Descastados
John Major fue el ¨²ltimo inquilino de Downing Street ajeno a la casta: no ten¨ªa estudios, ni dinero, ni conexiones familiares
Nos re¨ªamos mucho de John Major. El curr¨ªculo de ese hombre parec¨ªa fabricado por un humorista. Era hijo de un equilibrista circense y al dejar la escuela, con 16 a?os, intent¨® conseguir un empleo como conductor de autob¨²s: le rechazaron porque no super¨® las pruebas de aritm¨¦tica. Luego fue oficinista. M¨¢s tarde se lanz¨® al mundo empresarial y cre¨®, con su hermano, un taller de fabricaci¨®n de enanos de jard¨ªn. Cuando se hundi¨® el proyecto, debido a una grave crisis del sector (incluso los ingleses llegaron a darse cuenta de que poner enanos de piedra en el jard¨ªn no resultaba necesariamente elegante), pas¨® una larga temporada en paro. Finalmente se sac¨® por correspondencia el t¨ªtulo de contable.
Major, cuyas dificultades con los n¨²meros le cerraron las puertas del gremio de los autobuseros, lleg¨® a ser ejecutivo bancario, canciller del Exchequer (ministro de Finanzas) bajo Margaret Thatcher y, tras la ca¨ªda de Thatcher, primer ministro. Ocup¨® el mejor lugar en el peor momento: su antecesora hab¨ªa devastado la industria, el pa¨ªs sufr¨ªa una recesi¨®n, la monarqu¨ªa se tambaleaba (el ¡°annus horribilis¡± de Isabel II), la libra se devaluaba semana a semana frente al marco alem¨¢n y los entonces llamados euroesc¨¦pticos se le sublevaban continuamente en la C¨¢mara de los Comunes. A este corresponsal le costaba mucho no caer en la tentaci¨®n de utilizar en cada cr¨®nica la frase ¡°le crecen los enanos¡±.
Visto en perspectiva, su mandato fue casi un prodigio de sensatez y pragmatismo. Quienes le sucedieron (Tony Blair, listo pero deshonesto; Gordon Brown, honesto pero torpe; James Cameron, torpe y deshonesto; y Theresa May, simple resto de un naufragio) tienen mucho que ver con la crisis brit¨¢nica de hoy. Major fue el ¨²ltimo inquilino de Downing Street ajeno a la casta: no ten¨ªa estudios, ni dinero, ni conexiones familiares. Con un estilo muy distinto, se parec¨ªa a Ramsay MacDonald, el primer ministro laborista, hijo ileg¨ªtimo de un campesino, que mantuvo en pie el sistema pol¨ªtico brit¨¢nico durante las turbulencias que llevaron de la primera guerra mundial a la segunda. Ambos hab¨ªan conocido la vida real, la vida que vive la mayor¨ªa de la gente.
El origen humilde y la carencia de estudios no garantizan nada. Ah¨ª est¨¢n dos psic¨®patas asesinos como Adolf Hitler o I¨®sif Stalin para demostrarlo. O un petardo como Nicol¨¢s Maduro, que, a diferencia de Major, s¨ª consigui¨® el empleo de autobusero. Pero hay algo especial en los pol¨ªticos que rompen un molde cada d¨ªa m¨¢s endog¨¢mico: altos funcionarios para la derecha, profesores universitarios para la izquierda, y trepas de partido para unos y otros, con el denominador com¨²n del salario p¨²blico. La variante empresarial (Silvio Berlusconi, Donald Trump, Mauricio Macri) no rompe el molde, m¨¢s bien rompe otra cosa.
Pa¨ªses como Uruguay, con Jos¨¦ Mujica (ciclista y guerrillero) o Brasil, con Luis In¨¢zio Lula da Silva (sindicalista), han experimentado de forma reciente, con sus luces y sus sombras, algo que en Europa es ya casi impensable. ?Podr¨ªa repetirse un caso como el del canciller alem¨¢n Willy Brandt, periodista, resistente y ap¨¢trida? ?O incluso, a nivel m¨¢s pedestre, como el del presidente catal¨¢n Josep Tarradellas, dependiente de comercio? No parece probable. La pol¨ªtica va por un lado. La vida va por otro.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.