El correveidile
Acabar¨¢n calificando a Urkullu como un metomentodo
Cu¨¢ntas veces se va una a la cama tratando de discernir lo que piensa de las cosas. Y eso que casi todo te lo dan masticado. Ocurre algo y, en un pisp¨¢s, ya tienes un destacamento de contertulios a favor, y otro en contra. Por eso s¨¦ que yo no sirvo para ese oficio. Me tentaron, y confieso que me halag¨®, pero admito que soy lenta, y necesitar¨ªa al menos un mes para saber qu¨¦ pienso de un asunto. Se me viene a la cabeza, por poner un ejemplo de actualidad bastante rabiosa, lo del c¨¦lebre relator. Desde que Carmen Calvo solt¨® dicha palabra, pas¨¦ unos d¨ªas como rumi¨¢ndola, relator, relator, relator, a ver si as¨ª lograba entender si se trataba de una persona que se encargaba de certificar lo dicho o era un individuo taimado de sangre reptilesca, puesto ah¨ª por el Gobierno para certificar la cr¨®nica de una muerte anunciada, la de Espa?a. Trat¨¦ de calibrar si deb¨ªa de estar a favor o en contra de dicho personaje, pero les confieso que hasta la presente, y no quisiera con esto molestar a nadie, yo al relator en s¨ª no le odio. En realidad, es que no he conocido a ning¨²n relator en mi vida. Y lo que me pas¨® a m¨ª debi¨® de ser com¨²n porque en este peri¨®dico se public¨® un art¨ªculo explic¨¢ndole al pueblo cu¨¢les eran las costumbres y el h¨¢bitat del relator, como si tratara de un animalillo peculiar, tan escaso y singular como el topillo.
Parec¨ªa que el relator iba a cambiar nuestras vidas, y?fuera eso bueno o malo, ten¨ªa algo de liberador, maldita sea; pero pas¨® lo de siempre, que en cuesti¨®n de d¨ªas, otra voraz pol¨¦mica, la convocatoria de elecciones, engull¨® a la anterior. Yo me habr¨ªa olvidado ya de aquello, porque la din¨¢mica pol¨ªtico-tertuliana nos ha acostumbrado a pasar de un cabreo a otro sin soluci¨®n de continuidad, pero esta semana, siguiendo el juicio del proc¨¦s, hubo una circunstancia que me record¨® al relator y me result¨® c¨®mica. El mi¨¦rcoles declar¨® Rajoy. Eran las cuatro en punto de la tarde. Que daban hasta ganas de actualizar el poema. Y, como era de esperar, le preguntaron por el papel que jug¨® el lendakari Urkullu en aquellos d¨ªas en los que a punto estuvo de no pasar lo que pas¨®. Rajoy no recordaba bien si hab¨ªa hablado con ¨¦l por Messenger, WhatsApp, m¨®vil o Skype. ?Habl¨® con tanta gente! A ver, el hombre no se acordaba. No se acordaba o, por mal pensar, el expresidente estaba eludiendo esa palabra, mediador, que hab¨ªamos utilizado tantos espa?oles aquellos d¨ªas, para alabar la actitud de Urkullu, que lejos de quedarse al margen, hab¨ªa tratado de echar una mano, introduciendo alguna sensatez en el disparate. Pero esta palabreja en boca del pueblo es hoy tab¨² para la clase pol¨ªtica, dado que el mediador podr¨ªa considerarse, zool¨®gicamente hablando, un pariente pr¨®ximo del relator, y el relator hasta la presente es como un velocirelaptor.
La cuesti¨®n es que el jueves lleg¨® el propio Urkullu y se defini¨® a s¨ª mismo como mediador o intermediador. ?Vaya! Y no una vez, sino de junio a octubre. De tal forma, que Rivera, aprovechando el tir¨®n, ya que estamos en campa?a, le ha pedido explicaciones a Casado, y Casado le ha contestado que de mediador nada, que si acaso fue un ¡°interlocutor¡±. Acabar¨¢n calificando a Urkullu como un correveidile para restarle connotaci¨®n pol¨ªtica a su papel, o como un metomentodo. O como un t¨ªo simp¨¢tico que llama al presidente en el peor momento.
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