El naturalista de cabecera del mundo avisa de que esto va mal
David Attenborough sigue activo a los 92 a?os en la lucha por el medio ambiente, pero prefiere airear la intimidad de los animales y preservar la suya
Nadie ha viajado m¨¢s que ¨¦l, vamos es que ni marco Polo; m¨¢s de 15 especies animales y vegetales han sido bautizadas en su honor con su nombre, entre ellas una enorme planta carn¨ªvora, una mariposa, un lagarto de Namibia, una rana peruana, un murci¨¦lago y un escarabajo (tambi¨¦n un barco de investigaci¨®n polar); es el hombre m¨¢s viejo que ha estado en el Polo Norte, se ha juntado con Brian May, de Queen, y Slash, de Guns N' Roses para defender a los tejones (lo que le honra); est¨¢ considerado un tesoro nacional en su pa¨ªs, Gran Breta?a, y uno de los 100 brit¨¢nicos m¨¢s relevantes de todos los tiempos, y se le tiene por una de las personas m¨¢s conocidas del mundo, no en balde lleva m¨¢s de 60 a?os saliendo por televisi¨®n. Es el naturalista, presentador, locutor y escritor?David Attenborough (Iselworth, Reino Unido, 1926), creador de las series de documentales sobre la vida en la Tierra m¨¢s populares de la historia, devenido adem¨¢s conciencia planetaria por su defensa de los seres vivos y el medio ambiente.
Attenborough, premio Pr¨ªncipe de Asturias en 2009, es noticia por sus recientes advertencias en el foro de Davos, donde ha urgido a los l¨ªderes del mundo a realizar un nuevo esfuerzo para detener el cambio clim¨¢tico antes de que nos vayamos todos a paseo. El c¨¦lebre creador de tantos documentales sensacionales sobre la vida como Planeta Tierra y Planeta azul (alguno no los recordar¨¢ porque se quedaba frito en la sobremesa), y que cuenta ya 92 a?os, advirti¨® en el arranque del Foro Econ¨®mico Mundial que los 12.000 a?os de estabilidad en el planeta que permitieron al g¨¦nero humano prosperar, construir civilizaciones y en ¨²ltima instancia nuestro mundo globalizado, se han acabado, y que nos enfrentamos a un verdadero desastre. Ha dicho que lo que hagamos en los pr¨®ximos pocos a?os va a afectar profundamente los siguientes milenios.
Es noticia tambi¨¦n Attenborough, tras pr¨¢cticamente toda su vida en la BBC, al haber fichado por Netflix para una nueva serie documental, Nuestro planeta, que empezar¨¢ a emitirse el pr¨®ximo 5 de abril en 190 pa¨ªses simult¨¢neamente.
Attenborough ha visto cambiar todo en el simple espacio de una sola vida, la suya. Cuando uno lee sus Aventuras de un joven naturalista ¡ªque acaba de aparecer en castellano (Ediciones del Viento-, las extraordinarias historias que Attenborough ha recuperado de sus primeros viajes en los a?os 50, las expediciones Zoo Quest, a fin de filmar animales ex¨®ticos y capturar algunos para los zoos brit¨¢nicos, se da cuenta de la incre¨ªble perspectiva del autor, y de lo que ha podido vivir y contemplar. Una de sus aventuras m¨¢s famosas fue la de ir en 1956 a filmar y capturar un drag¨®n de Komodo, los lagartos m¨¢s grandes del mundo, que no hab¨ªan salido nunca por televisi¨®n. El lugar legendario adonde tanto le cost¨® llegar entonces es hoy, recuerda en el libro, parte de las rutas tur¨ªsticas, y todos los d¨ªas hay tours para ver a los dragones (hasta ha estado un sobrino m¨ªo). En aquella ¨¦poca adem¨¢s, rememora, pesaban tanto las c¨¢maras que no ten¨ªas posibilidad de escapar de un drag¨®n corriendo con una a cuestas.
El naturalista y presentador tambi¨¦n recuerda que solo se pod¨ªa arribar a Bali por mar y en todo el tiempo que estuvieron all¨ª solo vieron a otro occidental. O que las remotas y salvajes sabanas de Rupununi en la entonces Guayana brit¨¢nica donde trataron de ver y atrapar un oso hormiguero gigante, en la actualidad tienen un servicio a¨¦reo regular y est¨¢n muy bien comunicadas con la costa. Y que en el ¨ªnterin Madagascar ha perdido el 80 % de sus bosques y ha multiplicado su poblaci¨®n varias veces. En los viajes narrados en ese libro y su continuaci¨®n Further adventures of a young naturalist (reci¨¦n aparecido en ingl¨¦s, Ediciones del Viento lo publicar¨¢ en oto?o), vemos al joven Attenborough pasar la noche en vela por culpa de un insidioso vampiro, agarrar por el pescuezo una pit¨®n de cuatro metros, perseguir armadillos en Paraguay, conocer en Tonga a la vetusta tortuga Tui Malilo, tenida por un regalo de Cook en 1773, y asistir en un pueblo de Madagascar a una ceremonia de propiciaci¨®n de los cocodrilos. Es obvio que Attenborough se lo ha pasado estupendamente.
El joven con cara de pillo y asombro de aquella ¨¦poca se transform¨® en el adulto que todos tenemos presente de la televisi¨®n y luego en el venerable y venerado astro de la peque?a pantalla y conservacionista que conversa de t¨² a t¨² con Obama y canta las cuarenta a los l¨ªderes mundiales (en 2005 no dudo en una entrevista en calificar a George W. Bush de "villano del medio ambiente"). Pero algo sigue siendo igual en sir David: el sentido del humor, la curiosidad y la felicidad que experimenta en la naturaleza. ?Qui¨¦n no lo recuerda ya muy mayor precariamente subido en una lancha neum¨¢tica y gritando excitado con el entusiasmo de un ni?o viendo emerger a su lado una ballena azul? "?Is coming up!, ?is coming up!". O a cuatro patas conversando en barritos con la cr¨ªa de rinoceronte Nicky. O aullando con los lobos, "?Auuuu!", o cayendo, muerto de risa, al atacarle un urogallo en Escocia (seg¨²n una encuesta el momento Attenborough favorito de los espectadores es la entrevista a un gallo lira de La vida de las aves, seguido de su encuentro con gorilas en Ruanda, de Vida en la Tierra y del avistamiento de la ballena azul).
"La naturaleza es una gran fuente de solaz", ha dicho. "Y eso aunque sientas alegr¨ªa o pena o las muchas cosas que hay entre las dos: problemas financieros, legales, de amistad...".
De Attenborough se conoce muy bien su carrera. C¨®mo lleg¨® al mundo de la televisi¨®n a principios de los cincuenta sin tener siquiera aparato en casa, la forma en que prosper¨® en el medio que apenas nac¨ªa aunque al principio lo descartaron para hacer de presentador porque sus dientes eran muy grandes. La manera decisiva en que contribuy¨® al nacimiento del g¨¦nero del documental televisivo y los programas sobre animales. Su papel en el desarrollo de la BBC e incluso, Dios le bendiga, en que se hiciera el Monty Python's Flying Circus... Menos conocidas son sus circunstancias personales, pues, aunque ha divulgado la intimidad de, por ejemplo, las jirafas (el incre¨ªble combate de dos machos con ambiente de espagueti western) siempre ha protegido la suya.
Es sabido que eran tres hermanos, como los de Beau Geste, el mayor el famoso cineasta Richard Attenborough (que muri¨® en 2014), y el peque?o John, dedicado al mundo del motor (fallecido en 2012). Los tres muy diferentes. De peque?o David ya manifestaba un inter¨¦s especial por la fauna y los f¨®siles, que coleccionaba. Mostr¨® gran iniciativa a los 11 a?os vendiendo tritones al departamento de Zoolog¨ªa de la Universidad de Leicester ,de la que era director su padre; en realidad los capturaba en un pozo a menos de cinco metros de la puerta del departamento.
Fue decisivo en su inclinaci¨®n hacia la naturaleza (y entonces en su deseo de salvar a los castores) haber escuchado una charla del discutido activista Grey Owl. Curiosamente una de las ¨¦pocas de su vida en que menos se movi¨® fue durante su servicio en la Royal Navy: estuvo destinado en un puerto en Gales.
Sus padres adoptaron en 1939 a dos ni?as refugiadas jud¨ªas, huidas de Alemania, Helga e Irene Bejach, que fueron como dos hermanas m¨¢s (ambas han fallecido ya).
Ha habido dramas en la vida de David: una sobrina y una sobrina-nieta (hija y nieta respectivamente de Richard) murieron en el tsunami en el sureste asi¨¢tico de 2004. La propia mujer del naturalista y presentador, Jane Oriel, con la que se cas¨® en 1950 y con la que pas¨® 47 a?os y tuvieron dos hijos, Robert y Susan, sufri¨® una hemorragia cerebral en la cocina de su casa en 1997 y qued¨® en coma mientras ¨¦l estaba filmando en Australia: lleg¨® justo a tiempo para estar a su lado cuando muri¨®. Para David ella era el "ancla" y el foco de su vida, y su muerte ha sido el golpe m¨¢s duro que ha sufrido.
David Attenborough confes¨® recientemente que pese a lo sensacional de su carrera, su vida y sus viajes, el gran reproche que se hace a s¨ª mismo es no haber visto crecer a sus hijos. Reconoce que el haber pasado tanto tiempo fuera de casa, a veces tres meses seguidos, le hizo perderse cosas irremplazables del crecimiento de los ni?os. Evidentemente, los gorilas son malos para la conciliaci¨®n. Sin embargo, considera que su vida ha sido un regalo y un privilegio y que si se hubiera dedicado a otra cosa ya estar¨ªa retirado hace tiempo y no viajando todav¨ªa para ver l¨¦mures u orangutanes. Su mejor momento en la naturaleza, dice, fue la primera vez que se sumergi¨® entre corales con equipo de respiraci¨®n. Si hay un solo animal que nunca ha podido soportar son las ratas, a las que detesta.
Su voz, con tonalidades de actor shakespeariano, su eterna camisa azul claro (las tiene iguales a docenas, as¨ª no ha de preocuparse de qu¨¦ se pone al filmar), su simpat¨ªa, su contagioso entusiasmo y su asombro son las se?as de identidad de este hombre entra?able e irrepetible que en el ocaso de su vida nos marca el camino.
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