Dos l¨®gicas
El coste de mantener la pol¨ªtica de bloques es inasumible para quienes la promueven y para el sistema constitucional
La alternativa pol¨ªtica a la que se enfrentan los partidos que han logrado representaci¨®n parlamentaria y municipal en el ciclo electoral concluido el domingo se resume en mantener la l¨®gica de bloques exacerbada durante la campa?a o, por el contrario, evolucionar hacia una l¨®gica institucional que estabilice el sistema cuando se han revalidado las amenazas sobre ¨¦l. El Partido Popular se ha manifestado de inmediato en favor de la primera l¨®gica, en la medida en que es la ¨²nica que le permite compensar el severo retroceso experimentado en la totalidad de las instancias de poder renovadas por las urnas, incluida la europea, con victorias simb¨®licas como las del Ayuntamiento y la Comunidad de Madrid. Sin ellas, el futuro de Casado al frente del PP quedar¨ªa comprometido, y de ah¨ª que en el plazo de pocas semanas haya pasado err¨¢ticamente de pactar con Vox en Andaluc¨ªa a considerarla una fuerza de ultraderecha, antes de recabar de nuevo su apoyo en la capital.
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Es tambi¨¦n el mantenimiento de la l¨®gica de bloques lo que ha inspirado las primeras reacciones de Ciudadanos, ampar¨¢ndose en una interpretaci¨®n de las elecciones del domingo como una segunda vuelta de las generales que habr¨ªa arrojado un prometedor balance para esta formaci¨®n. Corresponde exclusivamente a su direcci¨®n, y en particular a su l¨ªder, Albert Rivera, evaluar si la estrategia seguida es la mejor para satisfacer sus expectativas. Porque, en una interpretaci¨®n diferente, podr¨ªa haber sido la causa de que no haya superado a un Partido Popular en sus horas m¨¢s bajas. Rivera ha antepuesto durante los ¨²ltimos meses la obstinada voluntad de captar los votos del bloque de la derecha a la de consolidar un espacio pol¨ªtico propio, exactamente como hizo Pablo Iglesias desde la izquierda con los resultados finalmente a la vista.
La opci¨®n de Ciudadanos por la l¨®gica de bloques no es algo inocuo para el sistema constitucional, puesto que, en la hip¨®tesis m¨¢s benevolente, forzar¨ªa los pactos entre el partido socialista y los independentistas que exige evitar, y en la m¨¢s desfavorable conducir¨ªa a una par¨¢lisis institucional como la inducida deliberadamente por el Partido Popular en 2015 y que no dej¨® otra salida que una ins¨®lita repetici¨®n de las elecciones. Con el agravante de que, en este camino a ninguna parte, Ciudadanos parece decidido a no explorar alternativas a los independentistas en el Ayuntamiento de Barcelona y a normalizar la presencia de la ultraderecha en Gobiernos municipales y aut¨®nomos. Vox, sin embargo, no es un partido como los dem¨¢s, sino la franquicia espa?ola de un programa pol¨ªtico ultranacionalista, xen¨®fobo y contrario a la democracia liberal, que est¨¢ extendi¨¦ndose por la Uni¨®n bajo el patrocinio y con el apoyo de algunas autocracias.
Despu¨¦s de una sobresaltada legislatura como la que ahora termina, Espa?a tiene al frente cuatro a?os para abordar desde la estabilidad problemas largo tiempo postergados
No son desde luego credenciales que los socios de Ciudadanos en el Grupo Liberal de la Euroc¨¢mara vayan a reconocer con facilidad, en particular el presidente Emmanuel Macron, bajo cuyo mandato el Reagrupamiento Nacional de Marine Le Pen se ha impuesto como primera fuerza de Francia. Pero tampoco el propio candidato de Ciudadanos al Ayuntamiento de Barcelona, Manuel Valls, que ya ha anunciado su abierta oposici¨®n a cualquier pacto con Vox. Valls, por otra parte, no tardar¨¢ en enfrentarse al dilema de consentir un alcalde independentista o respaldar la continuidad de la actual regidora, Ada Colau, contra el criterio expresado hasta ahora por Rivera.
La l¨®gica de bloques para gestionar los resultados del ciclo electoral cerrado el domingo deber¨ªa dejar paso a la l¨®gica institucional. De acuerdo con ella, es el partido m¨¢s votado en cada caso el que tiene el derecho y la obligaci¨®n de intentar conformar una mayor¨ªa en torno a un programa de gobierno para la totalidad de la legislatura. Solo en segunda instancia este derecho y esta obligaci¨®n pasar¨ªan a la segunda fuerza en n¨²mero de votos, despu¨¦s de ofrecer a los ciudadanos una explicaci¨®n pol¨ªtica de por qu¨¦ no ha sido posible el acuerdo inicial. Y una explicaci¨®n pol¨ªtica no es lo mismo que autoerigirse en expendedor de t¨ªtulos de constitucionalismo para pactar o no pactar. Despu¨¦s de una sobresaltada legislatura como la que ahora termina, Espa?a tiene por delante cuatro a?os para abordar desde la estabilidad problemas largo tiempo postergados.
La pol¨ªtica europea, por ¨²ltimo, est¨¢ tan necesitada como la espa?ola de que la l¨®gica institucional se imponga a la l¨®gica de bloques. Contra los pron¨®sticos iniciales, la Uni¨®n dispone de un nuevo quinquenio para retomar la v¨ªa de la integraci¨®n gracias a los resultados electorales del domingo. La rotunda victoria del populista Nigel Farage en el Reino Unido puede sin duda complicar la ya de por s¨ª endiablada gesti¨®n del Brexit. Pero hay algo en lo que Farage y sus correligionarios continentales, encabezados por el italiano Matteo Salvini y la francesa Marine Le Pen, no han reparado: asociar el debilitamiento de la Uni¨®n con la regresi¨®n de los derechos y libertades en Europa significa, en sentido contrario, que defenderlos es lo mismo que defender la Uni¨®n. La democracia brit¨¢nica en manos del populismo xen¨®fobo y antieuropeo es la prueba concluyente de que ambas defensas son, en realidad, solo una, y de que el Reino Unido no ser¨¢ mejor si se consuma el Brexit.
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