Disc¨ªpulas de Thatcher

Si nuestro pa¨ªs no se ha escorado hacia la derecha en las ¨²ltimas elecciones como algunos predec¨ªan, es, en parte, gracias a la democratizaci¨®n del feminismo, es decir, al ensanchamiento de su base en todo el espectro pol¨ªtico. Las mujeres no votan a quienes las insultan, o al menos no mayoritariamente, y por eso seguramente la menor parte de los votantes de Vox son mujeres. Adem¨¢s, a pesar de lo mucho que alarmaba la foto de los candidatos a la presidencia del gobierno, el anuncio del primer Congreso de los Diputados paritario es una conquista digna de ser celebrada: ?Ya tocaba!

Las recientes movilizaciones de las mujeres en Espa?a, con dos esplendorosos 8 de marzo, han movilizado tambi¨¦n su voto. Donald Trump provoc¨® las Women¡¯s March en Estados Unidos y el paso de un aluvi¨®n de activistas a la pol¨ªtica, mientras en Espa?a una suma de factores ha despertado el inter¨¦s de la sociedad por la res publica y ha hecho que la participaci¨®n haya sido esta vez de m¨¢s del 75%, frente a los casi 10 puntos menos de los anteriores comicios. Entre esos factores es evidente que se cuenta el desprecio por los derechos conquistados por las mujeres que algunos partidos ejercen. ¡°Ni un paso atr¨¢s¡±, se grit¨® el D¨ªa de la Mujer. Y as¨ª ha sido.

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Pero m¨¢s parlamentarias no es sin¨®nimo de m¨¢s pol¨ªtica ¡°en femenino¡± y, ahora que se cumple el 40 aniversario de la llegada al poder de Margaret Thatcher ¡ªexponente m¨¢ximo del ejercicio masculino de la pol¨ªtica bajo la apariencia de una mujer¡ª, no est¨¢ de m¨¢s analizar en qu¨¦ medida pervive su legado. ?Hasta qu¨¦ punto algunas de nuestras pol¨ªticas la imitan? De poco servir¨¢ ese congreso paritario si est¨¢ lleno de herederas suyas.

La Dama de Hierro se convirti¨® en 1979 en la Primera Ministra de Reino Unido, siendo la primera f¨¦mina en tomar las riendas de un estado en Europa. Desde el n¨²mero 10 de Downing Street, jam¨¢s le tembl¨® el pulso a la hora de tomar decisiones. Sus ¨²nicos modelos hab¨ªan sido masculinos y, en demasiadas ocasiones, ejemplos de crueles gobernantes e implacables estadistas. En ellos se espeje¨® y de ellos fue digna ep¨ªgona. ?Ese modelo perdura o est¨¢ ya finiquitado?

La conservadora y autoritaria Thatcher permaneci¨® en el cargo hasta 1990. Nos preguntamos qu¨¦ fue lo que sus electores y sus electoras valoraron de ella. Las privatizaciones salvajes, el combate a los sindicatos y la supresi¨®n de derechos laborales no parecer¨ªan en principio buenas escaleras para llegar al triunfo y, sin embargo, fue reelegida. La situaci¨®n geopol¨ªtica era en aquellos a?os muy distinta a la de hoy. El mundo sufr¨ªa los coletazos de la Guerra Fr¨ªa y el capitalismo salvaje afianzaba posiciones. No hab¨ªa espacio para perfiles bajos ni gestos conciliadores. Y Thatcher cumpli¨® con su papel de ferviente partidaria del neoliberalismo que en fechas recientes nos estall¨® entre las manos como una granada. ?Ese modelo feroz es ahora v¨¢lido?

La campa?a electoral que a¨²n estamos viviendo ¡ªcentrada ahora en la lucha por los municipios, las autonom¨ªas y el Parlamento Europeo¡ª, nos ha dado ejemplos de thatcherismo que han provocado reacciones beligerantes, sobre todo entre las integrantes de su propio sexo. Tanto Roc¨ªo Monasterio en la capital como Cayetana ?lvarez de Toledo en Barcelona, presidenta de Vox en la Comunidad de Madrid y cabeza de lista del PP por la Ciudad Condal, han demostrado saber poco de discursos dialogantes. Permanentemente airadas, lanz¨¢ndose a la m¨ªnima a la yugular de los y las contrincantes, han hecho del actual panorama pol¨ªtico, polarizado y crispado, un lugar mucho menos habitable.

A su lado In¨¦s Arrimadas o la misma Isabel D¨ªaz Ayuso, las representantes de Ciudadanos y del PP, ambas poco dadas al arte del masajismo ling¨¹¨ªstico, son meras aprendices. Monasterio y ?lvarez de Toledo son de clase alta, hier¨¢ticas y altivas. Nacidas ambas en 1974, han demostrado una especial beligerancia hacia el feminismo organizado y no quieren ni o¨ªr hablar del MeToo, que les parece un ejercicio de victimismo. Tambi¨¦n cuestionan la Ley de la violencia de g¨¦nero y la huelga feminista del 8 de marzo les parece un disparate.

De su boca hemos o¨ªdo cosas como que el feminismo infantiliza a las mujeres y las convierte en seres sin criterio, cosa que se traduce en tomar a millones de mujeres por idiotas. ?De verdad somos susceptibles de sumisi¨®n las feministas que celebramos el 8 de marzo? ?A qui¨¦n se supone que obedecemos? ?Al esp¨ªritu de Simone de Beauvoir, a Judith Butler, a Oprah Winfrey? Para empezar existen m¨²ltiples feminismos, con diferencias sustanciales en sus idearios, lo que ya de por s¨ª dificulta el borreguismo. ?O m¨¢s bien ser¨¢ que tanta librepensadora suelta y cabreada no conviene a algunos partidos, basados en la perpetuaci¨®n del patriarcado?

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Cuando quedan pocos d¨ªas para celebrar las elecciones municipales, basta con retrotraernos a las de 2015 para advertir que quienes votaron a Manuela Carmena y a Ada Colau no s¨®lo se inclinaron por programas pol¨ªticos de izquierdas, sino que tambi¨¦n valoraron justamente lo contrario de lo que propugnan Monasterio y ?lvarez de Toledo. Carmena y Ada Colau promet¨ªan una feminizaci¨®n de la pol¨ªtica ¡ªtanto en las formas como en el fondo¡ª y lo han hecho desde las premisas del feminismo y sin ocultar su adscripci¨®n al movimiento.

Las elecciones del 2015 fueron un punto de inflexi¨®n en la historia del pa¨ªs. No s¨®lo feminizaron el gobierno de nuestras dos principales ciudades, sino que supusieron un golpe a la pol¨ªtica patriarcal, a su tono autoritario y a sus maneras corrosivas. Se dir¨ªa que ahora la irrupci¨®n de Vox y la peligrosa deriva del PP hacia postulados afines a la ultraderecha, han recuperado la obsoleta figura de la Se?orita Rottenmeier. Se entiende que hayan querido disfrazar sus ideas de empoderamiento femenino, que es lo que movi¨® en su d¨ªa a Ciudadanos a escoger a In¨¦s Arrimadas como cabeza de lista en Catalu?a ¡ªun partido hasta entonces profusamente masculino¡ª, pero dir¨ªa que es una p¨¦sima estrategia para captar votos femeninos.

En plena cuarta ola del feminismo, no parece una t¨¢ctica brillante ejercer el antifeminismo tan descaradamente desde las tribunas p¨²blicas. ?Qui¨¦n quiere se?oritas Rottenmeier pudiendo tener a pol¨ªticas conciliadoras, dialogantes y emp¨¢ticas? Adoptar las maneras autoritarias que se han adscrito hist¨®ricamente al g¨¦nero masculino, ahora que este se est¨¢ reinventando y feminizando, es involuci¨®n y contrasentido.