Mentir est¨¢ de moda
Nixon cay¨® por el Watergate y Clinton las pas¨® canutas por sus embustes sexuales. Ahora, Donald Trump vocifera infundios sin que suceda nada
HAY DOS CLASES de personas que me dan mucho miedo, las crueles y las dogm¨¢ticas (para peor, suelen darse a la vez), pero despu¨¦s los que m¨¢s me asquean son los mentirosos, que a menudo tambi¨¦n suman crueldad y fanatismo, alcanzando as¨ª el premio cum laude de mi repugnancia. Me refiero a la mentira rastrera e interesada, al enga?o que se aprovecha de la necesidad de sus v¨ªctimas para sacar provecho, al desparpajo c¨ªnico.
Porque, por otra parte, mentir, lo que se dice mentir, lo hacemos todos. En primer lugar, sin darnos cuenta: nuestra memoria, lo he dicho mil veces, es un relato, un cuento que nos contamos a nosotros mismos y que vamos variando cada d¨ªa sin siquiera advertirlo para adaptarlo a nuestras necesidades. Y menos mal que disponemos de esa imaginaci¨®n tan hacendosa que va cosiendo los agujeros del pasado y bordando bonitas flores sobre los zurcidos, porque, sin ese relato que va dotando de orden y sentido al caos de nuestros d¨ªas, la existencia resultar¨ªa invivible. Ya lo dec¨ªa Epicteto: lo que nos afecta a los humanos no es lo que nos sucede, sino lo que nos decimos de lo que nos sucede. Somos palabras en busca de sentido y podr¨ªamos decir que la mentira es nuestro esqueleto. Una mentira ignorada por la consciencia, una mentira necesaria e inocente, tan s¨®lida y tan blanca como un hueso.
En segundo lugar, tambi¨¦n mentimos de manera social, por cortes¨ªa, o incluso podr¨ªamos decir que por empat¨ªa. Detesto a esos necios que alardean de sinceridad y que en realidad van atizando sopapos por doquier, espetando a sus v¨ªctimas lo feos que est¨¢n, lo mucho que han engordado o lo ins¨ªpida y pasada que est¨¢ la paella que llevan toda la ma?ana preparando. ?Menudos energ¨²menos! Mentir para hacer que el otro se sienta mejor tambi¨¦n es amar. Son mentiras amables, mantecosas y rosadas, como la cubierta de az¨²car de un pastel.
Por ¨²ltimo, todos mentimos a veces malamente. ?Qui¨¦n no ha dicho en alg¨²n momento de debilidad una falsedad de la que se arrepiente? Porque lo hizo por cobard¨ªa, o por sacar un provecho ego¨ªsta, o por dar la coba a un poderoso. Nadie es perfecto, como dec¨ªan en la genial Con faldas y a lo loco. Son mentiras escamosas, rojizas e irritantes, anomal¨ªas purulentas como granos de acn¨¦.
Y luego est¨¢ la mentira sin m¨¢s, la mentira asquerosa contra la que nos educaban de ni?os, mentiras negras y viscosas como sanguijuelas, armas de guerra para manipular al pr¨®jimo. Creo haber dejado claro que todos los humanos mentimos de diversas maneras (recomiendo la maravillosa novela Mentira, de Enrique de H¨¦riz, para darse cuenta de hasta qu¨¦ punto es as¨ª), pero tambi¨¦n creo que todos sabemos perfectamente cu¨¢ndo se cruza la l¨ªnea de la mentira criminal. Es el tipo de embuste condenado por los Diez Mandamientos, por el imperativo categ¨®rico kantiano y por el sentido com¨²n. Pues bien, me parece que esa condena se ha acabado. Tengo la inquietante sensaci¨®n de que la mentira venenosa incluso se est¨¢ poniendo de moda, de la misma manera que hace unos a?os, en los tiempos de gloria de los br¨®keres y los Marios Conde, se puso de moda la ferocidad de los tiburones competitivos, con las consecuencias que todos sabemos. Veamos: Cohen, el abogado de Trump, ha reconocido que minti¨® en una declaraci¨®n al Senado sobre un proyecto de la compa?¨ªa del presidente para construir un rascacielos en Mosc¨², proyecto que es uno de los puntos esenciales en la investigaci¨®n sobre la supuesta conspiraci¨®n entre Trump y el Kremlin para ganar las elecciones. Las sombras, m¨¢s bien las tinieblas de las mentiras, llueven sobre Trump, que adem¨¢s utiliza personalmente su Twitter para vociferar infundios sin que suceda nada. Y sin embargo Nixon cay¨® por mentir en el Watergate, y Bill Clinton las pas¨® canutas con sus embustes sexuales. Ahora, en cambio, parece que se admira al mentiroso y al c¨ªnico. Tengo amigos (exagero: conocidos) a los que he visto calumniar sabiendo que calumnian sin que se les mueva una pesta?a, una desfachatez difamadora que me parece que hace algunos a?os no exist¨ªa. Me temo que se excusan diciendo que el fin justifica los medios. Yo cre¨ªa que esa aberraci¨®n ya estaba superada, pero se ve que siempre hay que volver a empezar por el principio.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.