La ciencia de los deseos que nos mantienen vivos y pueden matarnos
El psicobi¨®logo Ignacio Morgado publica un libro sobre la biolog¨ªa del deseo y el placer y c¨®mo explica la obesidad, las adicciones o las diferentes inclinaciones sexuales
Una rata con un cable conectado a la regi¨®n del cerebro que activa el deseo desvela la fuerza de los mecanismos que nos empujan a vivir y tambi¨¦n sus peligros. Si cada vez que activa una palanca recibe un est¨ªmulo el¨¦ctrico, seguir¨¢ haci¨¦ndolo compulsivamente hasta caer rendida por inanici¨®n. Y ni siquiera habr¨¢ sentido placer. La dopamina que libera con las descargas est¨¢ en la ra¨ªz del deseo, de la motivaci¨®n para buscar sensaciones agradables, y solo eso parece suficiente para que el animal olvide el resto del mundo.
Durante millones de a?os, el deseo y el placer han mantenido la vida en el planeta. La sed para no morir deshidratados, el hambre para no olvidar comer o el apetito sexual para transmitir nuestros genes a la siguiente generaci¨®n. Los humanos queremos creer que podemos sobreponernos o al menos encauzar esos impulsos b¨¢sicos, pero ignoramos hasta qu¨¦ punto dependemos de una programaci¨®n biol¨®gica que nos determina desde el nacimiento hasta la muerte.
En su libro Deseo y placer (Ariel), el director del Instituto de Neurociencia de la Universidad Aut¨®noma de Barcelona, Ignacio Morgado, repasa los precisos mecanismos que nos mantienen con vida y ayuda a entender los equilibrios que fueron ¨²tiles durante millones de a?os de evoluci¨®n y pueden volverse peligrosos en el mundo moderno.
Entre dos gemelos id¨¦nticos, si uno es homosexual, la probabilidad de que el otro tambi¨¦n lo sea es del 48%
Por ahora no existen narcosalas con adictos enganchados a electrodos para activar las regiones del cerebro que azucen su deseo, pero existen drogas como la coca¨ªna que activa el sistema motivacional de la dopamina y produce efectos similares. Las sustancias ilegales, no obstante, no son las ¨²nicas que asaltan las v¨ªas del deseo y el placer para poner en riesgo nuestro bienestar y nuestra libertad.
Nuestro organismo incorpora un sistema de se?ales que avisa de la necesidad de comer y de dejar de hacerlo. La grelina es una hormona que produce el est¨®mago y nos da hambre. Su concentraci¨®n en el plasma sangu¨ªneo aumenta cuando estamos en ayunas y disminuye cuando hemos comido. Su presencia en la sangre tambi¨¦n depende de la cantidad de grasas del cuerpo, algo que, seg¨²n explica Morgado, puede indicar que tiene un papel en la regulaci¨®n del peso. Un efecto similar, aunque en sentido contrario, es el de la leptina, que se libera para indicar al organismo que el cuerpo ya tiene bastantes reservas y hace cesar el apetito.
Pese a que tengamos la sensaci¨®n de que la soluci¨®n para combatir la obesidad es relativamente sencilla y bastar¨ªa con comer menos y hacer ejercicio, el sistema de se?ales de cada organismo individual hace que var¨ªe la dificultad de la tarea. Como recuerda Jeffrey Friedman, el descubridor de la leptina, la programaci¨®n gen¨¦tica nos empuja hacia un peso y, aunque temporalmente sea posible adelgazar, las se?ales hormonales nos har¨¢n sentir que algo no va bien con nuestra dieta si nos mantiene por debajo de nuestro peso programado.
El ¨²ltimo apetito fundamental al que Morgado dedica su libro es el sexo. Aunque alguien puede vivir sin tener sexo jam¨¢s, la programaci¨®n gen¨¦tica nos hace buscarlo con ah¨ªnco. En este caso el deseo se ha intentado regular por motivos sociales. Como en el caso del hambre, se ha considerado que nuestra libertad es completa a la hora de elegir y, como en el caso del hambre, es posible observar c¨®mo un cambio en la regulaci¨®n del deseo a trav¨¦s de las hormonas modifica tambi¨¦n nuestra relaci¨®n con el sexo. En ratas se ha observado que si se castra a un macho reci¨¦n nacido se elimina la posibilidad de que su cerebro se masculinice. Despu¨¦s, cuando son adultos, si se les trata con estr¨®genos, adoptar¨¢n posturas para ser montados por un macho como hacen las hembras. Si a estas se les extirpan los ovarios y despu¨¦s se les da testosterona, tratar¨¢n de montar a otras hembras.
La programaci¨®n gen¨¦tica nos empuja hacia un peso y eso hace que sea tan dif¨ªcil mantener el peso perdido con las dietas
Esta variaci¨®n de la conducta sexual dependiendo de las se?ales qu¨ªmicas que produce nuestro cuerpo siguiendo la programaci¨®n gen¨¦tica tambi¨¦n puede explicar, al menos en parte, la homosexualidad o la transexualidad. Un estudio de la Universidad de Illinois (EE UU) citado por Morgado mostr¨® que entre hermanos gemelos id¨¦nticos, que comparten todo su genoma, si uno de ellos era homosexual, la probabilidad de que el otro tambi¨¦n lo fuese era del 48%. Entre los gemelos que solo comparten la mitad de los genes era del 16% y entre hermanos biol¨®gicos del 14%. Entre hermanos adoptados, la probabilidad era del 6%.
Sobre la transexualidad, estudios como los publicados por Antonio Guillam¨®n, Carme Junque y Esther G¨®mez-Gil sugieren que los cerebros de los transexuales que a¨²n no se han sometido a un tratamiento hormonal tienen morfolog¨ªas espec¨ªficas, diferentes de las de los de hombres o mujeres heterosexuales. Estas diferencias se han observado sobre todo en estructuras de la corteza cerebral implicadas en la percepci¨®n del cuerpo, algo que, seg¨²n Morgado, explicar¨ªa la incongruencia entre identidad de g¨¦nero y sexo.
El conocimiento de los mecanismos que regulan el deseo y el placer no tiene que ser una justificaci¨®n del fatalismo, seg¨²n Morgado. Saber c¨®mo funcionan puede ayudarnos a ponerlos a nuestro servicio para mantener las ganas de vivir y a tener unas expectativas razonables sobre la capacidad propia y de los dem¨¢s para dirigir la vida en la direcci¨®n deseada.
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