El cient¨ªfico sovi¨¦tico que desapareci¨® en el Madrid de la movida
Vladimir Alexandrov se esfum¨® sin dejar rastro en 1985, tras pasar tres d¨ªas aparentemente borracho en Espa?a
Es Domingo de Ramos y las v¨ªrgenes cat¨®licas en procesi¨®n se mezclan con la resaca de una noche de s¨¢bado en los estertores de la movida madrile?a. Corre el 31 de marzo de 1985. Uno de los cient¨ªficos m¨¢s importantes de la Uni¨®n Sovi¨¦tica, Vladimir Alexandrov, acaba de llegar a Madrid procedente de C¨®rdoba, donde el Ayuntamiento del comunista Julio Anguita le hab¨ªa invitado a participar en la II Asamblea de Ciudades No Nucleares. Alexandrov, de 47 a?os, se ha pasado tres d¨ªas aparentemente borracho en Espa?a. Nadie le volver¨¢ a ver con vida. Esa misma noche, en Madrid, desaparecer¨¢.
La historiadora italiana Giulia Rispoli rescata ahora la volatilizaci¨®n del climat¨®logo sovi¨¦tico en un nuevo libro, De la Guerra Fr¨ªa al calentamiento global, editado por Catarata. ¡°Yo creo que Alexandrov no desert¨®¡±, opina la investigadora, del Instituto Max Planck de Historia de la Ciencia, en Berl¨ªn. El investigador ten¨ªa mujer y una hija adolescente en Mosc¨². Otros cinco cient¨ªficos consultados por este diario que trabajaron con ¨¦l tambi¨¦n descartan su huida voluntaria. ?D¨®nde est¨¢ Vladimir Alexandrov?
¡°Yo creo que Alexandrov no desert¨®¡±, opina la historiadora italiana Giulia Rispoli
En marzo de 1983, el astr¨®nomo estadounidense Carl Sagan hab¨ªa alertado de los catastr¨®ficos efectos que tendr¨ªa una guerra nuclear en el clima de todo el planeta. Tres meses despu¨¦s, en el Centro de Computaci¨®n de Mosc¨², el equipo de Alexandrov ech¨® cuentas: si EE UU y la URSS emplearan un tercio de sus arsenales at¨®micos para bombardear ciudades enemigas, la contaminaci¨®n cubrir¨ªa los cielos durante meses y las temperaturas caer¨ªan hasta 30 grados bajo cero. Ser¨ªa el fin de la especie humana.
Alexandrov se convirti¨®, seg¨²n Giulia Rispoli, en el ¡°portavoz sovi¨¦tico de la teor¨ªa del invierno nuclear¡±, una hip¨®tesis perfecta para azuzar a los movimientos antinucleares de EE UU contra su propio Gobierno. El investigador de la URSS disfrutaba de una inusual carta blanca para viajar por el mundo. Acudi¨® al Vaticano junto a Sagan para alertar al papa Juan Pablo II del desastre at¨®mico. Habl¨® en el Senado estadounidense. Recibi¨® a cient¨ªficos estadounidenses en su c¨¦ntrica casa de Mosc¨² y viaj¨® a EE UU para colaborar con ellos en simulaciones del clima. Si no era un esp¨ªa de uno de los dos bandos, seguramente lo parec¨ªa.
Cuando aterriz¨® en Madrid, el viernes 29 de marzo de 1985, Alexandrov era una eminencia. Un conductor del Ayuntamiento de C¨®rdoba, Jos¨¦ Moreno, fue a recogerlo al aeropuerto de Barajas, en el coche oficial de Anguita, un Seat 132. Seg¨²n un reportaje de la ¨¦poca escrito por el periodista estadounidense Andrew Revkin, Alexandrov acudi¨® primero a la Embajada de la URSS en Madrid. Al salir, le pidi¨® a Moreno que le llevase urgentemente a un bar. Parec¨ªa otra persona.
¡°Alexandrov era todo un portento, borracho las 24 horas¡±, asegura Margarita Ruiz Schrader, organizadora del congreso de C¨®rdoba. Seg¨²n una cr¨®nica de EL PA?S, el s¨¢bado 30 de marzo dio su charla y rechaz¨® atender a la prensa. ¡°Se le perdi¨® la pista hasta la ma?ana del domingo, cuando se le volvi¨® a ver en la sede del encuentro en estado de aparente embriaguez¡±, informaba este diario. Dos conductores del Ayuntamiento de C¨®rdoba lo llevaron de vuelta a Madrid, a la Embajada de la URSS. Por el camino, Alexandrov no paraba de repetir: "Restaurante, parar". El periodista Andrew Revkin sit¨²a su ¨²ltimo rastro en la puerta de un bingo al lado de su hotel en el Paseo de La Habana.
¡°Era muy cercano y yo le consideraba un buen amigo¡±, rememora el climat¨®logo Jerry Potter. En 1983, Alexandrov visit¨® a Potter en el Laboratorio Nacional Lawrence Livermore, la ¨²nica instituci¨®n, adem¨¢s de Los ?lamos, dedicada al dise?o de bombas at¨®micas en EE UU. ¡°Preparamos una oficina para ¨¦l en un edificio fuera de la zona restringida y estuvo acompa?ado en todo momento. Se qued¨® en mi casa en Benicia, California. ?bamos juntos a trabajar y por las noches tom¨¢bamos su bebida favorita, tequila con rodajas de lim¨®n¡±, recuerda Potter.
¡°Sospecho que la KGB decidi¨® que Alexandrov estaba demasiado americanizado y c¨®modo con sus colegas estadounidenses y pod¨ªa ser una amenaza¡±, explica el investigador, hoy en la NASA. El historiador espa?ol Lino Camprub¨ª, coordinador del nuevo libro, destaca ¡°los paralelismos¡± con el caso del periodista saud¨ª Jamal Khashoggi, presuntamente asesinado en el consulado de su pa¨ªs en Estambul el pasado octubre. En la Embajada de Rusia en Madrid no conservan el expediente de Alexandrov, ya que la documentaci¨®n se envi¨® a Mosc¨² tras la disoluci¨®n de la URSS, seg¨²n una portavoz.
"No he sido capaz de averiguar una raz¨®n por la que cualquier organizaci¨®n quisiera asesinarlo¡±, afirma el climat¨®logo Michael MacCracken
El climat¨®logo Alan Robock, de la Universidad Rutgers, tambi¨¦n acogi¨® en su casa a Alexandrov. ¡°Cuando le ense?¨¦ mi cama de agua, la toc¨® y peg¨® un respingo al ver la onda en su superficie¡±, recuerda. ¡°Una cient¨ªfica que sol¨ªa trabajar para General Motors me dijo hace unos a?os que, en un c¨®ctel en Washington, hab¨ªa hablado con un exagente de la KGB que le cont¨® que conoc¨ªa a otro exagente que hab¨ªa matado a Alexandrov¡±, afirma Robock. ¡°?Pero qui¨¦n sabe si esto es realmente lo que sucedi¨®?¡±.
La historiadora Giulia Rispoli discrepa. Alexandrov viajaba con libertad a EE UU, incluso con su familia. Era un cient¨ªfico mimado por el Gobierno de la URSS. ¡°?Para qu¨¦ lo iban a matar los sovi¨¦ticos si pod¨ªa ser una valiosa fuente de informaci¨®n sobre EE UU?¡±, se pregunta la italiana. ¡°Me inclino m¨¢s por una operaci¨®n de la CIA. A Estados Unidos le preocupaban mucho m¨¢s que a la URSS las actividades de Alexandrov. Quiz¨¢ tuvo conocimiento de misiones de alto secreto mientras utilizaba las computadoras estadounidenses¡±, hipotetiza Rispoli.
¡°La CIA estaba profundamente preocupada por el acceso de Vladimir a la supercomputadora Cray en el Centro Nacional de Investigaci¨®n Atmosf¨¦rica de EE UU¡±, coincide Mike Wallace, hoy profesor em¨¦rito en la Universidad de Washington. ¡°Nunca entend¨ª exactamente qu¨¦ tem¨ªan que hiciera¡±. A juicio de Wallace, sin embargo, la CIA no tuvo nada que ver en la desaparici¨®n de Alexandrov en Madrid.
¡°Creo que lo m¨¢s probable es que fuera v¨ªctima de alg¨²n tipo de juego sucio no relacionado con intrigas pol¨ªticas. Quiz¨¢ solo fuese un robo. S¨¦ que era alcoh¨®lico. Nunca lo vi borracho, pero he escuchado a amigos que le conoc¨ªan mejor que a veces beb¨ªa en exceso¡±, opina Wallace. ¡°Si Vladimir estaba borracho aquella noche, tendr¨ªa un mayor riesgo de ser asaltado¡±.
¡°La CIA parec¨ªa interesada en la libertad de movimientos de Alexandrov, pero ¨¦l no parec¨ªa interesado por nada m¨¢s all¨¢ de su investigaci¨®n. No ten¨ªa habilidades inform¨¢ticas avanzadas y durante sus visitas lo que quer¨ªa es ir a tiendas para comprar a su mujer cosm¨¦ticos, pintalabios por ejemplo, porque aparentemente no hab¨ªa en Mosc¨²¡±, razona el climat¨®logo Michael MacCracken, otro amigo del sovi¨¦tico en Livermore.
El investigador estadounidense, hoy directivo del Instituto del Clima en Washington, apunta otra hip¨®tesis, compartida con el periodista Andrew Revkin. ¡°Quiz¨¢s hubo una reacci¨®n exagerada de los guardias cubanos empleados en la Embajada sovi¨¦tica a su supuesta borrachera¡±, se?ala MacCracken. Habr¨ªa sido un homicidio involuntario, con un cad¨¢ver borrado del mapa para evitar una crisis diplom¨¢tica. ¡°Sinceramente, no he sido capaz de averiguar una raz¨®n por la que cualquier organizaci¨®n quisiera asesinarlo¡±, zanja.
¡°De una cosa estoy seguro: no est¨¢ vivo¡±
Vladimir Alexandrov viv¨ªa con su familia en un apartamento en el centro de Mosc¨², en un edificio hist¨®rico gris de seis plantas en la calle Arjipova, a solo unos metros de la Sinagoga Coral y a un c¨®modo paseo de Lubianka, sede de la KGB. Hoy, la calle ha cambiado de nombre a Bol'shoy Spasoglinishchevskiy y el barrio ¡ªque est¨¢ ribeteado de bares, caf¨¦s y tiendas¡ª se ha convertido en uno de los m¨¢s vibrantes de Mosc¨².
En el inmueble, en el que han brotado un sal¨®n de belleza y una barber¨ªa hipster, hay tambi¨¦n algunos apartamentos tur¨ªsticos. En el portal, bajo la nieve, uno de los residentes habituales dice que no recuerda al cient¨ªfico ni a su esposa, Alya. Mientras marca el c¨®digo que da acceso al portal, el hombre, de unos 60 a?os, afirma que tampoco conoce a su hija, Olga. En la peque?a librer¨ªa situada en los bajos del edificio, su due?a tambi¨¦n se muestra sorprendida por la historia de la desaparici¨®n del cient¨ªfico.
El f¨ªsico ruso Georgiy Stenchikov, hoy en la Universidad de Ciencia y Tecnolog¨ªa Rey Abdal¨¢ de Arabia Saud¨ª, fue disc¨ªpulo de Alexandrov en el Centro de Computaci¨®n de Mosc¨². "De una cosa estoy seguro: no est¨¢ vivo. Amaba a su familia, a su hija. Ahora tendr¨ªa una nieta adorable. No creo que no intentase contactar con ellas si siguiera vivo".
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