Lo que queda de ¡®Inside Job¡¯
Las puertas giratorias, los conflictos de inter¨¦s y los sueldos marcianos persisten en la vida p¨²blica
"Tenemos que bailar hasta que pare la m¨²sica, pero la m¨²sica ya hab¨ªa parado cuando dijo eso. La cosa est¨¢ bajo control, afirm¨® Paulson, secretario del Tesoro de EE UU en 2008, cuando la recesi¨®n hab¨ªa comenzado cuatro meses antes de que se reconociese". Estas reflexiones las hace George Soros, y forman parte de la pel¨ªcula sobre la Gran Recesi¨®n Inside Job, Oscar al mejor documental en 2011, que conviene volver a ver hoy para hacer un balance de lo que se aprendi¨® y de lo que se ha olvidado.
El a?o 2009 fue el m¨¢s ag¨®nico de la crisis econ¨®mica, despu¨¦s del ¡°trimestre del diablo¡±, el que va de los meses de septiembre a diciembre de 2008, cuando todo parec¨ªa posible tras la quiebra de Lehman Brothers (calificaci¨®n de A2, inversi¨®n s¨®lida, para las agencias especializadas) y las nacionalizaciones por parte del Gobierno republicano de George W. Bush de la gigantesca aseguradora AIG (AA) y de las instituciones hipotecarias Fannie Mae y Freddie Mac (triple A).
Diez a?os despu¨¦s se puede abordar Inside Job (dirigida por Charles Ferguson) como el gran testimonio de una ¨¦poca. Comienza con el desastre en Islandia, un peque?o pa¨ªs de 320.000 habitantes, que ha aportado en esta d¨¦cada su propia v¨ªa (tan distinta, por ejemplo, de la griega) para sacar de la ruina a la mayor parte de sus ciudadanos. Islandia no rescat¨® a sus bancos, sino que los dej¨® quebrar y luego los tom¨® bajo control p¨²blico, hizo dos referendos entre sus ciudadanos para que determinasen qu¨¦ parte de la deuda hab¨ªa de pagarse, y meti¨® en la c¨¢rcel a los responsables del saqueo (26 banqueros fueron condenados; hoy no queda ninguno entre rejas). Tambi¨¦n ha acabado por ley con la discriminaci¨®n salarial entre hombres y mujeres. Los gu¨ªas tur¨ªsticos cuentan con orgullo (aunque no esconden los nuevos problemas; por ejemplo, el de una burbuja inmobiliaria creciente) que Islandia crece muy por encima de la media, tiene pleno empleo y ha logrado diversificar su modelo productivo.
Pero las mayores lecciones de Inside Job no son las locales, sino las generales. Por ejemplo, el gigantesco problema sin resolver (sobre todo en EE UU) de las puertas giratorias: los mayores responsables de la supervisi¨®n y regulaci¨®n de la industria financiera ¡ªque fue un sector fuera de control¡ª provienen de la propia industria y a ella volver¨¢n cuando dejen las agencias controladoras. En la corrida p¨²blica juegan el doble papel de toros y toreros casi al mismo tiempo. Obama, que podr¨ªa haber sido la excepci¨®n, no lo corrigi¨®. En EE UU los bancos son hoy m¨¢s grandes, m¨¢s poderosos y est¨¢n m¨¢s concentrados que antes de la crisis; hay menos competencia. En 2010, cuando se rueda Inside Job, la industria financiera ten¨ªa trabajando en Washington a m¨¢s de cinco lobbistas por cada miembro del Congreso con el objetivo de allanar cualquier intento de regulaci¨®n.
Otro factor que persiste son los sueldos marcianos de los altos ejecutivos de la banca. Los hombres que destruyeron sus compa?¨ªas y crearon la crisis salieron con sus fortunas intactas; por ejemplo, los cinco primeros ejecutivos de Lehman Brothers ganaron 1.000 millones de d¨®lares entre 2000 y 2007, y cuando la firma quebr¨® se quedaron con todo el dinero. El gerente de Countrywide (el mayor banco tenedor de hipotecas locas), Angelo Mozilo, gan¨® 470 millones de d¨®lares entre 2003 y 2008, 140 de los cuales fueron obtenidos vendiendo sus acciones del banco en los 12 meses anteriores a que se hundiese. Etc¨¦tera.
Hay que volver a ver el documental para comprobar lo selectiva que es la memoria. Hay un personaje de la novela La buena vida, de Jay McIner?ney (Libros del Asteroide), vinculado a Wall Street, que reflexiona en alto: ¡°?Qu¨¦ pasaba con las lecciones que deber¨ªan haber aprendido? S¨®lo los estilos hab¨ªan cambiado (¡) como si la ¨²nica lecci¨®n extra¨ªda de todo aquello fuera que los pecados de la d¨¦cada anterior hab¨ªan sido pecados contra el buen gusto. Parec¨ªa predominar la creencia de que, si no andabas pavone¨¢ndote como un hortera, el rayo no te alcanzar¨ªa¡±.
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