Tiempo de cronopios
El escritor argentino, Julio Cort¨¢zar, se mantuvo siempre alerta en su intento de aplicar ciertos principios cient¨ªficos a la literatura
Julio Cort¨¢zar no se perd¨ªa los textos de divulgaci¨®n cient¨ªfica que aparec¨ªan en el peri¨®dico Le Monde. Tal y como aseguraba, los le¨ªa con gran inter¨¦s por ser textos sencillos, al alcance de todo el mundo. Con la lectura de aquellos art¨ªculos, el escritor argentino recobraba el sentimiento de lo fant¨¢stico.
De esta manera, Julio Cort¨¢zar se mantuvo siempre alerta en su intento de aplicar ciertos principios cient¨ªficos a la literatura. Sirva como ejemplo el enunciado por Werner Heisenberg y que viene a establecer, en lo que respecta al comportamiento de las part¨ªculas en su dimensi¨®n subat¨®mica, que es imposible conocer, a un mismo tiempo, la trayectoria y la velocidad de las mismas. Va a ser en la novela Rayuela donde Cort¨¢zar nos muestre el citado principio de incertidumbre. Lo hace como si fuera un juego m¨¢s de esa realidad invisible que subyace en toda su obra y que no puede escapar a la percepci¨®n de nuestros sentidos.
La posibilidad literaria de las leyes f¨ªsicas va a guiar a Cort¨¢zar por el sendero que lleva al otro lado de las cosas; un terreno de incertidumbre por el que Cort¨¢zar pone a caminar su inventiva, abri¨¦ndola a una dimensi¨®n donde las cosas pueden ser y no ser al mismo tiempo, ¡°donde las leyes exactas de las matem¨¢ticas no se pueden aplicar como se ven¨ªan aplicando en los niveles m¨¢s bajos¡± por decirlo con sus mismas palabras. Para Cort¨¢zar se trata del mismo proceso que se da en literatura fant¨¢stica cuando se alcanzan los l¨ªmites del mismo g¨¦nero y empieza un nuevo territorio; un espacio donde todo es posible y todo es incierto.
En realidad, toda la obra cortazariana es un intento de conciliar dos mundos opuestos, ¡°el de ac¨¢¡± con ¡°el de all¨¢¡±. De esta manera, la escritura de Cort¨¢zar se encuentra a medio camino entre ambos mundos, manejando nociones cient¨ªficas que vienen a ser una propuesta de literatura fant¨¢stica. El p¨¢rrafo de Rayuela es revelador. Cort¨¢zar lleva la lectura de Heinsenberg a los hechos cotidianos:
Morelli hablaba de algo as¨ª cuando escrib¨ªa: ?Lectura de Heisenberg hasta mediod¨ªa, anotaciones, fichas. El ni?o de la portera me trae el correo, y hablamos.Mientras me cuenta, da dos saltitos sobre el pie izquierdo, tres sobre el derecho, dos sobre el izquierdo. Le pregunto por qu¨¦ dos y tres, y no dos y dos o tres y tres. Me mira sorprendido, no comprende. Sensaci¨®n de que Heisenberg y yo estamos del otro lado de un territorio, mientras que el ni?o sigue todav¨ªa a caballo, con un pie en cada uno, sin saberlo, y que pronto no estar¨¢ m¨¢s que de nuestro lado y toda comunicaci¨®n se habr¨¢ perdido. ?Comunicaci¨®n con qu¨¦, para qu¨¦?"
Pero sin duda, donde Cort¨¢zar juega con la esencia misma de las leyes f¨ªsicas del espacio y del tiempo es en su relato titulado?El perseguidor, en el que nos cuenta la historia de un m¨²sico de jazz, Johnny Carter, que olvida su saxo en un vag¨®n del metro de Par¨ªs, absorbido por su propio descubrimiento acerca de la elasticidad del tiempo. En el citado relato, Cort¨¢zar identifica el tiempo como categor¨ªa del entendimiento, siendo as¨ª que el tiempo, en realidad, no existe para Johnny Carter. Para ¨¦l, somos nosotros los que hacemos existir al tiempo, ya que, el tiempo est¨¢ en nosotros mismos.
El tiempo interno cambia, var¨ªa y permuta, condicionado por el viaje en el metro. De esto se da cuenta el saxofonista Johnny Carter y su descubrimiento le absorbe de tal modo que, en su estado de distracci¨®n, se olvida de su saxo. De esta manera, entra en un tiempo diferente. Cuando el metro se detiene, va a darse cuenta de que todo lo pensado, o lo tocado, entre una estaci¨®n y otra, no puede caber en los pocos minutos que dura el trayecto entre dos paradas.
Lo que Cort¨¢zar nos cuenta en su relato es lo que ¨¦l mismo experimentaba al viajar en el metro de Par¨ªs, mientras iba reflexionando acerca de uno de esos art¨ªculos cient¨ªficos que le¨ªa en Le Monde. Eran esos momentos en los que iba de una parada a otra, distantes ambas por apenas unos minutos, atravesando el t¨²nel, cuando en su cabeza se reproduc¨ªan argumentos y sucesos para aplicar a sus relatos.
Sumergido en la misma elasticidad retardada que a Johnny Carter le permit¨ªa meter la m¨²sica en el tiempo, Cort¨¢zar se dejaba asaltar por proposiciones, tesis y juicios que, en la calle, fuera del metro, le hubiesen ocupado horas.
El hacha de piedra es una secci¨®n donde Montero Glez, con voluntad de prosa, ejerce su asedio particular a la realidad cient¨ªfica para manifestar que ciencia y arte son formas complementarias de conocimiento.
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