Club del R¨ªo interpreta ¡®Remedios¡¯ de su disco ¡®Sustancia¡¯
Quiero contar una peque?a historia. Un momento so?ado, un recuerdo lejano escondido entre la niebla de una realidad posible, instante congelado que estaba condenado a extinguirse. Un pedazo de algo que nunca ser¨¢ suyo, ni de otros. Sin embargo, permanece.
En ella, tres de los componentes de Club del R¨ªo, interpretan en Malditos Domingos una canci¨®n al borde de un mar fundido con un cielo de plata. Atardece. Ya llega el invierno con sus caminantes blancos. El final del oto?o intent¨® alcanzarnos con su ¨²ltimo rayo de luz y no lo logr¨®. Tener la naturaleza cerca acelera el coraz¨®n, marca el camino hacia los veranos de nuestra infancia.
Apenas hace fr¨ªo. Desprenden un fuego invisible, un consuelo salvaje. Te hacen desear, sin motivo aparente, convertir su m¨²sica en abrigo. Es un impulso inexplicable, una atracci¨®n inevitable. Quiero ser parte de la escena, sentarme a escuchar sin hacer ruido, ser invisible, abrir m¨¢s los o¨ªdos. Dar la mano a alguien que no existe, que el mundo calle. Rezar para que el momento no termine nunca, se repita una y otra vez cuando agite la bola de cristal con nieve m¨¢s all¨¢ de Navidad.
Guitarra, arm¨®nica, unas sutiles palmas. Una voz, acompa?ada de otras voces. Armon¨ªas, coros, chasquidos. Todos se acarician poco a poco. Luego se har¨¢n el amor sin prisa.
El viento de la tarde gira en el cielo y cantan: ¡°Dile a los santos que voy y que estoy de camino hacia el mar. Diles que sigo fuera escuchando. Pero ya no se me notan ni las pisadas. Que incluso abatido sigo, sigo mirando, diles que estoy lleno de dudas. Que mi alma quema y que arde la piel. Diles que no tengo remedios¡±. Ahora estoy sola con mi propia sombra.
Hab¨ªa olvidado qui¨¦n era y algo m¨¢s, a mi peor enemigo, que soy yo. Pero ¡°el que no tiene nada de lo que arrepentirse no ha vivido¡±, recordar¨ªa el poeta Karmelo C. Iribarren. El dolor se puede transformar en danza. La tempestad esconder un final feliz.
Esconde la mejilla una l¨¢grima de emoci¨®n. No es de p¨¦rdida ni de alegr¨ªa, tampoco necesita significado. No tiene nombre ni due?o. Simplemente es distinta.
¡°Si te caes te tendr¨¢s que levantar¡±. Qu¨¦ tendr¨¢n las palabras que a veces bastan para calmarnos. La m¨²sica como religi¨®n, como remedio para cerrar del todo la cicatriz o prevenir una herida dormida. La m¨²sica no llega nunca tarde porque siempre roza el instante preciso. "Yo s¨¦ lo que pas¨® con mi voz. Mi voz fue un consuelo para la gente", asegur¨® Mercedes Sosa.
No hace falta estar roto por dentro para reconfortarse con este v¨ªdeo de Club del R¨ªo pero tal vez, cuando termine la canci¨®n, empiece el fr¨ªo. No necesitamos entenderlo, solo vivirlo. Quiero contar una peque?a historia. Solo existir¨¢ si ellos cantan y alguien escucha al otro lado del r¨ªo.
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