El neandertal en tu cabeza
A diferencia de la vida, la adolescencia se cura con el tiempo
Seguimos sin respuesta a la pregunta estrella de la biolog¨ªa: ?c¨®mo evolucion¨® el cerebro humano? Eso es decir el lenguaje, eso es decir la poes¨ªa, la ciencia, la creatividad humana, nuestra sofisticaci¨®n a la hora de predecir el mundo, de anticipar el riesgo, de disfrutar con las formas sutiles de la naturaleza incluso sin esperar gran cosa a cambio. Mi opini¨®n, por si a alguien le importa, es que no sabremos c¨®mo evolucion¨® el cerebro mientras no sepamos c¨®mo funciona. Francis Crick, codescubridor de la doble h¨¦lice del ADN, le dijo una vez a Stephen Jay Gould: ¡°Lo malo de ustedes, los bi¨®logos evolutivos, es que se preguntan ?por qu¨¦? antes de preguntarse ?c¨®mo?¡±. Gould se cabre¨®. Pens¨® que aquello era una salida cargante de un bi¨®logo molecular, el colmo del reduccionismo miope. Pero reconoci¨® a?os m¨¢s tarde que Crick ten¨ªa raz¨®n. Casi siempre la ten¨ªa.
El caso es que no sabemos c¨®mo surgi¨® la mente humana, pero si hay algo que conocemos sobre ese asunto, un vector lineal en la jungla curva de la evoluci¨®n hom¨ªnida, es la correlaci¨®n entre el tama?o y la forma del cr¨¢neo de una especie y su inteligencia creativa, hasta donde la podemos medir por la sofisticaci¨®n de sus herramientas. Los australopitecos como Lucy ten¨ªan el volumen cerebral de un chimpanc¨¦, y ninguna herramienta. Duplica ese volumen y ya tienes un Homo habilis y su notable colecci¨®n de hachas y punzones; a?ade unos cent¨ªmetros c¨²bicos m¨¢s y obtienes al Homo erectus, que no solo ten¨ªa mejores armas sino que fue el primer humano que sali¨® de ?frica para explorar el mundo.
Otro medio litro de cerebro y aqu¨ª llegamos los Homo sapiens, con nuestras aspiraciones de saberlo todo y de conquistar el mundo. Todo eso se refiere al tama?o, pero la forma es tambi¨¦n esencial. Los humanos modernos no solo nos caracterizamos por tener un cerebro bien gordo en relaci¨®n con nuestro cuerpo, sino tambi¨¦n por la desproporcionada expansi¨®n de los l¨®bulos frontales a lo largo de la evoluci¨®n humana. Es ah¨ª, detr¨¢s de nuestra frente, donde residen las altas funciones mentales de las que estamos tan orgullosos, entre ellas el control racional sobre las emociones primarias de nuestro cerebro reptiliano, como la am¨ªgdala cerebral que codifica la agresividad y el miedo. Es la diferencia de maduraci¨®n entre esos dos nodos mentales lo que explica el cerebro adolescente. No se preocupen los padres: a diferencia de la vida, la adolescencia es una enfermedad que s¨ª se cura con el tiempo.
Sabemos desde hace unos a?os que los neandertales y nuestros antepasados sapiens nos cruzamos hace unos 50.000 a?os, es decir, en cuanto la coincidencia geogr¨¢fica lo hizo posible. Si eso es animalismo o ganas de emociones, la psicolog¨ªa lo dir¨¢, pero el caso es que un peque?o porcentaje del genoma de la gente de origen europeo y asi¨¢tico occidental es hoy de origen neandertal. Los asi¨¢ticos, oce¨¢nicos y nativos americanos suelen tener un porcentaje similar del genoma de los denisovanos, unos primos de los neandertales que poblaban Asia en la ¨¦poca en que los sapiens sal¨ªamos de ?frica. Los africanos actuales tienen tambi¨¦n ADN de pueblos africanos antiguos. Viajando se conoce gente.
Acabamos de saber, sin embargo, que el ADN neandertal que llevan los europeos afecta a la forma de su cabeza: le quita parte de su moderna redondez y la hace m¨¢s puntiaguda y antigua, y en zonas que se encargan de afinar la coordinaci¨®n de los movimientos. He ah¨ª un enigma.
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