Wallis Simpson trat¨® de impedir que Eduardo VIII abdicara por amor
Una nueva biograf¨ªa de la duquesa de Windsor niega su imagen de fr¨ªa y ambiciosa y revela su reacci¨®n al conocer la noticia de la renuncia del entonces rey de Inglaterra
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Hay amores a contracorriente que acaban en un Nobel de Literatura, y otros que alimentan eternamente la prensa del coraz¨®n. A los primeros corresponde el del Doctor Zhivago, surgido de la imaginaci¨®n del escritor ruso Boris Pasternak. A los segundos, el de la socialit¨¦ estadounidense Wallis Simpson, quien ha pasado a la historia como la mujer por la que Eduardo VIII de Inglaterra renunci¨® a su trono y cuyas confesiones aparecen ahora en el libro de Anna Pasternak, sobrina-nieta del autor de la c¨¦lebre novela.
The Real Wallis Simpson?(La Verdadera Wallis Simpson) es un nuevo intento de desentra?ar uno de los personajes m¨¢s vilipendiados en la historia reciente del Reino Unido. Y su reclamo, poner en primera l¨ªnea los infructuosos intentos de la dos veces divorciada Wallis por impedir que el hombre que tanto la amaba desencadenara una grave crisis constitucional, cuyos ecos nunca se han terminado de apagar.
"Recab¨¦ toda mi capacidad de persuasi¨®n e intent¨¦ convencerle de lo desesperada que era su situaci¨®n. Su empe?o en combatir lo inevitable solo supondr¨ªa una tragedia para ¨¦l y una cat¨¢strofe para m¨ª". Pasternak recrea, a trav¨¦s de lo que amigos de la pareja le han contado y de los di¨¢logos y pensamientos mil veces ya escritos ¡ªen su mayor¨ªa extra¨ªdos de las memorias de Eduardo VIII, A King?s Story?(La Historia de un rey) y de la autobiograf¨ªa de Simpson, The Heart has its reasons (El coraz¨®n tiene sus razones)¡ª el momento en que el duque de Windsor recibe la carta de sir Alexander Hardinge, secretario de la Casa Real, en la que le anuncia que el Parlamento brit¨¢nico no respaldar¨ªa su matrimonio. "Estaba claro que solo me quedaba una opci¨®n, abandonar el pa¨ªs inmediatamente", reflexiona Simpson en el libro de Pasternak. "No har¨¢s nada semejante. No lo tolerar¨¦. Esta carta es una impertinencia. No me van a detener. Con o sin trono, voy a casarme contigo", responde Eduardo VIII.
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En un intento de rehabilitar para el p¨²blico contempor¨¢neo a la mujer despreciada por la Casa de los Windsor, a la que se neg¨® durante 35 a?os el t¨ªtulo de "Su alteza real" que el exmonarca reclam¨® desesperadamente a su familia, Pasternak atribuye a Simpson una sensatez que result¨® in¨²til ante la obcecaci¨®n de Eduardo VIII. "Insisti¨® en que me necesitaba, y como mujer enamorada que era, estaba preparada para atravesar r¨ªos de tristeza, mares de desesperaci¨®n y oc¨¦anos de agon¨ªa por ¨¦l", pone en boca de la duquesa de Windsor. El rey present¨® poco despu¨¦s al Parlamento su carta de abdicaci¨®n y cedi¨® la Corona a su hermano, quien rein¨® bajo el nombre de Jorge VI. En diciembre de 1936, el rey firm¨® finalmente su abdicaci¨®n y fue sucedido por su hermano. A cambio, recibi¨® el t¨ªtulo de duque de Windsor. En junio de 1937, se cas¨® con Wallis en el Ch?teau de Cand¨¦, en Tours, Francia.
Anfitriona
Pasternak niega la imagen fr¨ªa, calculadora y ambiciosa que gran parte del p¨²blico brit¨¢nico se hizo de la divorciada estadounidense, oculta del relato las maledicencias sobre las habilidades sexuales de Simpson que habr¨ªan cautivado al malogrado rey, y ensalza en cambio la elegancia y la clase de una mujer que ilumin¨® como anfitriona las veladas con amigos que la pareja organizaba en sus estancias por Europa y Estados Unidos, alejados de un Londres que les dio la espalda. Wallis Simpson es, en esta obra rehabilitadora, una esposa capaz de adormecer el car¨¢cter irascible y caprichoso de su marido, que cada ma?ana le dejaba notas con tareas y actividades para llenar sus d¨ªas vac¨ªos y ociosos.
"Deb¨ª darme cuenta entonces de que aquel era un momento decisivo, el momento en que un movimiento por mi parte habr¨ªa evitado esta crisis", afirma Simpson al recordar el d¨ªa en que se dio cuenta de las consecuencias pol¨ªticas y personales de su historia de amor.
La duquesa muri¨® en Par¨ªs, despu¨¦s de 14 a?os de aislamiento y soledad tras la muerte de su marido. Nunca obtuvo el reconocimiento ni el afecto de Buckingham Palace. Su ¨²nico acto de despecho fue renunciar a acompa?ar a Isabel II en el coche de caballos con que la reina Isabel acudi¨® a los funerales de su t¨ªo.
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