Creemos que el dolor y el placer son antag¨®nicos y no es cierto. Lo contrario del placer no es el dolor, sino la insensibilidad.
Al poco tiempo de empezar con el t¨ªtulo de ser ¡°la del sexo¡±, me entr¨® una mujer por los privados de una red social. Seg¨²n ella, le gustaba mucho el programa que dirijo en cadena SER y le apetec¨ªa contarme su experiencia sexual, m¨¢s all¨¢ de todos los convencionalismos. Yo, encantada. Imaginen. Apenas has iniciado el proceso de aprendizaje y se te aparece alguien dispuesto a contarte su m¨¢s absoluta intimidad con una sexualidad, como ella misma defini¨®, ¡°nada convencional¡±. Me relam¨ª solo de pensarlo. La mujer me relat¨® toda una ceremonia con tres hombres que, seg¨²n me dijo, quer¨ªan experimentar con ella. Decidieron entre los cuatro que ella se dejara atar en el somier de una cama con las manos y las piernas abiertas, cual cruz de San Andr¨¦s, pero ficticia. Seg¨²n cont¨®, le vendaron los ojos, introdujeron una bola de caucho en su boca para que no pudiera gritar e introdujeron un enorme cirio pascual en su vagina. El juego consist¨ªa, como podr¨¢n imaginar, en dejar que se consumiera la vela apurando el tiempo que ella pudiera aguantar el calor del fuego. Con el consiguiente riesgo de que ardiera el vello del pubis.
A m¨ª se me nubl¨® la vista solo de pensarlo.
Durante semanas, aquella mujer y yo intercambiamos muchos mensajes. Yo no dejaba de preguntarle que c¨®mo y sobre todo por qu¨¦. Porque lo que m¨¢s cuesta de entender cuando no te atrae el sadomasoquismo, es por qu¨¦ alguien elige esa sexualidad para ponerse a mil.
Pues porque s¨ª. Ni tara ni retorcimiento. Ni siquiera originalidad. Si en vez de ser una mujer que se excitara por la desesperaci¨®n de que pudiera quem¨¢rsele su vulva, fuera una mujer a la que estaban practicando sexo oral aquellos se?ores, los nervios que llevar¨ªan el mensaje hasta el cerebro ser¨ªan los mismos que los de las quemaduras. Lo que ocurre es que en el cerebro no se activan las mismas ¨¢reas cerebrales.
Pocas personas cuentan este episodio mejor que Pere Estupinya en su celeb¨¦rrimo libro S-EX2. ¡°?nsula, t¨¢lamo, zonas espec¨ªficas de la corteza cerebral o niveles transmisores responden de forma diferente en funci¨®n de la informaci¨®n sensorial que les llegue, pero tambi¨¦n de c¨®mo interpretemos el est¨ªmulo. Es fascinante. Ese mismo ara?azo puede generar dolor si es fortuito e inesperado, o placer si tiene lugar en pleno acto amoroso.¡± Que lo que duele provoque placer tiene truco. Consiste en erotizar el dolor. Que sepamos que ese dolor ha sido proferido por gusto, en una situaci¨®n de excitaci¨®n y con una persona en la que confiamos plenamente. Descarten, por favor, que los sadomasoquistas tengan m¨¢s resistencia al dolor. La sensibilidad es exactamente la misma. Y tampoco nos habituamos a un dolor por mucho que lo suframos. Nos acostumbramos a que est¨¦ presente. A que, incluso, aparezca todos los d¨ªas. Nos habituamos a sentirlo. Pero ni mucho menos perdemos la sensibilidad de padecerlo. ¡°El placer sexual incrementa la dopamina, que a su vez induce la liberaci¨®n de opioides generando un efecto analg¨¦sico que induce al alivio y aumenta el umbral de dolor.¡±
No es lo mismo que tres desconocidos te rapten, te aten a una cama y experimenten contigo a que tres maromos de tu gusto jueguen contigo a hacerte da?o. Por mucho que en ambos casos vayas a sentir dolor. Los tres desconocidos te joden la vida, tus tres amigos pueden ponerte en ¨®rbita. Estupiny¨¤ se?ala en su libro junto a Siri Leknes, estudiosa absoluta de la relaci¨®n entre el dolor y el placer, c¨®mo al compartir el mismo circuito de nervios que el placer, el dolor puede activar partes del sistema dopamin¨¦rgico (neurotransmisor relacionado con el ansia y la motivaci¨®n) y aumentar el deseo sexual. No aumentar¨ªa en s¨ª el placer, seg¨²n los investigadores, pero justifica que estimulaciones dolorosas controladas tuvieran un efecto excitante. ¡°En experimentos con ratas, las que recib¨ªan pinchazos buscaban m¨¢s r¨¢pidamente aparearse¡±.
Esto es un no parar.
Lo de que las sesiones de sado no surgen por ciencia infusa es cierto. Antes de ponerse a hacer experimentos y, puesto que se pueden hacer muchos, recomiendo encarecidamente informarse, aprender, entender y saber c¨®mo introducir el dolor en nuestra cama. Son muchas las asociaciones que hacen una gran labor al respecto, siendo Golfxs con principios y BDSMK dos de las mejores. Porque la persona dominada es la que pone los l¨ªmites, la que dise?a el espect¨¢culo y la que determina hasta d¨®nde se puede llegar. Ya saben, desde la palabra de seguridad si quieren darle a todo esto una p¨¢tina mucho m¨¢s sofisticada, hasta la absoluta seguridad de que se est¨¢ perfectamente protegida o protegido por el que ejerce de dominante. Cu¨¢l ser¨ªa mi sorpresa cuando asist¨ª a una de estas reuniones y, al comentar el episodio de la mujer a la que ataban a la cama para desesperarla ante el riesgo de quemarla, la mayor¨ªa de los presentes soltaron una carcajada. Desde hace a?os, cada vez que alguien manifiesta inter¨¦s en redes sociales por el sadomasoquismo se les aparece la ni?a de la vela¡ Demandando casito y confundiendo con la pr¨¢ctica real del sadomasoquismo. Si la tienen cerca, bloqu¨¦enla. Flaco favor hace a la sexualidad.
No crean que hablar de sado ha sido m¨ªnimamente f¨¢cil. Ni siquiera esperen que seamos capaces de encajar por qu¨¦ existe. No s¨¦ si Vicente Verd¨² lleg¨® a entender por qu¨¦ el dolor puede llegar a la cama y adem¨¢s ser bienvenido, pero 25 a?os despu¨¦s de esa supuesta ola sadomasoquista que ¨¦l analiz¨® por lo menos le hemos encontrado una explicaci¨®n cient¨ªfica. Una de las pocas personas que creo que ha sido capaz de mostrar algo parecido en el cine ha sido Carlos Vermut con su magn¨ªfica Magical Girl. Para m¨ª, aquella B¨¢rbara Lennie en el plano final, (spoiler) adentr¨¢ndose en el supuesto averno va derechita a calibrar su excitaci¨®n m¨¢s absoluta y no a dejarse matar por un millonario asiduo a las snuff movies. Pero s¨ª. Quiz¨¢s, en el fondo, yo sea una romanticona. Aunque viendo por las calles de tantas ciudades a penitentes infligi¨¦ndose dolor como castigo por sus pecados tambi¨¦n pienso ?Y si en realidad est¨¢n disfrutando tanto como disfruto yo en la cama?
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