El descubrimiento de un ins¨®lito ¡®rembrandt¡¯ que acab¨® en esc¨¢ndalo
Siglos antes de su nacimiento, Jan Six ya estaba destinado a ser un personaje en el mundo del arte. Su aristocr¨¢tica familia, que cuenta con un gran patrimonio pict¨®rico, bautiza con ese nombre al primog¨¦nito de cada generaci¨®n. En 2016, Jan Six cumpli¨® su destino: descubri¨® un rembrandt in¨¦dito. Pero tras el ¨¦xito estall¨® el esc¨¢ndalo
EL HALLAZGO que dio un vuelco a la vida de Jan Six se produjo un d¨ªa de noviembre de 2016. Six es un marchante de arte de 40 a?os residente en ?msterdam, que el a?o pasado atrajo la atenci¨®n mundial con la noticia de que hab¨ªa rescatado del olvido un cuadro hasta entonces desconocido del m¨¢s admirado de los maestros holandeses: Rembrandt. Se trataba del primer Rembrandt in¨¦dito que sal¨ªa a la luz en 42 a?os. El hallazgo no fue fruto de la exploraci¨®n de remotas iglesias ni del escrutinio de los desvanes de las casas de campo de Europa, sino que surgi¨® mientras su autor repasaba su correo electr¨®nico, como ¨¦l mismo me contaba el pasado mes de mayo. Six acababa de llevar a sus hijos al colegio (al m¨¢s puro estilo holand¨¦s, es decir, en bicicleta, con un ni?o sentado en el manillar y el otro en la parte trasera). El tiempo t¨ªpico de la estaci¨®n, con su viento cortante y su llovizna, jam¨¢s disuadir¨¢n a un amsterdam¨¦s de pura cepa ?las ra¨ªces del marchante en la ciudad se hunden casi hasta lo m¨¢s profundo? de que monte en su bici, pero para cuando nuestro hombre estuvo de vuelta en su despacho, las consecuencias ya se hac¨ªan sentir. Waterkoud ("fr¨ªo h¨²medo") es la palabra neerlandesa para describir la humedad helada de los Pa¨ªses Bajos que cala hasta los huesos.
El ant¨ªdoto para esta sensaci¨®n est¨¢ contenido en otro t¨¦rmino. Gezelligheid, traducido libremente como ambiente acogedor, es la atm¨®sfera que los habitantes de Holanda hacen todo lo posible por conseguir en el interior de sus hogares. La misma atm¨®sfera que tantas veces retrataron y en la que se recrearon los lienzos de los antiguos maestros del siglo XVII, el Siglo de Oro en el que Six est¨¢ especializado. C¨¢lidas escenas dom¨¦sticas, alegres grupos alzando jarras de peltre, bodegones con mesas repletas de alimentos. El estudio de Six, situado en la planta baja de un edificio junto al Herengracht, uno de los principales canales de la ciudad ?al que el propio Rembrandt iba a pasear? goza de su correspondiente parte de gezelligheid. El edificio data de principios del siglo XVII. Antiguas vigas cruzan el techo. A trav¨¦s de las ventanas se ve pasar veloces a los ciclistas y la evocadora y permanentemente sombr¨ªa superficie del canal, en la que se reflejan los hastiales de las fachadas de los edificios de la orilla opuesta.
Aquella ma?ana, Six prepar¨® caf¨¦ y se sent¨® ante una larga lista de correos electr¨®nicos. Empez¨® por despachar las facturas y otros engorros a fin de entregarse sin estorbos a los cat¨¢logos de las pr¨®ximas subastas de arte. Uno de ellos era el perteneciente a un acto que iba a tener lugar en diciembre en la sala Christie's de Londres. Le ech¨® un r¨¢pido vistazo, casi con desd¨¦n. Correspond¨ªa a la puja diurna, en la que se presentan los objetos menores. Los cuadros y las esculturas de calidad superior siempre se reservan para la noche.
Six revisaba el cat¨¢logo de una subasta menor cuando se detuvo ante el retrato de un joven caballero: ¡°Su mirada atravesaba la imagen¡±
Entonces, me explicaba, par¨® en seco. La fotograf¨ªa de colores no demasiado realistas del cat¨¢logo mostraba el retrato de un joven caballero de aire ausente con un cuello de encaje y un peinado proto-Led Zeppelin. Lo primero que llam¨® la atenci¨®n de Six fue la mirada del personaje (cuya identidad sigue siendo desconocida). "Atraviesa la imagen", explicaba. El experto tuvo la sensaci¨®n de que ya hab¨ªa visto la obra antes, pero despu¨¦s de un r¨¢pido repaso a su biblioteca se convenci¨® de que lo que le hab¨ªa resultado familiar no era la imagen en s¨ª, sino la conjunci¨®n de los detalles que delataban que se trataba de un rembrandt temprano. A juicio de Six, algunos de ellos son la humanidad de la mirada, la pincelada "redondeada" y el empleo intencionado de diferentes estilos pict¨®ricos en la misma obra.
El cuadro se fecha en alg¨²n momento situado entre 1633 y 1635. El detalle revelador es el cuello de encaje, de un tipo caracter¨ªstico que en ese breve lapso fue la ¨²ltima moda para quedar luego r¨¢pidamente anticuado. Lo que m¨¢s impresion¨® a Six no fue solo el hecho de que Christie's no hubiese advertido que la pintura hab¨ªa salido con toda probabilidad de la mano del maestro, sino que la casa de subastas lo hubiese etiquetado como "del c¨ªrculo de Rembrandt", es decir, de un alumno. "?Se da cuenta de d¨®nde est¨¢ el problema, verdad?" Yo me estaba devanando los sesos para dar con la soluci¨®n al acertijo cuando mi anfitri¨®n solt¨® de golpe: "A principios de la d¨¦cada de 1630, Rembrandt todav¨ªa no era famoso, as¨ª que no exist¨ªa ning¨²n c¨ªrculo. Enseguida me di cuenta del patinazo de Christie's".
A partir de ese momento, el marchante se convirti¨® en un sabueso sobre la pista. Se inform¨® de que la proveniencia del cuadro se remontaba a sir Richard Neave, un comerciante ingl¨¦s de finales del siglo XVIII que form¨® una importante colecci¨®n de arte que inclu¨ªa obras de Thomas Gainsborough y John Constable. La pintura hab¨ªa permanecido en la misma familia durante seis generaciones. Todo cuadraba. Era l¨®gico que una creaci¨®n de un artista de primera fila hubiese atra¨ªdo a un destacado coleccionista. Six estaba tan emocionado que mont¨® en su bicicleta y pedale¨® una breve distancia a trav¨¦s del centro de ?msterdam hasta la casa de Ernst van de Wetering, reconocido mundialmente como la m¨¢xima autoridad en Rembrandt. A¨²n sin aliento, le tendi¨® una fotocopia del cuadro. Como corresponde a alguien cuya opini¨®n carga con el peso de la trascendencia, Van de Wetering suele reaccionar con reserva la primera vez que ve una imagen, pero esta le intrig¨®. "Parec¨ªa un rembrandt, aunque me era totalmente desconocido", me confes¨® m¨¢s tarde. Six volvi¨® a pedalear de regreso a su casa y compr¨® un billete de avi¨®n.
Cuenta que, cuando lleg¨® a Londres, en la sala de exposici¨®n de Christie's hab¨ªa varias personas, as¨ª que estuvo mirando otros cuadros hasta que se marcharon. Entonces se dirigi¨® al retrato, lo examin¨® y lo fotografi¨®. "Estaba impresionado porque, al natural, su aspecto era diferente", aseguraba. "Ten¨ªa mucha m¨¢s profundidad".
El encaje del cuello llam¨® particularmente su atenci¨®n. En el siglo XVII, este tejido era un s¨ªmbolo de estatus, y Six cree que Rembrandt ten¨ªa su propia manera de representar esta variedad, conocida como encaje de bolillos. Mientras que otros artistas de la ¨¦poca ejecutaban minuciosamente sus filigranas pint¨¢ndolas en blanco sobre la superficie del ropaje, Rembrandt hac¨ªa lo contrario. Primero pintaba el ropaje, luego cubr¨ªa de blanco la zona del cuello, y a continuaci¨®n utilizaba pintura negra para crear los espacios negativos del encaje. Adem¨¢s, a diferencia de los dem¨¢s pintores, que trazaban meticulosos motivos repetitivos, Rembandt tej¨ªa un dise?o libre. A un espectador situado a pocos cent¨ªmetros de una pintura realizada con esta t¨¦cnica, el cuello le produce el efecto de un laberinto de garabatos. Sin embargo, basta con que retroceda un paso para que el conjunto adquiera sentido. Six identifica en ello uno de los rasgos del genio de Rembrandt. El maestro "se dio cuenta de que, por m¨¢s que se ajustase al original, en el fondo la reproducci¨®n pict¨®rica de un modelo repetitivo ofrec¨ªa un aspecto artificial".
Al salir de la sala de Christie's, Six se dirigi¨® a una librer¨ªa vecina especializada en arte. All¨ª encontr¨® A Corpus of Rembrandt Paintings, la gu¨ªa de referencia de la obra completa del artista. Oje¨® las obras de la d¨¦cada de 1630 y, cuando encontr¨® lo que buscaba, par¨®. Era el Retrato de Philips Lucasz, de 1635. La suerte quiso que el original se encontrase precisamente al otro lado de la ciudad, en la Galer¨ªa Nacional, as¨ª que nuestro hombre vol¨® hacia all¨ª y al poco se encontr¨® delante del cuadro, observando alternativamente la pintura y la imagen de su c¨¢mara y sintiendo c¨®mo su torrente sangu¨ªneo se aceleraba al tiempo que una corazonada tomaba cuerpo hasta convertirse pr¨¢cticamente en certeza. "Supe que, quienquiera que hubiese pintado uno, hab¨ªa pintado el otro", resume.
Jan Six es un hombre alto y delgado. Parece como si quisiese evitar ofender con su elegancia, y algo en su expresi¨®n habitual dice que lleva una carga. La carga no es ni m¨¢s ni menos que su verdadero nombre: Jan Six XI. La aristocr¨¢tica familia del marchante, cuyos or¨ªgenes se remontan cuatro siglos atr¨¢s, ha llamado Jan al primog¨¦nito de casi cada generaci¨®n. El primer Jan Six, hombre de arte, cultura y pol¨ªtica, fue un aut¨¦ntico representante del Siglo de Oro holand¨¦s, la ¨¦poca en la que una explosi¨®n de creatividad en las artes, las ciencias y el comercio catapult¨® al min¨²sculo pa¨ªs a la vanguardia de la vida y el pensamiento europeos. Aquel Jan Six fue amigo personal del gran Rembrandt van Rijn. Cuando, en alg¨²n momento de la d¨¦cada de 1650, decidi¨® encargar su retrato, pidi¨® al artista que le concediese el honor de pintarlo. El resultado es una de las obras m¨¢s admiradas del maestro, un estudio maravillosamente melanc¨®lico de la sofisticaci¨®n madura y consciente, ejecutado con las toscas pinceladas caracter¨ªsticas del Rembrandt tard¨ªo. El historiador Simon Schama lo ha calificado del "m¨¢s grande retrato del siglo XVII".
El primer Jan Six reuni¨® una vasta colecci¨®n de pinturas, esculturas y dibujos de muy diversos artistas, pero su n¨²cleo era Rembrandt. Adem¨¢s del retrato de su propietario, cuyo valor asegurado asciende actualmente a 400 millones de d¨®lares, la Colecci¨®n Six incluye un retrato al ¨®leo de tama?o natural de Ana Wymer, madre del antiguo Jan, cinco dibujos y 50 grabados originales del artista. A medida que la colecci¨®n fue pasando de generaci¨®n en generaci¨®n, se engros¨® con la incorporaci¨®n de obras de Vermeer, Bruegel, Hals y Rubens, as¨ª como de los inigualables Tiziano y Tintoretto. Al mismo tiempo se le fue a?adiendo un aut¨¦ntico tesoro de objetos que, aunque menores, poseen tambi¨¦n importancia hist¨®rica, tales como mobiliario, gemas, medallas, manuscritos, monta?as de plata, cristal veneciano, cepillos de dientes con mango de marfil y un anillo de diamantes regalo del zar Alejandro I a la familia. Con todo, la pintura siempre ha sido la raz¨®n de ser de la colecci¨®n, y a lo largo de los a?os, los Six se mostraron proclives a seguir las inclinaciones de sus progenitores. En la actualidad, la colecci¨®n incluye nada menos que 270 retratos de miembros de la dinast¨ªa.
El primer Jan Six reuni¨® en el siglo XVII una vasta colecci¨®n de pinturas, esculturas y dibujos, pero su n¨²cleo era Rembrandt
Pasaron los siglos, el patrimonio art¨ªstico de otras grandes familias europeas se disgreg¨®, los museos se convirtieron en los principales repositorios de sus piezas, y la Colecci¨®n Six, que ha permanecido en la residencia familiar, gan¨® en m¨ªstica. Por tradici¨®n, el Jan Six de cada generaci¨®n se convierte en custodio de la colecci¨®n y ocupante de la casa, ubicada en el ¨²ltimo siglo en una laber¨ªntica mansi¨®n de 56 habitaciones situada junto al r¨ªo Amstel, en el coraz¨®n de ?msterdam. Sin embargo, Jan XI, el marchante, no es ese Jan, al menos de momento. Su padre, Jan X ?o, como prefiere ser llamado, el bar¨®n Jan Six van Hillegom? sigue reinando. En los c¨ªrculos culturales, el viejo Six, de 71 a?os, tiene fama de ser un hombre muy celoso de su intimidad (declin¨® ser entrevistado para este art¨ªculo) y tambi¨¦n algo quisquilloso. Casi todas las personas con las que he hablado utilizaron el calificativo "dif¨ªcil" para referirse a ¨¦l.
Yo lo conoc¨ª hace nueve a?os, cuando estaba investigando para un libro sobre la historia de ?msterdan y quise ver por dentro la famosa casa Six. Tras un t¨ªpico almuerzo holand¨¦s a base de leche y s¨¢ndwiches en una cocina que parec¨ªa salida de un cuadro de Vermeer ?carpinter¨ªa oscura, suelos de barro, luz oblicua?, el bar¨®n me gui¨® a trav¨¦s de su residencia, un delicioso laberinto de salas y antiguas estancias repletas de curiosidades, algunas de ellas de incalculable valor. Aunque las habitaciones abiertas al p¨²blico y las zonas de vivienda estaban separadas, la sensaci¨®n de encontrarse al mismo tiempo en una casa y en un museo era palpable. De admirar un Frans Hals se pasaba a advertir la presencia de un libro abierto y unas gafas de lectura en una mesa auxiliar, o una escoba y un recogedor en una esquina. Mi impresi¨®n general de la visita fue la de un lugar salido de una novela de Thomas Mann, con su grandeza perdida y su aire de quietud antigua, custodiado por marchitos arist¨®cratas levemente irritados.
Si bien el anciano Six es conocido por su beligerancia, en lo que respecta a su batalla m¨¢s p¨²blica, un litigio de varios a?os contra el Gobierno holand¨¦s por la imposibilidad de llegar a un acuerdo sobre el pago del mantenimiento de la casa, hay quien piensa que el arist¨®crata tiene algo de raz¨®n. "Un pol¨ªtico de izquierdas pens¨® que era rid¨ªculo dar dinero a una familia acaudalada y retir¨® la subvenci¨®n", explica Frits Duparc, exdirector del Museo Mauritshuis de La Haya, que actu¨® como mediador en el pleito. "Pero la realidad es que la familia no es tan rica, porque hace tiempo que las obras de arte se transfirieron a una fundaci¨®n". Esta se cre¨® en parte para mantener unida la colecci¨®n y, en consecuencia, dentro del pa¨ªs. En el pasado, los Six se vieron obligados a vender varios Vermeers y otros tesoros nacionales para pagar los impuestos.
Al final, en 2008 se resolvi¨® el pleito y se lleg¨® a un acuerdo. La mansi¨®n es propiedad de una fundaci¨®n, la familia tiene derecho a vivir en ella a perpetuidad, y el Estado proporciona los fondos para su mantenimiento. A cambio, la familia tiene que facilitar el acceso p¨²blico limitado a la colecci¨®n.
El origen de la obsesi¨®n de Jan Six con Rembrandt (¨¦l mismo la llama as¨ª) est¨¢ en sus encuentros con el retrato de su tocayo, obra del maestro, en el "sal¨®n azul" de la casa familiar. Six puede hablar interminablemente del artista. Sus palabras cautivan y est¨¢n llenas de emoci¨®n. "Lo que hace ¨²nico a Rembrandt es su capacidad de representar a la persona", sentencia. "Cuando paseo por un museo y de la pared cuelga un Rembrandt, paso a su lado como pasar¨ªa junto a una persona, mir¨¢ndola de reojo y pregunt¨¢ndome qui¨¦n es, como si fuese alguien conocido. Es un ser humano vivo". Por el contrario, no tiene en demasiada consideraci¨®n al otro coloso del Siglo de Oro holand¨¦s. "S¨¦ que a muchos estadounidenses les encantar Vermeer. Personalmente, no me gusta. Es un truco, pura ¨®ptica. Creo que si se pusiese La joven de la perla al lado de cualquier rembrandt se apreciar¨ªa la diferencia".
Entre las muchas razones para los siglos de fascinaci¨®n popular con Rembrandt ?el volumen, la diversidad y la calidad de su obra, todos ellos impresionantes; la pl¨¦tora de estilos con los que experiment¨®; la complejidad de su propia biograf¨ªa?, quiz¨¢ la m¨¢s incontestable sea la profundidad psicol¨®gica de que dotaba a sus personajes, la manera en que sus figuras parecen envolver al observador y arrastrarlo a los afanes particulares de ese momento de sus vidas.
Esta focalizaci¨®n en lo individual fue un rasgo definitorio de la ¨¦poca del artista. El Siglo de Oro holand¨¦s marc¨® un punto de inflexi¨®n que lo apart¨® de los temas estrictamente religiosos. De repente, las personas se interesaron por la vida corriente y por ellas mismas, y los artistas siguieron su ejemplo. La pintura de retratos se convirti¨® en un negocio. Con todo, Rembrandt aventaj¨® a sus contempor¨¢neos. Muchos de ellos sab¨ªan reproducir el aspecto del modelo. La raz¨®n de que los ciudadanos de ?msterdam considerasen tan especial al pintor e hiciesen cola para encargarle sus retratos era que parec¨ªa poseer la capacidad de penetrar m¨¢s all¨¢ de la superficie para llegar a la persona.
Tal vez el origen de esta empat¨ªa no se encontrase solamente en el genio del artista, sino tambi¨¦n en su misma vida. Rembrandt lleg¨® a ser muy pronto el pintor m¨¢s aclamado del momento, pero rechaz¨® seguir las modas cambiantes y perdi¨® el favor del p¨²blico. Gast¨® en exceso y contrajo cuantiosas deudas. Perdi¨® a su esposa poco despu¨¦s de que esta diese a luz y entabl¨® una relaci¨®n con la ni?era del ni?o, de la que intent¨® librarse intern¨¢ndola en un manicomio. M¨¢s tarde se arruin¨®. Al parecer, vivi¨® sus ¨²ltimos a?os en una miseria de la que solo ¨¦l fue responsable. Si la Edad de Oro holandesa evidencia un nuevo inter¨¦s profundo por lo individual, el pintor se aplic¨® el principio sin compasi¨®n. Sus autorretratos, en particular los tard¨ªos, son exploraciones despiadadamente honestas del dolor ps¨ªquico que nos infligimos a nosotros mismos.
Las paredes del estudio de Six en ?msterdam siempre est¨¢n cubiertas de retratos del siglo XVII. Son obras que ha comprado y est¨¢ investigando, o que ha encargado que se restauren y que tiene intenci¨®n de revender. Cuando me present¨¦ all¨ª el pasado verano, Retrato de un joven caballero, el cuadro del cat¨¢logo de Christie's, colgaba en una posici¨®n destacada. Six, que habla con un murmullo acariciador y se refiere a s¨ª mismo como un "investigador-marchante", me gui¨® por ¨¦l. "El guante y el pu?o me entusiasman. Son muy elegantes. ?Se ha fijado en la pincelada? Rembrandt empez¨® aqu¨ª, se desliz¨® poco a poco hacia la derecha y traz¨® una curva. Luego a?adi¨® estas pinceladas amplias. A continuaci¨®n realiz¨® el pu?o. La parte iluminada la pint¨® de color porque sab¨ªa que, a la luz, no hay l¨ªneas negras, mientras que en la sombra, s¨ª. Utiliz¨® con inteligencia la manera en que la luz ilumina la materia en la realidad, difumin¨¢ndose gradualmente para dar paso a la sombra".
Cuando estaba trabajando en mi libro sobre la historia de ?msterdam, Six me invit¨® a visitarlo y me hizo una peque?a demostraci¨®n extraordinaria. Apag¨® las luces, encendi¨® unas velas, y los cuadros se transformaron al instante. Adquirieron una nueva energ¨ªa; los dorados, los rojos y los tonos carne aumentaron su calidez; el centelleo de las llamas parec¨ªa insuflar vida a las figuras bidimensionales. Los ojos de Six brillaron cuando vio que hab¨ªa captado lo que quer¨ªa decir. Los cuadros hab¨ªan sido creados para la luz de las velas.
El experto me ayud¨® a penetrar en el mundo de los habitantes del ?msterdam del siglo XVII de la manera m¨¢s tangible, a trav¨¦s de las diferencias m¨ªnimas en las maneras de ver y de sentir que separan una ¨¦poca hist¨®rica de otra. Por otra parte, me di cuenta de que, al mismo tiempo, me estaba revelando algo m¨¢s, y ese algo era una vida de lucha con su familia por las expectativas que esta ten¨ªa depositadas en ¨¦l como heredero de la Colecci¨®n Six. Si bien cuando era ni?o y se dirig¨ªa a desayunar, el esplendor de la tradici¨®n art¨ªstica occidental le daba los buenos d¨ªas, la idea de que en ¨¦l estaba su destino no lo hac¨ªa estremecerse. Mientras que, por lo visto, los herederos anteriores ?que, aunque fueron ¨¢vidos coleccionistas, no eran profesionales del arte? aceptaron la responsabilidad con ecuanimidad, Six la rechaz¨®. Su familia forma parte de la nobleza holandesa, pero cuando ¨¦l era adolescente "intentaba no ser un arist¨®crata", me cont¨® su ¨ªntimo amigo David van Ede. "Se avergonzaba un poco de ello". En vez de tener rembrandts y bruegels colgando en su dormitorio, prefer¨ªa los carteles de Bob Marley y Guns N' Roses. Odiaba el instituto, se puso a trabajar como cocinero en un restaurante y durante un tiempo pens¨® que convertirse en chef pod¨ªa ser su camino de rebeli¨®n. Cuando sus padres no estaban, organizaba fiestas en la mansi¨®n. "?bamos all¨ª casi cada fin de semana" recuerda van Ede. "No nos colg¨¢bamos de los candelabros, pero fum¨¢bamos, beb¨ªamos Heineken, sal¨ªamos y nos ¨ªbamos a una discoteca de hip hop, par¨¢bamos en el Burger King, y a veces luego volv¨ªamos a casa de Jan a dormir. En alguna ocasi¨®n hicimos saltar la alarma".
Six sab¨ªa lo que se esperaba de ¨¦l, pero eso lo sacaba de sus casillas. "A nadie le gusta que lo acorralen", me confesaba. "Oyes decir toda tu vida que todo lo que haces sirve para prepararte para que sigas los pasos de Jan Six. Vale, pero, un momento, soy un individuo".
Sin embargo, cuando empez¨® a tratar con las personas que se presentaban a la puerta de su casa, entrada en mano, para visitar la mansi¨®n, se dej¨® persuadir, al menos en parte. Gracias a esas personas corrientes, Six se dio cuenta de que el arte era su vocaci¨®n. "A veces alg¨²n gu¨ªa se pon¨ªa enfermo y yo echaba una mano", cuenta. "Al principio me asustaba. Luego vi lo felices que eran los visitantes y lo mucho que se interesaban. Cuando se enteraban de que yo era Jan Six y me miraban a m¨ª y luego el retrato de mi antepasado pintado por Rembrandt, me daba cuenta de c¨®mo se emocionaban al conectar el pasado con el presente. Algunos de ellos sab¨ªan mucho de arte y yo los escuchaba". Six empez¨® a ver los cuadros con otros ojos. De ser representaciones planas de personas muertas pasaron a ser expresiones est¨¦ticas que actuaban como puertas de acceso a la historia. En particular, el rembrandt que retrataba al primer Jan Six hizo mella en ¨¦l. "Me percat¨¦ de que me importaba que los ojos del cuadro fuesen gen¨¦ticamente mis ojos".
Six intent¨® liberarse de la carga de su legado abri¨¦ndose al arte sobre el que se sustenta pero relacion¨¢ndose con ¨¦l a su manera. Estudi¨® Historia del Arte en la universidad, y despu¨¦s fue contratado por la sucursal de Sotheby's en Londres como joven especialista en los maestros antiguos. Desempe?¨® bien su trabajo y se introdujo con facilidad en el mundo de la riqueza y la cultura internacionales. Al parecer, con el tiempo la gen¨¦tica familiar surti¨® su efecto. Geer Mak, un escritor holand¨¦s que escribi¨® la historia de la familia Six, me explicaba que algunos de los antiguos Jan Six pose¨ªan un sentido de la vista extraordinariamente agudo que los gui¨® mientras reun¨ªan su colecci¨®n. "Igual que el actual", a?ad¨ªa. "Jan Six tiene un talento extraordinario para ver a trav¨¦s de la pintura, para recordar un gesto de otro cuadro que haya visto a?os atr¨¢s, adem¨¢s de una incre¨ªble memoria para los peque?os detalles".
A medida que progresaba en su profesi¨®n, Six empez¨® a sentir que ten¨ªa derecho a expresarse sobre la colecci¨®n familiar. Siguieron una serie de choques con su padre, muchos de ellos debido a la posibilidad de ampliar el acceso al p¨²blico, un asunto que siempre ha sido fuente de problemas. Actualmente, las visitas guiadas a la colecci¨®n, posibles solamente con cita previa, tienen una lista de espera de un a?o. El joven Six me esboz¨® el retrato de un padre introvertido que intenta preservar su legado manteniendo el mundo a distancia, y que, con el tiempo, se ha dado cuenta de que tiene que batallar tambi¨¦n con un hijo sociable y extrovertido que cree que la manera de proteger ese legado es precisamente compartirlo con el resto del mundo. Los enfrentamientos exasperaban cada vez m¨¢s al heredero. "Despu¨¦s, cuando volv¨ªa a casa en bicicleta, iba pensando que lo ¨²nico que intentaba era ayudar a mi padre".
Curiosamente, uno de estos desencuentros gir¨® en torno a los marcos de los cuadros. Algunas grandes obras de la colecci¨®n, entre ellas el Retrato de Jan Six, tienen ornamentados marcos dorados que les pusieron los Six del siglo XIX cuando la ostentaci¨®n estaba de moda. El joven Six sosten¨ªa que hab¨ªa que devolverles el aspecto que ten¨ªan en el siglo XVII, es decir, los marcos lisos, negros y sobrios que, en su opini¨®n, eran el h¨¢bitat natural de las pinturas.
Este fue el otro objetivo de la demostraci¨®n a la luz de las velas que me ofreci¨® Six. "Si a un Rembrandt se le pone un marco dorado, los elementos representados en ¨¦l retroceden cinco metros, y todo lo que sea dorado se vuelve amarillento", explicaba. "La pintura tiene que competir con la interferencia del marco. Si esta se elimina, emerge la belleza". Su padre, en cambio, insist¨ªa en que los cuadros de la colecci¨®n deb¨ªan conservar los marcos dorados. Six hijo me dec¨ªa que cre¨ªa que su padre estaba convencido de que estaba obligado con la colecci¨®n, y que eso inclu¨ªa la manera en que la preservaron sus ancestros. "Cuando se vive durante d¨¦cadas en una casa y esta se considera el n¨²cleo de la propia existencia, pr¨¢cticamente se vive para ella", resum¨ªa. Por otra parte, ¨¦l mismo se siente obligado con el arte.
Para evitar m¨¢s discusiones, Six dio un paso atr¨¢s. "Decid¨ª que prefer¨ªa tener a mi padre como amigo, as¨ª que la casa y la colecci¨®n no tienen nada que ver conmigo. Nuestra relaci¨®n es mejor cuando mantenemos cierta distancia".
En 1991, la pintura del Siglo de Oro holand¨¦s, del Renacimiento italiano y de otras grandes ¨¦pocas de la historia europea segu¨ªan dominando el mercado internacional del arte. Sin embargo, en estos tiempos digitales orientados al presente, en los que el equilibrio de poder mundial no para de cambiar (el a?o pasado, China se convirti¨® en el segundo mayor mercado de arte del mundo por detr¨¢s de Estados Unidos), los viejos maestros europeos han acabado pareciendo... viejos. En 2018, el 85% de los coleccionistas de arte que ocupan los 200 primeros puestos de la lista de ARTnews declaraban que coleccionaban una u otra forma de arte contempor¨¢neo, mientras que solo el 6% afirm¨® que se interesaba por los maestros antiguos. Y si bien los grandes nombres ?Rembrandt, Tiziano, Rafael? se siguen vendiendo por verdaderas fortunas, todos los dem¨¢s han perdido valor. "Si se vende una pintura menor por 3.000 d¨®lares, con el tiempo seguramente pasar¨¢ a valer 2.000 d¨®lares", reconoce Otto Naumann, un destacado marchante estadounidense que actualmente colabora con Sotheby's. "En la franja de los 300.000 d¨®lares vemos un declive similar. Muchos de los paisajes marinos y los bodegones flamencos hoy valen menos".
El descenso de las ventas tiene que ver con el envejecimiento del sector. Seg¨²n Frits Duparc, exdirector del Museo Mauritshuis, "apenas hay coleccionistas j¨®venes" que se interesen por los antiguos maestros. "La mayor¨ªa de los principales coleccionistas son septuagenarios y octogenarios". Tambi¨¦n se han reducido los programas universitarios importantes, as¨ª como el n¨²mero de profesores universitarios y las plazas de conservadores en los museos. Duparc a?ade que en Holanda hay exactamente un catedr¨¢tico dedicado a tiempo completo al arte del Siglo de Oro holand¨¦s. Matthew Teitelbaum, director del Museo de Bellas Artes de Boston, informa de que su instituci¨®n va a crear un nuevo Centro de Arte Holand¨¦s con el fin de contrarrestar esta tendencia. No obstante, reconoce que es dif¨ªcil. "En estos momentos, es un campo de estudio en retroceso. Cada vez hay menos programas universitarios, y las convocatorias de plazas para profesores quedan vacantes". En cuanto a los marchantes que se dedican a los antiguos maestros, Duparc observa que, mientras que hace pocas d¨¦cadas hab¨ªa docenas de profesionales independientes, hoy en d¨ªa no queda m¨¢s que un grupito disperso. La mayor parte de la compraventa ha sido absorbida por las dos grandes casas de subastas, Sotheby's y Christie's.
A pesar de este inh¨®spito panorama, en 2009 Jan Six decidi¨® establecerse como marchante independiente de antiguos maestros holandeses, especializado particularmente en los retratos. Explica que acab¨® recelando de la mentalidad empresarial que encontr¨® en Sotheby's, para la cual el patrimonio art¨ªstico mundial es una mercanc¨ªa de lujo. "La mayor¨ªa de los marchantes son comerciantes", sentencia. "Lo mismo podr¨ªan ser vendedores de coches o agentes en Wall Street. La verdad es que no creo que se dediquen a esto por pasi¨®n por la est¨¦tica". Encontr¨® un elegante local en ?msterdam, situado a pocas manzanas de sus padres y de la colecci¨®n familiar, que le sirve al mismo tiempo de estudio, biblioteca y despacho, y abri¨® su negocio.
Six prosper¨® en su nueva profesi¨®n. Pas¨® los primeros a?os viajando entre Nueva York, Londres, Par¨ªs y ?msterdam, comprando y vendiendo, aumentado su confianza y desarrollando un ojo a¨²n m¨¢s certero. Su nombre le facilit¨® el acceso a los coleccionistas m¨¢s importantes y a los directores de los principales museos de arte del mundo. Se form¨® en las altas tecnolog¨ªas de an¨¢lisis de la pintura, capaces de ofrecer detalles sobre los lienzos, las maderas y los pigmentos que permiten profundizar en el conocimiento de una obra y su creador. Las cosas le iban bien ?un Govert Flinck por aqu¨ª, un Gerrit van Honthorst por all¨¢?, pero ten¨ªa la sensaci¨®n de que a¨²n no le hab¨ªa llegado su oportunidad.
Lo que a ¨¦l le importaba era Rembrandt. Six trabaj¨® con ah¨ªnco para convertirse en experto. Inici¨® una peregrinaci¨®n para ver al natural todas y cada una de las 341pinturas del maestro enumeradas en el Corpus, que se encontraban dispersas desde Omaha, en Nebraska, hasta San Petersburgo, en Rusia (por el momento ha visto el 80%), y reuni¨® un archivo de decenas de miles de documentos e im¨¢genes relacionados con el artista. Se podr¨ªa decir sin miedo a exagerar que se tom¨® a Rembrandt como algo personal. Cuando hablamos por primera vez del retrato que hab¨ªa descubierto, me dej¨® muy claro lo que el hallazgo hab¨ªa significado para ¨¦l. "No tiene nada que ver con mi familia", aseguraba, lo cual, como ¨¦l sab¨ªa bien, era verdad en sentido estricto, y tambi¨¦n totalmente falso. "Quiero que entienda que el descubrimiento es independiente de mi padre y de la colecci¨®n Six. Es pura catarsis. Por primera vez en mi vida, somos solo Rembrandt y yo".
Tras examinar el retrato del joven caballero en la sala de exposiciones de Christie's, Six cogi¨® un avi¨®n de vuelta a ?msterdam y llev¨® las fotograf¨ªas que hab¨ªa hecho a Ernst van de Wetering, el especialista en el pintor al que hab¨ªa mostrado la imagen del cat¨¢logo. La intriga de Van de Wetering aument¨®, pero no quiso decir nada m¨¢s hasta ver el cuadro por s¨ª mismo. A Six le bast¨® con eso. Estaba listo para pujar. Se calculaba que el precio de adjudicaci¨®n se situar¨ªa entre 19.000 y 25.000 d¨®lares, una minucia si la pieza era lo que ¨¦l pensaba. Ahora bien, si alguien sospechaba lo que se tra¨ªa entre manos, el precio se disparar¨ªa. Evidentemente, las obras de Rembrandt se pueden vender por decenas o cientos de millones. En 2015, el Museo Nacional de Holanda, principal dep¨®sito del arte y la historia del pa¨ªs y hogar de La Ronda de Noche, de Rembrandt, adquiri¨®, en asociaci¨®n con el Louvre, un par de retratos de cuerpo entero y a tama?o natural de una pareja de novios fechado en 1634, es decir, precisamente en el mismo periodo al que pertenece el hallazgo de Six. (Ambas figuras llevan el revelador encaje de bolillos). Los museos pagaron 174 millones por el conjunto.
Six llam¨® a un inversor con el que hab¨ªa trabajado en el pasado (rehusa revelar su nombre) y recibi¨® el visto bueno. Seg¨²n me cont¨®, el inversor estaba dispuesto a llegar a los cuatro millones de libras (cinco millones de d¨®lares), lo cual seguir¨ªa siendo una ganga para un Rembrandt. Al final, Six gan¨® la puja por 137.000 libras (173.000 d¨®lares), un precio correcto para una obra "del c¨ªrculo de".
Si alguien sospechaba lo que se tra¨ªa entre manos, el precio del cuadro se disparar¨ªa. Un 'rembrandt' puede valer cientos de millones
Lo mand¨® limpiar, restaurar y analizar cient¨ªficamente. Para ello recurri¨® al mejor equipo del pa¨ªs en an¨¢lisis de obras de arte con tecnolog¨ªa punta. Petria Nobel, jefa de conservaci¨®n de pintura del Museo Nacional, me explicaba que en su laboratorio le hicieron un macroesc¨¢ner de fluorescencia de rayos x, un m¨¦todo que atraviesa las capas de pintura y permite hacer un sofisticado an¨¢lisis de una obra y, por lo tanto, del proceso del artista, y estudi¨® tambi¨¦n muestras de pintura. Como el museo holand¨¦s acababa de comprar junto con el Louvre el par de retratos de los novios obra del maestro, el joven caballero de Six se pod¨ªa comparar en detalle con ellos, en especial con el del novio, llamado Marten Soolmans.
Las pruebas mostraron, como sostiene Six en su libro de 2018 sobre el cuadro, que ambas obras "fueron realizadas exactamente con los mismos materiales; siguen la misma acumulaci¨®n de capas de pintura; se ajustan al mismo procedimiento de ejecuci¨®n, consistente en pintar de atr¨¢s adelante; y lo m¨¢s importante, en ambas aparece el singular m¨¦todo del negro sobre blanco empleado para representar los cuellos de encaje". En otras palabras, el marchante afirmaba que su pintura era tan obra de Rembrandt como las que hab¨ªan costado decenas de millones de d¨®lares.
Los museos, sin embargo, intentan evitar que los marchantes los utilicen como instrumentos para sus ventas, as¨ª que Noble no estaba dispuesta a mostrarse tan taxativa. "Ten¨ªamos que ser cautelosos con el veredicto que emiti¨¦semos", advirti¨®. "Hay muchas similitudes, y tambi¨¦n queda un buen n¨²mero de preguntas que requieren m¨¢s estudios".
Lo siguiente que hizo Six fue reunir un grupo de eminentes especialistas para que respaldasen su atribuci¨®n del cuadro a Rembrandt. Hay que se?alar que algunos mostraron reservas, no porque estuviesen seguros de lo contrario, sino como un paso m¨¢s hacia el reconocimiento de que, en la historia del arte, existen zonas de indefinici¨®n. En el caso de una obra como aquella, aparentemente salida de la nada, no hay manera de alcanzar una certeza absoluta sobre su origen. "Cuando Jan se dirigi¨® a m¨ª con su cuadro, tuve que admitir que no pod¨ªa refutar sus argumentos", confiesa Gary Schwartz, un bi¨®grafo estadounidense de Rembrandt y una autoridad en el arte holand¨¦s del siglo XVII. "Le dije que no iba a expresar dudas sobre la autor¨ªa del maestro, pero que no me hac¨ªa mucha gracia" ser tan terminante. A continuaci¨®n, detalla las dificultades concretas que plantea Rembrandt a los responsables de certificar la autenticidad de sus obras, que abarcan la variedad de estilos que cultiv¨®, sus numerosos alumnos o la posibilidad de que, en su taller, hubiese m¨¢s de una persona trabajando en determinada obra. Un cuadro que se atribuya, por ejemplo, "al taller de Rembrandt" en vez de al artista mismo, tendr¨¢ menos valor. Schwartz es uno de los historiadores del arte a los que, cuando se trata de cuestiones de autenticidad de las creaciones de los pintores famosos, le gustar¨ªa que la gente se fijase menos en el artista y el valor monetario del cuadro que en la obra en s¨ª misma. Utiliza el t¨¦rmino rembrandtidad y defiende que se matice la probabilidad de que un cuadro sea del propio artista. Con respecto a la rembrandtidad de este retrato en concreto, conclu¨ªa que "la atribuci¨®n a Rembrandt es la hip¨®tesis a batir, pero cabe la posibilidad de que no sea imbatible".
Los museos intentan respetar la rembrandtidad. La Galer¨ªa Nacional de Arte de Londres, por ejemplo, etiqueta Viejo en un sill¨®n como "probablemente, obra de Rembrandt", y la Real Pinacoteca Mauritshuis anunciaba recientemente que est¨¢ poniendo en marcha un estudio exhaustivo de dos de sus supuestos rembrandts para intentar determinar la probabilidad de que sean de mano del maestro. "Creo que la rembrandtidad es una buena idea ", considera Ronni Baer, jefa de conservadores de pintura europea del Museo de Bellas Artes de Boston, "pero la gente no se conformar¨¢ con ella porque en la atribuci¨®n hay mucho dinero en juego".
La opini¨®n m¨¢s importante sobre si el cuadro era o no de Rembrandt fue la de Van de Wetering. El especialista se reserv¨® su veredicto mientras la obra estaba siendo analizada. "Mientras se llevaba a cabo la restauraci¨®n, estaba cada vez m¨¢s convencido", me explic¨®. "Pensaba que la valoraci¨®n de Jan Six era acertada".
Sin embargo, al final a?adi¨® una importante salvedad. Ahora el estudioso piensa que, en un principio, el cuadro de Six formaba parte de una obra mayor. Un indicio es que el rostro est¨¢ ligeramente borroso. Van de Wetering me cont¨® que Rembrandt utilizaba este recurso en sus retratos de grupo para guiar la vista hacia la figura central de la composici¨®n. ¡°La otra figura debi¨® de estar ligeramente m¨¢s en primer plano¡±. Es posible que fuese una figura femenina y la composici¨®n original posiblemente fuese un retrato de boda que m¨¢s tarde se dividi¨®. En una entrevista posterior con un peri¨®dico holand¨¦s, van de Wetering afirmaba que, si se trataba, como cre¨ªa ¨¦l, de "un fragmento de una obra mucho mayor", su importancia disminuir¨ªa.
El d¨ªa despu¨¦s de encontrar la pintura en el cat¨¢logo de Christie's, en 2016, Jan Six conoci¨® a una mujer llamada Ronit Palache. ?l ven¨ªa de un divorcio complicado y los dos hicieron buenas migas casi inmediatamente. "Una de las primeras cosas que me dijo fue que cre¨ªa que hab¨ªa descubierto un rembrandt", me contaba Palache el pasado julio. "Cuando empezamos a salir, no paraba de hablar del cuadro".
Palache era editora y relaciones p¨²blicas de una editorial holandesa. Cuenta que Six le dijo que proyectaba escribir un tratado acad¨¦mico para acompa?ar el descubrimiento, y que cuando ley¨® sus notas las encontr¨® "aburridas". Entonces empez¨® a incubar una idea. Hete aqu¨ª el v¨¢stago de una familia famosa en Holanda por su conexi¨®n con el gran arte, y con Rembrandt en particular, que ha descubierto un rembrandt ¨¦l mismo. Como publicista, "lo enfoc¨® desde el punto de vista comercial", explicaba.
Su idea era dar a conocer el cuadro de la misma manera en que se presentar¨ªa un libro superventas, con un gran despliegue de medios de comunicaci¨®n. Al principio, Six se resist¨ªa. "Le dije que no era un tema que tuviese mucho p¨²blico", cuenta. "Normalmente los maestros antiguos son para personas entradas en a?os que tienen tiempo libre". Palache no se dio por vencida y, al final, Six se dej¨® guiar por ella. "Me pasaba el tiempo convenciendo a Jan de lo grande que iba a ser esta historia", recuerda.
En mayo de 2018, casi un a?o y medio despu¨¦s de ver el cuadro por primera vez en Londres, Six apareci¨® en directo en Pauw, uno de los programas de entrevistas m¨¢s populares de Holanda. Tras una breve introducci¨®n, Six y el presentador retiraron la tela negra que cubr¨ªa el lienzo ante las exclamaciones del p¨²blico. La aparici¨®n en televisi¨®n fue el plato fuerte de la campa?a en los medios, que incluy¨® tambi¨¦n un art¨ªculo de portada en exclusiva para NRC Handelsblad, el peri¨®dico de m¨¢s tirada del pa¨ªs, y un libro sobre el cuadro, titulado Rembrandt's Portrait of a Young Gentleman [Retrato de un joven caballero de Rembrandt], escrito por Six e impecablemente editado. En pocos d¨ªas, la noticia corri¨® por el mundo. El libro se convirti¨® de inmediato en un ¨¦xito de ventas en Holanda, y se llevaron a imprenta las ediciones en ingl¨¦s y franc¨¦s.
A los holandeses les gusta se?alar que son gente fieramente igualitaria y espont¨¢nea. En el idioma existen varios dichos sobre el peligro de la soberbia, como por ejemplo, "cuanto m¨¢s alto es el ¨¢rbol, m¨¢s lo azota el viento", o "saca demasiado la cabeza y te la cortar¨¢n". El mundo de los grandes maestros tambi¨¦n suele preferir la discreci¨®n ?cuando no la modestia? a la ostentaci¨®n. La parafernalia con la que Six dio a conocer su descubrimiento represent¨® un desaf¨ªo para ambas maneras de conducirse. Sin embargo, en un primer momento, los guardianes del arte tradicional, lejos de poner mala cara a la espectacularidad, quedaron maravillados con la atenci¨®n adicional que estaba atrayendo su campo. En una conversaci¨®n que mantuvimos por entonces, Wim Pijbes, exdirector del Museo Nacional de Holanda, calific¨® la revelaci¨®n en televisi¨®n de "iniciativa muy bien presentada, adem¨¢s de bastante sorprendente".
Cuando Six estaba inmerso en la marea de entusiasmo popular, le pregunt¨¦ por qu¨¦ raz¨®n participaba ahora en la mercantilizaci¨®n del arte, si hab¨ªa dejado Sotheby's por el disgusto que ello le causaba. ?l se encogi¨® de hombros y enton¨® un mea culpa por Internet: "Soy un hombre de negocios". Sin embargo, despu¨¦s me ofreci¨® una respuesta m¨¢s introspectiva. "Durante a?os he estado luchando mentalmente por demostrar que s¨¦ algo de pintura por m¨¦rito propio. Me alegra que, hasta el momento, en todos esos art¨ªculos, desde Estados Unidos hasta China, se haya escrito sobre m¨ª como marchante, no como un Six".
En septiembre de 2018, al cabo de cuatro meses de su espectacular aparici¨®n en televisi¨®n y casi dos a?os despu¨¦s de la subasta en Christie's, un marchante holand¨¦s de Alkmaar, una ciudad al norte de ?msterdam, llamado Sander Bijl, habl¨® con un redactor de NRC Handelsblad y declar¨® que la verdad era que ¨¦l tambi¨¦n hab¨ªa reconocido la fotograf¨ªa del cat¨¢logo como un probable rembrandt. A?adi¨® que hab¨ªa propuesto a Six que comprasen el cuadro juntos, que este se hab¨ªa mostrado de acuerdo, y que ambos se comprometieron a poner un tope de un poco m¨¢s de 100.000 euros a su puja conjunta, que era la cantidad a la que Bijl pod¨ªa llegar. Cuando el cuadro se vendi¨® por 153.000 euros, relata, jam¨¢s se le ocurri¨® que el mejor postor hubiese sido Six. Bijl acus¨® a este de haber cerrado un trato con ¨¦l para luego hacer una puja m¨¢s alta por su cuenta a trav¨¦s de un intermediario, a fin de poner contra las cuerdas a un competidor que hab¨ªa advertido el verdadero valor de la obra. Como me dijo otro marchante especializado en maestros antiguos: "En nuestro negocio, eso no se hace".
La entrevista en el peri¨®dico en la que Bijl declaraba que Jan Six, el predilecto del mundo de los antiguos maestros holandeses, era un tramposo tuvo resonancia en toda la comunidad internacional del arte. M¨¢s tarde, Bijl me cont¨® que no le hab¨ªa quedado m¨¢s remedio que denunciar lo ocurrido para proteger su propia reputaci¨®n, ya que pensaba que era perjudicial para su imagen que los marchantes y otros miembros del sector pensasen que se le hab¨ªa escapado un rembrandt. Le enfurec¨ªa que en la revelaci¨®n televisada del retrato por parte de Six y en las siguientes apariciones de este en los medios de comunicaci¨®n, hablase del proceso de descubrimiento, investigaci¨®n y compra como una empresa estrictamente individual, en la que el arist¨®crata solo cont¨® con la ayuda de los conocimientos de van de Wetering y la financiaci¨®n de su an¨®nimo patrocinador. "Jan Six iba por ah¨ª pregonando su descubrimiento como si fuera solo suyo y pregunt¨¢ndose si todos sus colegas eran idiotas o es que ¨¦l era muy listo. Sab¨ªa perfectamente que lo hab¨ªamos visto los dos". Bijl me remiti¨® una cadena de mensajes de WhatsApp enviados por ¨¦l a Six antes de la subasta de Christie's, que inclu¨ªan capturas de pantalla de partes del lienzo, en los que daba detalles de su propio examen del mismo. En apariencia, los mensajes demostraban que Bijl hab¨ªa visto la pintura personalmente antes de que Six lo hiciese en la sala de exposiciones de Christie's.
Un marchante declar¨® a la prensa que ¨¦l tambi¨¦n hab¨ªa reconocido la fotograf¨ªa del cat¨¢logo y que Six le hab¨ªa enga?ado
El pasado septiembre, Six me dijo que nunca hab¨ªa llegado a un acuerdo con Bijl para comprar el cuadro. Sin embargo, me pareci¨® que insinuaba que le hab¨ªa dado falsas esperanzas. "Me aterrorizaba que Sander pusiese a la casa de subastas sobre aviso de que ten¨ªan algo especial", justificaba. "Entonces Christie's retirar¨ªa el cuadro de la subasta, algo que ya me ha pasado antes. Le pregunt¨¦ qu¨¦ quer¨ªa hacer". Six me asegur¨® que lo que le quiso decir con eso era qu¨¦ proyectaba hacer Bijl, pero que este se lo tom¨® como un acuerdo de colaboraci¨®n en el asunto del cuadro. El pasado octubre, Six declar¨® al peri¨®dico De Volkskrant que hab¨ªa dejado margen a Sander para que se creyese su propia historia.
Las ¨²ltimas novedades despertaron un inter¨¦s especial entre los holandeses debido a los paralelismos entre ambos marchantes. Los dos tienen m¨¢s o menos la misma edad. Martin Bijl, padre de Sander, es uno de los mejores restauradores de Holanda que, a lo largo de su trayectoria profesional, ha devuelto el esplendor a numerosos rembrandts. Al igual que Six, Bijl creci¨® rodeado de antiguas obras de arte holandesas. No obstante, la posici¨®n social de ambos es diferente. "Soy la clase de marchante que tiene un estand en todas las ferias de arte", puntualizaba Bijl. "Jan Six no se molesta en esas cosas. Yo soy el peque?o Sander Bijl de Alkmaar, y ¨¦l es el aristocr¨¢tico Jan Six de ?msterdam".
A ra¨ªz de la acusaci¨®n de Bijl, Six me facilit¨® otra informaci¨®n que parec¨ªa restar importancia a la disputa entre los marchantes. Tiempo atr¨¢s yo le hab¨ªa preguntado por un rumor que corr¨ªa, seg¨²n el cual ¨¦l habr¨ªa descubierto un segundo rembrandt. Nuestro protagonista lo neg¨®. Ahora dec¨ªa que era verdad. Six reconoc¨ªa que hab¨ªa descubierto ese otro rembrandt dos a?os antes de ver el retrato en Christie's, pero que hab¨ªa acordado no hacerlo p¨²blico hasta finales de 2019, momento en que la obra se convertir¨ªa en la pieza estrella de la reapertura del Museo De Lakenhal de Leiden, la ciudad natal de Rembrandt, coincidiendo con el 350? aniversario de la muerte del artista. Six me confi¨® que la acusaci¨®n de Sander Bijl hab¨ªa cambiado la situaci¨®n, y a?adi¨® que, a fin de explicar lo ocurrido entre ambos, se ve¨ªa obligado a hacer p¨²blica la noticia de que hab¨ªa descubierto un segundo rembrandt, cosa que hizo el 14 de septiembre mediante otra teatral revelaci¨®n en Pauw.
Tambi¨¦n me cont¨® que se fij¨® por primera vez en el cuadro, que representa una escena b¨ªblica en la que aparece Jes¨²s rodeado de ni?os y un grupo de adultos que observan, en 2014, en el cat¨¢logo en Internet de una casa alemana de subastas. Sinti¨® que los a?os que hab¨ªa pasado examinando rembrandts hab¨ªan quedado compensados en un instante. Lo que llam¨® su atenci¨®n fue un posible autorretrato de Rembrandt muy joven en uno de los personajes secundarios. El detalle entusiasm¨® a Six no solo por su gran parecido con otros autorretratos del artista, sino tambi¨¦n porque concordaba con una costumbre del maestro en sus primeros a?os, consistente en incluir una imagen de s¨ª mismo en sus cuadros. La pintura ten¨ªa un precio de salida de entre 20.000 y 27.000 d¨®lares, pero el marchante Otto Naumann tambi¨¦n hab¨ªa advertido que se trataba de un probable rembrandt y estaba decidido a comprarlo. Al final, Six y su inversor an¨®nimo acabaron pagando dos millones de d¨®lares por ¨¦l. Se cree que fue ejecutado en un momento muy temprano de la carrera del artista, posiblemente cuando ten¨ªa tan solo 19 a?os, y que es la primera obra suya sobre lienzo que se conoce.
El cuadro hab¨ªa sido repintado profusamente por un artista posterior que hab¨ªa vuelto a cubrir los ropajes con diferentes colores y hab¨ªa vestido el cuerpo de un ni?o desnudo. Para intentar devolverle un aspecto similar al que quiso darle el maestro, Six decidi¨® que se eliminase lo a?adido. Tambi¨¦n en esta ocasi¨®n consult¨® con van de Wetering, que se empe?¨® en que encargase la restauraci¨®n, extremadamente delicada, a Martin Bijl. "Yo no quer¨ªa, pero Ernst insisti¨®", se lamentaba, al parecer afirmando de manera impl¨ªcita que si quer¨ªa el pl¨¢cet del experto no ten¨ªa m¨¢s remedio que trabajar con el padre de Sander Bijl. Six me cont¨® que lleg¨® a un acuerdo con Martin Bijl para que restaurase la pintura, y que fue mientras se llevaba a cabo el minucioso trabajo cuando descubri¨® el retrato en el cat¨¢logo de Christie's y se lo ense?¨® a Van de Wetering.
Poco despu¨¦s, Sander Bijl, hijo del restaurador, mand¨® a Six un mensaje de WhatsApp que dec¨ªa: "Jan, creo que has hablado con Martin y Ernst del retrato que est¨¢ a punto de ser subastado". Sin embargo, Six no hab¨ªa comentado nada del retrato al restaurador. Seg¨²n me explic¨®, ese mensaje le demostr¨® claramente que van de Wetering hab¨ªa traicionado su confianza al informar a Martin Bijl de que Six iba tras un nuevo rembrandt, y que el padre se lo hab¨ªa contado a su hijo. En septiembre de 2018 repiti¨® esta afirmaci¨®n en Pauw, as¨ª como que van de Wetering lo hab¨ªa presionado para que encargase el trabajo a Martin Bijl. "De repente, Sander intent¨® trabar amistad conmigo", me explicaba Six, y a hacer insinuaciones de adquirir el retrato conjuntamente. Mientras tanto, siempre seg¨²n el marchante, el padre ped¨ªa m¨¢s dinero para acabar la restauraci¨®n del primer cuadro. Ya no quer¨ªa solo unos honorarios por hora, como se estableci¨® en el acuerdo original, sino un porcentaje de los beneficios de la venta del cuadro. "Era una forma de chantaje", sentencia Six.
Escrib¨ª un correo electr¨®nico a Martin Bijl para que respondiese a la acusaci¨®n. No me contest¨®, pero su hijo, s¨ª. Me dijo que su padre hab¨ªa pedido m¨¢s dinero despu¨¦s de que Six le hubiese pedido que acelerase la restauraci¨®n, lo que le habr¨ªa obligado a rechazar otros clientes. Tambi¨¦n me remiti¨® una cadena de mensajes de WhatsApp entre Six y su padre que indicaba que la relaci¨®n era cordial.
Sander Bijl no niega que se enterase del inter¨¦s de Six por la obra a trav¨¦s de su padre, el cual, efectivamente, se hab¨ªa enterado a trav¨¦s de van de Wetering, pero a?adi¨® que estas conversaciones son normales e inevitables en el mundillo de los antiguos maestros holandeses. No obstante, se?ala que cuando su padre le habl¨® del inter¨¦s de Six por el retrato, ¨¦l ya se hab¨ªa dado cuenta de que Christie's iba a vender un posible rembrandt como la obra de un pintor menor. Bijl hijo puso a mi disposici¨®n un correo electr¨®nico que envi¨® a Christie's en noviembre de 2016 pidiendo una fotograf¨ªa del cuadro a alta resoluci¨®n, fechado unos d¨ªas antes de la fecha en que Six me dijo que lo hab¨ªa visto por primera vez, d¨¢ndome a entender, en otras palabras, que ya hab¨ªa reparado en ¨¦l. Seg¨²n me cont¨®, ¨¦l y Six hab¨ªan hecho negocios en alguna ocasi¨®n ?a principios del a?o pasado compr¨® al amsterdam¨¦s un par de obras de peque?o formato?, as¨ª que le pareci¨® normal proponerle la idea de adquirir el cuadro conjuntamente.
Cuando, el pasado diciembre, habl¨¦ por tel¨¦fono con Sander Bijl despu¨¦s de que los medios de comunicaci¨®n hubiesen polemizado un par de meses sobre su disputa con Six, me insinu¨® que el origen del empe?o de su colega en negar su participaci¨®n en la compra de la obra se encontraba en los demonios interiores del arist¨®crata. "Tiene un problema con la carga que representa el apellido Six y cree que tiene que demostrar algo. ?Acaso tengo yo que pagar por sus problemas de familia? No. Me enga?¨®".
Adem¨¢s de los titulares del estilo "Jan Six, descubridor de un nuevo Rembrandt, acusado de enga?o", Six recibi¨® otra desagradable sorpresa. Van de Wetering, al que el primero hab¨ªa admirado desde los comienzos de su vida profesional, dio una virulenta respuesta p¨²blica a las afirmaciones de Six de que el experto lo hab¨ªa presionado para que recurriese a Martin Bijl y de que hab¨ªa violado su confianza. Mientras que pocas semanas antes van de Wetering me hab¨ªa dicho que Six y ¨¦l ten¨ªan "una gran amistad", tras las acusaciones del marchante declar¨® a NRC Handelsblad: "Six ha mostrado su verdadera naturaleza. Ahora s¨¦ que es capaz de mentir", y declar¨® que la amistad entre ambos hab¨ªa acabado. No obstante, en la misma entrevista hizo una elogiosa valoraci¨®n del segundo hallazgo de su examigo. Seg¨²n el experto, la pintura de tema b¨ªblico se trataba de "un gran descubrimiento" que "mostraba una fase del desarrollo del joven Rembrandt".
Six y yo volvimos a reunirnos en octubre. Su actitud era desafiante. El marchante lleva el pelo largo, y cuando se exaspera, tiende a caerle en la cara como una cortina. Vuelve a colocarlo en su sitio mientras pronuncia su defensa. Insiste en que lo ¨²nico que intentaba Sander Bilj era sacar provecho econ¨®mico del ¨¦xito de Six. "Cuando Dan Brown escribi¨® El c¨®digo Da Vinci se enfrent¨® a multitud de pleitos", alegaba. "La verdad es que tengo suerte de tener solo a un tipo persigui¨¦ndome". Rechaza mi insinuaci¨®n de que su obsesi¨®n con Rembrandt pod¨ªa haber ofuscado su criterio profesional. Ni siquiera da cr¨¦dito a la prueba aparentemente irrefutable de que Bijl se hab¨ªa percatado por s¨ª mismo de que el retrato era un posible rembrandt, y expresa su amargura por el hecho de que la conspiraci¨®n de otros, motivada, en su opini¨®n, por los celos y la codicia, hubiese empa?ado su haza?a personal y profesional y hubiese eclipsado un ¨¦xito sin precedentes. "Hasta ahora nadie en la historia de la humanidad hab¨ªa descubierto dos rembrandts".
A pesar de su p¨¦rdida de importancia en el mercado y en los planes de estudios, los antiguos maestros holandeses siguen teniendo un gran atractivo para el gran p¨²blico. El ¨¦xito del libro y la pel¨ªcula La joven de la perla, que resisten al paso de los a?os, y la novela de Donna Tartt El ruise?or ?cuyo argumento gira en torno a un cuadro del artista del siglo XVII Carel Fabritius y se va a llevar a la gran pantalla? tienen su correspondencia en la afluencia de visitantes a las exposiciones en los museos. Desde que los museos Nacional de Holanda y la Pinacoteca Mauritshuis volvieron a abrir sus puertas hace algunos a?os tras su renovaci¨®n, ambas instituciones han visto multiplicarse aproximadamente por dos las cifras de visitantes. "En el ¨¢mbito de los antiguos maestros, creo que la pintura holandesa es mucho m¨¢s accesible que la religiosa italiana o el Barroco con su pompa, por poner dos ejemplos", se?ala Ronni Baer, conservadora del Museo de Bellas Artes, para explicar su popularidad. "Cualquiera puede entender una naturaleza muerta o un interior".
Los elogios que algunos expertos en los antiguos maestros neerlandeses, conscientes de la popularidad de la obra de estos entre la gente corriente y deseosos de revertir su p¨¦rdida de valor en el mundo acad¨¦mico y en el mercado, dedicaron a Jan Six cuando este hizo sus descubrimientos, seguramente obedecieron a que vieron en ¨¦l un atractivo joven defensor de la causa. Es cierto que tiene abolengo, pero, m¨¢s all¨¢ de este, Six capta a la perfecci¨®n lo que hace especial a esta escuela. Al apartarse de los temas estrictamente religiosos y poner de relieve el mundo que los rodeaba con sus bodegones, sus paisajes y los retratos que se hicieron mutuamente, los pintores de la ¨¦poca crearon unas obras art¨ªsticas que constituyen escaparates de lo que somos realmente. Las personas que dedican su vida a este campo del conocimiento lo hacen por convicci¨®n y lo consideran una misi¨®n. "Tenemos que luchar por la importancia del arte holand¨¦s", proclama Emilie Gordenker, directora de la Pinacoteca Mauritshuis, en cuyas salas cuelgan La joven de la perla, de Vermeer, y El ruise?or, de Fabritius. "Debemos asegurarnos de que las historias de estos cuadros sigan teniendo importancia".
Tras la debacle de Six, algunos de los personajes m¨¢s destacados en este ¨¢mbito ?directores de museo, conservadores, investigadores? manifestaron su decepci¨®n con ¨¦l, aunque ninguno quiso que sus palabras constasen por escrito. "Es un asunto muy triste porque la gente ya sospecha que los marchantes de arte son poco de fiar", opinaba uno de ellos. "Puedo decirle que hay quien se refiere a Jan Six como ?caro".
Uno de los marchantes considera que Six cometi¨® un error de inexperto en su manera de manejar la pol¨¦mica. "Deber¨ªa haber intervenido de inmediato para resolver la cuesti¨®n discretamente". Aunque pensase que ten¨ªa raz¨®n, sugiere el marchante, lo prudente habr¨ªa sido llegar a un acuerdo a fin de proteger la propia reputaci¨®n. "La gente tiene que confiar en ti y en tus cuadros". Para subrayar lo que quer¨ªa decir, me cont¨® que hab¨ªa preguntado a un destacado comprador si quer¨ªa que pidiese el precio de uno de los dos cuadros descubiertos por Six, a lo que este respondi¨® que no mientras estuviesen envueltos en la pol¨¦mica.
No obstante, en el mundo en general, las controversias acaban diluy¨¦ndose. La ¨²ltima vez que habl¨¦ con Jan Six en febrero, su estado de ¨¢nimo era totalmente diferente. Para conmemorar el 350? aniversario de la muerte de Rembrandt, que se celebra este a?o, la cadena de radiodifusi¨®n NPO le pidi¨® que grabase una serie de televisi¨®n en cinco cap¨ªtulos en la que Six pasea por las calles en las que vivi¨® el pintor, se detiene ante el edificio de Leiden en el que fue al colegio y medita delante de diversas obras de arte. En ella, Six hace lo que mejor sabe hacer, que es comunicar su pasi¨®n, en este caso a un p¨²blico muy amplio, lo cual es algo nuevo para ¨¦l. "Hay cientos de miles de espectadores vi¨¦ndome por la tele y disfrutando", cuenta. "De repente, toda clase de personas se ponen en contacto conmigo. Algunas tienen un cuadro antiguo y quieren que lo vea. Justa ahora acaba de llamarme una mujer. Me dijo que iba a cumplir 75 a?os y que su hermana gemela era una apasionada de Rembrandt. Me pregunt¨® si hab¨ªa alguna posibilidad de que me pasase por su casa el d¨ªa de su cumplea?os y hablase 10 minutos del artista. Me pareci¨® muy dulce y desde luego que ir¨¦. Todo esto me ha animado mucho".
La experiencia televisiva ha puesto algo de distancia entre ¨¦l y "la burbuja", como se refiere a la ¨¦lite del arte, y le ha permitido empezar a dejar atr¨¢s este a?o apasionante y atroz. "Era algo ¨¦pico y fant¨¢stico", afirma, "y entonces todo cambi¨®. Me di cuenta de que estar tan obsesionado con un pintor no es necesariamente algo bueno. Aunque, por supuesto, sigo est¨¢ndolo".
Si en alguna ocasi¨®n va paseando por el centro de ?mserdan, hay un punto desde el cual es posible establecer contacto visual con Jan Six. Con el primero, claro. En la mansi¨®n Six, su retrato est¨¢ situado de tal manera que, estirando un poco la cabeza, se puede ver desde la acera de enfrente. El cuadro cuelga en una habitaci¨®n del primer piso, mir¨¢ndole a uno desde arriba. A Jan Six XI le gusta hablar de la manera en que Rembrandt entend¨ªa las miradas. La de su ancestro y tocayo parece atrapada en una espiral de melancol¨ªa, en una conciencia fatigada y c¨®mplice de las frustraciones y limitaciones de la vida humana.
Esa fue revelaci¨®n que recibi¨® el Jan Six XI adolescente al contemplar el retrato de su antepasado, la que lo encamin¨® hacia la b¨²squeda de su propia identidad, distinta de la de sus ancestros: que una persona que vivi¨® hace tres siglos y medio fuera capaz de transmitir, aplicando pintura sobre un lienzo, la esencia humana de una manera absolutamente inteligible en nuestros d¨ªas, y que, quiz¨¢ por eso, la identidad, con todos sus defectos e inseguridades, sus estallidos de discernimiento y sus reservas de empat¨ªa, por individual que sea, es al mismo tiempo universal.
The New York Times Magazine. Traducci¨®n de News Clips.
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