Estoy viendo en Netflix el documental de Madeleine McCann y vibro cada minuto
A lo largo de ocho cap¨ªtulos se desarrolla un 'thriller' que sigue sin resolverse y reflexiona sobre c¨®mo y por qu¨¦ el p¨²blico dict¨® su propia sentencia
Ahora mismo hay unas 100.000 personas desaparecidas en todo el mundo. Sin embargo, solo unos pocos casos trascienden en los medios de comunicaci¨®n y se convierten en una historia. Una de las? desapariciones m¨¢s medi¨¢tica de la historia, la de la brit¨¢nica Madeleine McCann en mayo de 2007, ha sido reconstruida en una serie documental de Netflix. Ocho horas parecen, a priori, demasiadas para una historia sin final que todos los que nacimos en el siglo XX conocemos perfectamente. O eso creemos.
A lo largo de sus ocho cap¨ªtulos, La desaparici¨®n de Madeleine McCann despliega un relato estructurado como una mu?eca rusa: no solo analiza el caso, su descomunal cobertura medi¨¢tica sin precedentes y el car¨¢cter de las personas involucradas sino que tambi¨¦n expone c¨®mo y por qu¨¦ el p¨²blico dict¨® su propia sentencia. Hoy, casi 12 a?os despu¨¦s de la desaparici¨®n de Madeleine, de tres a?os, durante unas vacaciones en Praia da Luz (en el Algarve portugu¨¦s), el mundo ha asumido que muri¨® accidentalmente (la teor¨ªa m¨¢s extendida es que sus padres le administraron un somn¨ªfero y se pasaron con la dosis) y los McCann llevan alimentando el parip¨¦ desde entonces.
'La desaparici¨®n de Madeleine McCann' es mucho m¨¢s que un misterio sin resolver o una reformulaci¨®n del cuento del 'Hombre del saco'. Es un cap¨ªtulo de 'Black Mirror'. Una f¨¢bula escalofriante en la que el relato, en realidad, somos nosotros
El documental desmonta esta hip¨®tesis popular punto por punto, pero jam¨¢s hay que subestimar la miop¨ªa de la cultura pop hacia sus propios mitos: basta con sacar el tema en una cena de amigos para comprobar hasta qu¨¦ punto la teor¨ªa del homicidio involuntario est¨¢ arraigada en el imaginario colectivo. Una de las reflexiones m¨¢s pertinentes que propone La desaparici¨®n de Madeleine McCann es por qu¨¦ hay sucesos que trascienden en los medios de comunicaci¨®n y otros que no. La clave est¨¢ en la diferencia entre una noticia y un relato.
El asesinato de Kitty Genovese en 1964, apu?alada en su patio de vecinos mientras docenas de personas miraban desde la ventana sin hacer nada, se convirti¨® en un s¨ªmbolo de la deshumanizaci¨®n de la sociedad estadounidense (en realidad, muchos vecinos llamaron a la polic¨ªa y una mujer baj¨® a socorrer a Genovese acompa?¨¢ndola durante sus ¨²ltimos minutos). Las tres adolescentes asesinadas en Alc¨¤sser (Valencia) en 1993 traumatizaron a la sociedad espa?ola y marcaron el final de su inocencia: tras d¨¦cadas haciendo autostop cotidianamente, Espa?a ya no pod¨ªa dejar la puerta de su casa abierta.
Los casos que reciben m¨¢s atenci¨®n de la prensa son, por tanto, los que funcionan como revisiones del cuento de Caperucita Roja o El hombre del saco. Los que ofrecen una moraleja: ten cuidado al dejar a tu hijo solo en el supermercado, ten cuidado al permitir que vaya al colegio andando, ten cuidado con acostarle e irte a cenar con tus amigos durante tus vacaciones.
Ning¨²n suceso se ha convertido en un espect¨¢culo tan grandilocuente como el de Madeleine McCann. Cientos de periodistas de todo el mundo acamparon en el resort del Algarve tratando a Gerry y Kate McCann como celebridades. Su gira mundial, que les llev¨® a Berl¨ªn, a Madrid, a Marruecos o al Vaticano, fue coordinada por un equipo de relaciones p¨²blicas. La polic¨ªa portuguesa, desbordada ante la magnitud de la atenci¨®n p¨²blica mundial, dio palos de ciego hasta decidirse por un hilo de investigaci¨®n: los padres estaban implicados.
Y ah¨ª es cuando el suceso se convirti¨® en un culebr¨®n. Porque a la gente le fascinan los misterios, pero le gusta a¨²n m¨¢s criticar a padres irresponsables (de nuevo, basta con sacar el tema de la lactancia, el colecho o el iPad en una cena de amigos para comprobarlo). Kate encajaba como villana perfecta agarrada siempre al peluche de su hija (¡°se la ve demasiado tranquila¡±), unos padres negligentes son m¨¢s asumibles que una red organizada de ped¨®filos operando en una zona tur¨ªstica y, al fin y al cabo, la teor¨ªa del accidente dom¨¦stico (relato) suena m¨¢s l¨®gica que la del secuestro (suceso).
Se habl¨® de restos de sangre en el maletero del coche que los McCann alquilaron 25 d¨ªas despu¨¦s de la desaparici¨®n (un laboratorio desminti¨® esa prueba, nunca confirmada, pero filtrada a la prensa por la polic¨ªa portuguesa) y se habl¨® de perros expertos en rastrear olores de descomposici¨®n humana alertando en dos puntos distintos del apartamento (detr¨¢s del sof¨¢ y en la cama de matrimonio), aunque esa prueba no tiene valor cient¨ªfico en un juicio.
La marca de nacimiento en el ojo de Madeleine, apodada Maddie por la prensa aunque sus padres nunca se refirieron a ella as¨ª, acab¨® convirti¨¦ndose en un logotipo. ?C¨®mo pod¨ªan ser tan desalmados de contribuir al espect¨¢culo si estaban mintiendo? Claro que, ?acaso no ser¨ªa esa la tapadera perfecta? ?Y si la polic¨ªa portuguesa descart¨® la posibilidad de un secuestro para no perjudicar la imagen tur¨ªstica de la regi¨®n?
Ning¨²n suceso se ha convertido en un espect¨¢culo tan grandilocuente como el de Madeleine McCann. Cientos de periodistas de todo el mundo acamparon en el resort del Algarve tratando a Gerry y Kate McCann como celebridades
El documental se?ala las ansiedades que gener¨® la b¨²squeda: difundir la marca en el ojo facilitar¨ªa su identificaci¨®n si estaba viva, pero tambi¨¦n podr¨ªa poner nervioso a su secuestrador. Los expertos les recomendaron a los McCann que no perdieran los nervios en p¨²blico para no alterar al captor, pero eso fulmin¨® la empat¨ªa de la opini¨®n p¨²blica. Y, como consecuencia, cada minuto que el mundo pasase investigando a los McCann era un minuto en el que el mundo no estaba buscando a Madeleine.
El caso de Madeleine McCann tambi¨¦n revel¨® el choque cultural entre una de las primeras potencias europeas y una de las ¨²ltimas. Los portugueses criticaron la actitud soberbia (¡°imperialista¡±) de los brit¨¢nicos, acusando adem¨¢s a los McCann de imprudentes: la paternidad anglosajona, proclive a dejar a los ni?os solos, es muy distinta de la mediterr¨¢nea, mucho m¨¢s posesiva: tanto los McCann como sus amigos endosaban a sus hijos en la guarder¨ªa del resort de 8 a 17, despu¨¦s les daban de cenar y los acostaban para poder irse al restaurante hasta la madrugada. Su testimonio asegur¨® que todos los padres se turnaban para ir a echar un vistazo a los ni?os cada 20 minutos, lo cual pocos se creyeron porque habr¨ªa convertido esa cena en el juego de las sillas.
La opini¨®n p¨²blica portuguesa se quej¨® de que en 1998 nadie se hab¨ªa preocupado por Rui Pedro, desaparecido a los 11 a?os. Tras la redada a una organizaci¨®n que traficaba con pornograf¨ªa infantil, la madre de Rui Pedro visit¨® el archivo recuperado. All¨ª encontr¨® una foto de su hijo. Hoy sigue sin saber d¨®nde est¨¢, pero vive con la certeza de que fue secuestrado por una red de depredadores sexuales. La desaparici¨®n de Madeleine, por tanto, a?adi¨® a su relato conflictos de clase al exponer que hay v¨ªctimas de primera y v¨ªctimas de segunda.
El documental explica que la Internet profunda, creada originalmente para que los individuos pudieran utilizar la Red de forma privada (no est¨¢ indexada en los motores de b¨²squeda), ha acabado al servicio de piratas inform¨¢ticos, terroristas y ped¨®filos. Las web de pornograf¨ªa infantil suponen solo un 2% del contenido de la Internet profunda, pero generan un 80% de su tr¨¢fico. Esa industria mueve 150.000 millones de euros. Pero como explica Jim Gamble, un experto en la investigaci¨®n de ni?os desaparecidos, el p¨²blico no puede soportar enfrentarse a esta realidad (seg¨²n ¨¦l, los medios solo se permiten publicar una noticia sobre pedofilia al mes para proteger la sensibilidad de sus lectores) y por eso necesita encontrar otras explicaciones.
Kate y Gerry McCann siguen buscando a su hija. Y lo cierto es que si fueran culpables habr¨ªan dejado morir la historia cuando los medios pasaron p¨¢gina. Sus investigadores privados han descubierto que varios hombres merodearon por Praia da Luz pidiendo donaciones para orfanatos e interes¨¢ndose por los ni?os que estaban ah¨ª de vacaciones (uno de ellos lleg¨® a colarse en una casa y se acerc¨® a una ni?a que jugaba dentro), que un depredador sexual entr¨® en 28 casas del Algarve para meterse en la cama de ni?as entre 2004 y 2010 y que el asesinato de la ni?a Joanna Cipriano en el Algarve en 2004 quiz¨¢ no fue perpetrado por su madre y su t¨ªo tal y como ellos mismos confesaron.
Kate y Gerry McCann siguen buscando a su hija. Y lo cierto es que si fueran culpables habr¨ªan dejado morir la historia cuando los medios pasaron p¨¢gina. Sus investigadores privados han descubierto que varios hombres merodearon por Praia da Luz pidiendo donaciones para orfanatos
El Algarve es un lugar perfecto para secuestrar ni?os de familias de clase baja o de turistas descuidados, porque su geograf¨ªa permite transportarlos r¨¢pidamente a Marruecos o al interior de Europa. Pero en el imaginario colectivo, los McCann siguen siendo los ¨²nicos responsables: cuando Kate particip¨® en Britain's Got Talent en 2017 como miembro de un coro de familias de personas desaparecidas, el mundo lo vio como otra prueba de su frialdad, de su af¨¢n por el espect¨¢culo y, en definitiva, de su culpabilidad.
La desaparici¨®n de Madeleine McCann propone una revisitaci¨®n de todo lo que cre¨ªamos saber. Mediante recursos narrativos de thriller plantea c¨®mo los traumas colectivos pueden influir en nuestra percepci¨®n: muchos brit¨¢nicos sospecharon del vecino que se ofreci¨® a ayudar a los McCann como traductor porque en 2002 dos ni?as desaparecieron en Reino Unido y Kevin Huntley, el barrendero de su colegio que lider¨® la b¨²squeda y se erigi¨® como un h¨¦roe local, acab¨® resultando ser su asesino.
En mayo de 2007 las redes sociales acababan de nacer y los peri¨®dicos digitales empezaban a abrir sus noticias a los comentarios de los lectores. Nadie esperaba que esos espacios de comunicaci¨®n se convirtieran en vertederos de odio, juicio y conclusiones por parte de trolls que, como sugiere el documental, estaban extasiados ante su nueva condici¨®n de tertulianos ¡°con todo el poder y ninguna responsabilidad¡±.
Y, en aquel momento, si algo aparec¨ªa publicado en un blog se convert¨ªa en un hecho. Porque La desaparici¨®n de Madeleine McCann es mucho m¨¢s que un misterio sin resolver o una reformulaci¨®n del cuento del Hombre del saco. Es un cap¨ªtulo de Black Mirror. Una f¨¢bula escalofriante en la que el relato, en realidad, somos nosotros: los medios que distrajeron la atenci¨®n respecto a lo que de verdad importaba (encontrar a Madeleine); los espectadores que se pasaron aquel verano consumiendo un suceso como si se tratase de entretenimiento; y los que dictaron sentencia desde su sof¨¢.
Pero parece que, 13 a?os despu¨¦s, nadie ha aprendido esta moraleja.
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