Cacao contra la esclavitud
Una aldea de pigmeos baka, en Camer¨²n, recurre a la agricultura para liberarse de la explotaci¨®n de sus vecinos bant¨²es
Jean Kouanbi, vecino de Ndjibot (Camer¨²n), posa orgulloso delante de su casa rodeado de sacos rebosantes de cacahuetes, mandioca y ma¨ªz. Dentro de unos d¨ªas ir¨¢ al mercado de Bengbis, la poblaci¨®n m¨¢s importante en esta zona del sur del pa¨ªs africano, para vender su cosecha. ?l mismo no da cr¨¦dito a que a haya conseguido sacar tan gran rendimiento de sus campos, a pesar de haber llegado a la agricultura hace solo tres a?os.
Antes, Kouanbi intentaba ganarse la vida como cazador y con la recolecci¨®n de los frutos que ofrece la selva, como han hecho los pigmeos bakas desde el inicio de los tiempos. Pero cada vez le resultaba, como a la mayor¨ªa de sus hermanos, m¨¢s dif¨ªcil sobrevivir con esas actividades. Expulsados de sus territorios ancestrales, obligados a asentarse junto a caminos y carreteras, en los ¨²ltimos a?os los pueblos pigmeos de Camer¨²n se han convertido en esclavos de sus vecinos bant¨²es. Estos les obligan a trabajar en sus campos o explotan su gran conocimiento de la selva para utilizarlos como gu¨ªas de caza o para identificar los mejores ¨¢rboles para las empresas madereras. No les consideran seres humanos. Esta denigraci¨®n y humillaci¨®n ha conducido al alcoholismo a muchos hombres, mujeres e, incluso, ni?os pigmeos.
Sin embargo, los habitantes de Ndjibot se han rebelado contra esa situaci¨®n y ahora viven libres de la esclavitud a la que se ve¨ªan sometidos. La herramienta utilizada para su liberaci¨®n no ha sido otra que la agricultura, actividad de la que carec¨ªan en su modo de vida tradicional.
Los bant¨²es les obligaban a trabajar en sus campos y algunos de los vecinos pensaron que pod¨ªan utilizar los conocimientos adquiridos con el trabajo forzoso y emplearlos en su propio beneficio. Fue as¨ª c¨®mo como empez¨® esta peque?a revoluci¨®n. Primero necesitaban poseer tierras propias para poder cultivar sin que los bant¨²es les molestasen. El jefe del pueblo, Samuel Miankeu (ahora fallecido), se puso manos a la obra y habl¨® con las distintas autoridades e insisti¨® con ellas hasta que, finalmente, consigui¨® que el subprefecto de Somaloma, pueblo al que pertenecen, fuera a visitarles y delimitar¨¢ las tierras del pueblo.
Vencido el primer obst¨¢culo, todo parec¨ªa m¨¢s f¨¢cil. Quer¨ªan plantar cacao, pero les faltaban conocimientos y los plantones para sembrar. Buscaron ayuda en la ONG Zerca y Lejos que desde hace m¨¢s de 18 a?os facilita la educaci¨®n y el acceso a la salud de la poblaci¨®n baka. La organizaci¨®n respondi¨® afirmativamente y envi¨® a su responsable de agricultura, Robert Layang. ¡°Empezamos con cursos sobre conceptos b¨¢sicos de agricultura y luego ampliamos los conocimientos. Tambi¨¦n tuvimos que darles algunas nociones elementales de c¨®mo hacer negocios. Ahora vemos que todo aquel esfuerzo vali¨® la pena¡±, explica. Luego procedieron a la limpieza de la selva para conseguir los campos de cultivo en los que situar las plantaciones de cacao. Esta planta tarda un m¨ªnimo de tres a?os en producir los primeros frutos, as¨ª que tambi¨¦n se les insisti¨® en que plantasen otros productos, como los que ahora muestra Kouanbi. O como en el caso de Jeannette Mako¡¯o, que tiene bananas, pl¨¢tano macho, tomates¡
¡°Trabajan todos juntos, en grupo, y pasan de una granja a otra. Todos se ayudan y todos revisan el proyecto para poder mejorarlo¡±, explica Layang.
Al principio, no todos estaban de acuerdo en abandonar el modo de vida tradicional. ¡°Yo no quer¨ªa dejar la caza, me gustaba¡±, confiesa Kouanbi. ¡°Al final, comenc¨¦ a trabajar la tierra del mismo modo que lo hacen los bant¨²es porque tengo una familia y la caza ya no me proporcionaba suficiente dinero. Hoy es lo que me permite vivir bien junto a mi familia, por eso decid¨ª trabajar la tierra, para que mis hijos tengan un futuro mejor¡±. De hecho, todos sus hijos est¨¢n escolarizados, otro de los aspectos de los que le gusta presumir: ¡°Gracias al campo, todos estudian y me gustar¨ªa que terminasen para que consigan un buen empleo¡±.
Expulsados de sus territorios ancestrales, obligados a asentarse junto a caminos y carreteras, en los ¨²ltimos a?os los pueblos pigmeos de Camer¨²n se han convertido en esclavos de sus vecinos
La reticencia de Pierre Djampene a cambiar de vida, en un primer momento, se deb¨ªa m¨¢s a la falta de iniciativa que le produc¨ªa el alcoholismo en el que estaba sumido. ?l trabajaba las granjas de los bant¨²es y le pagaban con bolsas de alcohol local, conocidas como kitokos. Al final sus vecinos le convencieron y ahora muestra con satisfacci¨®n su plantaci¨®n de cacao y se?ala, entre los ¨¢rboles, las matas de mandioca y otros tub¨¦rculos comestibles que tambi¨¦n cultiva.
Los bant¨²es no parecen estar muy contentos con la toma de conciencia de los bakas. Se han quedado sin mano de obra esclava. Por eso han intentado boicotear el proyecto, pero sin ¨¦xito. ¡°Ya no pueden hacer nada contra los pigmeos. Estos han visto las ventajas del cambio y se aferran a ¨¦l porque saben que en la agricultura es la herramienta que les permite ser libres¡±, asegura Layang.
Zerca y Lejos tambi¨¦n ha construido, como parte del proyecto, un suelo de secado donde extender las cosechas para que se sequen antes de su almacenamiento. Es lo que hace Pauline Nanzo¨® con la mandioca que ha molido. Cerca de ella, una compa?era esparce cacahuetes. Y es que el programa de Soberan¨ªa alimentaria y medios de vida que ha dise?ado la ONG para dar respuesta a la petici¨®n de los habitantes de Ndjibot, tiene como objetivo, en un primer momento, promover la autosuficiencia alimentaria de las comunidades de etnia baka. En una segunda fase, se contempla la creaci¨®n de un banco de semillas que permita a los agricultores hacer frente a los problemas derivados de una mala cosecha, la enfermedad o la inclusi¨®n de nuevos miembros en el grupo de trabajo. Finalmente, se fomentar¨¢ la colaboraci¨®n entre la administraci¨®n p¨²blica y los agricultores para facilitar la colaboraci¨®n en el ¨¢mbito de la agricultura.
Cuando han visto el cambio que ha experimentado Ndjibot, otros pueblos bakas han pedido sumarse al proyecto.
Hace cuatro a?os, la situaci¨®n que se viv¨ªa en Ndjibot era muy distinta. Desidia, resignaci¨®n y alcoholismo era lo que transmit¨ªan sus habitantes. La mayor¨ªa de los ni?os estaban sin escolarizar, los hombres eran forzados a trabajar para los bant¨²es y las mujeres se pasaban el d¨ªa sentadas sin mucho m¨¢s que hacer. Tanto era as¨ª que pensaban que Edjengui, el esp¨ªritu de la selva que siempre les hab¨ªa protegido y proporcionado la caza, la pesca y los frutos necesarios para su alimentaci¨®n, les hab¨ªa abandonado.
Ahora todo es muy distinto y Edjengui ha salido de la selva y ha bailado para bendecir la cosecha de sus hijos. ?l tambi¨¦n se ha adaptado a la nueva situaci¨®n. De hecho, la asociaci¨®n que el pueblo ha creado se llama Edjengui ha regresado. Todos los vecinos contribuyen a ella con parte de los beneficios que consiguen de la venta de los productos agr¨ªcolas. ¡°Posiblemente, el pr¨®ximo a?o, cuando se recojan los primeros frutos de los cacaotales, la contribuci¨®n ser¨¢ mucho m¨¢s grande¡±, observa Layang.
La asociaci¨®n tiene tres cajas: una para emergencias, por si alg¨²n habitante del pueblo se pone enfermo y hay que ir con ¨¦l al hospital o casos similares. La segunda funciona como un banco que concede peque?os cr¨¦ditos a los asociados que quieran poner en marcha peque?as iniciativas o negocios. Finalmente, la tercera, est¨¢ destinada a proyectos de desarrollo de la comunidad.
Gracias a la agricultura, Ndjibot ha roto las cadenas que manten¨ªan esclavizados a sus habitantes. Ahora todos disfrutan de su nueva situaci¨®n y cuentan con orgullo la transformaci¨®n vivida. ¡°Estoy contento con el cambio de vida. Ahora tengo dinero para comprar aquello que necesito: jab¨®n, petr¨®leo para la l¨¢mpara¡ Como todos los d¨ªas. Unas veces mandioca, otras tub¨¦rculos, otras pl¨¢tano macho. Y todos mis hijos van al colegio. ?Qu¨¦ m¨¢s necesito?¡±, se pregunta Kouanbi.
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