muy bien, ?pero c¨®mo tener una pol¨ªtica de Estado estable y coherente hacia Cuba si, en dependencia de qui¨¦n gane las elecciones, se tienden puentes con La Habana o se forma la cochambre? La pregunta se la trajo S¨¢nchez para Espa?a.
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