?Mentirijillas piadosas? ?Complicidad general? Verdades y mentiras de la Navidad
Hacia los siete a?os afloran en los ni?os las suspicacias respecto a la procedencia de los regalos navide?os. ?Qu¨¦ hacer? Quiz¨¢ intentar que la verdad salga a la luz despu¨¦s de formularles preguntas, implic¨¢ndolos en la revelaci¨®n del secreto
LA ATM?SFERA de la Navidad, con su olor a mazap¨¢n, sus villancicos en bucle y su aire festivo, aviva la fantas¨ªa de todos, pero en especial la de los ni?os. Las calles iluminadas, los ¨¢rboles adornados y las atiborradas cabalgatas contribuyen a dar verosimilitud a los relatos que rodean esta celebraci¨®n; unas narraciones, por otra parte, que desaf¨ªan flagrantemente las leyes de la f¨ªsica. As¨ª, los adultos se confabulan para que los peque?os crean que, en una sola noche, los Reyes Magos logran repartir toneladas de regalos casa por casa, con un portentoso don de la ubicuidad, subidos a unos veh¨ªculos en absoluto supers¨®nicos, pero muy ecol¨®gicos: los camellos. Estas fiestas, tan significativas y cargadas de nostalgia, conjugan tradiciones de varias culturas, tanto paganas como religiosas, y se han ido adaptando a las necesidades de cada generaci¨®n para pervivir. Como otros mitos culturales, su verdad m¨¢s esencial radica en el mensaje que transmiten, ll¨¢mese generosidad, empat¨ªa o solidaridad, en el caso navide?o.
Aunque consideramos que mentir es algo reprobable, la complicidad general con la que se camufla la identidad de los magos de Oriente no cuenta con grandes detractores. Se acepta como una mentirijilla sin m¨¢s que, si bien no deja de ser una falsedad, est¨¢ pintada, al fin y al cabo, con los colores del amor hogare?o. Adem¨¢s, es inofensiva, y el ni?o, tarde o temprano, descubrir¨¢ el tinglado por s¨ª solo. Por lo tanto, hasta que llegue el momento en que la venda se les caiga de los ojos, ?qu¨¦ tiene de malo prolongar ese ¡°c¨ªrculo m¨¢gico de la Navidad¡± del que hablaba Dickens? Todos los a?os, J. R. R. Tolkien escrib¨ªa cartas a sus hijos haci¨¦ndose pasar por Pap¨¢ Noel, cumpliendo as¨ª con una tradici¨®n familiar que se extendi¨® a lo largo de m¨¢s de dos d¨¦cadas. En ellas, les contaba sus experiencias del a?o anterior en tierras nevadas, as¨ª como los preparativos para la entrega de los regalos: ¡°Menos mal que no marcan la misma hora todos los relojes del mundo; si no, no s¨¦ c¨®mo me las arreglar¨ªa; pero, en Navidad, cuando mi magia es m¨¢s potente, puedo llenar hasta mil calcetines por minuto¡±.
Algunas mentiras nos definen mejor que nuestros denodados esfuerzos por decir la verdad
Las mentiras son un elemento esencial de la comunicaci¨®n humana. Algunas de ellas nos definen mejor como individuos y sociedad que nuestros denodados esfuerzos por decir la verdad. Da lo mismo c¨®mo las etiquetemos para eludir su mala reputaci¨®n: ¡°inexactitudes terminol¨®gicas¡±, ¡°distorsiones estrat¨¦gicas¡±, ¡°mentiras piadosas¡±, etc¨¦tera. Acabamos recurriendo a ellas para evitar el dolor ajeno y el propio, sortear situaciones inc¨®modas o alcanzar un objetivo, por ejemplo. Y aunque en la educaci¨®n se inculca el concepto de la honradez, en el d¨ªa a d¨ªa las mentiras viajan libremente con las alas del lenguaje. Al hablar, seleccionamos, omitimos y buscamos la versi¨®n que m¨¢s nos satisfaga. George Steiner hablaba del poder creador de las mentiras. De ah¨ª surge tambi¨¦n la literatura, con t¨ªtulos memorables como el cl¨¢sico de estas fechas, La canci¨®n de Navidad, de Dickens, en el que un viejo mis¨¢ntropo de nombre Scrooge, despu¨¦s de pasar revista a su vida, excesivamente marcada por la codicia, se convierte de la noche a la ma?ana, tocado por el esp¨ªritu navide?o, en un hombre bueno y sabio.
La exactitud y la veracidad no son siempre virtudes a las que demos prioridad cuando hablamos con un ni?o. Dado que son impresionables, evitamos utilizar un lenguaje demasiado directo y desnudo con ellos. Aun as¨ª, las mentiras desempe?an un papel primordial en el desarrollo infantil, pues, gracias a ellas, los ni?os exploran sus l¨ªmites y su autonom¨ªa. A partir de los tres a?os, ya atribuyen pensamientos e intenciones a las personas de su entorno. Cuando se sienten enga?ados, despu¨¦s de haberles asegurado que un jarabe no sab¨ªa mal, o que nuestro destino quedaba a la vuelta de la esquina, aunque todav¨ªa faltaba la mitad del trayecto, se enfadan, como es natural, pero al final entienden que deben desarrollar su paciencia y capacidad de aguante. Tambi¨¦n ellos van incorporando las mentiras a su repertorio comunicativo como para confirmar ese dicho seg¨²n el cual aquellos que no mienten nunca maduran.
Hacia los siete a?os afloran en los ni?os las primeras suspicacias respecto a la misteriosa procedencia de los regalos navide?os. ?Qu¨¦ hacer? ?Obviar sus recelos o confesar el artificio? Los progenitores se enfrentan a ese dilema. ?Cu¨¢l es la mejor t¨¢ctica, pues, ante el temido interrogante de si los padres son los Reyes? Quiz¨¢ evitar responder con un s¨ª o un no. Es decir, recurrir al m¨¦todo socr¨¢tico y que la verdad salga a la luz despu¨¦s de formularles preguntas nosotros a su vez, implic¨¢ndolos as¨ª de forma activa en la revelaci¨®n del secreto, apoy¨¢ndonos en sus deducciones. A partir de sus sospechas, averiguaremos qu¨¦ est¨¢n preparados para o¨ªr.?
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